Tortell Poltrona (Barcelona, 1955) lleva décadas haciendo reír a pequeños y mayores. Pionero del clown en catalán, reinventor del circo en España y defensor de una idea poética del payaso, este habitante natural de la pista y la calle ha conjugado ética y estética haciendo reír a quienes más lo necesitan a través de la ONG que fundó en 1993, Payasos sin fronteras. El Circ Cric es su criatura más reconocible, una compañía histórica que hoy es un circo estable con varias carpas, pero en su trayectoria ha habido circo de ida y vuelta, viajes y varias aventuras artísticas, desde Germans Poltrona hasta el Circ Crac. Premio Nacional de Circo en 2013, hoy es ya un rostro imprescindible de nuestro circo y probablemente nuestro payaso más internacional.
Fecha: 13 de abril de 2018.
Lugar: Circ Cric, Sant Esteve de Palautordera (Barcelona).
Duración: 40'15'' (extracto de una entrevista de una duración total de 1h 58’04’’).
Operador de cámara: Víctor Camargo.
Realización y edición de vídeo: Ana Lillo.
Entrevista realizada por: Miguel Ayanz.
Créditos fotografías
Adriano Heitmann, Jean-Daniel von Lerber, Loredana Motta, Óscar Perales, Ros Ribas, Jesús Roscandio, Rémy Steinegger y archivo de Circ Cric.
Créditos vídeos
Unidad de grabaciones del CTE y Circ Cric.
Créditos música
Ukelele dixie jazz-Royalty Free Musi
Latin bossa nova-Milo MusicLab
Agradecimientos
Equipo del Circ Cric.
La historia de Jaume Mateu, o de Tortell Poltrona si prefieren, es un pleonasmo: un payaso que se puso como apellido “sin fronteras” cuando nunca las tuvo en realidad, un pastelazo de nata en la cara de una España entonces seria lanzado por un personaje llamado Roscón al que da vida un artista llamado Tortell (‘torta’ en catalán), y un palíndromo que resuena como los grillos de los descampados: Circ Cric. Aquel chaval de Barcelona que iba para maestro sesudo de sociología o para profesor industrial decidió sentar cabeza y dejarse de tonterías para dedicarse a algo mucho más serio: hacer reír.
Cosecha de 1955 con aromas silvestres en nariz roja, nació y creció en el entonces agitado barrio de Sarrià, donde tomaba cafés con García Márquez y repartía pasteles para sacar un dinerillo mientras desarrollaba su amor por la música. J. V. Foix, Joan Brossa y Joan Miró contribuyeron a insuflar poesía en su pecho y un prólogo de Fellini le abrió los ojos.
Descubrió pronto que el humor se le daba bien. En sus comienzos, con su vecino, compadre y amigo de infancia: Jaume Mateu y Claret Papiol fueron los Germans Poltrona. Luego, cada uno por su lado. Durante años, el lugar de Tortell fue muchos sitios y ninguno. Al principio, Barcelona, Cataluña, Andorra… Luego, el resto de España y el Mundo. En sus primeros viajes conoció a Colombaioni, a Popov, a Jango Edwards…
Con el Circ Cric le puso una sonrisa profesional a las artes escénicas catalanas de la Transición. En Barcelona se cocían muchas cosas, entre ellas el pastel circense de un tipo que atrapaba y lanzaba pulgas que no existían, pero que muchos chavales hubieran jurado que eran tan reales como los músicos o la carpa. Mucho más reales que los tigres y elefantes, que nunca entraron en su ecuación. Allí el único animal, escénico, era Tortell, con aquel grito que convirtió en su sello: “¡Qué bestia!” Un tipo a cuadros que se hacía un lío con la chaqueta y el micrófono para deleite de miles de personas que entraban a la carpa en blanco y negro y salían en color.
En algún momento el Cric hizo crack, pero un payaso como Tortell no entiende de números que no sean los que se hacen en la pista. Para eso tuvo siempre cerca a Montse Trias, su esposa, su mitad necesaria, su Srta. Titat en escena. Decidieron que hacer crack era un motivo tan bueno como cualquier otro para crear un nuevo circo, el Circ Crac, y le descubrimos en el resto de España.
Con los años acabó recuperando el nombre inicial e instaló su carpa en un pueblo del Bajo Montseny, y allí sigue, convertido ya en referente de payasos, dentro y fuera de España. En su haber, el Premio Nacional de Circo en 2013, y un puñado de espectáculos en la memoria de miles de niños y adultos, desde Circ Cric (1981) a Garranyics (2017), pasando entre medias por Clovni (1988), Post-Clásic (1989), Rumbaquetumba (1997), Grimègies (2012)…
Tortell Poltrona es un corredor de fondo que hace tiempo que entendió que sólo competía contra la muerte –la del mundo que le rodeaba-, lo que es lo mismo que correr a favor de la vida. Curiosamente, hizo todo lo que un fondista debe evitar: se lanzó a sprints, a esfuerzos que eran todo impulso y corazón, y a saltos desde 12 metros a vasos de agua que le costaron varias lesiones. Pese a todo, vivió, se convirtió en lo que hoy es y logró los titulares que no perseguía. Uno de ellos sin duda es el de haber sido uno de los pioneros del humor clown en catalán. Entonces eran pocos, y aquello le situó en un panorama, el de la Barcelona de los 80, que pedía a gritos nuevas propuestas.
Otro de sus titulares se resume en sí mismo: Payasos sin fronteras. Un viaje en 1993 a un campo de refugiados en la antigua Yugoslavia le cambió para siempre y le pondría, en adelante, una nariz roja a mil y una guerras y desastres en todo el planeta. Desde aquel día, Poltrona tuvo una doble dimensión: el payaso artista, que disfruta y actúa para su público, y el payaso activista, que actúa para regalarle una sonrisa a niños en medio del horror. Conocerle es descubrir que ambos están entrelazados: son casi inseparables. Una veintena de países han acogido las actuaciones de la ONG en estos años, desde el Congo a Nicaragua, desde las playas de Sri Lanka azotadas por el tsunami de 2004 a los campamentos de refugiados de Palestina. A Poltrona, fundador y presidente, se han ido uniendo otros muchos payasos con los años, construyendo entre todos una red, una estructura, que ha dado a miles de jóvenes algo tan necesario como el alimento: alegría y algo de esperanza.
Miguel Ayanz
FIGURAS. Número 3, año 2018. Entrevistas de teatro. ISSN 2530-3244. NIPO 035160821
Editada por el Centro de Documentación Teatral. INAEM. Ministerio de Cultura y Deporte. Gobierno de España
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