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1. MONOGRÁFICO

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1.4 · ALGUNAS REFELEXIONES SOBRE EL DRAMA HISTÓRICO DE JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MENDEZ DURANTE LA TRANSICIÓN


Por Cerstin Bauer-Funke
 

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En la mayoría de sus dramas escritos desde el primer posfranquismo hasta finales de la transición1, José María Rodríguez Méndez (1925-2010) utiliza momentos claves de la historia de España, así como grandes figuras políticas y culturales a modo de material dramático para de-construir, y luego re-construir precisamente, este material con el fin de estimular una reflexión crítica sobre el pasado, la actualidad y el futuro de España. A través de una reescritura, a veces contestataria, de la historia española se perfila asimismo el compromiso del escritor con la identidad nacional y cultural de su país. Esta identidad se basa, según él, en la visión “castiza” de España; por ello, Rodríguez Méndez rechaza todo tipo de influencias extranjeras para mantener viva la cultura popular española2. Como observador crítico de los cambios sociales en la España posfranquista, y en las sociedades posmodernas en general, Rodríguez Méndez rechaza además la idea de una sociedad abierta y favorable a la europeización y a la globalización3. En este contexto resulta ser bastante revelador que Rodríguez Méndez escoja, de entre el material histórico, precisamente destacadas figuras políticas y literarias, fechas y lugares simbólicos y acontecimientos históricos claves que son, según el concepto del “lugar de memoria” creado por Pierre Nora4, puntos de cristalización en los que se plasma concretamente la identidad nacional y cultural. Es precisamente mediante la de-construcción y re-construcción de estos ‘lugares de memoria’ como es posible captar, como se verá a continuación, tanto el tratamiento crítico de la historia nacional como el compromiso de este autor. Al abrir un debate crítico sobre momentos y figuras clave de la historia de España, el dramaturgo lucha también contra el olvido y la desmemoria tan vigentes durante la transición política5. Sus dramas históricos se convierten no solo en instrumentos para la recuperación de la memoria, sino también en comentarios perspicaces sobre la España actual y sus múltiples problemas, tanto políticos como sociales, como ya lo solía hacer durante el franquismo con sus obras realistas6. Por esta razón, le asigna a sus dramas históricos una clara función política y social que se dirige a los lectores y espectadores del hic et nunc para estimular un diálogo sobre la conciencia histórica en España; según él, el teatro es el lugar de la mnemotecnia y el medio artístico por excelencia para de-construir, reconstruir y hasta (re-)vivir momentos decisivos del pasado que tienen un gran impacto en la España de la Transición.

Los cuatro dramas históricos analizados en este artículo proponen cuatro acercamientos distintos a la Historia y su función para la actualidad: estéticamente, van del realismo al esperpentismo, y respecto al tratamiento de los temas se observa una amalgama de la historia ‘oficial’ con la ‘intrahistoria’ del pueblo español7. Para hacer resaltar los diversos recursos y estrategias utilizados para de-construir y re-construir este material histórico, me centraré en Última batalla en El Pardo, escrita en el año emblemático de 1976,  Reconquista (1981) y La chispa (1983), para terminar con algunas líneas sobre De paseo con Muñoz Seca (1986)8.

Sin embargo, antes de analizar estas obras de José María Rodríguez Méndez, es preciso aclarar su posición respecto al drama histórico. En el congreso “Teatro histórico (1975-1998): Textos y representaciones” organizado por José Romera Castillo y Francisco Gutiérrez Carbajo en Cuenca, en junio de 1998, Rodríguez Méndez habló sobre sus obras históricas. Las define más bien como “teatro historicista” que

va más allá de la Historia. Es decir, un teatro en que la Historia es manipulada por el autor para definir sus tesis ideológicas o sus doctrinas de hoy. En este teatro histórico, mediante la utilización de las distintas piezas en que se divide la Historia, el autor expone su personal visión siempre encaminada a expresar una tesis o una ideología. […] la Historia se utiliza como un simple instrumento para establecer una tesis y replantear en cierto modo la Historia9.

Esta intención se hace eco del modelo de teatro histórico definido por Antonio Buero Vallejo (“escribir teatro histórico es reinventar la historia sin destruirla”10) que quería ilustrar, interpretar y criticar el presente a través de sus dramas ambientados en el pasado. Al igual que Buero Vallejo, pero a veces con una intención más radical e incluso destructiva, los demás dramaturgos de la “Generación Realista” –como son Alfonso Sastre, José Martín Recuerda, Lauro Olmo, Carlos Muñiz, así como el propio José María Rodríguez Méndez– utilizaban el drama histórico durante la dictadura de Franco11. Tal como “los realistas”, tanto los representantes del “Nuevo Teatro Español” como los Grupos Independientes también ambientaban sus obras en el pasado para sugerir una visión crítica del presente o una revisión de la historia consagrada12. Este uso crítico del drama histórico se prosigue durante la transición política hasta la actualidad13.

