Sebastián Mariné tiene los ojos de un azul casi transparente. Parecen de pura agua. Nació en Granada hace sesenta y siete años y recuerda que los domingos de pantalón corto, junto con sus seis hermanos y sus padres, escuchaba música. Pronto supo que ella iba a enhebrar su vida, a escribirla. Artista por encima de todo, es profesor, compositor, pianista y director de orquesta, un nombre imprescindible de la creación musical contemporánea en España que huye de ruidos y alborotos.
- Fecha: 4 de septiembre de 2023
- Lugar: Sociedad General de Autores de España
- Duración: 33´38´´
- Operador de cámara: Víctor Camargo.
- Realización y edición: Ana Lillo.
- Entrevista realizada por: Gema Pajares.
- Agradecimientos: Sociedad General de Autores de España.
Créditos de los vídeos
- Sebastián Mariné. La alegría de vivir. Nuevo Ensemble Segovia
- Sebastián Mariné. Asteroide B 611. Sonor Ensemble. Fundación Juan March
- Ludwig van Beethoven. Sinfonía nº 9, arreglo para dos pianos a 8 manos. Fundación Juan March
- Sebastián Mariné. Requiem
- Sebastián Mariné. Instantáneas
- Dmitri Shostakovich. Concierto para piano, Op. 35. Sonor Ensemble
- Sebastián Mariné. Niños de Murillo. Sonor Ensemble
- Richard Strauss. Una vida de héroe. Ciclo Strauss sinfónico, a 8 manos. Fundación Juan March
Créditos de las músicas
- Sinfonía nº 1 para orquesta. Sebastián Mariné. Orquesta de RTVE
- Amor propio. Sebastián Mariné. Cuarteto Areteia
- Sun. Sebastián Mariné
- Instantáneas. Sebastián Mariné
- El color de las nubes/Si tú quieres. Sebastián Mariné. Cuarteto Areteia
- El color de las nubes/Espera. Sebastián Mariné. Cuarteto Areteia
Agradecimientos
- Fundación Juan March, Sonor Esemble, Nuevo Ensemble Segovia y SGAE
La emoción sincera de Sebastián Mariné
Desde sus primeros años, Sebastián Mariné aprendió que en las artes y la cultura, las buenas, la buena, todo suma. Su padre, latinista y melómano, se lo enseñó y él sacó provecho. Al tiempo que los críos de la casa se fogueaban con la lectura y la escritura, estudiaban solfeo. Ya en Madrid, se matricula en el Real Conservatorio Superior de Música y aprende todo lo que puede de sus maestros, pero sin perder nunca su esencia. Las enseñanzas de quien fuera uno de sus mentores, el enorme Antón García Abril (junto con Román Alís), le han acompañado siempre. El maestro no quiso repetir con sus alumnos la mala experiencia vivida cuando fue estudiante, las críticas demoledoras que recibió ante alguna de sus obras. Y él ha seguido su ejemplo: “Incentivarles para que busquen y encuentren su propio camino”. Ese que muchas veces se antoja esquivo. Para Mariné fueron tiempos de aprendices vanguardistas, de jóvenes guerreros con ansias de experimentar y profesores que eran reacios a sonidos nuevos y que proclamaban en clase de Solfeo que Igor Stravinski no sabía nada de armonía “y eso te hacía, nos hacía, ser más beligerantes y salir a buscar por otro lado. Hoy, la mayoría de los profesores son amantes totales, cuando no son intérpretes de la música actual. Los alumnos ahora lo tienen más fácil”, cuenta.
En su primera obra, Opus 1, escrita en el primer curso de Composición, ya estaba la base de lo que sería Sebastián Mariné. Ni la ha retocado ni la ha rechazado. “Me veo completamente reflejado en ella. Sentía libertad al componer. La respiraba y la escribía. Antón (García Abril) me dijo desde el principio que no juzgara, precisamente por cómo le juzgaron a él sus profesores”. Su obra ha recibido influencias de la música de su tiempo. Cita a Anton Webern, con quien se siente identificado. Y a su “hermano mayor”, Messiaen, de quien lloró su muerte y cuya música define como panteísta y contemplativa. Y se explaya cuando se le menciona a Lutosławski, siempre en su cabeza: “Me fascina su expresividad sutil, no exageradamente extrovertida, esa construcción sabia, que da a la vez la apariencia de libertad total”. Si hay que buscar compañeros de viaje se decanta por los nombres de los siglos XX y XXI, “aunque a veces me siento bastante más cerca de Bach que de Philip Glass. Y eso que mi música tiene más que ver con la composición actual”, explica. A Bach, sin ir más lejos, dedicó en 2000 una obra para conmemorar el 250 aniversario de la muerte del músico y que se estrenó en el Auditorio Nacional, dirigida por Luis Izquierdo. Y dos años más tarde el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (CDMC) le pidió una obra para piano, que sería Siete formas de amar, estrenada en el Círculo de Bellas Artes. Profeta en su tierra, del Festival Internacional de Música de Granada recibió el encargo de una obra que estrenaron en 2014 el Taller Atlántico Contemporáneo, la soprano Ingrida Gápová y el coro Numen Ensemble, dirigidos por Diego García Rodríguez, Cinco guerreros es su título.
