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Foto: Chicho. Sin demonio no hay fortuna

Las óperas del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas y el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea

Por Tomás Marco


Desde mi modesta opinión, puede que interesada, pero desde luego informada, el momento en que las instituciones del Estado apostaron más por la modernidad en los campos de las artes escénicas y de la música, fue en la década que se extiende entre mitad de los años ochenta y mitad de los noventa. Hoy nos parece casi mentira tener que decir esto pues estimábamos que las cosas eran difíciles, los presupuestos escasos y que el interés de los políticos por la cultura era limitado y había que suplirlo con el propio entusiasmo. Seguramente todo eso era verdad, lo que ignorábamos es que nos encontrábamos en el mejor momento pues eso solo se desvela cuando las cosas cambian a peor. Como lo dice Machado en sus Canciones a Guiomar: se canta lo que se pierde. Y no me malinterpreten, no creo en absoluto que todo tiempo pasado fuera mejor, puesto que el anterior al que relato era muchísimo peor, sino porque el momento que coincidió con el paso por el Ministerio de Cultura de Javier Solana es un instante en el que el país no era en absoluto moderno, pero se había propuesto intentarlo. Diez años después aquello dejó de interesar y en la actualidad ni lo es ni tiene la menor gana de serlo.