La variedad del material histórico utilizado por los dramaturgos es, por supuesto, muy amplia. Como constantes del teatro histórico se han establecido varias grandes líneas temáticas: primero, se pone en escena a monarcas, personas reales o figuras importantes de distintos países y épocas con sus problemas y conflictos más bien privados e íntimos14 –esto es claramente el caso de la reina en Soy madrileño–;  segundo, se discute la rebelión del pueblo en momentos históricos decisivos15, y, en tercer lugar, se dramatiza la vida difícil de los pobres y marginados16– aquí es preciso mencionar El pájaro solitario y La chispa—17; en cuarto lugar, son tratados, a partir de 1976, la guerra civil y la dictadura de Franco18. Fue Rodríguez Méndez el primero en poner en escena al mismo dictador en su pieza Última batalla en El Pardo, escrita en 197619. Y, en quinto lugar, y para completar la variedad temática del drama histórico en España, hay que añadir la Conquista de América como tema importante20.



1 Aunque tanto la fecha del inicio como la del final de la transición siguen siendo muy debatidas entre historiadores, me inclino a considerar los años 1976 y 1986 como límites de este periodo. La totalidad de las obras dramáticas escritas entre 1976 y 1986 por Rodríguez Méndez es la siguiente: Isabelita tiene ángel (1976), Última batalla en El Pardo (1976), Literatura española (1978), Castilla, pequeño rincón (1980, inédita), Sangre de toro (1980, inédita), Teresa de Ávila (1981), Reconquista (1981), La chispa (1983), Castellana ofrécese (1983, inédita), El sueño de una noche española (1984, inédita), Restauración (1984, inédita), La marca del fuego (1986), De paseo con Muñoz Seca (1986, inédita) y Soy madrileño (1986).

2 Toda la obra de José María Rodríguez Méndez se centra en la cultura popular y en los héroes del pueblo oprimido y sufrido en determinados momentos de la historia de España. En su Ensayo sobre el machismo español de 1971, el autor explica mediante algunos tipos de la literatura española –entre ellos el Escarramán, el Manolo y el Pichi– las bases de su labor como escritor. Véase al respecto Thompson (1999 y 2007).

3 En su pieza Sangre de toro de 1986 rechaza aún más abiertamente los intentos de europeización de España. En todos sus dramas recientes denuncia los problemas de la sociedad (pos)moderna como son el consumismo, alienación, frustración, paro, pobreza, drogas, violencia, etc.

4 Véase Nora (1992: VII-XLII).

5 Véanse Aguilar Fernández (1996); Mainer/Juliá (2000), Resina (2000); Luengo (2002). Sobre la “amnesia histórica” de la transición, véase Bernecker (2004).

6 Véase Bauer-Funke (2007).

7 Este artículo, que se dedica a cuatro obras históricas, continua mis reflexiones sobre el teatro posfranquista de Rodríguez Méndez presentadas en Bauer-Funke (2004a, 2004b, 2005, 2006).

8 Las últimas obras escritas por José María Rodríguez Méndez son La hermosa justicia (1986, inédita), Barbieri, un castizo en la corte Isabelina (1987, inédita), La banda del “Tisi” habla de literatura (1988), Leyenda áurea (1988, inédita), Otra leyenda áurea (1988, inédita), así como Novios de la muerte (1989), El laberinto de los niños estúpidos (1994), Real Academia (1995), La gloria esquiva (1997, inédita), La trampa de la luz (no fechada, inédita), A mal juez, peor testigo (no fechada, inédita), Ritual consumista (2002), Estoy reunido (2004) y El marqués de Sade en Usera (2004). Véase Herreros Martínez (2010: 432-439).

