6. DIRECTORAS QUE DESEMPEÑAN SU LABOR EN COMPAÑÍAS ESTABLES: EL TEATRO CLÁSICO

En la década de los ochenta y en los primeros noventa comienzan a constituirse compañías estables, muchas de las cuales han mantenido su actividad hasta nuestros días, dirigidas (o codirigidas) por mujeres y dedicadas de modo preferente al teatro clásico. Las cuatro compañías de referencia en este aspecto son Zampanó, codirigida por Amaya Curieses; Morboria, dirigida por Eva del Palacio; Ur, dirigida por Helena Pimenta, y Micomicón, dirigida por Laila Ripoll. Después, otras compañías han seguido ese modelo.

Amaya Curieses inició con José Maya en 1981 la compañía Zampanó, que se mantuvo en activo durante más de dos décadas. En este tiempo la compañía afrontó audaces y sugerentes escenificaciones de algunos de los principales textos de la dramaturgia áurea, entre los que descuellan El hospital de los locos, de Valdivielso (1988); La cisma de Ingalaterra, (1990); Con quien vengo, vengo (1990), y La vida es sueño (1992), todas ellas de Calderón de la Barca; El burlador de Sevilla, atribuida a Tirso de Molina (1995); El condenado por desconfiado, también atribuida a Tirso, con la que se inauguraba el Teatro Pavón, recientemente adquirido por la compañía (2001). A estos trabajos hay que añadir una estimable versión de La Celestina (2004). Después Amaya Curieses ha dirigido otros espectáculos, entre ellos, Marta la piadosa, de Tirso de Molina (2015).

Eva del Palacio, junto a Fernando Aguado, constituyó hace más de treinta años Morboria, una compañía de repertorio que hasta la fecha ha dado preferencia a textos clásicos, aunque ha tenido ocasión de abordar también algunos espectáculos de dramaturgos contemporáneos (Arrabal, Ghelderode, etc.). Los espectáculos de Morboria, de cuya dirección escénica se ocupa Eva del Palacio, presentan el sello inequívoco del quehacer de la compañía. Se caracterizan por un tono desenfadado, festivo y farsesco, por la cuidada elaboración de los elementos plásticos y por la combinación frecuente de la actuación teatral con la música, la danza o incluso elementos circenses. Suelen preferir el género de la comedia, que conduce al ámbito de la dislocación, la fantasía o el juego, compatible con una indudable dosis de ternura. Es muy frecuente el empleo de máscaras, confeccionadas para la ocasión por la propia compañía, y el vestuario, diseñado también por Morboria, es siempre colorista e imaginativo, en ocasiones deslumbrante, y confiere a los personajes una identidad muy marcada, acorde con el papel que desempeñan en el montaje

Entre sus espectáculos pueden recordarse: El burgués gentilhombre, de Molière, estrenado en 1994, pero repuesto en diversas ocasiones; El sueño de una noche de verano, de Shakespeare (1998, pero recuperado en 2008) [Fig. 11]; El lindo don Diego, de Moreto (2004); El enfermo imaginario, de Molière (2006); La ventana Rojas, dramaturgia realizada a partir de varios textos de Rojas Zorrilla; El avaro, de Molière (2010), Los enredos de Scapin, de Molière (2011) o De fuera vendrá..., de Moreto (2018). Eva del Palacio, al frente de la compañía, ha dirigido también algunos espectáculos de calle.

A finales de los años ochenta inició su andadura la compañía Ur, bajo la dirección de Helena Pimenta. La compañía obtuvo un amplio reconocimiento nacional e internacional con el montaje, muy original y novedoso, de El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, estrenado en 1992, pero que se mantuvo en gira durante largo tiempo y se recuperó en 2009. A este brillante y original trabajo siguieron otros realizados a partir de textos shakesperianos: Romeo y Julieta (1995) o Trabajos de amor perdidos (1998) [Fig. 12]; La tempestad (2004), Coriolano (2005); Dos caballeros de Verona (2007); Macbeth (2011). Aunque los trabajos de Helena Pimenta al frente de Ur han dado preferencia a los textos de Shakespeare -tragedias y comedias-, la directora ha prestado también atención a algunos dramaturgos contemporáneos y ha ofrecido títulos como: Sigue la tormenta, de Enzo Cormann (2001), Sonámbulo, a partir de la obra de Alberti, con dramaturgia de Mayorga (2003), o El chico de la última fila (2006), y Cartas de amor a Stalin (2007), ambas de Juan Mayorga. Además, Helena Pimenta presentó una memorable escenificación de Luces de bohemia, de Valle-Inclán.

Sus trabajos se han caracterizado por la agilidad, la energía y la claridad de las propuestas. Los espectáculos suelen desarrollarse sobre un estimulante espacio escénico diseñado con frecuencia por la propia compañía.

