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On this week in History

MARAT-SADE

Teatro Español de Madrid, 2.10.1968
MARAT-SADE
Adolfo Marsillach dirigió y protagonizó Marat-Sade de Peter Weiss en octubre de 1968

José María Prada como el paranoico que hace el papel de Marat; Adolfo Marsillach como el marqués de Sade; Serena Vergano como la depresiva que hace el papel de Carlota Corday. Más Antonio Iranzo, José Vivó, Gerardo Malla, Modesto Fernández, José Enrique Camacho, Eusebio Poncela, Charo Soriano, Amparo Valle, Enrique Cerro, Silvia Roussin, Silvia Vivo y Francisco Melgares. Más los componentes del grupo Cátaro como los locos del asilo de Charenton, entre ellos actores de la categoría de Joan Llaneras o Flora María Álvaro. Más algunos estudiantes de la RESAD de Madrid para hacer los celadores, entre ellos un jovencísimo José María Pou. Uno de los acontecimientos del teatro en la España de los años sesenta y setenta, que marcó un punto de inflexión en la ambición escénica de los espectáculos teatrales en España.

2 de octubre de 1968, en el Teatro Español de Madrid tuvo lugar el estreno de Persecución y asesinato de Juan Pablo Marat, representado por los asilados del Hospital de Charenton, bajo la dirección del señor de Sade, conocida en todo el mundo por el título abreviado Marat-Sade, escrita por Peter Weiss, en versión de Salvador Moreno Zarza (seudónimo bajo el que se ocultaba Alfonso Sastre. La dirección corrió a cargo de Adolfo Marsillach. La escenografía y los figurines, de Francisco Nieva. La música, de  Maus Martín Majeinski. Marsillach tuvo como ayudante de dirección a Alberto Miralles y contó con la colaboración de Antonio Malonda, un joven director que había estrenado La excepción y la regla de Brecht y Guillermo Tell tiene los ojos tristes de Alfonso Sastre, para el trabajo corporal, en la línea de Jerzy Grotowski, con el que los integrantes del grupo Cátaro de Barcelona encarnaron a los locos del asilo de Charenton.

La obra se estrenó en Madrid como inauguración de la temporada del Teatro Nacional de Cámara y Ensayo, que dirigía Mario Antolín. Esta consideración, teatro de cámara y ensayo, implicaba que la obra estaría en cartel apenas tres días. Hablar desde un escenario madrileño de revolución en 1968 era algo poco menos que impensable. El Régimen se defendió llenando el teatro con un público que, en principio, no debía dar problemas; si bien se produjeron los altercados suficientes como para que la segunda representación marcase el límite de tres como infranqueable:

“Se han producido algunos incidentes durante el segundo día de representación de Marat Sade en el teatro Español. Según noticias llegadas a nuestra redacción, la obra, que dirige Adolfo Marsillach, fue interrumpida en varias ocasiones con gritos de carácter político, coreados por un grupo de espectadores, la mayoría de los cuales eran estudiantes. La representación, a la que asistía don Carlos Robles Piquer.”

Pero además del revuelo nos queda la memoria del hecho artístico. En su crítica de ABC, Lorenzo López Sancho calificaba de “extraordinaria hazaña teatral de Adolfo Marsillach” el estreno de Marat-Sade. El viejo capitán republicano reconvertido en crítico teatral dio a menudo lecciones de gran conocimiento de la escena internacional y muestras de un criterio abierto y moderno. En esta ocasión, López Sancho definía Marat-Sade como una “asombrosa pieza de modernísimo teatro social, en la que funde dos dramaturgias en plena vigencia: la dramaturgia social, épica, de Bertolt Brecht y la dramaturgia subjetiva del llamado teatro de la crueldad de Antonin Artaud.” El crítico astorgano no duda en afirmar que Marsillach “ha hecho una grandísima creación, superando en muchos aspectos las versiones inglesa, francesa, sueca y alemana, que han gravitado sobre distintas interpretaciones, sin lograr tan entera, tan unánime y neutral incorporación del mensaje ambiguo, intencionadamente ambiguo, de Peter Weiss. Acoplar esos sesenta o setenta y tantos personajes, conseguir que digan, que griten, que cambien de plaza, que dancen o enmudezcan con la precisión, la intensidad, la elocuencia que lo hacen, es una empresa que exige un gigante de la dirección. Marsillach se pone, y es grato consignarlo, a la altura de los más audaces y creadores “metteurs en scene” de este momento en el teatro mundial”.

Enrique Llovet, en Informaciones, no fue menos entusiasta: “Espero que ya nada, nada en nuestro teatro, pueda volver a ser como antes del estreno de Marat-Sade. Espero que nadie vuelva a dirigir como antes de esta dirección de Adolfo Marsillach. Espero que los actores comprendan que ya no pueden volver a actuar como antes de que Prada, Soriano, Vergano, Iranzo y sus compañeros hiciesen lo que han hecho. Espero que nadie vuelva a pensar en ese realismo —costumbrismo de nuestros pecados— liquidado en el mundo entero hace años y enterrado en el Español de Madrid y el Poliorama de Barcelona por obra y gracia de Peter Weiss”, escribió.

Tras las agitadas representaciones de Madrid, el 11 de octubre se estrena en el Teatro Poliorama de Barcelona, de nuevo con un gran éxito y esta vez sin problemas de censura, por lo que la obra prohibida en Madrid hizo temporada en Barcelona hasta mediados de enero del año siguiente. En esos días, con el teatro lleno, Peter Weiss, en contra de la opinión de Marsillach, decidió prohibir las representaciones como protesta por el Estado de excepción decretado por Franco. Cuando se pretendió recuperar el montaje para hacer temporada en Madrid, fue el ministro, Manuel Fraga, quien decidió su prohibición. Pero esos tres días en Madrid y esos tres meses en Barcelona cambiaron la Historia de nuestro teatro, exigiendo una nueva ambición que marcaría los años siguientes. Marsillach, después de este espectáculo, abordaría otro proyecto que también hizo Historia: El Tartufo.

Marat-Sade se había estrenado en Londres cuatro años antes, por la Royal Shakespeare Company, dirigida por Peter Brook. De aquel montaje nos queda una película estrenada en 1967: Patrick Magee como el Marqués de Sade, Ian Richardson como Marat y una inolvidable Glenda Jackson como Carlota Corday. Esa película se había estrenado en España unos meses antes del estreno del montaje de Marsillach.

De nuestro Marat-Sade no queda un registro audiovisual, pero sí un curioso documento: Gerardo Malla donó al Centro de Documentación Teatral un mediometraje en el que se puede ver el proceso de transformación de los actores para convertirse en los habitantes de aquel asilo de Charenton, que termina en el momento en que la función va a comenzar.