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1. MONOGRÁFICO

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1.3 · El primer estreno de Los Cuernos De Don Friolera en la España franquista, por el TEU de Madrid, bajo la dirección de Juan José Alonso Millán, en 1958.

Por Eduardo Pérez-Rasilla y Guadalupe Soria Tomás.
 

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Dejemos a un lado la pobreza de la prosa utilizada y algún dudoso empleo de la gramática. La nota revela también una actitud favorable, aunque también esquiva, respecto al espectáculo, y proporciona además los nombres de tres de los actores, aunque presumiblemente el apellido de la actriz esté equivocado, porque en las demás fuentes de las que disponemos figura como Rosa María Alfonso.

Podemos constatar que ninguno de los dos cronistas hace referencia al título completo y exacto de la obra de Valle-Inclán, ni afina demasiado a la hora de definir su género dramático. Ninguno menciona tampoco –y es significativo– al responsable de la dirección de escena. Y, por supuesto, se evita cualquier análisis del texto y del espectáculo, más allá de las socorridas fórmulas de elogio a la labor de los actores.

Otros periódicos madrileños –Arriba, Pueblo, Madrid, El Alcázar– se esmeraron un poco más en el comentario del espectáculo, aunque no siempre atinaron a la hora de explicar la estética del esperpento. Arriba publicaba el 25 de noviembre unas líneas en la página destinada al teatro. Como en los diarios anteriores, el espacio dedicado a Don Friolera seguía al que se asignaba al espectáculo más destacado del día anterior, La casa de té de la luna de agosto, cuya crítica la firmaba Torrente Ballester. La reseña del espectáculo de la Comedia no llevaba firma y se titulaba “Don Friolera por el TEU de Madrid”:

Anoche, en el teatro de la Comedia, el TEU de Madrid presentó, dentro del programa de actos organizados por el Distrito universitario con motivo de las bodas de plata del SEU, don Friolera, esperpento en tres actos, un prólogo y un epílogo, de Valle-Inclán, bajo la dirección de Juan José Alonso Millán.

La obra pertenece a ese género de teatro poco conocida en España, quizá por el afán un poco rigorista de encasillar a los autores dentro de un género. Valle-Inclán sirve en Don Friolera una farsa atrevida y graciosa, muy de su estilo, como se sabe. Y la dirección de Juan José Alonso Millán puso acierto en el movimiento escénico, dando agilidad a muchos momentos de la obra, incluso con aciertos indudables en esa plasmación de lo poético y lo real que se entremezcla en Valle-Inclán.

Alberto Martínez Lacaci y Rosa María Alfonso destacaron en sus papeles. De Luis Cacho también hay que hacer mención especial, así como del narrador Ricardo Merino. Jesús Tessier y Juan Ramón de la Cuadra cumplieron en sus papeles. En general la obra satisfizo a los estudiantes, que llenaban casi totalmente el teatro.

El diario Pueblo incluía el 25 de noviembre, y también tras la reseña de La casa de té de la luna de agosto, un comentario titulado “Comedia: Don Friolera, de Valle-Inclán”. Los dos artículos figuraban en la página 10 del diario, en una sección denominada sencillamente “Teatro”, y en los dos casos firmaba los trabajos el crítico del periódico, Victoriano Fernández Asís. Como curiosidad, puede advertirse cómo Fernández de Asís, en la crítica de la obra americana, censuraba “la candidez de un humor, de todo punto incompatible con la profundidad, la aspereza, el mordiente y la garra del nuestro, el celtibérico, el quevedesco, o goyesco o valleinclanesco, que es lo bueno”. Y su comentario del espectáculo de Don Friolera no admitía reticencias:

Como uno más de los actos conmemorativos del XXV aniversario de la fundación del SEU se repuso ayer noche en el teatro de la comedia la farsa valleinclanesca “Don Friolera”, quizás la obra más lograda de ese “gran don Ramón de las barbas de chivo” dentro de sus esperpentos dramáticos, crueles y desgarrados como un capricho goyesco en donde aparece el reverso funambulesco del héroe del drama clásico sin el menor resquicio compasivo del autor. Teatro de máscaras y títeres, para el gusto moderno representa una curiosa exhumación, que debemos agradecer al TEU del Distrito de Madrid, tantas veces empeñado en empresas loables y que nos muestra, una vez más, esa preocupación suya por traer a las candilejas del escenario la inquietud teatral universitaria.

