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Figuras. Entrevistas de la escena

FIGURAS

Andrés Lima. Madrid, 1961. Director, actor y autor.

(41’ 19’’)

Director de la compañía Animalario, revoluciona la escena teatral con potentes montajes como Alejandro y Ana, Urtain o su díptico Shock I y Shock II; más de una veintena de títulos que han subido a las tablas del Teatro de La Abadía, del Centro Dramático Nacional o del Teatro de la Zarzuela. En muchos de los cuales ha unido sus facetas de director y autor. Renovador del lenguaje teatral, defiende el teatro documental como vía de conocimiento de la verdad.

  • Fecha: 8 de junio de 2021.
  • Lugar: Teatro Valle-Inclán, Madrid.
  • Duración: 41’ 19’’
  • Operador de cámara: Víctor Camargo.
  • Realización y edición: Ana Lillo.
  • Entrevista realizada por: Natalia Erice.

Créditos de fotografías

  • Daniel Alonso, Belén Cerviño, Chicho, Armando Ruah, Fernando Suárez y Julian Villanueva.

Créditos de los vídeos

  • Unidad Técnica de Audiovisuales del Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música.

Créditos de las músicas

Agradecimientos

  • Julián Herrero y Teatro Valle-Inclán (CDN).

Tres momentos de la entrevista

El teatro: un acto de investigación y revolución

Ganas, curiosidad, juego, riesgo, compromiso, vocación, impulso… Un Andrés sin miedo fue el que empezó en las tablas a temprana edad, fichado desde niño para el grupo de teatro en el Colegio Yale. No hizo falta que nadie le señalara un camino que él ya había escogido de forma natural, guiado por esa espontaneidad y convicción que transmite con cada gesto y palabra. Esquilo, Artaud o Murnau se cuentan entre los primeros referentes que incentivaron su vocación artística, impregnada desde su adolescencia de cierta intelectualidad.

Pariente por línea materna del sainetero Javier de Burgos, libretista de Cádiz o Las bodas de Luis Alonso, Andrés encontró su propia escuela en las experiencias que acumuló desde joven viviendo de lleno el teatro de calle cuando nadie lo practicaba en El Retiro, o de la mano de la compañía vasca Txiruliruli, dirigida por Julián Herrero, en la que formó parte de espectáculos como Crónicas de estío (1978) en contra de la construcción de la central nuclear de Lemóniz. El compromiso y la reivindicación de tales propuestas fue forjando en el artista madrileño el espíritu combativo que latía al mismo tiempo en el panorama escénico del momento, marcado por la fuerte oposición que ejercía desde las tablas el Teatro Independiente. Lima bebe en su etapa inicial de las fuentes de Tábano, Els Joglars, Dagoll Dagom y referentes internacionales como Lindsay Kemp, Roy Hart o Frank Castorf, además de empaparse de la efervescente cultura musical que tanto peso cobra en sus montajes. Es en el compendio de las artes donde este creador se hace fuerte, construyendo un camino propio de manera autodidacta con el que suple la formación académica, que le hubiera supuesto ser admitido en la Real Escuela de Arte Dramático. Lo compensa, además, con su crucial etapa como actor en la compañía de teatro Zascandil que le da acceso a profesores de dicha escuela: Pepe Estruch, Antonio Malonda, Elvira Sanz o Carlos Vides, maestros de primer nivel, con los que se curte en los clásicos y en el teatro de repertorio. De aquella época son los montajes Los cuernos de Don Friolera (1986), Gaviotas subterráneas (1987) y Las bizarrías de Belisa (1988), dirigidos por Vides; Retén (1991), bajo la batuta de Roberto Cerdá sobre un texto de Ernesto Caballero, con quien trabaja también en Mirandolina (1995), sobre la obra de Goldoni.

Andrés Lima en un momento de la entrevista

Su fuerte iniciativa hará que no tarde en abordar sus propios proyectos con experiencias incipientes como su grupo Efecto Invernadero, con el que monta La otra cara (1990) junto a Lola Casamayor y el autor Fernando Loygorri, desembocando poco más tarde en la fundación de la cía. Riesgo cuya piedra angular es Las siamesas del puerto (1993), que él mismo firma y dirige, moviéndola con éxito por cafés teatro, el circuito que marcaba entonces el pulso de la creación más provocadora y donde acabará coincidiendo con un aliado fundamental en su carrera: Alberto San Juan.

