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Circular en el tiempo

Leandro Mendoza

Página 3

Vetus Venustas

Con esta experiencia tan intensa, el cierre del ciclo de Reus y un volver a nacer, entendí que estaba en las mejores condiciones para hacer realidad el proyecto del circo de los jubilados, por que hasta ese momento pensábamos que Vetus Venustas había sido solo un nombre para el cabaret.

Cuando comenzamos a pensar qué queríamos explicar en el espectáculo, surgieron las primeras diferencias con Pesche, sobre todo en su propuesta de narrarlo casi a modo de vodevil, lo que me resultaba un tipo de escritura muy antigua. Entonces retomé la colaboración con Joan Arque y acordamos que sería interesante poder hablar abiertamente del tema de la vejez en un lenguaje contemporáneo.

Queríamos también trabajar con mapping para darle un lenguaje más actual, pero con este tema tuvimos muchas turbulencias, ya que las pruebas siempre nos llevaban a un mundo de fantasía y nos alejaban de la honestidad y pureza con que queríamos abordar un tema tan delicado y actual como la vida de los artistas en la vejez y el traspaso de la herencia de un oficio. Entonces nos quedamos con las proyecciones de fotografías históricas mapeadas sobre diferentes objetos y algunos vídeos sobre el telón de gasa gris en el fondo de la escena, una propuesta mucho menos ambiciosa del lenguaje multimedia.

Entre las diferentes espirales de reflexión, me di cuenta de que ninguno de los artistas que participaron en Vetus Venustas eran de tradición familiar de circo, pero todos habían trabajado inicialmente en el circo clásico de carpas itinerantes, y que de alguna manera son los primeros artistas de circo contemporáneo porque han probado todo, han hecho calle y todo tipo de trabajos para seguir siendo artistas de circo tras muchos años de trayectoria. Ellos personalizan los primeros rasgos de vejez del circo contemporáneo, artistas que, si ahora no comunican su historia artística oralmente, casi no tendrán traspaso a las nuevas generaciones y a la sociedad. Actualmente comienza a haber segunda y tercera generación de artistas de circo contemporáneo, ya es normal ir a una escuela de circo, pero antes, unas generaciones atrás, era normal tener un aprendizaje autodidacta.

Este es un valor muy importante, hacer un espectáculo que explique no solo la realidad de la vejez en un artista concretamente de circo, sino la puesta en valor de una generación que ha cambiado los paradigmas y que han vivido el cambio radical, siendo el puente entre las viejas formas a las nuevas y la herencia para los artistas de hoy fundamentales para entender los cambios de este arte y de su nuevo lenguaje.

Al darnos cuenta de que la potencia del discurso y las experiencias de sus carreras eran lo más contundente y que ningún otro espectáculo tenía como contenido algo semejante, pensamos que, al igual que ya existe el teatro documental, haríamos el circo documental, para explorar una manera didáctica de transmitir oficio, historia, humanidad y herencia.

De entrada, a ellos no les convencía hablar de sí mismos, sobre todo a Pesche, que seguía insistiendo en que quería hacer reír, no hablar de él. Eva también pensó que no podría seguir en el proyecto por temas personales, lo que supuso un terremoto en el equipo, ya que tendríamos que encontrar nuevos encajes. Y discutimos bastante sobre cómo cerrar el elenco con Geraldine Sakuda, la ayudante de producción del espectáculo. Así pensamos en introducir personajes jóvenes para dar un contraste y cerrar el círculo de lo antiguo con lo nuevo, no solo realzando las diferencias, sino compartiendo lo que los une, que realmente es mucho. También valoramos que estos jóvenes tuvieran parecido físico con los mayores para dar una imagen potente del antes y el después y generar el paso de los años de una escena a otra. Finalmente lo descartamos, al ser algo muy complicado y porque si alguien se lesionaba o dejaba la compañía, sería muy difícil de reemplazar, pero no renunciamos a profundizar todo lo posible en el diálogo entre las diferentes generaciones.

Proyectamos doce semanas de creación, de las que las ocho primeras trabajaríamos sólo con los artistas mayores para hacer el esqueleto del espectáculo, porque sabíamos que allí estaba el discurso fuerte y emotivo.

Una de las singularidades de trabajar con gente de edad es que hay que cuidar extraordinariamente la alimentación, las rutinas de ensayo y los tiempos de descanso. Así que contratamos a una cocinera para comer sano y equilibrado, elegimos un horario de ensayo aprovechando al máximo las horas más templadas del día, dado que estábamos en invierno, y como hábito siempre arrancábamos el día por la preparación física.

