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Figuras. Entrevistas de la escena

FIGURAS

Jesús Rueda Azcuaga. Madrid, 1961. Compositor, docente y escritor.

(37:03)

Jesús Rueda recuerda el momento de su infancia en el que escuchó el Cuarto preludio de Chopin cuya progresión armónica descendente marcó su destino. En el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid conoce a Luis de Pablo con quien decide ser compositor. Su obra transita desde la ópera hasta la zarzuela, pero es en la sinfonía donde ha logrado mayor difusión. Su creación contiene un universo propio que le sitúa como uno de los compositores de referencia en la música contemporánea.

  • Fecha: 18 de abril de 2022.
  • Lugar: Sala de Cámara del Auditorio Nacional, Madrid.
  • Duración: 37:03
  • Operador de cámara: Izan Galián.
  • Realización y edición: Ana Lillo Blasco.
  • Entrevista realizada por: Fernando Ríos Gota.

Créditos de fotografías

  • Archivo fotográfico de David del Puerto, Archivo fotográfico de Jesús Rueda, Archivo fotográfico de la JONDE, Archivo fotográfico de la Fundación Juan March, Archivo fotográfico de OSPA, Archivo fotográfico de Pedro Halffter y Unai P. Azaldegui.

Créditos de los vídeos

  • Fundación Juan March, Ibermúsica, NASA, ORCAM y RTVE.

Créditos de las músicas

  • Prelude in D, BWV 925, Bach/ Marcin Dabrowski
  • Preludes, Op. 28 - No. 4 ‘Suffocation’, Chopin/Jeannette Fang
  • Harmonies poétiques et religieuses III, S. 173 - 7. Funérailles, Liszt /Stuart Summers
  • Cinematic Minimalist Ambient Piano/ Orchestralis
  • Microsecuencias, Jesús Rueda. Círculo de Bellas Artes
  • Sinamay, Jesús Rueda. Xenakis Ensemble
  • Viaje imaginario, “Francisco Guerrero, In Memoriam”, Jesús Rueda. Symphonieorchester Concierto München. Tritó ediciones
  • Sinfonía I, “Laberinto”, Jesús Rueda. JONDE
  • Sinfonía II, "Acerca del límite”, Jesús Rueda. Orquesta de Radiotelevisión Española
  • Triana, Suite de Albéniz, Jesús Rueda. Orquesta de Cadaqués
  • Sinfonía III, “Luz”. Jesús Rueda. OSPA
  • Love song nº3, Jesús Rueda, Suzana Stefanovic
  • Your Story, Jesús Rueda. Ensemble de Orquesta de Cadaqués.
  • Sinfonía nº IV, “July”, Jesús Rueda. Orquesta Sinfónica Castilla y León
  • Sinfonía nº V, Jesús Rueda. OCNE
  • Se vende, Jesús Rueda, David del Puerto, Javier Arias; El Instante fundación.
  • Sinfonía 6, Jesús Rueda. OSPA

Agradecimientos

  • Marta Barbón, OSPA. Ana Albarellos, OCNE. María Fortes, Ibermúsica. Cristina Pons, El instante fundación. Saulo Muñiz, JONDE. José Luis Maire, Fundación March. Marc Salas, Tritó Ediciones. María José Hernández, CNDM. Julio Sanz Vázquez y Sylvia Molina, Fuzzygob. Oscar Piniella. Antonia Riquelme, CDM Andalucía.

La búsqueda de lo inefable como motor creativo

Jesús Rueda entiende la música como un perfume del que ya no puedes desprenderte. Su esencia llegó a su oído con el Cuarto preludio de Chopin, cuyo aroma perdura en su obra.

Camino de la adolescencia, su gusto por la composición quedó patente el día que llevó su primera obra a su profesor de piano, quien la ignoró y le emplazó a que siguiera con sus ejercicios rutinarios, dejando en el joven Jesús una sensación agridulce. Décadas después compondrá para niños.

Su profundidad de pensamiento e interés antropológico asomó temprano. Con once años soñaba con ser un gran paleoantropólogo, como su admirado Richard Leakey. Un buen día, marchó con su colección de fósiles al Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde le recibió Don Emiliano Aguirre, considerado el padre de Atapuerca. Jesús había dibujado la reconstrucción de dos huesos de su muestrario y dedujo con acierto que tenía un húmero de un niño de seis años. Al ver su valía, Jesús empezó a colaborar con el experto en dinosaurios, José Luis Sanz y con Nieves López, especialista en micromamíferos. Una travesía que culminó cuando excavaba en la Gran Dolina de Atapuerca y aparecieron los primeros restos humanos. Décadas después, Jesús Rueda publicará Dentro de un Instante (2001-2015), un diario en torno a la poética de la creación que lo dedicó: “A la memoria de Nieves López y Manuel Hoyos que me introdujeron al conflicto del pensamiento invisible”, en alusión a este momento mágico y determinante de su biografía.

Tras un paso breve por arquitectura se presentó a la Cátedra de Piano de Joaquín Soriano en el Real Conservatorio de Madrid con Los funerales de Franz Liszt, quien, como Chopin, era un romántico. Jesús Rueda reconoce la influencia de este periodo por la forma en que obra y vida se integran. Con veinte años asiste a las asignaturas de Luis de Pablo, que vinculaba las composiciones que analizaba en clase con un mundo cultural lleno de referencias, una intertextualidad que le marcó: “Todo lo que he considerado que está vivo, no he podido negarlo y al final se ha hecho un espacio en mi música”.

