Pedro Moreno. Riaza, Segovia, 1942. Figurinista

Tres momentos de la entrevista

El arte de vestir emociones (3' 11'')

Un artista con el listón muy alto (3' 56'')

La imaginación al poder (3' 13'')

El arte de vestir los sueños

Cualquiera diría que detrás de su eterno atuendo negro, sombrero incluido, se esconde uno de los diseñadores de vestuario más prestigiosos de nuestro país, único a la hora de llenar escenarios y películas de atuendos con multicolores volúmenes y texturas. “Supongo que vestir así es una forma de ocultarme; además, el negro es el no color, y como yo trabajo con tantas tonalidades, llevarlo siempre hace que no me contamine, porque si no iría hecho un cuadro”, confiesa Pedro Moreno con su modestia habitual. Su maestría ha quedado patente en más de 200 trabajos para otros tantos espectáculos de teatro, ópera, danza, zarzuela o cine; una fructífera labor que, por cierto, ha sido reconocida con el Premio Nacional de Teatro 2015.

Nada hacía presagiar cuando era niño, en su Riaza natal, que Pedro Moreno acabaría dedicándose al diseño de vestuario, aunque su familia tenía una empresa dedicada a la producción y venta de lana. Inquieto y comprometido con todo cuanto hace, el joven Pedro fue estudiante de Bellas Artes, de Antropología, maestro y educador social. Por suerte, apareció en su vida el modisto Elio Berhanyer, que le introdujo en el mundo de la alta costura, y con quien colaboraría estrechamente durante 20 años. Con él aprendió a perseguir la excelencia y también a buscar una creatividad que iba más allá de la Haute Couture, el vestuario para la escena, un mundo artístico que lo ganó para siempre.

Pedro Moreno asume cada uno de sus proyectos con igual intensidad y pasión. “Esta es una profesión en la que el riesgo, si eres honesto, es permanente. Y eso es una de las cosas que más me gusta de ella”, manifiesta el diseñador. “Aquí los logros anteriores no sirven, aunque tengas un pasado glorioso. El riesgo consiste en no conformarte con lo que sabes, con lo que tienes, se trata indagar, de ir más allá”. Ese motor, junto a su buen hacer, han embarcado a Pedro Moreno en algunas de las obras más interesantes firmadas por Pilar Miró, José Tamayo, José Antonio, Víctor Ullate, Antonio Gades, José Carlos Plaza, Alicia Alonso, Juan Carlos Pérez de la Fuente y Pilar López, entre otros.

A la hora de imaginar sus diseños, huye siempre de la reconstrucción puramente “arqueológica” del vestuario. Le interesa que este sea atemporal, pero sin transgredir demasiado la época en la que se basa. Pedro Moreno se nutre de la vida, y eso incluye desde visitar museos internacionales a entrar en tiendas de ultramarinos de barrio. Y en cualquiera de ellos es capaz de descubrir “tesoros”, como sacos de arpillera, máscaras de otras culturas, pinturas de grandes artistas y mil y un objetos cotidianos o únicos,  todos igualmente inspiradores. Busca telas, estampados, tintes… y si no los encuentra, los inventa para la ocasión. Su fantasía y creatividad son imparables: “Soy bastante hiperactivo, cuando me pongo a hacer algo, no me gusta descansar. A veces, mis ayudantes se quejan y me dicen: 'Cómo serías de joven, porque a estas alturas nos agotas'. Es mi naturaleza”.

Trabaja siempre en favor de los personajes y, sobre todo, de los actores que les dan vida. “La tónica me la da el director, con la perspectiva que tenga del personaje y de la historia. Lo estudio bien, pero he constatado a lo largo de mi carrera que cada actor hace de un mismo papel algo diferente. Por eso, hablo mucho con los intérpretes, no puedes estar nunca contra ellos. En todo caso, debes convencerlos de que tu visión les ayuda”.

A pesar de tener una trayectoria como la suya, Pedro Moreno se reconoce aún inseguro. Cada vez más, siente un pellizco a la hora de sentarse a dibujar sus figurines. ¿Los premios? Son una recompensa, sí; pero también un motivo de desasosiego, según él mismo concluye: “Creo que estoy más preparado para el fracaso que para el éxito. Cuando salgo al escenario y patean la función, me crezco. Pero cuando aplauden mucho, me aturdo. Lo mismo me ocurre con los premios: al agradecerlos, me pongo nervioso y tartamudeo. La gente espera que diga algo ocurrente y solo encuentran palabras de gratitud simples y, a veces, incoherentes”. No importa que Pedro Moreno haga o no discursos brillantes: su grandeza queda patente en cada uno de los trajes y aderezos con los que viste los sueños.

Rosa Alvares