Comenzamos por ensayar un número cómico para hacer la suspensión mágica del Tinga Tinga, que se concretó en el Vals Danubio, y por grabar unas entrevistas para conocer con detalle su trayectoria y, sobre todo, sus vivencias. Como, además, sabíamos que queríamos proyectar algunas fotos de su carrera profesional en algunos objetos, en poco tiempo ya había un material contundente.

El momento de grabar las entrevistas personales fue maravilloso. Por el hecho de tener una charla cercana con cada uno de ellos, se sentían libres para comentar intimidades, anécdotas y hasta chimentos de todo tipo. También fue una experiencia muy importante para el equipo, ya que aquí veíamos la profundidad del contenido que estábamos gestionando y el respeto que los entrevistados estaban poniendo su vida en escena y esto eran palabras mayores.

La trayectoria de Graziella Galán es impresionante, al igual que lo es escucharla hablar de sus comienzos en el circo de Ángel Cristo y de miles situaciones vividas en el oficio: la relación con elefantes durante años, los múltiples viajes por todos los continentes e infinidad de países, el contacto con grandísimos artistas y personalidades que la han admirado, así como algunas situaciones que han sido duras y de las que también ha aprendido mucho (fig. 1). Esta mujer, con una disciplina en el trabajo corporal alucinante, baila, canta, toca varios instrumentos musicales, y tiene una honestidad y humildad grande, tan grande como ella es de artista. Para muchos teóricos del circo es la referente en el Trapecio de fuerza en la actualidad, como fue en su momento Miss Mara o Pinito del Oro en el Trapecio Washington, cuando ambas triunfaban en Norteamérica en la pista central del Ringling Circus.

Graziella tiene una sensibilidad humana excepcional, y yo no solo quería que estos rasgos aparecieran en Vetus, sino también que llegaran al público y se enamorasen de ella. El sector del circo piensa que no está reconocida todo lo que corresponde, como otros artistas que han aportado mucho y no han podido hacer un traspaso de esta información tan valiosa para el oficio. Estos artistas son el patrimonio vivo del circo del siglo pasado y este es un gran tema para abordar en Vetus Venustas.

Tinga Tinga es un caso serio, un fuera de serie. Este hombrecito que predica alimentos sanos y dietas nutritivas, tiene un movimiento con una frase divertida y sabia para todas las ocasiones; es un acróbata y payaso de 78 años, que sabe expresar con un mínimo gesto una gran emoción (fig. 2). Toda su carrera estuvo ligada al cuerpo, ha sido profesor de educación física, fisioterapeuta de varias terapias, sobre todo orientales, jurado de gimnasia artística, ha tenido gimnasios y desde sus catorce años no ha parado de cultivar y trabajar sus equilibrios acrobáticos. Realmente es acróbata desde hace más de sesenta años, y es aquí donde el sentido común de las personas o la sociedad queda completamente colapsado: ¿cómo se puede ser acróbata por tanto tiempo? Nadie se lo plantea, y es muy difícil encontrar un caso parecido. En su faceta de payaso y mago, cuando se ve en escena, tiene la misma verdad e inocencia que un niño. Tinga Tinga es como un prócer latinoamericano de la nutrición para el alto rendimiento, la comicidad callejera y acrobacia.

Ambos han sido galardonados con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes por el Ministerio de Cultura de España, Miguel Ángel Fernández Vanelli, “Tinga-Tinga”, en 2020, y Graziella Galán en 2022.

En un momento Uli Weigel comentó que podríamos trabajar con cajas de cartón para generar diferentes geometrías en un espacio y proyectar imágenes sobre ellas. De alguna manera esta escenografía nos llevaría a la metáfora de que es una nave donde la sociedad coloca y encierra a los artistas no rentables, y allí no solo van a parar los mayores, sino también los artistas jóvenes que no pueden entrar en el mercado, ya que el mercado de circo es escaso y está superpoblado de artistas. Esta escenografía nos gustó mucho, era simple y ligera de peso, que en circo no suele pasar, y sería fácil de conseguir en todos los lugares donde actuáramos. Así que la escenografía quedó definida con 65 cajas de cartón de 40 x 40 cm y una estantería mecalux o un andamio para instalar en altura a los músicos en directo (fig. 3 y fig. 4).

Hicimos la primera muestra con público en La Bau en la octava semana de creación con los veteranos, justo antes de incorporar a los jóvenes. Al terminar, todo el mundo nos decía que les había gustado, que era muy interesante el contenido, que tenía una belleza única, la belleza de la vejez, y en los círculos de más confianza nos decían que no hacían falta jóvenes en este espectáculo, que con ellos tres estaba todo dicho.

Esos comentarios me perturbaron en el último trayecto de la creación. Con los jóvenes ya estaba comprometido de hacía bastante tiempo y sabía que este nuevo ingrediente a sumar iba a ser multiplicador para todos, no solo porque los jóvenes son excelentes artistas de circo en sus técnicas, sino también porque conocía su humanidad y confiaba en que les daría vuelo a los mayores.

