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El Espectáculo y la crítica

Grabación

Shock. El cóndor y el puma

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2. Estructura del texto para la representación

La obra tiene varias partes y varios autores. La conforman cuatro obras: La nada es bella, El golpe, El cóndor y el puma y Muerte y resurrección, más un prólogo y un epílogo que le otorgan una estructura circular. En su conjunto fue diseñada por el propio director, Andrés Lima, y por Albert Boronat. Posteriormente se encargaron las escenas de Washington 70 a Juan Cavestany y la de Londres 1999 a Juan Mayorga. El resultado es una obra documental, ficcionalizada en partes para dotarla de un soporte teatral y donde el mensaje se recibe desde la emoción.

Las diversas voces de la escritura textual producen tonos, estéticas y matices diferentes, pero el conjunto está tejido por un conflicto constante que confronta pares binarios: libertad/represión; víctima/opresor; capitalismo/socialismo. En realidad, este es el objetivo del teatro documento cuando persigue la crítica al encubrimiento, al falseamiento de la realidad, a las mentiras históricas. Peter Weiss lo teoriza así:

La fuerza del Teatro-Documento reside en el hecho de que, partiendo de fragmentos de la realidad, intenta confeccionar un ejemplo utilizable, un modelo de los fenómenos actuales. No se sitúa en el centro del acontecer, sino que adopta la posición del que observa y analiza. Con su técnica de montaje, hace resaltar detalles claros entre el caótico material de la realidad exterior. Mediante la confrontación de detalles contradictorios, llama la atención sobre un conflicto existente, que luego, sirviéndose de los documentos reunidos, intenta llevar a una propuesta de solución, a un llamamiento o a una cuestión fundamental. (P. Weiss, nota 8).

La intención de los autores de Shock, como explica Andrés Lima, es alertar a los espectadores sobre el sistema en el que vivimos: “Este sistema es el capitalismo y está tomando una deriva neoliberal muy preocupante. Me gustaría conseguir que la gente sienta qué pasó cuando se inició esto que ahora vivimos” (ABC, 25/04/2009).

3. Análisis de la puesta en escena

El espectáculo presenta dos partes con una duración superior a las dos horas y media con un intermedio de diez minutos. En principio, puede parecer excesivo para los formatos actuales, pero estamos ante un proyecto que necesita tiempo para documentar y argumentar con contundencia la denuncia de los hechos. Además, la acertada combinación de ritmos, tonos y técnica, muy bien tratados desde los medios técnicos, consigue captar la atención del público en todo momento. La fluidez de la acción es continua, con unas magistrales transiciones sin costuras entre partes y escenas.

Prólogo

Un cuadrilátero de gradas casi circular donde está situado el público, delimita la escena; detrás, hay situadas cuatro pantallas gigantes. Oscuro. Apenas se van percibiendo unos puntos brillantes, como pequeñas estrellas, posibles testigos simbólicos de represaliados. Se oyen pasos. Un cenital sobre un teléfono de los años 70 que poco a poco va abriendo el eje de luz donde aparece una actriz narradora. Cuenta, con tono informativo, sereno, pero implicado, cómo conoció a una mujer que había sufrido en todo su cuerpo 63 electroshocks de 200 voltios. Luchaba desde su caótica casa tumbada en una camilla para conservar la memoria escribiendo continuamente listas interminables de recuerdos porque los efectos de esa práctica de tortura provocan una gran desorientación en el cerebro hasta llegar a perder la narrativa de la Historia. La narradora relaciona este hecho con el pensamiento de Friedman cuando escribió: “Solo una crisis permite el cambio”; en referencia a que una crisis económica permite imponer un mundo absolutamente privatizado. Para finalizar el breve prólogo, la narradora ubica al público en el presente, en la necesidad de abordar la crisis actual que padecemos, como oportunidad para situarnos en la Historia de la lucha humana. El público, de esta manera, ha sido situado en la perspectiva adecuada para moldear su opinión.

Entre sombras, se percibe, sentados discretamente en la plataforma central, a dos personajes que representarán en escenas posteriores uno de los ejes del conflicto: Salvador Allende junto al teléfono y el fantoche de Milton Friedman.