La interpretación y el movimiento escénico se ajustó a ese ritmo de “guiñol” que tanto recuerda la Comedia del arte italiana. Grandes aplausos premiaron la intervención de todos los actores.

El diario Madrid, también el 25 de noviembre,en su página 14, bajo la rúbrica “Así va la escena”, sitúa la crítica de Don Friolera, que, en este caso, precede a la de La casa de té de la luna de agosto, firmada por el crítico habitual del periódico, Elías Gómez Picazo. La reseña del espectáculo que nos ocupa, sin embargo, va firmada por las iniciales F.J.B., y lleva como título: “Comedia: ‘Don Friolera’, de Valle-Inclán, por el TEU de Madrid”:

Como uno de los actos conmemorativos del XXV aniversario de la fundación del Sindicato Español Universitario, el TEU del Distrito de Madrid puso anoche en escena en el teatro de la Comedia, el esperpento en tres actos, un prólogo y un epílogo, original de Valle-Inclán, “Don Friolera”.

Difícil empresa la acometida por los jóvenes artistas, de la que supieron salir airosos. Los “esperpentos” constituyen un teatro de minoría –donde se combina el sentido realista con el poético– al que es preciso imprimir un ritmo especial para que el público acierte a penetrar en el espíritu de la trama. Un teatro quizá excesivamente literario, pero con un indudable fondo de humanidad.

El director de escena, Juan José Alonso Millán, merece por su trabajo una mención calurosísima, y junto a él, los principales intérpretes, Alberto Martínez Lacaci (Don Friolera) y Rosa María Alfonso (Doña Loreta) sin olvidar al Narrador, Ricardo Merino.

García de las Mestas resolvió hábilmente los decorados y resultó apropiado el vestuario de Peris. Para todos hubo calurosos aplausos, y al terminar la representación el telón tuvo que alzarse varias veces para que director e intérpretes correspondieran al beneplácito de la concurrencia.

El Alcázar publicó la crítica el día 26 de noviembre en su página 23, bajo el epígrafe común de “Crítica teatral”, que incluía un feroz comentario sobre la representación de Titus Andronicus, de Shakespeare, a cargo de la Agrupación Teatral de Cámara la Comedia Española, y que firmaba Arcadio Baquero, y la reseña titulada “TEU: Don friolera (sic), de Valle-Inclán”, que aparecía sin firma. La crítica, ponderada y precisa, ofrecía además completo el elenco actoral:

Sin duda el montaje y representación del teatro de Valle-Inclán, particularmente aquel que sigue la línea de sus famosos “esperpentos” o la de lo bufo a la farsa es empresa nada fácil. Entusiastas universitarios se han encarado, nada menos, que con “Don Friolera”, una de las obras con mayor intención que salieron de la siempre intencionada pluma de don Ramón. La verdad es que era muy difícil triunfar plenamente en el empeño, que constituye, por su sola tentativa, ya alto mérito. Sin embargo, apresuramientos interpretativos, fallos memorísticos, falta de ensayos y desorientada dirección llegaron, incluso, a desvirtuar el auténtico sentido de la obra, que tiene fuerza y calidad suficientes para, a pesar de ello, producir general entusiasmo. Como produjo ante el cerrado y juvenil auditorio, que tributó grandes aplausos a Ricardo Merino, Juan Ramón de la Cuadra, Jesús Tessier, Emiliano Redondo, Alberto Martínez Lacaci, Rosa María Alfonso, Luis Cacho, Adelina González Blanco, A. Jiménez Marcos, Carlos Sevilla, María Luz López Mallo, Mariano Torralba, Mimí M. Garí, Rocío Alfonso, Emiliano Redondo, José Luis Latorre, Esteban S. Barcia, Mariano Torralba, José Luis Stefanino y Loreto Mampaso, citados todos ellos en orden de intervención.

Desiguales decorados de García de las Mestas, buen vestuario de Peris. Dirección de Juan José Alonso Millán. Algunos súbitos “bravos” apagaron las protestas, ciertamente minoritarias, de un sector del público. El entusiasmo, tesón y esfuerzo puesto a contribución por todos es la nota más elogiable. Y la mejor garantía de una continuidad que deseamos larga y abundante en salidas que son, en último término, las que permiten cuajar grandes logros.

