La casa de Bernarda Alba
de Calixto Bieito
Begoña Gómez Sánchez
Página 6
Con la indumentaria del final de la obra se incide en la variación dramatúrgica del personaje de Bernarda y se difiere del original (1h. 40’). Bernarda sale descalza con un camisón de encajes que hace que se le marquen los pechos y se potencie su feminidad. Sobre este, una rebeca, ambas prendas de color blanco. En la obra dramática, Lorca describe un vestuario más sobrio: “sale en enaguas con un mantón negro” (García Lorca, 1994: 189). El cinturón, signo de poder, lo porta en la mano y Adela se lo arrebata y golpea el suelo con él. El ritmo dramático va decreciendo progresivamente hacia una atmósfera más simbolista y con ello se eliminan algunas réplicas11. Todas las hijas y las criadas aparecen ante el revuelo, también descalzas y con camisones de color blanco. Esta gama cromática crea una imagen de gran contraste con el fondo absolutamente negro de la escena.
Adela desaparece para siempre, y el momento del descubrimiento de su suicidio por ahorcamiento se resuelve en la puesta en escena de manera distinta al original (1h. 42’). Para empezar, se eliminan las réplicas en las que se le pide a Adela que abra la puerta y, en su lugar, rápidamente se descuelga, del techo al centro de la escena, a la Trapecista colgada de un brazo y con la cabeza inclinada12 (García Lorca, 1994: 193). Lleva el vestido verde de Adela y su postura alude a la de la hija de menor de Bernarda Alba en el momento del suicidio. Otra novedad es que todas la ven, ya que se interpreta como si estuvieran observando a su hermana muerta. En el texto de García Lorca en ningún momento ocurre esto, ya que se supone que es solo La Poncia quien contempla a Adela (García Lorca, 1994: 193). La disposición de las actrices en el espacio y sus interpretaciones –las hijas gritan y Bernarda se echa las manos al cuello– genera una imagen poética de gran belleza e impacto (fig. 15). Todas se colocan en torno a la figura de la Trapecista hasta que la dejan caer al suelo del escenario. La Criada la descuelga y Amelia le cierra los ojos para luego sacarla de escena junto a Amelia, Magdalena y Angustias, en una posición que recuerda a la imagen iconográfica del sepulcro de Cristo.
En la penúltima intervención de Bernarda se prescinde del inicio, aquellas frases que aluden a Pepe el Romano y a la futura venganza de Bernarda. En los matices interpretativos de esta réplica y en la última del personaje de Bernarda se observa cómo se ha optado por potenciar el tema de la virginidad. María Jesús Valdés muestra mucho aplomo y valentía, aunque expresa su deseo de que todo se resuelva cuanto antes y no sospechen las vecinas. Igualmente, en el último “silencio” de Bernarda se evidencia su cansancio y resignación por lo repetitivo de los periodos de luto que se suceden uno tras otro. Este cierre circular de la estructura de la puesta en escena no deja en olvido la opción dramatúrgica para la caracterización de Bernarda Alba. Esta ha evolucionado y todo lo que ha ocurrido en la acción dramática ha hecho mella en su actitud vital de liderazgo. Finalmente, el montaje de Bieito sobre el drama de García Lorca se cierra con otra imagen y efecto sonoro de notable fuerza dramática: caen cuerdas del techo al centro de la escena y se produce, súbito, el oscuro total.
Conclusiones
El director de escena español Calixto Bieito posee, en la actualidad, una más que reconocida y dilatada trayectoria internacional tanto de textos teatrales como operísticos. Dentro de su extensa carrera profesional, su original versión de La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca marcó su proyección nacional como creador.
