Efemérides
El temible crítico que amaba el teatro.
“Mi padre me llevaba a los ensayos de las obras de sus amigos. Desde entonces me fascinó el teatro. No tuve vocación de escribirlo, sino de verlo, sobre todo de verlo hacerse.”
El muchacho de dieciocho años veía su nombre escrito al pie de una crónica sobre teatro infantil. El muchacho que había visto condenar a muerte a su padre un par de años atrás había ingresado en el diario Informaciones, que en aquellos primeros años de posguerra seguía siendo subvencionado por la embajada alemana y portavoz, por ello, de la propaganda nazi. Allí había encontrado trabajo el joven Eduardo Haro Tecglen, al terminar la guerra, cuando aún era estudiante de la escuela de Periodismo. Su padre, Eduardo Haro Delage, que había sido oficial de marina y había escrito una docena de comedias en las primeras décadas del siglo, pero se había dedicado sobre todo al periodismo y a la crítica teatral, llegando a ser subdirector del diario La Libertad. Condenado a muerte tras la Guerra Civil, la petición de gracia de su hijo Eduardo, a través del director del diario Informaciones y del poeta José María Pemán, hizo posible que se conmutase su pena por la de 30 años y que, como en otros casos (Buero Vallejo, por ejemplo), no llegase a cumplir esa pena merced a un indulto. “Pemán dejó de ser feroz pronto. La guerra en sí, los muertos de su guerra, le espantaron. Intercedió lo que pudo y por quien pudo. Dicen que por García Lorca, no lo sé. Su teatro se fue haciendo burgués y gracioso, «de mesa camilla», como se decía: le faltó el aire. Pero entre los que intercedió Pemán estaba mi padre: un día llamó a casa desde la suya de Felipe IV, muy cerca de la academia que dirigió sin demasiado derecho, y de cuya dirección dimitió en cuanto pudo: tenía en la mano la orden de libertad del hombre que le había hecho la crítica más dura, políticamente, por su obra Cuando las Cortes de Cádiz: Claro, mi padre creía en las Cortes de Cádiz y Pemán no mucho... Me dio el papel, me fui a Pastrana, saqué a mi padre, le traje a Madrid... Estaba perdido. No sabía cómo empezar la vida otra vez, tenía miedo, le prohibían escribir, no se atrevía a salir a la calle... Poco a poco se fue restaurando. Se decidió por ser un bon vivant. Tampoco tenía odio.)”
Haro hizo lo posible por sobrevivir y encontró su hueco en la prensa escrita, precisamente en el género que ya había transitado su padre, la crítica teatral. Haro será el crítico de Informaciones durante dos décadas. En esas dos décadas hay que mencionar otras actividades: su labor como periodista en 1947 en Tetuán, donde estaba haciendo el servicio militar; y sus colaboraciones en la revista Teatro a partir de 1952. En esos veinte años en Informaciones llegó a asumir la tarea de Jefe de Redacción y finalmente de corresponsal en Paris. Cuando cierra su etapa en este diario dirige el semanario Sábado Gráfico y más tarde el diario España de Tánger.
En 1962 comienza a colaborar con la revista Triunfo – hoy disponible completa en internet - , con artículos sobre Política – unos mil doscientos -, de la que llegaría a ser subdirector en 1970. Triunfo publicará, a partir de 1975, Tiempo de Historia, dirigida por Haro.
En 1977 entra en el consejo editorial del diario El País, donde escribía editoriales, crónicas y pasa pronto a ocuparse de la crítica de teatro, que en los últimos tiempos hacía compatible con su artículo “Visto/Oído”, que se hizo tremendamente popular, como lo fueron en esos últimos años sus libros de memorias o de opinión y sus colaboraciones en la radio. Prueba de popularidad y respeto fue el homenaje que tras su muerte se le rindió en el Teatro Español de Madrid.
Era un crítico temido, que escribía sin piedad. Se pueden citar críticas demoledoras y numerosas y muy ácidas polémicas. Todo eso no significa que no mostrase a menudo su respeto por la labor de muchos profesionales ni que dejase de quedar claro su amor al teatro, desde su libertad para ofrecer su opinión. Títulos que van desde “Da bastante asco” hasta “Lección magistral” son parte de lo que se puede encontrar en el gestor documental del CDAEM, que atesora dos mil artículos sobre teatro de Eduardo Haro: una lúcida y libre Historia del Teatro en Madrid desde 1943 hasta 2005.
(Los fragmentos entrecomillados de esta nota pertenecen, claro, a su libro “El niño republicano”, del que Alfaguara publicó hasta cinco ediciones en 1996.)