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María Luz Morales (1889-1980).
La gran dama de la prensa

Página 3

2. Testimonios

Como escritora de dilatada trayectoria profesional y como mujer relacionada con distintos ámbitos del periodismo y la cultura, nos han llegado variados testimonios de su persona y de su obra. Así, de su labor como crítica teatral Jaume Melendres1 rememoraba las críticas que realizó María Luz Morales a alguno de los montajes que él mismo llevó a cabo, y reconocía que, aun teniendo gustos estéticos divergentes, sus críticas eran siempre respetuosas, ecuánimes, fundamentadas y nunca hirientes. La recordaba como una mujer cultísima, educada y muy elegante. Crítica de guante blanco.

José Tarín Iglesias, director del Diario de Barcelona 2, compañero y jefe durante muchos años de la autora, en su prólogo a Alguien a quien conocí (1973), libro en el que la autora recordaba a grandes personajes con los que había coincidido, escribía que, aun conociéndola desde hacía tiempo, seguía siendo un enigma para él. La muestra como “una mujer melancólica, con aire pensativo y enigmático, pero siempre con una sonrisa”. Cuenta que “escribe sin descanso libros, artículos, crónicas teatrales” (Tarín, 1973: 7-9) y destaca su importante labor dentro del feminismo, sus modales elegantes y su refinamiento.

La escritora y periodista Montserrat Roig 3, en el prólogo al libro de Antonina Rodrigo, Mujeres de España. Las silenciadas (1996), trata la figura de María Luz Morales junto con la de María de Maeztu y se refiere a ellas como el prototipo de mujeres inteligentes, que “tienen que renunciar a la vida privada para poder ejercer en la vida pública. En el mundo de los hombres, a esas mujeres se les acepta que desarrollen un rol tradicionalmente definido como «masculino» mientras renuncien a ser «mujeres». Serán personas mientras no sean mujeres” (Rodrigo, 1996: 9).

Su amiga durante más de cincuenta años Elisabeth Mulder, en el homenaje que se le tributó en 1981, la recordaba así: “no era una luchadora, por lo menos en el sentido combativo de la palabra, aunque sí en de la resistencia. No rehuía la vida (…) amaba el diálogo, que es comunicación, y lo practicaba con agudeza, con soltura y mesura, con humorismo a veces y siempre con discreción. Tenía elegancia en el alma, que es donde hay que tenerla, y esta elegancia se reflejaba en todas sus palabras, en todos sus actos, en toda su vida” (Mulder, s.a: 3).

La escritora Antonina Rodrigo, que conoció y trató a María Luz Morales escribió el primer retrato amplio de la autora en Mujeres de España. Las silenciadas (1996) 4, y recoge en él detalles de su vida y su obra, así como el reconocimiento a su valiosísimo trabajo como periodista adelantada a su tiempo y su interesante incursión en el mundo del teatro.

Los testimonios sobre su personalidad son muchos y variados, pero sobre su vida personal sabemos poco. Se la recuerda como una mujer reservada, que vivió siempre rodeada de su familia más cercana: padres, hermanos, sobrinos… Lo más cercano a su persona aparece en los pocos recuerdos que nos ofrece ella misma, entre líneas, en su última publicación, Alguien a quien conocí, colección de siete semblanzas de otros tantos personajes con los que coincidió entre 1931 y 1938 5; el libro fue publicado por primera vez en 1973 y ha sido reeditado recientemente (Cabré, 2019). En el texto se nos muestra como una mujer siempre muy ocupada, con variados trabajos que la impiden, en ocasiones, poder terminarlos o la impiden desarrollar actividades sociales que le serían gratas. De sus recuerdos con Caterina Albert nos deja este testimonio (Cabré, 2019: 175-208):

Otros tiempos. Otros días. Ocaso de El Sol. Distanciamiento… en la frecuencia del trato personal, que no en la amistad ni en el afecto (…) yo me enfrascaba, cada vez más, en las faenas profesionales cotidianas, acuciantes: cines, teatros, colaboraciones, papeles y más papeles… Se me escapaba. Así, la fugaz ocasión de visitarla en el salón modernista de la calle Valencia… Ella me invitaba a ir a La Escala.

