Mucho. Os vamos a echar de menos. Acostumbrados a vuestras voces, a vuestros gestos, a vuestra figura, ahora nos toca acostumbrarnos a vuestra ausencia. Todo porque habéis decidido hacer un largo mutis; eso sí, tenéis la suerte de que allá donde vayáis –vuestro oficio imprime carácter- seguiréis interpretando al menos un nuevo papel: el de ‘figuras principales’ en una función muy especial que tiene como escenario y como público la memoria de cuantos van a conservaros por siempre entre sus recuerdos más entrañables: ¿verdad, Julia?, aquel tu denodado trabajo a brazo partido con el donoso y difícil personaje de la Saturna al que, con tu voz clara, dotabas de innegable sinceridad dramática; o la  personalísima clave, Amparo, con que rodeaste a ese personaje al que aspiran todas las grandes actrices, me refiero a Celestina, de la que, frente a otras fórmulas más expresionistas y “brujeriles”, extrajiste nuevos acentos humanos y, como tú misma decías, mediterráneos; o, Amparo, aquel papel, un regalo según propia confesión, que fue el de Laura en aquella casa por deshacer que te permitió, éxito tras éxito, superar las mil representaciones durante dos años seguidos, consiguiendo así la admiración de todos los públicos de España; o la fuerza poética "de animal herido" con la que tú, Alfredo, interpretabas a los clásicos, cómo nos hiciste gozar con tu genial e intenso Eduardo II; y también a ti, Ramón, cómo no recordar tu bello rostro de galán de cine, que más tarde te empeñaste en borrar dando vida a los personajes del mejor teatro de Priestley, Frayn, Beckett... (inolvidable tu último Nagg en Fin de partida).

A todos, a todos por igual, gracias por convertiros en ‘primeras figuras’ imborrables de ese teatro común y sin puertas que es nuestra memoria escénica.

Un cordial aplauso.