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Figuras. Entrevistas de la escena

FIGURAS

Juan Tamariz. Madrid, 1942. Ilusionista y mentalista.

(33´39´´)

Cuando se inició en el mundo del ilusionismo, pocos magos eran profesionales, y los que actuaban como tales se presentaban ante los espectadores vestidos con un serio frac. Juan Tamariz vino a revolucionar el mundo de la magia no solo por ese aspecto desenfadado al que nos tiene acostumbrados. También por haber acercado su arte a millones y millones de adultos y niños a través de sus programas de televisión; por demostrar que humor y magia forman un buen tándem, y por haber creado una gran cantidad de juegos, rutinas técnicas y pases mágicos que son ejecutados por los más grandes ilusionistas del mundo. Lleva 50 años actuando ante el público, pero nadie se cansa de su talento y todos siguen asombrándose cada vez que escuchan su celebérrimo “chantatachán”. Desde la Escuela de Magia que dirige su hija Ana, sigue sumando seguidores a su particular revolución de la fantasía. Así es su “magia potagia”: infinita, contagiosa y más necesaria que nunca.

  • Entrevista a Juan y Ana Tamariz
  • Fecha: 27 de mayo de 2024
  • Lugar: La Gran Escuela de Magia Ana Tamariz
  • Duración: 33´39´´
  • Operador de cámara: Víctor Camargo.
  • Realización y edición: Ana Lillo.
  • Entrevista realizada por: Rosa Alvares.

Créditos de fotografías

  • Paco Manzano y Javier de Agustín

Créditos de los vídeos

  • • Fiesta 30 aniversario de la Gran Escuela de Magia "Ana Tamariz”
  • • Un, dos, tres. RTVE
  • • Cajón desastre. RTVE
  • • Tiempo de magia. RTVE
  • • Sala Houdini

Créditos de las músicas

  • Comedia, por Rocamusic
  • Tarde en el Moulin Rouge, por Allen Grey
  • Gitano mediterráneo, por Remstunes
  • Cozy Mystery, por SCOREWIZARDS
  • Goodbye War, Hello Peace, por Teru (c) copyright 2009 Licensed under a Creative Commons Attribution Non commercial (3.0)

Agradecimientos

  • • RTVE
  • • Sala Houdini
  • • La cripta encantada
  • • La gran escuela de magia de Ana Tamariz

El ilusionista que revolucionó el mundo mágico

Cuando alguien tiene el privilegio de observar de cerca uno de los juegos de Juan Tamariz, acaba creyendo que los milagros existen. Porque solo un ser extraordinario puede subvertir la realidad haciendo, por ejemplo, que un naipe se convierta en otro ante la atentísima mirada de quien contempla el prodigio sin haber despegado sus ojos de las cartas. Como cualquier historia fabulosa, todo comenzó hace ya mucho tiempo, cuando un niño de solo cuatro años descubrió el ilusionismo en un espectáculo donde actuaba un mago ataviado con una capa y llevando en sus manos una pecera. Aquella experiencia atrapó al pequeño Juan que, desde entonces, pedía en su carta a los Reyes de Oriente juegos de Magia Borrás. Cuenta Tamariz que, aunque su familia no se dedicaba al mundo de la escena, un lejano pariente actuaba como ilusionista ocasional para redondear la economía doméstica. “Decían que era muy bueno”, recuerda. “Quién sabe si hay una conexión de algún gen artístico entre nosotros…” Aquel chico tímido que fue (y que, según él mismo nos confiesa, sigue siendo aún hoy) entendió que ese era el camino que deseaba seguir. A los shows familiares en domingos y fiestas de guardar, les seguirían las actuaciones ya como aficionado. Y comenzó a leer con voracidad libros de cartomancia, como los del Padre Ciuró. Y descubrió que existía una Sociedad Española de Ilusionismo en la que, por cierto, entró ocultando que era menor de edad. Y conoció a maestros que serían auténticos referentes en su vida, como Arturo de Ascanio, José Frakson o Tony Slydine. “Además de los maestros de los libros, que pueden estar vivos o fallecidos, o vivir a miles de kilómetros y no verlos nunca, pero que también te influyen”, añade.