9 Rodríguez Méndez (1999b: 39-40).

10 Buero Vallejo (1980-81).

11 Véase Bauer-Funke (2007).

12 No me detengo en cuestiones que atañen a aspectos teóricos del teatro histórico como subgénero dramático y, en lugar de eso, remito a la investigación dedicada al teatro histórico de los últimos cuarenta años. Los estudios indicados en esta nota sobre el subgénero y sobre destacadas piezas han logrado demostrar que el teatro histórico sigue siendo muy cultivado hasta hoy día por dramaturgos de diversas ‘generaciones’ y de distintas orientaciones ideológicas. En efecto, entre los cultivadores del género se encuentran escritores como Antonio Buero Vallejo, Alfonso Sastre, José Martín Recuerda, José María Rodríguez Méndez, Jerónimo López Mozo, Domingo Miras y Manuel Martínez Mediero –todos ellos representantes del teatro crítico de la era de Franco–, así como dramaturgos ‘neorrealistas’ y/o posmodernos del posfranquismo como José Sanchis Sinisterra, Concha Romero, Fermín Cabal, María Manuela Reina y Carmen Resino. Véanse los estudios de Ruiz Ramón (1988), Rodríguez Richart (1997), Floeck (1998), Spang (1998), Floeck (1999), Flachmeyer (1999), Romera Castillo/Gutiérrez Carbajo (1999), Oliva (1999), Ríos Carratalá (1999), Vilches de Frutos (1999), Hüttmann (2001), Floeck (2002a), Floeck (2002b), Thompson (2007).

13 Berenguer/Pérez (1998), Pérez (1998b), Berenguer (1999), Pérez (1999), Vilches de Frutos (1999), Floeck (2002b).

14 Algunos ejemplos son: Alfonso Sastre: M.S.V. o La sangre y la ceniza (1962-65), Los últimos días de Emmanuel Kant contados por Ernesto Teodoro Amadeo Hoffmann (1984-85), Demasiado tarde para Filoctetes (1989), ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás? (1990); Antonio Buero Vallejo: Un soñador para un pueblo (1958), Las meninas (1960), El sueño de la razón (1970), La detonación (1977); José Martín Recuerda: Caballos desbocaos (1978); Carlos Muñiz: Tragicomedia del serenísimo príncipe don Carlos (1970); Antonio Gala: Anillos para una dama (1973); Manuel Martínez Mediero: Juana del amor hermoso (1982), Carlo famoso (1987); Concha Romero: Un olor a ámbar (1983), Abrázame, Rin (1995); Carmen Resino: Los eróticos sueños de Isabel Tudor (1992).

15 Véanse, entre otros, Alfonso Sastre: Guillermo Tell tiene los ojos tristes (1955), Crónicas romanas (1968); José Martín Recuerda: Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipcíaca (1970); José María Rodríguez Méndez: La chispa (1983).

16 Véanse, por ejemplo, Antonio Buero Vallejo: Historia de una escalera (1949); José María Rodríguez Méndez: Vagones de madera (1958), Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandanga (1965), Historia de unos cuantos (1971); Juan Antonio Castro: ¡¡¡Viva la Pepa!!! (1980).

17 Véase Bauer-Funke (2006).

18 En el volumen editado por José Romera Castillo sobre el teatro y la autobiografía (2003) se encuentran varios trabajos que analizan la memoria de los dramaturgos de la guerra civil y del franquismo.

19 De entre las piezas sobre la guerra civil y la dictadura, es preciso citar las obras siguientes: Un año después de escribirse Última batalla en El Pardo, escribió Fernando Fernán-Gómez Las bicicletas son para el verano, un drama sobre la preguerra, la guerra civil y la posguerra puesto en escena tan solo en 1982. También en 1977 salió sobre el mismo tema Volverán banderas victoriosas de Antonio Martínez Ballesteros, del “Nuevo Teatro Español”. La recuperación del pasado se trata asimismo en dos dramas de Fermín Cabal: Tú estás loco, Briones (1978) y Fuiste a ver a la abuela??? (1979). En 1982, José Luis Alonso de Santos retomó este pasado todavía tan reciente en El álbum familiar. Sin embargo, la obra más exitosa sobre la guerra civil se estrenó casi diez años después de la muerte de Franco: se trata de ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra, escrita en 1986 y estrenada un año más tarde.

20 Las obras más importantes sobre la Conquista son: Cátaro Colón (1968) de Alberto Miralles; El retablo de Eldorado y Lope de Aguirre, traidor (escritos entre 1977 y 1984),  Naufragios de Álvar Núñez o La herida del otro (1991) de José Sanchis Sinisterra; Las Casas, una hoguera en el amanecer (1986) de Jaime Salom; Cristóbal Colón (1989) de Antonio Gala; Hernán Cortés (1989) de Jorge Márquez; Yo, maldita india (1990) de Jerónimo López Mozo y ¡¡¡Tierraaa aaa laaa vistaaa!!! (1991) de Manuel Martínez Mediero. Véase al respecto el artículo de Flachmeyer (1999).

 

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