Menos complaciente, más amplia y más incisiva fue la crítica de Ricardo Doménech, publicada en la revista Acento cultural correspondiente a diciembre de 1958. Doménech, testigo atento del teatro universitario en aquellos años y buen conocedor ya del teatro de Valle-Inclán, valoraba el espectáculo en un trabajo titulado “La actualidad del esperpento. ‘Don Friolera’, de Valle-Inclán, por el TEU de Madrid”:

Al lector interesado por el teatro de Valle-Inclán, y aún al que no lo sea, le prometo una revisión más sosegada y amplia, que sobrepase los límites naturales de una crítica de estreno. Ahora voy sólo a dejar apuntadas tres o cuatro cosas que considero de perentoria necesidad. La primera, que el TEU de Madrid, que dirige Juan José Alonso Millán, ha hecho muy bien en montar “Los cuernos de don Friolera”, pero que no ha sabido hacerlo. Sin duda, porque el TEU de Madrid no ha entendido lo que es un esperpento. Esto se ve a la legua. En la concepción general del montaje, en el matiz, en el gesto, en el movimiento saltarín y un poco huidizo de los intérpretes, yo no he visto –salvo en algunas escenas– la mueca desgarrada y grotesca, la solidez bien afincada a la realidad, la risotada, el grito, la caricatura altisonante que caracteriza al esperpento. Me decía un amigo, en el entreacto, que aquella interpretación cuadraba más a una farsa italiana, una farsa a la manera de Goldoni. Creo que mi amigo tenía razón.

A esto –o quizá dentro de ello– hay que añadir una inapropiada decoración y, lo que todavía es peor –o quizá tanto– bastantes defectos de dicción; sobre todo, una vocalización incorrecta. Yo sé que es muy difícil montar y decir una obra de Valle-Inclán, pero ello no justifica nada. Porque hay una palabra que se llama tiempo y otra que se llama trabajo. De esto, de no haber madurado la obra, es de lo que yo acuso al TEU de Madrid.

Pero lo cierto es que Los cuernos de don Friolera se impuso con el nervio, con el brío con que se imponen las grandes obras.

La crítica discurre después por los cauces del ensayo sobre la actualidad del esperpento en el contexto de la tradición literaria española y concluye con una reivindicación decidida de la obra de Valle-Inclán.

Francisco Álvaro, en el que sería el primer volumen de su impagable serie El espectador y la crítica, correspondiente a 1958, da noticia del estreno de Don Friolera, aunque confunde la fecha y traslada la función al 28 de noviembre. La referencia figura en el apartado que lleva por título “Obras representadas por agrupaciones de teatro de Cámara y ensayo durante 1958”, y que está configurado por la mera consignación de aquellos estrenos pertenecientes al teatro de cámara, universitario o vocacional de los que el compilador tiene conocimiento. No es menor entre los méritos de Álvaro el de ocuparse de esta sección, pero su contenido no traspasa los límites de lo estrictamente informativo. La escueta referencia al espectáculo es la que sigue: “Don Friolera, esperpento de Valle-Inclán. Dirección Juan José Alonso Millán.” (Álvaro, F., 1959, 230). Sin embargo, otro de los habituales recopiladores de este tipo de informaciones, Federico Carlos Sainz de Robles, no menciona el estreno de Don Friolera en su volumen Teatro español 1958-59 (Sainz de Robles, 1960).

De la lectura de las críticas se desprenden algunas conclusiones. El montaje de Don Friolera obtuvo alguna respuesta y fue seguido con interés. Algunos críticos valoraron positivamente este texto y el teatro de Valle-Inclán en su conjunto y alabaron la tentativa del TEU de poner en escena un espectáculo semejante. Nadie, entre los comentaristas madrileños, mostró explícitos reparos políticos, morales o sociales. Se constató además el éxito, y hasta el entusiasmo, que causó en el público, por encima de alguna discrepancia minoritaria. Ciertamente tampoco habló nadie –con la excepción de Ricardo Doménech, que, lógicamente, lo hizo con prudencia– de los asuntos más espinosos que del texto podían desprenderse. Respecto al montaje, las opiniones están más divididas. Podemos colegir que se trató de un espectáculo festivo, fresco y juvenil, aunque inmaduro tanto desde una perspectiva teórica como desde la consideración de que se trataba de actores no profesionales, inexpertos, que no habían dispuesto de demasiado tiempo para preparar el trabajo. El balance, con todo, resulta positivo o, al menos, indulgente.

 

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