A Iara Gueller la conocí en la edición Firco 2018 con su número de Aro y posteriormente la llamé para la creación de Rodada en el 2019. Más allá de su destreza, había algo que nos unía, y es que pertenece a la familia de Circo Zanni de Sao Paulo, integrada por artistas de mi confianza personal y artística. Iara es bailarina y aerealista, segunda generación del circo, y aunque se planteaba como una pieza joven para Vetus, tenía mucho oficio, ya que los niños que se crían en un circo, sin duda tienen una información muy valiosa, introducida de forma natural, que se nota en pista claramente; en su espíritu, se siente que es un espacio común, familiar, de comunicación cultural. Iara sorprende por su luz en escena (fig. 5).

El otro joven del espectáculo, Christian Padilla, nacido en Quito (Ecuador), había participado en la obra El Guadual, que dirigí en 2016, cuando tenía tan sólo 23 años. Malabarista excelente con estilo propio y monociclista de calle, de raíces muy interesantes, transparente y simple en su carácter, obsesivo como buen malabarista y con un gran potencial en escena, con su trío Circore era conocido en todas las plazas y semáforos de Ecuador. Su oficio y juventud hizo que nos espejáramos enseguida: yo me veía en él en mis inicios y él se proyectaba en mí como malabarista veterano. Su proceso de profesionalización le hizo llegar a la academia Fratellini de París, y ahora ya era un artista formado y dentro de las corrientes europeas. Christian tiene un espíritu que se amolda a todas las escenas y en Vetus Venustas aporta una ternura y una fuerza increíble, su técnica y sus movimientos atrapan a los ojos que lo ven, tiene un atractivo muy interesante que siento que es el mismo desde que lo conocí (fig. 6).

Teníamos dos semanas antes del comienzo de esta última etapa de ensayos con el elenco al completo. A pesar de que todo iba muy bien, los días eran muy intensos, con constantes comentarios sobre hacia dónde llevar el espectáculo, en todo tipo de detalles: las coreografías, los vestuarios, las réplicas e intenciones, cómo terminar la escritura corporal de las escenas, cuál debería ser la escena final, qué necesidad hay de músicas nuevas o cómo te aviso o muevo el material. Trabajar con personas de tanta experiencia era nuevo para mí, y en definitiva, en algún momento las tenía que parar como responsable, director y productor, y eso me ponía en una sutil presión constante, a pesar de ser una situación de aprendizaje que me encantaba por compartir todos los pormenores vistos desde la experiencia y la vejez, las sutilezas de lo posible y lo alcanzable o entre lo bello y lo mágico.

La escritura de la dramaturgia iba creciendo en las reuniones que hacía con Joan Arque, normalmente en Can Boter de Tiana, ya que para mí era importante salir de la Bau y tener mis espacios.

El diseño rigging también se comenzaba a definir ante la inminente incorporación de la aerealista.

Nacho López, director musical de Vetus Venustas y músico en vivo del espectáculo, también había estado viniendo a los ensayos todos las semanas, hizo algunos arreglos para el trombón que tocaría Graziella en el número de la mujer mosca y nos ofrecía propuestas para todas las escenas. Estaba previsto que la última semana, además de él en la percusión y cuerdas, se incorporan Celeste Alías, cantante, y Tanja Haupt, a los vientos, acordeón y cacharritos varios (fig. 7, fig. 8).

El lunes 3 de abril comenzó la etapa definitoria con la incorporación de los jóvenes Iara y Christian. La primera mañana los veteranos les enseñaron todo el trabajo a los jóvenes y enseguida se notó una química especial entre todos. Estábamos contentos y expectantes por avanzar y ver lo que íbamos a crear entre las quince personas que estábamos dedicadas al espectáculo en ese momento (fig. 99, fig. 10).

La hoja de ruta de las escenas la teníamos prácticamente diseñada con algunas dudas de enlaces y orden, pero desde el comienzo del proceso habíamos hablado de hacer un vídeo para abrir el espectáculo que planteara abiertamente el debate y las reivindicaciones de cada personaje, creando un marco conceptual desde el inicio, sin preámbulos, que colocara al público en una situación empática hacia los artistas y sus circunstancias.

Estos roles ya estaban desarrollándose en la dramaturgia que fuimos incorporando en el paso de los ensayos y se nutría sobre todo por voluntad de cada uno de ellos.

Graziella estaría en una caja de madera donde la habían almacenado para transportarla, y hablaría sobre cómo se trata a los mayores en el circo ahora, rememorando las formas en otros tiempos.