Entre los datos biográficos poco precisos que nos han llegado de ella está el de su fecha de nacimiento; así, en el expediente personal del Collegi de Periodistas de Barcelona figura en su DNI como nacida el 23 de abril de 1898; aunque en otros lugares 6 se señala su nacimiento en 1890, o en 1889.

Sí es seguro que nació en La Coruña, ciudad a la que siempre se sintió muy vinculada. Con pocos años, la familia de la autora, por razones profesionales (su padre fue abogado y administrador de Hacienda), se trasladó primero a Granada y después a Barcelona, donde se instalaron definitivamente en 1897. En esta ciudad, que ya siempre fue la suya, llevaría a cabo su formación académica, primero en el Institut de Cultura per la Dona creado por Francisca Bonnemaison, centro dedicado en exclusiva a la formación de la mujer (Fig. 2). En él cursó estudios que le dieron una visión renovadora y solidaria acerca de la situación de la mujer, lo que se verá reflejado a lo largo de su carrera profesional y siempre alrededor de una idea central: el derecho y la necesidad de la cultura para la mujer. Estudiaría después en el Seminario de Pedagogía del Consejo de Investigació de la Mancomunitat catalana, lo que le proporcionó una sólida formación, sobre todo en lenguas. De aquí su dedicación al mundo de la traducción. Al tiempo, y siendo todavía adolescente, sabemos que fue una asidua de la biblioteca del Ateneu de Barcelona, donde leía y estudiaba, siendo una de las primeras mujeres que hicieron uso de esta institución, de la que sería con el tiempo integrante de su Junta directiva.

Al terminar los estudios anteriores, se matriculó en la Universidad de Barcelona para cursar la carrera de Filosofía y Letras, siendo aquí, también, una de las primeras mujeres en pisar y disfrutar de las aulas universitarias. Toda la sólida formación intelectual y humanística adquirida la fueron dotando de una gran capacidad para el ejercicio de las letras.

Acabada la Primera Guerra Mundial, y tras la muerte de su padre, tuvo que buscar una salida profesional como forma de ganarse la vida, ya que debió hacerse cargo de su familia. El periodismo cultural se convertiría en su profesión y en su medio de vida, los distintos trabajos que fue desempeñando en la prensa de la época le proporcionarían desde los primeros años veinte la independencia económica y una carrera destacada. No eran muchos los precedentes de esta ocupación para una mujer en España, aunque todo iba lentamente cambiando.

En el primer tercio del siglo XX (Ena Bordonada, 2001) comienza a desarrollarse en España una sugerente actividad cultural, y no solo para los varones, sino que algunas mujeres también participaron de ella. El despertar de la cultura española, que se prolongaría hasta 1939, y su vitalidad incidieron en la creación literaria, en la pedagogía, en el arte, en el pensamiento, en el asociacionismo, en las actividades y los medios de comunicación. Este desarrollo se manifestó especialmente entre las elites de las grandes ciudades, donde la capacidad económica y los centros culturales se aglutinaban. Y, a pesar de las restricciones a la libertad que imponían los gobiernos de la época, los debates acerca de las formas políticas, el anticlericalismo, el feminismo y tantos otros fueron asumidos por los intelectuales y planteados a través tanto de plataformas culturales como en ateneos, tertulias, casinos, casas de pueblo, locales de las asociaciones o medios de comunicación.

Al progresivo aumento de la instrucción entre los hombres y, en menor medida, entre las mujeres, se une el de la industria editorial y, con ello, la creación de más periódicos y colecciones de revistas literarias. Todo lleva al incremento de lectores y, también, de lectoras y a la aparición de firmas de mujeres que escriban para el público femenino en estos medios. Las publicaciones periódicas se percataron de la importancia de incorporar firmas femeninas dirigidas a un público lector de mujeres y, en consecuencia, comenzaron a surgir publicaciones y secciones en los periódicos dirigidos a ellas y escritas por ellas.

Entre 1914 y 1936 aumentaron las publicaciones de textos sobre cuestiones de carácter feminista, cuyas autoras se encuentran entre mujeres de gran protagonismo social y cultural de esas décadas, como Margarita Nelken, Carmen de Burgos, María Lejárraga, María de Maeztu, Isabel Oyarzábal o María Luz Morales, entre otras. Las principales cabeceras, como El Sol, La Vanguardia, Heraldo de Madrid, El Imparcial o ABC, editaron páginas dedicadas a la mujer, suplementos semanales o columnas escritas por mujeres que planteaban los debates sobre la incorporación de la mujer al mundo laboral, a la educación o al mundo de la política, al tiempo que ofrecían lecturas, modas o consejos domésticos.