Sin embargo, antes de todas estas obras, de todos estos compositores, cuando Mariné era adolescente, sintió la llamada de Krzysztof Penderecki. Sacudió su frágil figura. Escuchó en unos grandes almacenes De Natura Sonoris (cuya partitura había visto en una revista del Orfeo Català que su padre llevó a casa, a finales de los sesenta), cuando la escucha se hacía de pie, con los auriculares calados y todo el tiempo del mundo para gastar/ganar una tarde. “Creí que me desmayaba. Me empezó a faltar el aire. Era completamente diferente a lo que había oído hasta ese momento. Sonaba de otra forma, eran torbellinos arriba y abajo. Y me hizo darme cuenta de que en la música se podía pensar en otros términos, en sonoridades, textos, dinámicas, movimientos de masas…, y que todo podía resultar conmovedor al máximo y llevarte a lo más profundo”, recuerda. Compone de madrugada, a primerísima hora. Con silencio y concentración. “Unas veces, veo la estructura general y otras, como si fuera un ciego, voy buscando y hallando”.
¿En qué piensa cuando compone? En lo que tiene dentro y quiere sacar al exterior porque sabe que es hermoso. Unas veces, dice, unas obras tienen más suerte que otras y andando el tiempo, un siglo después pongamos por caso, lo que se desecha y no se apreció, se revaloriza. Y así van pasando las centurias. A él le inspira lo que denomina su “paisaje sonoro” por el que transita y que recorre desde la sonrisa de un niño, el sonido de la lluvia, el canto de los pájaros. Hasta el sonido del aire. Y todo ello forma parte de ese universo que se llama música contemporánea, tan estigmatizada: no se entiende, no se entiende. ¿No se entiende? “Existe tanta falsedad en torno a ella. Se dice que es una música sin alma, sin sensibilidad, y es falso. Es tan diversa. Podemos encontrar la música más tonal, más romántica, sensiblera incluso, melódica, brutalista, libre, formalista”. Todo cabe porque no hay un patrón predeterminado, por mucho que el recelo la cerque.
El catálogo de Sebastián Mariné lo forman más de 90 obras de los géneros más diversos, desde la ópera a la música sinfónica y de cámara, sin olvidar las bandas sonoras de cine. Concretamente, para siete películas del director Mario Camus, con quien formó una estupenda dupla, tanto como para convertirse en su compositor de cabecera. En los noventa se fraguó su relación de la mano del cineasta. Lo que empezó siendo un pequeño encargo se convirtió en siete bandas sonoras. Lo recuerda como “algo mágico, un flechazo”. Su música atonal pudo acompañar a la imagen, y la imagen a la música. Hasta dedicó un homenaje a su querido Messiaen en Sombras en una batalla. “Esa relación del personaje que interpretaba Tito Valverde con la naturaleza y los pájaros me pareció que podía relacionarse con la obra de Messiaen”. Camus le dio tregua, libertad total. “Era un hombre tan entrañable, y esa confianza que depositó en mí…” Pedirle que elija una de entre las siete es como preguntarle a sus padres con qué hijo, de los siete que tuvieron los Mariné, se quedaría. Con todos. Pero quizá él arriesga con El color de las nubes… Solamente volvería a trabajar para el cine si se diera ese fogonazo (pellizco, enamoramiento, flechazo) que sintió con el director de La playa de los galgos. Su música, íntima y sutil, está en las antípodas de las composiciones hollywoodienses que hoy se estilan.
Dice el protagonista que el trabajo del compositor no acaba cuando se termina de escribir la obra. Ahí arranca una nueva etapa. Dura, complicada, casi tanto como parir la pieza. Como un ochomil. Y hay que conseguir lo, a veces, imposible: que se pueda escuchar, al menos una vez. Oír y hacer oír las obras. ¿No se escribe para eso? Y de ahí la razón de ser de la Asociación Madrileña de Compositores (AMCC), que preside desde 2008 y de la que nació el Festival Internacional de Música Contemporánea de Madrid, COMA, que cumplió en 2023 veinticinco años de vida y que ya apura los tiempos para presentar la programación del nuevo curso.
Desde 1979, Mariné es profesor en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, así como de la Escuela Superior de Música Reina Sofía (cuya medalla de honor recibió en 2017) desde su fundación en 1991. Ha dictado cursos de Análisis para profesores de música en la Universidad de Alcalá de Henares y en diversos conservatorios españoles y americanos. Es coautor, junto a su esposa Elena Aguado, del método Paso a Paso: iniciación al piano, editado por Real Musical. Y de enseñar sabe mucho. Tanto como para decir, aunque le duela, que “la educación musical en España es aún una asignatura pendiente, aunque las cosas van mejorando, pero están a años luz de otros países de Centroeuropa en los que desde la escuela se enseña a los niños a tocar un instrumento. Pero yo soy optimista. Estamos en el camino”.
Y es ella, Elena Aguado, la mujer que le sigue inspirando desde que se conocieron en 1984. Es como si sus anteriores obras, aun sin conocerla, la hubieran tenido como destinataria. Todo converge en ella. A Mariné se le ilumina el rostro y los ojos se le hacen aún más transparentes cuando la nombra. Es inspiración y crítica al tiempo, y la define como “una música extraordinaria”. “No es mujer de medias tintas, y cuando me comenta que cambie esto o aquello en una obra le digo que ya lo veré. Y acabo por hacerlo porque siempre tiene razón”. A ella dedica su tercera Sinfonía (la segunda aún no la ha estrenado): “Son cosas que quiero decirle y se las digo mejor en música”, confiesa.