1. MONOGRÁFICO
1.9. Adenda · Numancia, de Cervantes
Versión de Yoichi Tajiri
Cipión
¡Oh, santos dioses! ¿Qué es esto?
Empleado
¿De qué te admiras?
Cipión
De mirar un lago rojo de sangre y de mil cuerpos tendidos por las calles de Numancia, traspasados de mil agudas puntas.
Empleado
¿Que no hay ninguno vivo?
Cipión
A lo menos, ninguno se me ofrece en todo cuanto alcanzo con la vista.
Empleado
Prudente general, en vano empleas más tu valor aquí.
No hay en Numancia cosa en que ocuparte.
Todos son muertos, y solo uno creo que queda vivo para darte el triunfo, allí en aquella torre, según veo.
Cipión
Si eso fuese verdad, eso bastaba para presentar en Roma el triunfo sobre Numancia, que es lo que más deseaba ahora.
Muchacho
¿Dónde venís o qué buscáis, romanos?
Yo tengo mal guardadas las llaves de esta ciudad, de quien triunfó la muerte.
Cipión
Por esas, joven, vengo deseoso, y más de que tú hagas experiencia, si en este pecho sostengo piedad.
Muchacho
¡Tarde, cruel, ofreces tu clemencia, pues no hay con quien usarla
Que yo quiero pasar por el rigor de la sentencia que, con suceso amargo y lastimero, causó el último fin, terrible y fiero, de mis padres y patria tan querida!
Cipión
Templa, pequeño joven, templa el brío.
Sujeta el valor tuyo, que es pequeño, al mayor de mi honroso poderío, que desde ahora te doy fe y empeño mi palabra, que de ricas joyas y preseas vivas abastado, si a mí te entregas y te das de grado.
Muchacho
Todo el furor de cuantos ya son muertos en este pueblo, reducido a polvo; todo el huir los pactos y conciertos ni no dar jamás oído a sujeción, está en mi pecho unido porque he comprendido sus iras y sus rencores.
Yo heredé todo el brío de Numancia.
La enmienda del vil temor pasado, como puedo, será ahora osada y fuerte, y el temor de mi edad tierna, inocente, pagaré con morir osadamente.
Yo os aseguro, ¡oh, fuertes ciudadanos!, que no falte por mí la intención vuestra de que no triunfen pérfidos romanos.
Cipión
¿Estaba, por ventura, el pecho mío lleno de bárbara arrogancia y muertes, y vacío de piedad justísima?
¿Es ajeno a mi condición, por dicha, usar benignidad con el rendido, como conviene al vencedor que es bueno?
¡Mal, por cierto, tenían conocido en Numancia el valor de mi pecho, nacido para vencer y perdonar!
Tú solo me has llevado la ganancia de esta larga contienda ilustre y rara.
Lleva, pues, niño, lleva la ganancia y la gloria que el cielo te prepara por haber vencido, derribándote, al que, subiendo, queda más caído.
Empleado
Llevad de aquí este cuerpo, que ha podido, en tan pequeña edad, arrebataros el triunfo que pudiera honraros tanto, que yo tendré cuidado a publicar con lengua verdadera, con justo intento y presuroso vuelo, el valor de Numancia único, solo.
Sí,... ah, ya he terminado. Ahora voy.
De acuerdo. Chao.
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