Fueron también numerosas las revistas y, en menor medida, los periódicos, de carácter femenino que se editaron a partir de 1900: El Mundo Femenino, La Última Moda y El Eco de la Moda, La Mujer en su casa, La Mujer Moderna, La Familia, El Hogar y la Moda o La Moda Práctica. Sus artículos eran similares a los de los grandes periódicos antes citados y trataban también temas de interés para la mujer tradicional como la moda, el hogar, el cuidado de los hijos, la decoración, incluyendo algún texto literario y, en ocasiones, reportajes sobre las referencias morales que enlazaban con la virtud femenina más tradicional: la prudencia, la sumisión, la belleza, los conocimientos culinarios o la última moda de París. Junto a este tipo de publicaciones hubo otras de carácter bien distinto, como las coetáneas Feminal, catalanista, o el periódico El Pensamiento Femenino, fundado por la maestra Benita Asas y dedicado a mejorar la condición social de la mujer.

María Luz Morales, como dijimos, publicó en algunos de estos periódicos y revistas junto con algunas de las citadas más arriba y con otras como Magda Donato, Sofía Casanova, Dolors Monserda, Irene Polo, Mercè Rodoreda o Soledad Gustavo. Ella escribiría desde el comienzo de su carrera profesional tanto en estas publicaciones femeninas como en la prensa generalista.

Participó también en los órganos de expresión de las asociaciones femeninas más importantes de la época, donde las mujeres se pronunciaron con mayor amplitud sobre los temas de su interés como la Residencia de Señoritas o el Lyceum Club. En sus locales las jóvenes pudieron oír y debatir a los principales representantes de las vanguardias artísticas y a los científicos e intelectuales más relevantes del momento. Se configuraban como espacios femeninos donde era posible la adquisición y divulgación de conocimientos artísticos, literarios y científicos, y se dirigían a la élite femenina con educación superior. María Luz Morales residía en sus estancias en Madrid en la Residencia, creada por María de Maeztu en 1915; allí asistiría a las actividades y conferencias que se programaban, y allí conoció a Madame Curie y a Gabriela Mistral (Fig. 3). Interesada siempre en la cultura y en que las mujeres pudiesen instruirse, participa en 1931 en la creación de la Residencia de Señoritas estudiantes en Barcelona, que ella misma dirigió y que estuvo situada en el Palacio de Pedralbes. El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat se propusieron crear este recurso para resolver el problema del alojamiento de las jóvenes estudiantes. Este proyecto fue un referente en la educación femenina superior en Cataluña, aunque desgraciadamente acabaría en 1936. También participó en la creación del Club Femenino de Deportes de Barcelona y del Lyceum Club barcelonés, entidad de la que fue cofundadora con Aurora Beltrana y en la que fue vicepresidenta en su primera junta directiva.

Su actividad periodística comienza en 1920, cuando, tras ganar un concurso de redacción convocado entre sus lectoras (Servén, 2013), logra ser colaboradora de El Hogar y la Moda. Esta revista era una publicación de prestigio con una larga trayectoria: había sido fundada en 1909 y se dirigía a una mujer de clase media, trabajadora en algunos casos, moderna en su aspecto e interesada en la cultura (Fig. 4). Se trataban en ella sobre todo asuntos que se consideraban propios de mujeres como moda, trucos para el hogar, cuidado de los niños, decoración, consejos domésticos, figurines, patrones y recomendaciones de salud. Su publicidad incluía anuncios de perfumes y cremas junto con productos editoriales como enciclopedias o libros. Contenía también relatos cortos o cuentos, algunos de firmas tan acreditadas como la de Emilia Pardo Bazán, y en la contraportada, en los años veinte, se incluía un cuento infantil. Ofrecía un suplemento literario, Lecturas, que desde 1921 se vendió de forma independiente, y que contenía cuentos, novelas, y adaptaciones teatrales de autores muy reconocidos en el momento. La revista, si por una parte trataba de los asuntos que tradicionalmente se consideraban propios de la mujer, también tenía una clara orientación literaria y de promoción e impulso de la lectura entre las mujeres.

