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Los condenados y Alma y vida:
Tropiezo de un consagrado autor teatral

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Los Condenados , junto con Alma y Vida, fueron, de toda la producción dramática galdosiana, las obras que peor éxito obtuvieron, por no decir que fueron un fracaso estruendoso. Y es que ambas, además de los aspectos técnicos que mueven el trasunto del éxito, dependen, como si de una pirueta escénica se tratara, de su ubicación histórico temporal. De la misma forma que la brillantez de una representación depende de cómo están colocados los elementos, qué va primero, qué va al final, lo mismo sucede con la deuda histórica. Los dos dramas se estrenaron inmediatamente después de un estruendoso éxito. Los Condenados, estrenada inmediatamente después de La de San Quintín, y Alma y Vida, inmediatamente después de Electra, que fue el mayor éxito teatral conseguido por el autor canario en muchos años. Galdós, en sus Memorias de un desmemoriado, describe con gran emoción el triste desenlace que rodeó a este estreno del 11 de diciembre de 1894 en el teatro de la Comedia:

Ensayamos con todo esmero posible Los Condenados, y el estreno fue a principios de diciembre. Desde las primeras escenas, parte del público dio en meterse con la obra de una manera grosera, que claramente se veía la confabulación y el designio de reventarla. Amigos míos de incondicional adhesión habían notado entre los curiosos que asistían a los últimos ensayos un cierto secreto y tacto de codos que delataban la conspiración. Descuidado yo de estas miserias por mi candorosa ignorancia del recóndito mecanismo teatral, no presté atención a lo que me dijeron mis amigos y afronté el estreno tragándome las amarguras de aquella luctuosa noche. Y no se hundieron Los Condenados por deficiencia en la ejecución, pues todos los intérpretes cumplieron como debían. (1463).

Dicho esto, encontramos hoy que Galdós acompaña estas obras con sendos prólogos1 donde se manifiesta acerca de su idea del teatro, al tiempo que sale al paso de las acusaciones sin piedad de los críticos (Fig. 1). Si tenemos en cuenta que, para el investigador, no existe lo que conocemos como poética dramática del autor, dichos prólogos colaboran definitivamente en la investigación. El escritor, considerado por muchos como novelista y nada más, propone sus teorías y opiniones dramáticas de forma muy aleatoria, por eso cuando hay un prólogo elaborado a propósito, hay que escudriñarlo porque es el punto de apoyo del investigador cuya tesis es la de probar que Galdós era en efecto un autor teatral. Este es el caso. Pero, no obstante, el fracaso de una representación teatral no significa sistemáticamente que la obra creativa no tiene valor, hay seguro elementos que esclarecer y, por qué no, que defender. Es por ello que intentaremos analizar aquellos aspectos que probablemente influyeron en el fracaso de la obra, y esto significa explicar lo inexplicable, pues aquello de lo que en apariencia adolece esta obra se repite en otras que sí obtuvieron eco y resonancia. En fin, el mundo del teatro y su público se acompaña de la misma magia que acompaña la propia creación teatral, y difícil resulta, sin haber estado, juzgar un fracaso en las tablas a través del tiempo. Sean además consideradas las palabras de Galdós cuando se refiere a los motivos que le llevaron a escribir el Prólogo tan controvertido que antecede al drama:

Rechazada la obra por artes aviesas, los críticos, con raras excepciones, se pasaron al enemigo. Yo creí de mi deber protestar de lo que me parecía tan violento como injusto. Al presenciar el entierro de Los Condenados, le canté un responso en el prólogo de la edición que publiqué a los pocos días del estreno. Creyeron algunos que había estado yo bastante duro en el recorrido que di a los críticos; pero no me pesa de ello. Las voces de ira y despecho con que fui contestado confirmáronme en la razón que tuve para revolverme contra la brutal sentencia. Pregunto a mi ninfa dónde escribí yo el prólogo de Los Condenados, y ella, diligente y gozosa, me contesta: Esa terrible catilinaria la escribiste, maestro mío, en la casa de tu amigo Manolo Tolosa Latour, donde a menudo ibas a comer. (1463).

En una carta dirigida a María Guerrero y escrita el 13 de abril de 1894, Galdós le cuenta a la actriz los pormenores de su creación, con una muy interesante perspectiva de lo que entraña el drama, al tiempo que revela una visión global de la obra, digna de tener en cuenta:

Me alegro de que rabie usted... digo, no, no me alegro. ¿Pero qué quiere usted que le diga todavía, criatura? Respecto al nombre, se lo diré... no, no se lo digo. ¿Pero qué interés tiene usted en saberlo? Vaya... se llama Salomé, nombre que suena a hebreo, bíblico o no sé qué... y además a cosa salada.