Como la curiosidad y las ganas de saber de nuestro aprendiz de mago no conocían límites, se interesó también por otra disciplina, el Séptimo Arte. Como no podía matricularse en la Escuela Oficial del Cine sin haber aprobado tres años en otra carrera, no dudó en estudiar Ciencias Físicas. No es de extrañar, al fin y al cabo, los agujeros negros y la Teoría de la Relatividad tienen mucho de magia… Alguno de sus profesores de cinematografía intuían en él una vena actoral: “Berlanga incluso quería que actuara en una de sus películas, porque decía que la gente se reía conmigo. Hice un papel muy cortito en Moros y cristianos. Tenía unas frasecitas, pero todo fue un desastre de lo mal que lo hice. Así que, al final, eliminaron el diálogo y solo silbé… Y lo hice tan pésimamente que me tuvieron que doblar”. En aquellos años de la Escuela de Cine, Tamariz prefería la dirección. De hecho, sonríe al rememorar que fue en una de sus prácticas, titulada El espíritu, donde debutó como actriz (eso sí, sin frase) una amiga suya llamada Carmen Maura.

Con su inmenso talento como mago y su aspecto un tanto desgarbado, alejado de esa imagen clásica de los ilusionistas vestidos impecablemente, Tamariz se coló en nuestros hogares a través de la pequeña pantalla. Imposible no acordarnos de Tiempo de magia, con Julio Carabias. O su paso por el mítico Un, dos, tres de Chicho Ibáñez Serrador, primero como Don Estrecho (uno de los Tacañones), luego como mago, ¡con una audiencia de 16 millones de espectadores! Después seguirían programas como El recreo, dedicado al público infantil, Por arte de magia, Magia Potagia, Chantatachán o Carta blanca. La de vocaciones que habrá despertado entonces entre la chavalería… Algunos de esos pequeños telespectadores (entre ellos, Jorge Blass y El Mago Pop) se convirtieron en alumnos suyos en la Escuela de Magia que su hija Ana dirige: “Da mucha alegría difundir en nuestra escuela todo el conocimiento y el pensamiento de Juan Tamariz”. Porque además de un gran mago, él es uno de los mayores (y mejores) teóricos de la Historia del Ilusionismo, no solo en nuestro país, sino también del mundo, tal como explica su hija: “Ha portado mucho más de lo que creemos, ha hecho muchas cosas muy buenas para el arte de la magia. Por ejemplo, abrirla a todos para que dejara de ser algo secreto. Cuentan que, en los años 50 o 40, la magia solo se transmitía de un maestro a un aprendiz. Mi padre inventó las Jornadas Cartomágicas de El Escorial, que cumplen 50 años, y que han hecho que este arte crezca de una manera extraordinaria. Además, llevó de nuevo la magia a los teatros, donde no estaba presente, y la acercó al pueblo, a la ciudadanía normal, porque la introdujo, por ejemplo, en los pubs, donde la gente veía sus juegos y los disfrutaba, sin tener que ir a un circo, una celebración infantil o a una sala de fiestas”.

Con un ritmo circadiano muy particular, que le mantiene despierto toda la noche, Tamariz dedica horas y horas a escribir sus ensayos sobre ilusionismo que, ciertamente, son muy celebrados, en especial entre la comunidad mágica. De hecho, fundó su propia editorial, Frakson, todo un referente en el universo de la ilusión. Con más de 20 libros publicados (entre ellos, Los cinco puntos mágicos, La vía mágica o El arco iris mágico), ahora anda inmerso en una Historia de la magia de los últimos 50 años. Además, como referente internacional, es invitado a numerosos congresos donde dicta conferencias y a galas en las que ofrece espectáculos muy especiales.

Cuando se le pregunta por los galardones que ha atesorado a lo largo de su carrera –como el que le lanzó a la gloria, el Premio Mundial de Cartomancia en el Congreso Mundial de Magia, en París, o el Premio al Mago del Año en Hollywood– reconoce que le hacen ilusión porque suponen cariño y admiración, aunque no cree en esa especie de pugna que a muchos les gusta ver entre quienes son merecedores de ganarlos. Porque, en la comunidad mágica a la que pertenece, no hay rivalidades, sino mucho compañerismo: “Somos como niños, jugamos juntos y disfrutamos mucho. Además, no hay diferencias ni de edad ni de estilos. Nos llevamos fenomenal”. Como críos son también los espectadores que mejor conectan con el imaginario de Tamariz. Porque solo aquellos que aún llevan en su interior al niño que fueron tienen la capacidad de asombrarse en cada pase mágico que lleva a cabo nuestro protagonista. Entonces, la realidad no cuenta, solo el poder de la fantasía que nos hace creer en un universo donde el tiempo puede dar marcha atrás, donde lo que ahora es un seis de corazones puede transformarse en un cuatro de picas… Y quizá, si cerramos por un segundo los ojos, escuchemos las notas de ese violín imaginario con el que Juan Tamariz pone punto final a sus infinitos prodigios.

Por Rosa Alvares.

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