De otro lado, Helena Pimenta ha trabajado para varios teatros institucionales, como el TNC, donde escenificó La comèdia dels errors, de Shakespeare; para el CAT, con la escenificación de La llanura, de Martín Recuerda (1999), para el Teatro Nacional Dona María II de Portugal, con A filha rebelde (2007) o, sobre todo para la CNTC. Antes de ser nombrada directora de la institución, había presentado en la CNTC espectáculos como: La dama boba, de Lope de Vega (2002) o La entretenida, de Cervantes (2005). Después ha mostrado La vida es sueño, de Calderón de la Barca (2012), con Blanca Portillo en el papel de Segismundo; La verdad sospechosa, de Ruiz de Alarcón; Donde hay agravios no hay celos, de Rojas Zorrilla (2014); El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca (2015); El perro del hortelano, de Lope de Vega (2016) y La dama duende, de Calderón de la Barca (2017).

Laila Ripoll se formó como actriz en la RESAD, pero su trabajo profesional en el teatro se ha orientado hacia la escritura dramática -es una de las dramaturgas señeras del teatro español de las últimas décadas- y a la dirección de escena. Aunque su compañía, Micomicón, ha trabajado también en el territorio del teatro contemporáneo, particularmente en aquellos ámbitos relacionados con la memoria y la relación con la brutalidad y la violencia colectivas, ha merecido un singular reconocimiento por su labor los clásicos españoles del siglo de Oro. Su estética se caracteriza por el compromiso, el rigor en el análisis y el tratamiento de los textos y la voluntad de ofrecer lecturas contemporáneas de los clásicos, lo que otorga sus espectáculos una fuerte personalidad y una notable capacidad de apelación al espectador. Laila Ripoll ha mostrado sus trabajos en festivales de Teatro clásico y en las sedes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, pero también en diferentes salas alternativas.

 Entre otros espectáculos basados en la dramaturgia del siglo de Oro, Laila Ripoll ha dirigido: El acero de Madrid, de Lope de Vega (1993); Mudarra, a partir de los textos de Juan de la Cueva y Lope (1994) [Fig. 13]; La dama boba, de Lope de Vega (1997 y 2012); Los cabellos de Absalón, de Calderón de la Barca (1999), Jocoserias (cinco entremeses y una jácara de varios ingenios del siglo de Oro), con dramaturgia de Mariano Llorente (2002); Castrucho, con dramaturgia y dirección de Laila Ripoll a partir de El rufián Castrucho, de Lope de Vega (2003); Del rey abajo ninguno, de Rojas Zorrilla, para la CNTC (2007); La judía de Toledo, de Lope Vega, también para la CNTC, pero con la compañía Micomicón (2017), a los que habría que añadir trabajos como El arte nuevo de hacer comedias (2009), con Mariano Llorente sobre el texto de Lope, y Cervantes ejemplar, a partir de El licenciado vidriera y El celoso extremeño, de Cervantes (2016). Es notoria su preferencia por el teatro de Lope, pero ha de advertirse también su versatilidad tanto en la que se refiere a la nómina de los poetas como en lo que atañe a los géneros elegidos.

Más allá de la dramaturgia áurea, ha de recordarse que Laila Ripoll dirigió para el CDN la obra de Llüisa Cunillé, Barcelona, mapa de sombras.

Cabe observar una continuidad de la línea establecida por Amaya Curieses, Eva del Palacio, Helena Pimenta o Laila Ripoll en algunas directoras más jóvenes que han impulsado compañías dedicadas a escenificar de manera preferente a los clásicos. Entre ellas la más relevante es Ana Zamora, titulada en Dirección de escena por la RESAD, quien ha trabajado como ayudante de dirección en La Abadía y dirige la compañía Nao d'Amores. Ana Zamora se ha especializado en la escenificación de textos anteriores al barroco, ámbito en el que ha realizado una meritoria y brillante labor. En su repertorio, muy amplio, predominan los textos dramáticos, pero ha dado cabida también a algunas manifestaciones que podríamos considerar parateatrales. El estilo de su compañía tiene una marcada personalidad propia. Está basado en un lenguaje sencillo y entrañable, y en el uso de muñecos manipulados por los mismos actores, a la vista del espectador. La música se ejecuta también en directo y a la vista del público, lo que proporciona a sus trabajos una singular delicadeza. Entre ellos: Comedia llamada metamorfosea, de Joaquín Romero de Cepeda (2001); Auto de la Sibila Casandra (2003); Auto de cuatro tiempos (2004) [Fig. 14], Tragicomedia de Don Duardos (2006), todas ellas de Gil Vicente, Misterio del Cristo de los Gascones (2007); Auto de los Reyes Magos (2008); Dança de la muerte (2010); Farsas y églogas, de Lucas Fernández (2012); Triunfo de amor, de Juan del Encina (2015); Tragicomedia llamada Nao d'amores, de Gil Vicente (2016) y Comedia Aquilana, de Torres Naharro (2018). El teatro de la Abadía o la CNTC han acogido con frecuencia sus propuestas, aunque estas han sido exhibidas también en espacios muy diferentes. Además, Ana Zamora ha dirigido Ligazón, de Valle-Inclán, para el CDN (2009) y El penal de Ocaña, de María Josefa Canellada (2013).