El Teatro de Ensayo de Fernando Fernán-Gómez.
Un teatro de cámara en la posguerra española
Fernando Doménech Rico
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1. Fernando Fernán-Gómez en la posguerra
En 1949 Fernando Fernán-Gómez era un actor de cierto prestigio en el cine y el teatro español. En 1941, con solo veinte años, había estrenado varias obras, entre ellas la comedia Los ladrones somos gente honrada Fig. 1, de Jardiel Poncela, en el papel de mayordomo que, debido al color del pelo del actor, se llamó El pelirrojo (Jardiel, 2000: 56n). Durante los años 40 había protagonizado películas de éxito, como Botón de ancla (1948), dirigida por Ramón Torrado, hermano del prolífico autor dramático Adolfo Torrado, o La mies es mucha (1948), de José Luis Sáenz de Heredia. Años después, recordando esta época, mostraba con su sorna característica su disgusto con el tipo de cine y de teatro que había tenido que hacer:
Bastantes años después, cuando ya andaba por los treinta y los cuarenta, creía que en mi oficio había triunfado muy pronto. Hacía ya tanto tiempo de Balarrasa, de Botón de ancla, era entonces tan jovencito… Pero un día me di cuenta de que desde que pisé el escenario del teatro Eslava y no pude decir ninguna de las dos o tres frases hasta que la gente empezó a conocerme por la calle, aunque sin saber mi nombre, habían pasado once años. Once años de personajes estúpidos, de películas casi siempre anodinas, de sueldos miserables, de hambre, de largas épocas de paro, de momentos –larguísimos momentos, momentos que no deben llamarse así– de desaliento, de desesperanza. Tenía suerte en mi trabajo, sobre todo si me comparaba con otros, pero a veces no las inmensas cantidades de suerte que en este oficio hacen falta para ser alguien (Fernán-Gómez, 1990: 8).
Esta desesperanza no le impedía, sin embargo, desarrollar una actividad frenética y embarcarse en multitud de proyectos. Uno de ellos, que comenzó de forma casual en la tertulia del Café Gijón, fue la del Teatro de Ensayo.
2. Caminos cegados
Fernando Fernán-Gómez tenía un buen recuerdo de aquella experiencia:
Durante mucho tiempo consideré aquellos ensayos como lo más gozoso que me había proporcionado mi oficio y las representaciones lo más importante de mi carrera, y aún hoy, al cabo de tantísimos años, aquellos recreos y trabajos están entre mis mejores recuerdos (Fernán-Gómez, 1990: 44).
Ciertamente, el Teatro de Ensayo fue una manifestación artística de primer orden, no solamente por las satisfacciones que dio a Fernán-Gómez, sino por lo que supuso de renovación en el triste mundillo teatral de la posguerra española. Sin embargo, da la impresión de que su recuerdo ha desaparecido de los estudios sobre el teatro español. Y no es extraño, ya que la investigación sobre él resulta dificultosa, llena de meandros y de caminos cegados.
El primero de ellos, y sin duda el más importante, es el del propio Instituto Italiano de Cultura, lugar donde se celebraban las representaciones y a cuyo director correspondió la iniciativa de celebrarlas. Parece evidente que de todo ello debió de quedar alguna documentación, pero los responsables actuales del Instituto han comunicado a este investigador que toda la correspondiente a los años 40 y 50 ha sido destruida. La situación de cierre producida por la pandemia no ayuda tampoco a comprobar si en la Biblioteca queda algún resto de aquellos ensayos teatrales.
Existía la posibilidad de que entre los papeles de Fernando Fernán-Gómez quedasen algunos de aquella época que pudieran iluminar algunos pormenores de las representaciones del Teatro de Ensayo, pero no es así. Helena de Llanos, su nieta y heredera, que se ha encargado de poner orden en los papeles de su abuelo, me comunicó que solamente quedan entre ellos tres fotografías, que me hizo llegar amablemente y que se incluyen en este trabajo.
Así las cosas, el paso siguiente fue intentar encontrar los expedientes de censura de las obras representadas, a pesar de que el propio Fernando Fernán-Gómez advertía de que “al gozar de extraterritorialidad el Instituto de Cultura Italiana no estábamos sometidos al arbitrio de la estúpida censura franquista” (Fernán-Gómez, 1990: 44). Sin embargo, no recordaba el actor que dos de las obras se representaron fuera del ámbito del Instituto, por lo que en el fondo de la censura del Archivo General de la Administración se conservan los expedientes de estas obras, y en ellos aparece el propio Fernando Fernán-Gómez, lo que revela que por lo menos en dos ocasiones los integrantes del grupo tuvieron que pasar por “la estúpida censura”.
Con todo, la mayor parte de la información sobre el Teatro de Ensayo siguen siendo las pocas páginas que le dedicó Fernando Fernán-Gómez en sus memorias. A través de ellas, gracias a los documentos conservados por el CDAEM y digitalizados en su página web teatro.es, trataremos de reconstruir lo que fue, sin duda, una de las experiencias teatrales más interesantes en la posguerra española.