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2. VARIA

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2.8 · ALGUNOS DATOS SOBRE LA VIDA ESCÉNICA EN SANTANDER ENTRE 1895 Y 1904


Por Fernando Sánchez Rebanal.
 

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8. La censura

En efecto, á los Ayuntamientos incumbe también proporcionar, regir y atender las Diversiones públicas. La del Teatro es la que merece sin duda una atención preferente, pues que por su medio se corrigen y mejoran las costumbres, contribuye á la cultura y civilización de los pueblos, y es en fin un eficaz y poderoso resorte para la gloria y estímulo de la Literatura dramática25.

Los poderes civil y eclesiástico siempre desearon tener control sobre los espectáculos teatrales, y la censura se llevó a cabo desde el mismo comienzo de la actividad teatral en Santander. Antes de que transcurriera un año desde la inauguración del Principal, en un pleno del Ayuntamiento

se da cuenta de un oficio del Señor Jefe Político trasladando una Real Orden para que no se permitan las representaciones de piezas dramáticas sin obtener y acreditar previamente el permiso de sus autores, y enterado el Ayuntamiento, acordó el cumplimiento de esta Real Orden en la parte que le toca y que se traslade al censor de esta Ciudad para los efectos convenientes26.

En el caso anterior es el poder civil quien ejerce la censura; sin embargo, es imposible obviar el papel fundamental, si no exclusivo a veces, que juega la Iglesia alentando la censura. Partidaria de un teatro que cumpla una función educativa, no tiene al comercial en buen concepto, tanto por los textos como por el modo de vida de los artistas. En 1898, desde La Atalaya, en un artículo titulado “¿De verdad los bailes son malos?”,uno de los ponentes opina que:

El Espíritu Santo dice que no se frecuente el trato con la bailarina, ni se la escuche, para no perecer víctima de su atractivo27 [fig. 16].

El ambiente festivo que suele acompañar al teatro molesta sobremanera al clero en algunas circunstancias; por ello, con motivo de la guerra de Cuba, en septiembre de 1898, se dan las siguientes instrucciones:

Los Prelados de las diócesis españolas han recomendado, en estos días de duelo nacional, á sus diocesanos [...] se abstengan, mientras las excepcionales circunstancias perduren, de diversiones, espectáculos y festejos de sabor pagano28.

Sin embargo, desde las líneas de El Cantábrico no se comparte esta visión maligna y degenerante de los espectáculos, y en abril de 1899, tomando como base la crítica dramatúrgica de Mujer gazmoña y marido infiel opina:

verdad es que el tema no puede ser más simpático ni más oportuno en esta época de mojigatería. A todo el público en general [...] le gustó mucho que quedara sentado, venciendo la intolerancia absurda de aquellos antipáticos personajes, doña Escolástica y don Melitón, que ni los bailes de sociedad, ni el teatro, ni ningún otro recreo lícito son incompatibles con el fervor religioso y la práctica de las buenas obras29.

A la censura en ocasiones se someten las compañías voluntariamente, como en el caso de la del actor Francisco García Ortega. Su director fue presentado al arzobispo de la diócesis por el gobernador civil, con el objeto de someter “á la censura y aprobación eclesiástica las obras de su repertorio”30 [fig. 17]. Este hecho provoca, con la pasión propia de la época, enfrentamientos entre los periódicos. Desde La Atalaya se informa y se defiende esta actitud, ya que. en su opinión, si los autores reclaman libertad, también han de tenerla los actores. Enaltece al señor Ortega por la decisión tomada y aprovecha para comentar su opinión sobre el tipo de teatro a su juicio con más frecuencia representado:

al sabio consejo de aquella paternal autoridad constituida para guiar por el buen camino á los fieles de la diócesis santanderina, y de acatar el riquísimo dictamen de la junta asesora en materia tan influyente en la moral de un pueblo como las representaciones teatrales. [...] único camino que puede conducir á la regeneración de la escena española, donde tan pocas veces se rinde culto al arte verdadero, limpiándole de la indigencia que casi constantemente la convierte en basurero, y haciendo de ella lo que siempre debe ser: escuela de buenas costumbres31.

Hay algo que se desprende claramente de la crítica, y es que, si las compañías y la empresa que gestiona el teatro quieren recaudar dinero, han de tener en cuenta la moral de las obras. Por ello se observa desde El Cantábrico en noviembre de 1896:

Dentro de unos días llegará una compañía de opereta italiana, la tan famosa del señor Giovanini [...] La empresa nos ha anticipado su resolución de no poner en escena obra ninguna que pueda ser tachada de inmoral, pues así se lo aconsejan sus propios intereses32.

Pero la injerencia de lo religioso en lo artístico provoca también reacciones sólidas, como lo representa la publicación Pifartos, en un artículo aparecido a mediados de 1899:

toda la cuaresma sonó la misma voz en los púlpitos: una voz estentórea, clamando contra los teatros, y asegurando formalmente que en ellos está la perdición de la humanidad, y diciendo, poco más o menos, que tomar una localidad en la taquilla equivale á firmar un pacto con el diablo y venderle el alma, y pagar el timbre móvil [...] ¡desde hace un par de años no truenan en Santander las compañías, y la gente acude al teatro con más afán que nunca, demostrando que éste es un pueblo culto, civilizado, amante del arte y deseoso de vivir en sociedad, y de adquirir las buenas costumbres que impone el buen progreso!33.