En febrero de 1923 María Luz Morales pasa a dirigir la revista; será la primera mujer que lo haga. Cuando tomó las riendas de El Hogar y la Moda, quiso dar una visión digna de todas esas tareas domésticas que ocupaban a la mayor parte del tiempo de sus contemporáneas. Dejó la dirección en 1933 pero mantuvo siempre un vínculo muy especial con esta publicación y siguió colaborando durante muchos años en ella, compaginándola con el trabajo en otras publicaciones (Fig. 5).

Entretanto, y desde el verano de 1921, comienza a colaborar en La Vanguardia. En esos momentos el prestigioso periódico estaba dirigido por Agustí Calvet, Gaziel, quien quiso renovar el periódico con nuevas firmas, dentro de las que no podían faltar ya la de una mujer. Sus primeras colaboraciones aparecen en las páginas de opinión, en la sección titulada Artículos y comentarios, con textos sobre teatro, literatura o educación, y se dirigen directamente a las lectoras del periódico. Los temas que leemos en estas primeras colaboraciones encaminadas al fomento de la lectura, ligado a la promoción de la mujer y de la infancia, serán constantes a lo largo de su quehacer profesional en los más de cincuenta años de trabajo en la prensa (Fig. 6, Fig. 7, Fig. 8).

Dos años más tarde, en 1923, pasa a formar parte de la plantilla del periódico y se hace cargo de la sección semanal Vida Cinematográfica, que firmará con el galdosiano pseudónimo de Felipe Centeno para evitar las coacciones de las empresas de cine por obtener buenas críticas. Al tiempo aparecen en el periódico otras informaciones en distintas secciones firmadas con las iniciales M.L.M.

Sus críticas cinematográficas eran novedosas, pues no se limitaban a dar las informaciones de las productoras sobre estrenos, películas o actores, sino que proporcionaban un enfoque distinto a un arte tan joven como era entonces el cine. Esta nueva forma de hacer motivó (Rodrigo, 1996) que el gerente de la Paramount de Barcelona solicitara al periódico una entrevista con Felipe Centeno y, después de la sorpresa al encontrarse a una mujer tras ese nombre, la contrataran como asesora literaria de las películas de la productora americana. Cuando llegó el cine sonoro, pasó a realizar las traducciones de los textos y a escribir y adaptar los diálogos a la fonética española.

Al tiempo que desarrolla estas actividades periodísticas y cinematográficas, dirige la Colección Obras maestras al alcance de los niños, publicada por la editorial Araluce. Entre 1923 y 1930, realizó adaptaciones de obras de grandes clásicos como Homero, Esquilo, Dante, Shakespeare, Cervantes, Tirso de Molina, Goethe y otros autores (Cabré, 2017: 142-146) en unos libros cuidadísimos con los que muchos niños y niñas se familiarizaron y comenzaron a amar la lectura 7 (Fig. 9, Fig. 10).

En 1926 comienza una nueva colaboración con el prestigioso diario madrileño El Sol (Servén, 2012a). Asumirá esta nueva tarea en un momento de cambios generales en el diario, lo que se anunció tanto en La Voz de Madrid como en El Sol, ambos periódicos en manos de la misma empresa, como renovaciones para un nuevo suplemento dominical en el que aportarían sus trabajos, además de María Luz Morales, otras grandes firmas como las de Ortega y Gasset o Ramiro de Maeztu. Esta colaboración con El Sol concluiría en 1931.

Es evidente que en estos momentos María Luz Morales ya había alcanzado gran repercusión en el ámbito intelectual y cultural español, y era una firma solvente y de prestigio en el mundo del periodismo nacional. En estos años de colaboración en El Sol compartiría redacción y relación con las firmas más ilustres y cotizadas del periodismo como el mencionado Ortega y Gasset, y otros como Pérez de Ayala, Gómez de la Serna, Díez-Canedo, Martínez Sierra, Eugenio D’Ors, Benjamín Jarnés o Isabel Oyarzábal.