Una escenificación del clásico lorquiano que aportó interesantes interpretaciones del drama fuera de los tópicos y cánones preestablecidos de las anteriores puestas en escena y sin el olvido de la esencia de la fuente. En concreto, uno de los grandes aciertos de la producción fue la fuerza interpretativa del elenco. El reparto elegido se desligó de la tradición teatral y no se dudó en asignar determinados personajes a actrices que a priori no encajaban por su trayectoria, sobre todo en el caso de Bernarda Alba interpretada por María Jesús Valdés. Además, las opciones más significativas del trabajo dramatúrgico de Bieito fueron la humanización y feminización de este personaje, al que despojó del bastón de mando, sustituido por la violencia que la madre ejercía sobre sus hijas con o sin un cinturón. Uno de los temas principales sobre los que giró el planteamiento ideológico del espectáculo fue de hecho la violencia dentro del ámbito familiar. Para incidir en otro gran tema del montaje, la represión sexual religiosa, el tiempo de la acción dramática se trasladó a los años sesenta del pasado siglo XX y se insertó la figura desnuda de la Trapecista. Por último, la potencia y la fuerza de las imágenes estéticas de un espacio escénico de gran sencillez creó el perfecto marco que impregnó al espectáculo de la fuerte ritualidad y del simbolismo inherentes en el texto lorquiano.
Sin lugar a dudas, la puesta en escena española de Calixto Bieito ha quedado para el recuerdo como excelsa representación de La casa de Bernarda Alba de Federico.
11 En el siguiente fragmento correspondiente a la secuencia mencionada se señalan con “(NO)” las réplicas suprimidas de la escena original de García Lorca:(Aparece Bernarda. Sale en enaguas con un mantón negro.)
BERNARDA.‒ Quietas, quietas. ¡Qué pobreza la mía, no poder tener un rayo entre los dedos!
MARTIRIO.‒ (Señalando a Adela.) ¡Estaba con él! ¡Mira esas enaguas llenas de paja de trigo! BERNARDA.‒ ¡Esa es la cama de las mal nacidas! (Se dirige furiosa hacia Adela.)
ADELA.‒ (Haciéndole frente.) ¡Aquí se acabaron las voces de presidio! (Adela arrebata un bastón a su madre y lo parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la dominadora. No dé usted un paso más. ¡En mí no manda nadie más que Pepe! (Sale Magdalena.)
MAGDALENA.‒ ¡Adela! (Salen la Poncia y Angustias.)
ADELA.‒ Yo soy su mujer. (A Angustias.) Entérate tú y ve al corral a decírselo. Él dominará toda esta casa. Ahí fuera está, respirando como si fuera un león.
ANGUSTIAS.‒ ¡Dios mío! (NO)
BERNARDA.‒ ¡La escopeta! ¿Dónde está la escopeta? (Sale corriendo.) (NO)
(Aparece Amelia por el fondo, que mira aterrada, con la cabeza sobre la pared. Sale detrás Martirio.)
ADELA.‒ ¡Nadie podrá conmigo! (Va a salir.)
ANGUSTIAS.‒ (Sujetándola.) De aquí no sales con tu cuerpo en triunfo, ¡ladrona! ¡deshonra de nuestra casa!
MAGDALENA.‒ ¡Déjala que se vaya donde no la veamos nunca más!
(Suena un disparo.) (García Lorca, 1994: 189-191).
12 Dentro de la parte final del texto dramático se indican las réplicas suprimidas de la escena original como en la anterior nota a pie:
BERNARDA.‒ (…) (Se oye como un golpe.) ¡Adela! ¡Adela! (NO)
PONCIA.‒ (En la puerta.) ¡Abre! (NO)
BERNARDA.‒ Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza.
CRIADA.‒ (Entrando.) ¡Se han levantado los vecinos!
BERNARDA: (En voz baja, como un rugido.) ¡Abre, porque echaré abajo la puerta! (Pausa. Todo queda en silencio.) ¡Adela! (Se retira de la puerta.) ¡Trae un martillo! (La Poncia da un empujón y entra. Al entrar da un grito y sale.) ¿Qué? (NO)
PONCIA.‒ (Se lleva las manos al cuello.) ¡Nunca tengamos ese fin!
(Las hermanas se echan hacia atrás. La Criada se santigua. Bernarda da un grito y avanza.)
PONCIA.‒ ¡No entres! (NO)
BERNARDA.‒ (NO: No. ¡Yo no! Pepe: irás corriendo vivo por lo oscuro de las alamedas, pero otro día caerás).
¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera doncella. ¡Nadie dirá nada! ¡Ella ha muerto virgen! Avisad que al amanecer den dos clamores las campanas.
MARTIRIO.‒ Dichosa ella mil veces que lo pudo tener.
BERNARDA.‒ Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A otra hija.) ¡A callar he dicho! (A otra hija.) Las lágrimas cuando estés sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio! (García Lorca, 1994: 193-194) (fig. 14).
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