En los meses de mayo y junio de 2012 se celebró en el Teatro Valle-Inclán de Madrid una exposición en torno a este maestro del figurinismo y la escenografía, comisariada por Andrés Peláez, a partir de los fondos conservados en el Museo Nacional del Teatro.
En dicho Museo se pueden consultar miles de figurines y bocetos de Víctor María Cortezo, fruto de sus múltiples trabajos en los Teatros Nacionales entre 1939 y 1978. Paradójicamente, un artista que parecía estar de antemano condenado por el régimen dictatorial, acabaría convirtiéndose en una de las figuras clave de la escena del franquismo. Así, en 1939, Vitín, tal como era conocido en el mundo teatral, reunía todas las condiciones para ser un perseguido: antifascista y homosexual, había participado en II Congreso de Intelectuales y Escritores Antifascistas diseñando la escenografía y los figurines de Mariana Pineda, de Federico García Lorca, bajo la dirección de Manuel Altolaguirre. No obstante, y contra todo pronóstico, la amistad de Luis Escobar, por entonces director del Teatro Nacional de la Falange y poco después del Teatro Nacional María Guerrero, le salva de su delicada situación y lo convierte en uno de los artistas más destacados de la escena durante el franquismo. Tal vez la única posibilidad que tenía el oscuro régimen de Franco de dar un resquicio al arte y a la imaginación en un arte tan social y tan político como el teatro se limitaba precisamente al ámbito en el que Vitín era un maestro, el de la imagen plástica; de algún modo, el régimen se permitió en el colorido de los figurines y en la belleza de los espacios una audacia que nunca se permitió en las ideas, tal como demuestra la férrea censura a la que sometió a los dramaturgos.
A lo largo de cuatro décadas Vitín Cortezo diseñó los figurines y la escenografía de más de ciento cincuenta espectáculos teatrales, junto a directores como Luis Escobar, Huberto Pérez de la Ossa, José Tamayo, José Luis Alonso, Ángel Fernández Montesinos, Miguel Narros o Gustavo Pérez Puig, entre otros. Trabajó con obras de épocas, géneros y registros muy diferentes: auto sacramental (La cena del Rey Baltasar), drama realista (El jardín de los cerezos), drama romántico (Don Juan Tenorio), tragedia griega (Electra), comedia del Siglo de Oro (La estrella de Sevilla), comedia neoclásica (El sí de las niñas), ópera (La flauta mágica), zarzuela (El barberillo de Lavapiés), teatro para niños (El cocherito Leré), teatro contemporáneo (Seis personajes en busca de autor)… Siempre haciendo alarde de una portentosa imaginación y de un exquisito buen hacer, como se puede ver en los bocetos, figurines, trajes y fotografías que tuvimos la oportunidad de presenciar en esta exposición. Aquellos que no pudieran asistir en su momento, tienen la posibilidad de consultar el magnífico catálogo que ha editado el Museo Nacional del Teatro, así como de contemplar algunos de esos fondos en dicho Museo.
Son muchas las anécdotas que se cuentan en torno a su figura. Vitín era muy conocido en la noche madrileña, y todo el ambiente de cuplés, de alcohol y de sensualidad le inspiró no pocos de sus figurines. A ello se une su formación en París, su conocimiento de las más glamurosas revistas de moda de los años veinte, su contacto con los ballets rusos y con su despliegue de color, su gusto por experimentar con nuevos materiales, su contacto con los más prometedores artistas de vanguardia durante los años 20 y 30… Todo ello repercutió en una obra sensual, colorista y audaz, que crearía escuela y con la que muchos creadores de generaciones posteriores reconocen estar en deuda. Por todo ello, esta exposición rindió homenaje durante unas semanas a uno de los más brillantes artistas de la escena española de la posguerra. Un artista, en palabras de Luis Antonio de Villena, de carácter “esencialmente liberal y optimista, con concepto placentero y valiente de la vida, y por supuesto, antiburgués por condición íntima”.
Como escenógrafo y figurinista, Vitín Cortezo trabajó en más de 170 montajes, entre obras de teatro, óperas, zarzuelas o espectáculos de revista o de bailes. Los directores con los que más trabajó fueron Luis Escobar y Huberto Pérez de la Ossa en la década de los 40 y José Tamayo en los 50. También colaboró con José Luis Alonso, Miguel Narros, Cayetano Luca de Tena, Gustavo Pérez Puig, José Osuna y Ángel Fernández Montesinos en los años 60 y 70. Para Miguel Narros, Vitín “es uno de los precursores de la modernización del figurinismo en nuestro teatro que supone la consideración del vestuario como elemento de apoyo a la dramaturgia”.
Nuestra ciudad (1944)
Autoría: Thornton Wilder. Traducción: José Juan Cadenas. Dirección: Luis Escobar y Huberto Pérez de la Ossa. Escenografía y vestuario: Víctor María Cortezo. Luminotecnia: Rafael Martínez Romarate. Música: Fernando Moraleda. Estreno: 29 de diciembre de 1944 en el Teatro María Guerrero de Madrid.
Óscar (1959)
Autoría: Claude Magnier. Dirección escénica: Gustavo Pérez Puig. Escenografía: Víctor María Cortezo. Estreno: 17 de noviembre de 1959 en el Teatro Recoletos de Madrid.
El baile de los ladrones (1960)
Autoría: Jean Anouilh. Versión: José Luis Alonso. Dirección: José Tamayo. Escenografía y figurines:Víctor María Cortezo. Música: Darius Milhaud. Dirección musical: Julián Perera. Movimientos coreográficos: Héctor Zaraspe. Estreno:4 de febrero de 1960 en el Teatro Español de Madrid.
El jardin de los cerezos (1960)
Autoría: Anton Chejov. Traduccción: Víctor Imbert. Adaptación: Josefina Sánchez Pedreño. Dirección: José Luis Alonso. Escenografía y figurines: Víctor María Cortezo. Estreno: 28 de octubre de 1960 en el Teatro María Guerrero de Madrid.
Las mujeres sabias (1967)
Autoría: Molière. Traducción: Enrique Llovet. Dirección: Miguel Narros. Escenografía y figurines: Víctor María Cortezo. Música: Carmelo Bernaola. Estreno: 15 de septiembre de 1967 en el Teatro Español de Madrid.
La isla de los sueños posibles (1970)
Autoría: Germán Bueno. Música: Manuel Moreno Buendía. Dirección de escena: Ángel Fernández Montesinos. Dirección musical: Manuel Moreno Buendía. Escenografía: Vicente Sainz de la Peña. Figurines: Víctor María Cortezo. Coreografía: Dick Stephens. Dirección de coros: José Perera. Estreno: 13 de diciembre de 1970 en el Teatro María Guerrero de Madrid.
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