La compañía Animalario, nombre indisociable al de Andrés Lima, tiene su origen en el montaje homónimo que San Juan representaba con su grupo Ración de Oreja cuando entran en contacto con el colectivo Riesgo. La fusión se hace inevitable por la afinidad de ambos artistas y el inquieto elenco que consiguen juntar, entre los que no faltan Guillermo Toledo, Ernesto Alterio, Nathalie Poza, Encarna Breis, Luis Bermejo y Javivi, entre otros. Tras su primera y fructífera colaboración en Qué te importa que te ame (1998), que supone la incorporación del imprescindible autor Juan Cavestany, se lanzan juntos al reto El fin de los sueños (2000), con el que San Juan recibe el Max en la categoría de Mejor Espectáculo Revelación y que constituye la fundación de Animalario.

Alentado por experiencias como la beca para formar parte del programa de residencia internacional para dramaturgos emergentes en el Royal Court de Londres, Lima se propone romper moldes con una obra performática que derriba la cuarta pared y sorprende por su carga sexual: Pornografía barata (2002). Con este montaje conquistan La Abadía y consolidan un lenguaje, caracterizado por el riesgo y un potente sentido crítico, que consigue atraer a un autor como Juan Mayorga, quien se incorpora para la escritura de Tren de mercancías huyendo hacia el oeste (2001), convirtiéndose posteriormente en pieza clave de la emblemática obra Alejandro y Ana, todo lo que España no pudo ver del banquete de boda de la hija del presidente (2003). A esta particular versión de La boda de los pequeños burgueses, de gran repercusión y premios como el Max al Mejor Espectáculo de Teatro en 2004, le siguen Las últimas palabras de Copito de nieve (2004) y Hamelin, obra esta última profundamente comprometida por la que Animalario logra el Premio Nacional de Teatro en 2005. Además de actuar en este montaje, Andrés continúa paralelamente con su carrera de actor protagonizando obras como el texto de E. Schmitt, El libertino (2003), a la vez que incursiona en series televisivas como Policías o en el cine de la mano de Vicente Aranda, Iciar Bollaín o Fernando León de Aranoa.

Embarcado en una progresión imparable, Lima vuelve a conquistar una nueva manzana con el Marat / Sade (2007), en versión de Alfonso Sastre, que sube al escenario del Centro Dramático Nacional y del que no se bajará gracias a fenómenos como Urtain (2008) emocionante recorrido por la vida del boxeador vasco que arrasa en la Xlll edición de los Max, o Falstaff (2011), personal revisión del personaje shakespeariano que acomete desde la dirección, interpretación y versión junto a Marc Rosich.

El relevo generacional que experimenta Animalario coincide con la crisis económica que a partir de 2008 debilita a la compañía hasta provocar su disolución con montajes postrimeros como Penumbra (2011) y El montaplatos (2012). No obstante, su espíritu pervivirá en la futura producción de Lima, en la que además de montajes como El mal de la juventud (2010), Los Mácbez (2014), Medea (2015) o Las brujas de Salem (2016), caben aventuras zarzueleras como El bateo, de Madrid a París (2008), con música de Federico Chueca, o Viento (es la dicha de amor) (2013), del compositor José de Nebra, y hasta direcciones en la Comèdie Francaise: Las alegres comadres de Windsor (2009), de Shakespeare, y un texto de creación propia, Bonheur (2008), que le da una entrada privilegiada como autor en la célebre compañía gala.

Es sin duda el teatro político o teatro documento, nombre elegido por el director, lo que prolonga el sello Animalario en experimentos que se proponen la revisión crítica de aspectos sociales y económicos. Es el caso de Capitalismo. Hazles reír (2013), o Prostitución (2020) y, por supuesto, de su celebrado díptico Shock I; El condor y el puma (2019) y Shock II; La tormenta y la guerra (2021), donde es nuestra reciente historia el explosivo material del que parte Lima, inspirado además en La doctrina del shock de Naomi Klein.

El rasgo común que une a estos montajes son los talleres de investigación que Andrés realiza con cada elenco, base fundamental de su teatro y de su metodología, pues él se considera ante todo un director de actores. Genera así un lenguaje común, una verdad y una energía que se transmite en escena y que en el caso de Shock I le atrajo el Premio Nacional de Teatro (2019), además de un nuevo Max por su firme compromiso social y activismo cultural. En pos de la verdad, Lima no ahorra ni un gramo de ritmo, de pulso y de humor, convencido de que la risa es un elemento distanciador fundamental y una respuesta inteligente ante lo que sucede.

Por Natalia Erice

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