Dos días más tarde, Pifartos opina de nuevo, esta vez en verso:

Se mete á censurar vidas privadas,
condenando inocentes pasatiempos,
y á decir á las madres que no deben
al teatro llevar ni á los conciertos,
á sus cándidos hijos, si desean
librarlos de las penas del infierno34.

 

9. Teatro y vida cotidiana

No hay duda de que el teatro está insertado en la vida normal de Santander con mucha profundidad, y la cantidad de espectáculos profesionales y aficionados da prueba de ello [fig. 18]. Pero además, en la prensa aparecen numerosos ejemplos lingüísticos que inciden en este aspecto, sobre todo en torno a situaciones violentas o tremebundas, como “espectáculo en la Caja de Ahorros”35; “Drama horrible”36; “escena sangrienta”37 o “Escena conmovedora”, que alude a un hermano que se encuentra en Santander con otro que regresa de Cuba38. Incluso para noticias de fuera de la ciudad se utilizan estos encabezamientos, como sucede al copiar de un diario de Manresa, que “La estación de Grañen fue ayer tarde teatro de una escena desgarradora”39. Sucesos de todo tipo llevan dramáticas alusiones, y en mayo de 1897, a unos cincuenta kilómetros de Santander, un oso es abatido en Cieza, y quien se enfrentó con él “se dirigió al teatro de la lucha”40. También puede enmarcarse en una llamada de atención al poder público, y así nos enteramos que “En el paseo viejo de Miranda campan por sus respetos algunos chicuelos que han convertido aquel sitio en teatro de sus fechorías”41. O da paso a la ironía en clave política, porque es muy importante no perder el sentido del humor:

Estamos preocupadísimos.
Puede que cuando lean ustedes esta líneas sepan ya que ha ido el señor Sagasta á Palacio.
Pero en este momento la impaciencia y la incertidumbre nos abrasan.
¿Irá? ¿No irá?
Es algo parecido á aquello de ¿come el duque?
Sólo falta la música de Offenbach42.

Por fortuna, también nos sitúa en ambientes alegres, como este que alude al refrescante Cantábrico:

¡Oh, encantador y alegre Sardinero,
del mar linda ribera,
donde con traje de titiritero
se han bañado el gentío forastero
y la hermosa gentía forastera!43

Todo pasa, y la tranquilidad vuelve tras el verano, como nos relata con maestría en Mis fiestas Enrique Menéndez Pelayo:

Estas tardes que casi tienen ya sabor otoñal ¡qué plácidas son en el Sardinero! En el soberbio teatro de sus horizontes ha cambiado la decoración; mejor dicho, han hecho mutis la mayor parte de los actores; todo el coro de veraneantes. En breve volverá á sonar sola la voz primera, la del mar, cuyo eterno monólogo ahogaban, ó hacían al menos intermitente y confuso, las voces y risas de la gente.44

El público santanderino está al tanto de la actividad teatral en su ciudad y fuera de ella, pues la crítica de los espectáculos aparece diariamente y a menudo es extensa, y las noticias del mundo del espectáculo dentro y fuera de España aparecen con frecuencia. La libertad de prensa da un salto adelante crucial en 1883 con la Ley de Imprenta, que estará vigente hasta la dictadura de Primo de Rivera. La crítica teatral que en ella aparece constituye un magnífico legado, referente sin duda para los periodistas actuales, por su calidad literaria, su sinceridad, y un criterio con una gran base de conocimiento. Periódicos conservadores y progresistas tendrán frecuentes enfrentamientos con el teatro como parapeto, arma y campo de batalla, que no deja ninguna duda del cardinal papel que jugó el teatro en el escenario de la vida cotidiana de Santander entre, al menos, 1895 y 1905.



25 Archivo Municipal de Santander. Legajo B 212 nº 35. Año 1842.

26 Archivo Municipal de Santander. Sesión del 26 de abril de 1839.

27 La Atalaya, domingo 27 de febrero de 1898, p. 2.

28 La Atalaya, martes 6 de septiembre de 1898, p. 3.

29El Cantábrico, viernes 21 de abril de 1899, p. 2.

30 Citado por La Atalaya, el jueves 13 de abril de 1899, p. 1.

31 La Atalaya, jueves 6 de abril de 1899, p. 3.

32 El Cantábrico, martes 3 de noviembre de 1896, p. 1.

33 Pifartos, nº 1 (agosto de 1899), p. 3.

34 Pifartos, nº 3 (agosto de 1899), p. 2.

35 El Cantábrico, miércoles 5 de mayo de 1897, p. 2.

36 El Cantábrico, miércoles 17 de noviembre de 1897, p. 2.

37 El Cantábrico, jueves 18 de noviembre de 1897, p. 2.

38 El Cantábrico, sábado 8 de mayo de 1896, p. 2.

39 El Cantábrico, sábado 30 de octubre de 1896, p. 2.

40 El Cantábrico, jueves 6 de mayo de 1897, p. 2.

41 El Cantábrico, sábado 10 de julio de 1897, p. 2.

42 El Cantábrico, miércoles 2 de diciembre de 1896, pág. 1. Sección de Marejada política, por Eusebio Sierra. Creemos que alude a ¿Come el duque?, pasillo cómico de Ricardo Puente y Brañas y Guillermo Cereceda.

43 El Cantábrico, jueves 10 de septiembre de 1896, p. 2. Pacotilla.

44 El Diario Montañés, martes 13 de septiembre de 1904, p. 1.

 

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