El tercer acto salió al fin, ¿pues no iba a salir? Ya está planeado. Es corto, patético, interesante, simbólico, etc... En él tiene usted que hacer primores, y un detenido estudio de inflexiones de voz para expresar en breve espacio de tiempo desde lo más cómico a lo más dramático. En fin, ya lo veredes.

Ya la obra está armada; no falta más que escribirla y eso lo haré allá para junio. Pienso ir a Ansó para darle todo el carácter local que sea posible. Me enamora el fondo de la obra y un cierto no sé qué de la Edad Media que ha de tener.

Respecto a efectos de cosas reales (como lo de los pasteles en La de San Quintín) tengo pensadas varias cosas. Primero pensé poner una fragua, y allí unos hombres forjando el hierro sobre el yunque; pero luego me ha parecido que esto habría de ofrecer considerables dificultades en la práctica. En vez de fragua, habrá otras cosas. Telares practicables (usted tejiendo) no han de faltar, y quizá, quizá, saque un rebaño de ovejas.

De Ansó le traeré a usted un traje completo de ansotana, mejor dos, uno de lujo y otro de diario. También hay un convento, ruinas y cosas muy bonitas, ¿Qué más quiere saber, ángel de Dios?

¿Papeles? Esto ya es más largo de decir. Hay uno de viejecita espiritual (que hará Conchita Ruiz), que resultará muy bonito. Hay otro que no sé para quién será. Dos hombres de muchísima importancia los dos, y otros secundarios.

Vaya, que no le digo a usted, más. Aunque usted dice que es muy callada, y yo lo creo, no ceso de recomendarle la discreción.

El título sí que no se lo digo todavía. A su tiempo lo sabrá usted. Con que... ¿qué más?

Ya no escribo más. Ahora estoy haciendo Torquemada en el Purgatorio. El drama (que más bien ha salido comedia, y me alegro) quedará terminado allá para agosto o setiembre.

Sabe usted, cuánto cuánto la quiere y admira su amigo q.b.s.p

B. Pérez Galdós2

Una de las razones que contribuyeron al fracaso de Los Condenados fue el complicado proceso de elaboración y reelaboración al que fue sometido el texto en plena gestación. Y es que Galdós tenía la intención de escribir este drama, aunque dice que salió comedia, para la actriz María Guerrero, de quien estaba “enamorado” escénicamente hablando. Su personalidad y talento le inspiraban a Galdós para muchas de sus creaciones femeninas, él controlaba y veía en su proceso de creación al personaje en carne y hueso personificado en la diva. En alguna carta que recoge Menéndez Onrubia (1984) en su estudio El dramaturgo y los actores, con respecto a la separación de María Guerrero de la Compañía de Emilio Mario, desgranamos los quebraderos de cabeza que sufrió don Benito para elaborar la obra, y después adaptarla a otra actriz. Galdós era hombre de palabra y no iba a defraudar a Emilio Mario dándole el manuscrito a otra Compañía, aunque esta llevara como primera a actriz a la Guerrero. Sus personajes son extractos de filosofía o de religión o de ética, son parte de la vida, de la historia y de un cuestionamiento fundamental del hombre ante la vida y después de la vida. ¿Dónde el hombre asume sus culpas y paga su castigo? Aunque con antelación Galdós ya había reflexionado en Nuestro teatro (1923) acerca de la cuestión del éxito tan importante en la vida de un autor teatral:

El éxito es la preocupación constante, ineludible del autor. El triunfo instantáneo, ganado como por sorpresa, es la obsesión que le persigue mientras elabora su drama o comedia. Escribe bajo la presión de esperanzas risueñas o de hondos temores. Tal escena, que en conciencia cree acertada, parécele expuesta a producir el fracaso. Teme emplear recursos de éxito seguro, y que le repugnan por su índole vulgar; pero como tales recursos pueden traer el éxito, se inclina a transigir con ellos. Ve en el triunfo o en la derrota fenómenos independientes del valor estético de la obra, y esto por fuerza ha de influir desdichadamente en su inspiración. De aquí que el arte dramático, más que labor del artista inspirado y libre, haya venido a tomar cierto carácter profesional o de oficio. De aquí el predominio de la habilidad que, en la mayoría de los casos, asegura el éxito, y el amaneramiento, consecuencia lógica de toda habilidad artística. (163).

1 En adelante, para los prólogos de Galdós, utilizamos la edición de Cátedra-Avrea: Teatro Completo, edición de Rosa Amor del Olmo (Galdós, 2009) y la edición de Memorias de un desmemoriado de la colección Aguilar (Galdós, 1986). Volver al texto

2 La carta se encuentra recogida en el estudio de Carmen Menéndez Onrubia (1984: 67-70). Volver al texto