El Teatro de Ensayo de Fernando Fernán-Gómez.
Un teatro de cámara en la posguerra española
Fernando Doménech Rico
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3. El Instituto Italiano de Cultura
El Instituto Italiano de Cultura1, dependiente del Ministero degli Affari Esteri e della Cooperazione Internazionale, está instalado en el Palacio de Abrantes, en la calle Mayor de Madrid. Se trata de un palacio del siglo XVII restaurado en el siglo XIX por los marqueses de Abrantes, que le dieron el aspecto que tiene actualmente. En 1888 fue adquirido por el gobierno italiano como sede de su embajada. Durante la Guerra Civil fue ocupado por los batallones italianos de las Brigadas Internacionales. En 1939 se trasladó la embajada al barrio de Salamanca y el palacio de Abrantes se convirtió en sede del Instituto Italiano de Cultura Fig. 2 y Fig. 3. La creación de estos institutos se había producido a partir de 1926, durante el gobierno fascista de Mussolini, como parte de un proyecto de expansión de su ideología totalitaria (Domínguez, 2013). Inicialmente, se instaló en Barcelona, donde se abrió una sede en enero de 1934. Tras el triunfo franquista en la Guerra Civil se trasladó la sede central a Madrid y se crearon una serie de secciones delegadas en numerosas ciudades españoles.
En 1940 se incorporó su primer director, Salvatore Battaglia, catedrático de Filología Románica de la Universidad de Nápoles. Poco después fue sustituido por Ettore de Zuani, intelectual fascista bien conocido en los círculos intelectuales españoles. Con la caída del fascismo tras el armisticio de 1943 y la definitiva derrota en 1945, se deshizo toda la estructura de secciones del Instituto en toda España, pero no se cerró la sede de Madrid: la República Italiana mantuvo el Instituto sin apenas cambios. Desde 1946 era director Mario Penna, que se mantuvo en el puesto hasta 1950. Fue este quien tuvo la idea de organizar unas representaciones de teatro italiano en el salón de actos del Instituto y se la comunicó a dos contertulios del Café Gijón. Fernando Fernán-Gómez lo recordó en sus memorias:
Los de la tertulia de García Nieto supimos pronto que aquellos que se sentaban cerca de la barra no solo eran jóvenes, sino existencialistas. […] Entre ellos estaban Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre, Alfonso Paso, José María de Quinto… y también Miguel Martín y Francisco Tomás Comes.
Estos dos últimos se dirigieron a mí con la propuesta de que me uniese a ellos para organizar unas representaciones teatrales en el Instituto de Cultura Italiana. Solicitaban mi colaboración gratuita como actor y director. Era como dar marcha atrás en el tiempo y volver al teatro de aficionados. Desde el primer momento me sedujo la idea.
—Invitaremos solo a personalidades del mundo de la cultura, autores, académicos, críticos, y a técnicos teatrales– nos dijo el director, Mario Penna, persona inteligente y amable, de ingenio agudo, con un repunte de picardía en la mirada (Fernán-Gómez, 1990: 41-42).
Mario Penna (1899-1968) era un hispanista de prestigio, autor de varios estudios sobre autores españoles, como Gustavo Adolfo Bécquer, el Arcipreste de Talavera o Tirso de Molina, además de un curioso opúsculo titulado Recuerdos italianos en Madrid, publicado en 1957 por el Instituto de Estudios Madrileños. En 1950 fue sustituido en el cargo del director del Instituto Italiano de Cultura por Luigi Rivara, quien continuó apoyando las representaciones del Teatro de Ensayo.
El Instituto Italiano de Cultura disfrutaba de una situación peculiar dentro de los estrechos límites que ofrecía el franquismo para abrirse a las novedades culturales europeas. En 1949 el régimen franquista se enfrentaba al aislamiento internacional promovido por la ONU, que supuso la retirada de embajadores de los países que secundaron la proposición 39, aprobada en 1946. Sin embargo, Italia no pertenecía todavía a la ONU, a la que se adhirió en 1955, de modo que, aun siendo un país democrático, no cortó relaciones con España, lo que al régimen franquista le proporcionaba una cierta imagen de apertura al exterior. Probablemente esta circunstancia es lo que permitió una intervención poco rigurosa de la censura franquista, tan activa en otros casos.
El Instituto contaba –y cuenta en la actualidad– con un amplio salón de actos, dotado de un pequeño escenario y con capacidad para 150 espectadores. Con eso y un “mínimo presupuesto para añadir algún pequeño detalle a las cortinas que decoraban el escenario y alquilar algunos trajes” (Fernán-Gómez, 1990: 42) el grupo se lanzó a la aventura de crear un teatro de cámara.
4. La compañía
“Compusimos el reparto con actores profesionales y un solo aficionado, mi amigo Cayetano Torregrosa” (Fernán-Gómez, 1990: 42). Como explica Fernando Fernán-Gómez, Torregrosa era por aquellos años “un alto cargo en el Instituto de Moneda Extranjera”, pero lo venció su afición por el teatro y su amistad con él, amistad que lo llevó a seguir colaborando en varias películas de Fernando, como El extraño viaje (1964) Fig. 4 y Mayores con reparos (1966) Fig. 5. Entre los actores profesionales, cita Fernán-Gómez los siguientes:
Contamos con la colaboración de actores y actrices profesionales: Diana Salcedo, Asunción Sancho, María Luisa Ponte, María Dolores Pradera, Mayrata O’Wisiedo, Elvira Quintillá, María Asquerino (entonces Maruja), Ena Sedeño, Julia Lorente, Félix Dafauce, José Vivó, Manuel Alexandre, José Manuel Martín, Eugenio Domingo, Manuel Collado, Luis Varela, José María Gavilán… En el estreno de El yermo de las almas, el director cinematográfico Luis María Delgado nos hizo el impagable favor de sustituir a un actor indispuesto, y Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga desempeñaron en algunas ocasiones, solo por colaborar, cometidos de escasa importancia (Fernán-Gómez, 1990: 43).
En la dirección, junto con Fernando, estaba Francisco Tomás Comes: “Miguel Martín abandonaría en seguida. Francisco Tomás Comes compartiría conmigo las tareas de dirección durante unos años y ello constituyó el principio de una amistad que, aunque el tiempo la haya devorado, para mí aún existe” (Fernán-Gómez, 1990: 39). Antes de que, en palabras de Fernando, lo ahogaran los “mares de la burocracia”, Comes era un poeta “arraigado”, muy en la línea de la “juventud creadora” de la que participaba también Fernando Fernán-Gómez. Los dos publicaron algunos poemas en el número 22 de la revista Poesía española, publicada por José García Nieto, Rafael Morales y José López Ruiz en octubre de 1953. En 1954 Comes publicó a su costa Siete cartas a Dios y una al diablo. No tenemos noticias, sin embargo, de su dedicación al teatro al margen de la aventura del Teatro de Ensayo.
1 Instituto Italiano de Cultura: Así se denomina en la actualidad. En los documentos de la época, y concretamente en los escritos de Fernán-Gómez aparece siempre como Instituto de Cultura Italiana. Volver al texto