La propia periodista, al comenzar su trabajo en El Sol, escribía en qué consistiría la sección fija y semanal que se le encomendaba y que se titulará "La Mujer, el Niño y el Hogar":

… charla amiga, de las cosas que a las mujeres interesan: del hogar, del niño, de la casa, del ambiente doméstico, de hijos. Y también, ¿por qué no?, de trapos, de modas, de afeites, de gratas y consoladoras frivolidades… Y también, en cuanto la fuerza y la voz de quien ha de hablar a ello alcancen, de los eternos temas humanos que por igual a hombres y mujeres importan: la belleza, el trabajo, la cultura, el arte, la naturaleza, el dolor, la caridad (ap. Servén, 2013: 263).

Desde las páginas del rotativo madrileño, además de los temas anunciados sobre hogar, modas o afeites, continuó su labor como promotora y divulgadora de la lectura para mujeres y niños. Sus publicaciones y reflexiones sobre lectura y libros quedaron recogidas en el pequeño volumen Libros, mujeres, niños, premiado en la III Feria del Libro de Barcelona y publicado en 1928 por la Cámara Oficial del Libro.

En 1927 (Hurtado, 2006) recibe el encargo de Félix Lorenzo, director El Sol, de convencer y posteriormente traducir para ser publicados en el periódico los cuentos de Víctor Catalá, pseudónimo de la prestigiosa escritora catalana Caterina Albert. El encuentro de estas dos mujeres, emancipadas e independientes, fue muy fructífero y de él nacería una gran amistad y la publicación entre 1928 y 1929 en Madrid de las narraciones en castellano que, posteriormente, se publicaron en catalán con el título de Contrallums (Fig. 11).

La faceta como traductora acompañó a María Luz Morales durante toda su vida profesional. Su primera traducción, Los ojos de Alicia, de Charles E. Pearce, realizada en colaboración con su prima hermana Zoe Godoy, apareció en 1921 y desde ese momento no dejaron de leerse traducciones del francés, inglés, italiano, portugués y catalán realizadas por ella y destinadas especialmente a los niños, aunque también hay ensayos y novelas para lectores adultos. Una de sus traducciones más conocida, entre las más de sesenta que realizó, es Peter Pan y Wendy: la historia del niño que no quiso crecer, de J. M. Barrie, publicada por la editorial Salvat en 1925 (Fig. 12).

En sus estancias madrileñas entre 1926 y 1931, para coordinar su trabajo en El Sol, se alojaba, como ya se señaló, en la Residencia de Señoritas, dirigida por María de Maeztu, con quien establecería una gran amistad. Además de en la Residencia, su presencia estará en otras instituciones madrileñas en las que se reunían e intercambiaban conocimientos y experiencias las mujeres de la época como el Lyceum Club. En ambas instituciones, además de convivir, la autora impartió conferencias que perfilan las líneas de sus trabajos como la pronunciada en la Residencia de Señoritas “El amor en las románticas”, en febrero de 1929 (El Sol, 22-11-1929); en el Lyceum Club, el 6 de mayo de 1929, con el título “Del salón al club: siglo XVII al XX” (La Revista Blanca , 1-6-1929, p. 28) (Servén, 2013). También pronunció numerosas conferencias en la Universidad, el Ateneo, el Círculo Ecuestre o el Lyceum Club de Barcelona que nos hablan de la importante tarea como conferenciante que desarrolló a lo largo de su dilatada vida y siempre sobre temas literarios y femeninos (Fig. 13, Fig. 14).

Desde 1933 aparecen ya pocas críticas cinematográficas de Felipe Centeno en La Vanguardia; parece que pasó a escribir sobre temas culturales y críticas de libros. Y, aunque en ocasiones no hay firma, creemos adivinar su estilo, gustos y sensibilidad en algunos artículos y en reseñas de actos culturales o conferencias que aparecen sin rubricar. En febrero de 1934 se lee la primera crítica teatral de María Luz Morales en La Vanguardia (Fig. 15). Ser crítica teatral suponía un ascenso dentro del mundo de la redacción, pues el teatro gozaba de mayor prestigio que el cine, y además desde este momento firmaría sus trabajos con su propio nombre. También suponía un logro personal (Rodrigo, 1996), ya que el teatro siempre le había fascinado desde que, siendo niña, hacía obras ante un espejo con los dedos como actores o representaba teatrito de polichinelas con muñecos elaborados por ella misma y cuando más tarde participó de adolescente en una compañía de aficionados. Por este temprano gusto por el teatro parece que quiso ser actriz, aunque los rumbos vitales le llevaron por los derroteros de la escritura, casi siempre dentro del periodismo. Sin embargo, el teatro siguió presente en su obra como crítica y también como autora. Realizó algunas adaptaciones y traducciones al castellano de teatro infantil y también tradujo teatro para niños (AA.VV., 1997: 896-902) como: Parientes y trasteros, Peter Pan (el niño que no quiso crecer y, en colaboración con su amiga Elisabeth Mulder, escribió Romance de media noche (1935?), estrenada en el Teatro Arriaga de Bilbao en enero de 1936 (Fig. 16).