1985 será clave en su devenir. Mientras trabajaba en una fábrica como afinador de pianos, animado por su maestro estrena la primera obra de su catálogo: Microsecuencias, “el Opus 1, que decía Luis de Pablo”, y decide hacer de su vocación profesión. En Granada se forma con Giacomo Manzoni y Luigi Nono, que le aportan una idea mística y trascendental del sonido. Mientras aprendía de estos dos maestros de la Vanguardia del siglo XX, su amigo, el compositor David del Puerto, le lleva con él a las clases gratuitas en casa del maestro Francisco Guerrero, junto a Juan Carlos Martínez Fontana, Diógenes Rivas o César Camarero, compositores y amigos que formarán parte de una generación marcada por la personalidad compleja y exigente de Guerrero. La convivencia con este grupo, con el que ponía en común su “frenética actividad compositiva”, creó un sentido crítico incluso más determinante que su formación académica. Las enseñanzas del maestro perviven en Rueda: con él aprendió que con la técnica adecuada “a una materia desbocada y salvaje puede sujetarse con ciertas riendas”.

El vínculo entre los alumnos perdurará y con ellos funda en 2000 Música Presente, un colectivo de intérpretes y compositores con diferentes formas de aproximarse al hecho sonoro y que abordan la creación sin remilgos: obras con vídeo, electrónica o con grupo de cámara surgen en “un momento muy rico, por lo menos de propuestas y de hechos concretos”.

En 1985 conoce a Horacio Vaglione en el Gabinete de Música Electroacústica de Cuenca, donde encuentra una posibilidad expresiva que le lleva a territorios inesperados. En 1988 se sirvió del sonido del plasma del Universo que la NASA había registrado con la sonda Voyager para componer el considerado como primer fósil sonoro de la historia del universo; su obra homónima, Voyager. Este año Jesús rompe su relación con Guerrero. Necesitaba alejarse de un entorno cerrado que limitaba su expresión. La intención se concreta con un pequeño concierto para piano y cinco instrumentos, Sinamay (1990), donde Rueda cambia su discurso. Poco a poco se desprende del bagaje de sus años de formación camino de la claridad y la simetría. La apuesta por su vocación se confirma al recibir el Primer Premio de la Sociedad General de Autores de España con el Concierto de cámara N.º 1, Presages (1990), que repite al año siguiente con Mas la noche, dedicado a su maestro Luis de Pablo. En 1995 viaja a Italia becado por la Academia de Bellas Artes de Roma. Ya en la Ciudad Eterna, Llorenç Caballero, gerente de la Joven Orquesta Nacional, cuenta con él como compositor en residencia. Rueda destaca la vitalidad brutal de sus intérpretes, que se plasmó en la grabación de su Primera Sinfonía, Laberinto (2000). Un título que refleja su concepto de la creación artística como un camino obsesivo e inalcanzable.

Mientras reside en Roma le llega la noticia de la muerte de Guerrero. De la tristeza nace Viaje imaginario: Francisco Guerrero in memoriam (1997-1998), dedicada al maestro y en la que con un marcado tono fúnebre utilizará signos descendentes para narrar el dolor del duelo por su desaparición. Guerrero componía parte la orquestación de la Suite Iberia de Albéniz cuando fallece, y Rueda retomará su testigo con Triana (2000). Un diálogo arduo y fascinante en el que entra en la raíz de la música española. La forma orquestal se revela como su territorio predilecto. Su Segunda sinfonía, Cerca del Límite, alude al ideal romántico de lo sublime, donde el límite es “aquello que rompe la idea de la razón”. Se la dedicará a su madre, “la auténtica artífice de que todo esto sea posible”.

En 2004 le llega el Premio Nacional de Música: “por la calidad global de su música, con especial reconocimiento a sus obras sinfónicas y camerísticas recientemente estrenadas”. En este año compone El Viaje Múltiple, obra sinfónico coral y germen de su Tercera sinfonía, Luz. Un éxito de crítica precedido por un trabajo intenso que dura tres años hasta su estreno y que marca el final de un ciclo: “Era como una segunda piel, cualquier cosa que le pasaba a mi sinfonía me pasaba a mí y me afectaba profundamente”. Había comenzado a dar clases de composición en el Conservatorio Superior de Música de Aragón y ante la exigencia de la enseñanza y el final de la tercera sinfonía se aleja de la música, tal y como reconoce: “Por sensibilidad. Necesitaba poner tierra de por medio”. Durante siete años apenas compone. En este tiempo enseña también en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid o el Musikene en San Sebastián y desarrolla su interés pedagógico que se había iniciado con Cinco Miniaturas (1995) y donde destaca el cuento musical “Los dos amigos” (2009), donde se sirve del dibujo para narrar una historia en la que dos personajes se escapan de su creador para que el niño pinte con el teclado lo que está sucediendo.

De un modo que ni él mismo puede precisar rompe su silencio y estrena por encargo del CNDM, Your Story (2014), un éxito de crítica y un punto de inflexión: “Quince minutos nada más, pero qué quince minutos” que rezaba El País, en los que reúne elementos como la repetición que luego introducirá en sus obras.

Amante del Jazz, se le ilumina la cara cuando habla de Art Tatum, Keith Jarrett o Bill Evans “que para mí es como Beethoven, enorme”. Rueda asimila sus influencias vengan de donde vengan, desde el minimalismo a la música urbana como sucede en la Zarzuela Se vende (2020), en la que, con David del Puerto y Javier Arias, trabajó en una propuesta escénica innovadora que tendrá sus secuelas.

Ahora se encuentra en un momento de máxima energía que ni él mismo alcanza a comprender, pues como reconoce, “ya no soy un niño”. Mientras, la música de Rueda crece en un catálogo vasto y eclético que parece no tener fin.

Por Fernando Río Gota

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