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María Luz Morales (1889-1980).
La gran dama de la prensa

Página 4

3. La guerra

Tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, el gobierno de la Generalitat decretó, el día 22 del mismo mes, el embargo de algunos periódicos, entre ellos, La Vanguardia, que quedó en manos de un Comité obrero, integrado por representantes de la redacción, los talleres y la administración. Su director, Agustí Calvet, Gaziel, marchó al exilio, y el comité director eligió como la persona más idónea para dirigir el periódico a María Luz Morales, una mujer culta, inteligente, familiarizada con la profesión y con la dirección de publicaciones, buena negociadora y carismática. El 7 de agosto de1936, en la página 3 de un periódico de solo 16 páginas, aparecía en un recuadro el nombramiento:

LA VANGUARDIA , de acuerdo con la tendencia social y económica que inspira al Gobierno de Cataluña, se halla actualmente controlada por un Comité Obrero, integrado por representantes de la Redacción, Talleres, Administración y demás secciones de la misma. Entre los acuerdos que en los primeros momentos adoptó este Comité, figura el de nombrar para los cargos de Director y Administrador, a los compañeros María Luz Morales y Carmelo Avellá, respectivamente. Asimismo, acordó el nombramiento de un interventor administrativo. (Fig. 17).

Se convertía así en la primera mujer directora de uno de los periódicos más importantes de España. En la conversación mantenida muchos años después con Joan Sariol, la escritora recordaba así aquellos momentos:

Yo, como mujer, como simple redactora o como simple escritora, era una carta en blanco. Tal vez, contempladas las cosas con diplomacia, resultaba ser la persona más adecuada... Llevaba algunos años en la casa. Al margen, absolutamente, de la política. Pertenezco a una familia de funcionarios y militares y, nunca jamás, la política ha seducido a ninguno de los míos. Cuando viene a casa la comisión del periódico estoy enferma en cama. Mi madre no deja pasar a nadie. Digo que entren. Me sorprende la propuesta. No sabía nada de la rápida partida de Gaziel al extranjero. “El lugar que me ofrecen no es para mí” –digo. Insisten. Pido veinticuatro horas para pensarlo. Consulto con dos buenos amigos, Carlos Soldevila y Tomás Garcés. Ambos coinciden que “en los momentos actuales decir que no es peligrosísimo”. Vuelve al día siguiente Martínez Tomás. “Yo soy el culpable –dice. Pero todos están conformes”. Accedo, pero con una condición. Conozco perfectamente la técnica del periódico. Tendré cuidado de la marcha de la dirección. Respondo de que el periódico saldrá puntualmente y que no se insubordinará nadie. Pero si acepto es solo con carácter puramente provisional. Cuanto a la parte política, tiene que llevarla otro. Yo solo haré periodismo. “No te preocupes” –se me dice. “La política la determinará el comité que acaba de constituirse”. (Sariol, 1977: 131-134).

Sabemos también, por su propio testimonio, que no quiso que su sueldo aumentara con su nueva condición de directora, sino que pidió mantener el mismo que percibía como redactora. Desde su cargo ayudó a mucha gente (Rodrigo, 1996), tramitando avales o escondites a quienes se lo solicitaran. Llegaba al diario a las seis de la tarde y no dejaba su despacho hasta que aparecía el primer número, bien entrada la madrugada. A los pocos días de comenzar en el cargo se percibe la impronta de la nueva dirección: el día 11 vuelve la sección “Teatros y conciertos”, ahora firmada por Gipsy y F. Roldán May y el día 30 del mismo mes de septiembre aparecen nuevas secciones: “Las Letras. Las Artes”, “El niño y la escuela”, “La Escena. La Pantalla” “Teatros y Cines”. Se ven también cambios tipográficos en este periódico en tiempo de conflicto. Sin embargo, ella misma consideró tiempo después este periodo como directora como difícil y lo tomó como un acto de servicio.

Si en algún momento pude, desde ese cargo, evitar mayores males, ese sería mi mejor recuerdo. También el de la gente buena que en ello me ayudó. Aunque, para ser sincera, los tiempos de la guerra no dejaron recuerdos, sino heridas.

Pero las nuevas secciones culturales y la dirección duraron poco. En febrero de 1937 logra ser sustituida por Paulino Masip (Pericay, 2010). Parece que fue ella misma quien propuso el nombramiento del escritor y periodista, que en esos momentos estaba ya en Barcelona.

Más adelante, cuando sugiero que se me reemplace, me dicen que yo misma busque el substituto y finalmente doy con él. Se trata de Paulino Masip, director de La Voz de Madrid, en cuyo periódico yo colaboraba.

El último artículo firmado por María Luz Morales en La Vanguardia es del 18 de octubre de 1936; desde esa fecha su firma deja de aparecer en el periódico (Fig. 18).

Aunque durante el franquismo ella afirmó que no había tenido actividades políticas, lo cierto es que participó en algunas empresas asociadas a la República. Formó parte del Partido Galleguista fundado en 1931 y de la Asociación de Mujeres Galleguistas, de la que sería nombrada secretaria. Estuvo también en el grupo que constituyó la Asociación de Escritores Gallegos en marzo de 1936 en Santiago de Compostela, siendo elegida representante del mismo en Barcelona y como tal participó en la campaña para la aprobación del Estatuto de Autonomía de Galicia que tuvo lugar en julio de 1936.

Asimismo, en marzo de 1938 encontramos su firma junto a la de otros intelectuales en un manifiesto a favor de la República, Los intelectuales de España por la victoria del pueblo, y ese mismo año participa en la película de André Malraux Sierra de Teruel (L´Espoir).