Retoma así su gran vocación por el teatro escribiendo las críticas teatrales con las que tuvo una tremenda repercusión y reconocimiento entre las gentes de este medio. En este periodo de colaboración con La Vanguardia, entre 1934 y 1936, escribiría más de cien críticas teatrales y alcanzaría una gran influencia en el mundo de la escena. Así mismo, amplió el círculo de sus amistades con algunas figuras fundamentales de la época como Margarita Xirgu o Federico García Lorca.

María Luz Morales era una mujer con una capacidad extraordinaria de trabajo. En estos años simultanea la dirección de la Residencia de Señoritas con sus artículos de prensa en distintas publicaciones, las críticas teatrales y cinematográficas, las traducciones, los ensayos, las obras de creación, las adaptaciones, los prólogos de obras ajenas, la dirección de una enciclopedia, las conferencias impartidas en diversos centros culturales como el Lyceum Club, el Instituto del Teatro o el Ateneo. Por las notas de prensa sabemos que, además, desarrollaba una intensa vida social y asistía a conferencias, presentaciones de libros, pases de moda…

Esta tremenda actividad, este trabajar sin tregua ni reposo pudo estar motivado, entre otras cosas, por la necesidad de mantener a su familia. De la correspondencia que mantuvo con Caterina Albert rescata las amonestaciones que le hizo esta “por esta mi manía de trabajar sin tregua ni reposo”:

Como perro viejo que soy –me dice–, permítame usted que le dé un consejo, Lucita: no abuse usted de sus fuerzas, considere que ellas son la mejor garantía para usted y para los demás. Si uno se mata o se agota –lo que aún es peor–, la cuestión económica tampoco se soluciona, sino todo lo contrario (Morales, 2019: 175-208).

1 Narrador, dramaturgo, director de escena, profesor del Institut del Teatre de Barcelona y crítico teatral. Volver al texto

2 Dirigió el Diario de Barcelona entre 1969 y 1973. Volver al texto

3 Fue además una destacada feminista. Volver al texto

4 Este libro reúne las semblanzas de varias mujeres esenciales para la historia como María Casares, María de Maeztu, Antonia Mercé, Margarita Xirgu, María Teresa León, Zenobia Camprubí, María Goyri, María Blanchard, María Luz Morales, Victoria Kent, Federica Montseny, Margarita Nelken, Dolores Ibárruri y Enriqueta Otero; se publicó por primera vez en Cataluña en 1979. Ha tenido posteriormente varias ediciones. Volver al texto

5 Los personajes situados en el orden cronológico de su encuentro son: Madame Curie, Hermann Von Keyserling, Gabriela Mistral, Paul Valéry, Víctor Catalá, Federico García Lorca y André Malraux. Cuatro hombres y tres mujeres. Todos los encuentros suceden en Barcelona, con excepción del de Madame Curie, que se produce en Madrid, en la Residencia de Señoritas en la que ambas vivieron. Volver al texto

6 Enciclopedia Espasa, Suplemento, 1980, artículo firmado por Enrique Gordo da como fecha 1889. Teresa Julio (2017) da como buena la del 23 de abril de 1890. M Ángeles Cabré (2017) sitúa el nacimiento el 1 de enero de 1889. Volver al texto

7 Contaba Martín de Riquer en el programa de televisión dedicado a María Luz Morales de la serie Mujeres para un siglo (RTVE, 30/3/2004) que su amor por la literatura y los clásicos había nacido con esta colección de libros de la editorial Araluce que su madre le regalaba siendo niño. Volver al texto