1. MONOGRÁFICO
1.9. Adenda · Don Quijote. Acercándonos a su locura
Adaptación de Yoichi Tajiri
DON QUIJOTE 1
Ay, Sancho, muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes; pero jamás he leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera. Porque siempre los suelen llevar por los aires, con estraña ligereza, encerrados en alguna parda y escura nube, o en algún carro de fuego. ¡Vive Dios que me pone en confusión! Pero quizás la caballería y los encantos destos nuestros tiempos deben de seguir otro camino que siguieron los antiguos. Y también podría ser que, como yo soy nuevo caballero en el mundo, y el primero que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería aventurera, también nuevamente se hayan inventado otros géneros de encantamentos y otros modos de llevar a los encantados. ¿Qué te parece desto, Sancho hijo?
SANCHO
No sé yo lo que me parece, pero, con todo eso, osaría afirmar y jurar que estas visiones que por aquí andan, que no son del todo católicas.
DON QUIJOTE 1
¿Católicas? ¡Mi padre! ¿Cómo han de ser católicas si son todos demonios? A la mano de Dios, así es. Pues quiero que sepas que yo voy encantado en esta jaula, por envidia y fraude de malos encantadores; que la virtud más es perseguida de los malos que amada de los buenos.
CURA
Dice verdad el señor don Quijote de la Mancha; que él va encantado en esta carreta, no por sus culpas y pecados, sino por la mala intención de aquellos a quien la virtud enfada y la valentía enoja. Ya que sus grandes hechos serán escritos en eternos mármoles por más que se canse la envidia en oscurecerlos y la malicia en ocultarlos.
SANCHO
¡Ah señor cura, señor cura! ¿Pensaba vuestra merced que no le conozco, y pensará que yo no calo y adivino adónde se encaminan estos nuevos encantamentos? Pues sepa que le conozco, por más que encubra el rostro, y sepa que le entiendo, por más que disimule sus embustes. En fin, donde reina la envidia no puede vivir la virtud, ni adonde hay escaseza la liberalidad. ¡Mal haya el diablo; que si por su reverencia no fuera, ésta fuera ya la hora que mi señor estuviera casado con la infanta Micomicona, y yo fuera conde, por lo menos, pues no se podía esperar otra cosa. Pero ya veo que es verdad lo que se dice por ahí: que la rueda de la Fortuna anda más lista que una rueda de molino, y que los que ayer estaban en pinganitos hoy están por el suelo. De mis hijos y de mi mujer me pesa; pues cuando podían y debían esperar ver entrar a su padre por sus puertas hecho gobernador de alguna ínsula, le verán entrar hecho mozo de caballeros. Todo esto que he dicho, señor cura, no es más de por encarecer a su paternidad haga conciencia del mal tratamiento que a mi señor se le hace.
BARBERO
¿También vos, Sancho, sois de la cofradía de vuestro amo? ¡Vive el Señor, que voy viendo que le habéis de tener compañía en la jaula, y que habéis de quedar tan encantado como él! En mal punto os empreñastes de sus promesas, y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis.
SANCHO
Yo no estoy preñado de nadie. Aunque pobre, soy cristiano viejo, no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras cosas peores; y cada uno es hijo de sus obras; y debajo de ser hombre puedo venir a ser papa, cuanto más gobernador de una ínsula. Vuestra merced mire cómo habla, señor barbero. Dígolo porque todos nos conocemos, y a mí no se me ha de echar dado falso. Y en esto del encanto de mi amo, Dios sabe la verdad.
Señor, para descargo de mi conciencia le quiero decir lo que pasa cerca de su encantamento; y es que aquestos dos que vienen aquí cubiertos los rostros son el cura de nuestro lugar y el barbero; y imagino han dado esta traza de llevalle desta manera, de pura envidia que tienen como vuestra merced se les adelanta en hacer famosos hechos. Presupuesta, pues, esta verdad, síguese que no va encantado, sino embaído y tonto.
DON QUIJOTE 1
En lo que dices que aquellos que allí van y vienen con nosotros son el cura y el barbero, nuestros compatriotas y conocidos, bien podrá ser que parezca que son ellos mesmos; pero que lo sean realmente y en efecto, eso no lo creas en ninguna manera. Lo que has de creer y entender es que si ellos se les parecen, como dices, debe de ser que los que me han encantado habrán tomado esa apariencia y semejanza; porque es fácil a los encantadores tomar la figura que se les antoja para ponerte en un laberinto de imaginaciones.
SANCHO
¡Válame Nuestra Señora! Y ¿es posible que sea vuestra merced tan duro de celebro y tan falto de meollo, que no eche de ver que es pura verdad la que le digo, y que en esta su prisión y desgracia tiene más parte la malicia que el encanto? Pero, pues así es, yo le quiero probar evidentemente como no va encantado. Si no, dígame, así Dios le saque desta tormenta, y así se vea en los brazos de mi señora Dulcinea cuando menos se piense…
DON QUIJOTE 1
Acaba de conjurarme y pregunta lo que quisieres; que ya te he dicho que te responderé con toda puntualidad.
SANCHO
Eso pido, y lo que quiero saber es que me diga, sin añadir ni quitar cosa ninguna, sino con toda verdad, como se espera que la han de decir y la dicen todos aquellos que profesan las armas, como vuestra merced las profesa, debajo de título de caballeros andantes…
DON QUIJOTE 1
Digo que no mentiré en cosa alguna. Acaba ya de preguntar, Sancho.
SANCHO
Pregunto, hablando con acatamiento, si acaso después que vuestra merced va enjaulado y, a su parecer encantado en esta jaula, le ha venido gana y voluntad de hacer aguas.
DON QUIJOTE 1
No entiendo eso de hacer aguas, Sancho. Aclárate más, si quieres que te responda derechamente.
SANCHO
¿Es posible que no entiende vuestra merced de hacer aguas menores o mayores?
DON QUIJOTE 1
¡Ya, ya te entiendo, Sancho! Y muchas veces; y aun agora la tengo. ¡Sácame deste peligro, que no anda todo limpio!
SANCHO
¡Ah! Cogido le tengo: esto es lo que yo deseaba saber. Los que no comen, ni beben, ni duermen, ni hacen las obras naturales que yo digo, estos tales están encantados.
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