Tinga Tinga, desde el ataúd donde permanecía desde su última actuación, hablaría acostado, con una voz finita y desde un primer plano impresionante, sobre la fragilidad y fortaleza de ser un artista mayor, infundiendo alegría y aconsejando vivir con la conciencia tranquila y el corazón en paz.

Pesche estaría encadenado tal como lo habían guardado con su número de escapismo, hablando de que el circo había cambiado con el tiempo, al igual que también él había cambiado.

Iara aparecería de entre una montaña de ropa vieja en desuso, como sus últimos espectáculos, y hablaría sobre la inestabilidad del oficio y la incompatibilidad de querer ser madre y trapecista.

Christian sería un mozo de almacén moviendo cajas, como cualquier joven artista inmigrante que tiene su pasión por el circo pero que necesita trabajar de otra cosa para poder vivir y ayudar a su familia en su lugar de origen.

Los cinco vídeos fueron grabados en una sola jornada en La Bau, con sus vestuarios y objetos. Los textos salieron espontáneamente, Joan los guiaba y les proponía temas, Erol filmaba y yo estaba a la técnica y fotografía.

La primera vez que vi aquel material me emocioné con todos los testimonios, sobre todo con el de Tinga Tinga, y entendimos que, siendo fieles al formato de circo-documental, los jóvenes también tendrían que explicar sus vidas en el espectáculo.

La última semana de creación hicimos una residencia técnica en el teatro de Cardedeu, donde íbamos a hacer el prestreno, e incorporábamos a Anna Boix para el diseño de luces.

Ya estaba ultimada la estructura general del espectáculo, con un primer acto de presentación de personajes y un segundo con diferentes números y los testimonios particulares, pero quedaba el número final por resolver, a todos los niveles. Teníamos un embrión con una rutina corta entre Graziela y Tinga Tinga de equilibrios acrobáticos clásicos, con la canción de Violeta Parra “Volver a los 17” distorsionada en la versión de Daniel Melingo, que resultó ser una pieza muy frágil y terriblemente emotiva, de una simpleza maravillosa que llegaba muy bien a la gente, y decidimos incorporar a la pareja de jóvenes dándoles la réplica.

Y, finalmente, sentimos que para acabar tenían que salir juntos de la nave para comenzar el camino del traspaso de la herencia. Así, esta obra sería el comienzo de una relación entre generaciones que solo podría multiplicar el oficio, y enseñaría al público la verdad sobre la vida del artista como agente de reflexión en la sociedad.

Una parte fundamental del espectáculo era la música en vivo, que generaba una atmosfera musical que trascendía a la mente, llegaba mucho más a la piel y hacía entrar en una capa muy sensorial elevando la narrativa del espectáculo. Nacho tiene una sensibilidad muy especial; en los procesos de creación siempre se toma el tiempo para entender, para hablar con todos, mima cada detalle de sonoridad y los artistas terminan asumiendo esa música como identidad fuerte del número (fig. 11). La amplitud de registros musicales y de ambientes es infinita con él, sus matices no solo como intérprete, sino como director, generan unos cambios de gama que, junto a la destreza de Tanja, la reina de los cacharritos sonoros, junto a sus vientos y sus acordeones, generan fiesta y melancolía. Se unió también la increíble voz de Celeste, que fue creciendo en el proceso hasta alcanzar su máximo exponente en la canción de autoría propia para el número de malabares. El resultado final fue que la línea musical tenía que ser ecléctica, como los personajes y las escenas, pero a su vez debía tener unos matices muy aterciopelados.

El 26 de abril tuvimos una actividad con los ancianos de la residencia de Cardedeu para hablar con mayores adultos y enseñarles parte de nuestro frágil trabajo sin todavía conocer por ningún público virgen. Los artistas se presentaron y mostramos el número colectivo de acrobacia y el trapecio de Graziella. La acogida fue fantástica y había algunos mayores adultos con poca movilidad en los que se veía el cariño que les generaba ver a sus pares trabajando disciplinas de riesgo. La conversación posterior fue interesante por las preguntas, que eran más concretas, sobre todo, sobre la alimentación o la disciplina de trabajo.

Y llegó el 29 de abril de 2023, el día del prestreno. El teatro de Cardedeu, un pueblo pequeño con mucho movimiento cultural, nos esperaba. Más allá de que había mucho público lugareño, ya que yo jugaba en casa, vendrían desde fuera personas del sector y del mundo cultural, aparte de todos los colaboradores del proyecto. Realmente había muchas ganas de presentarlo y también muchos nervios, ya que la pieza entera la habían visto unas pocas personas esa misma semana. Sabíamos que había algunos enlaces de escenas muy delicados, pero sobre todo esperábamos conocer la dinámica de la narrativa con el público: cuándo ríen, cuándo aplauden, cuándo se emocionan, qué escena se hace larga o al revés, qué escena se puede desarrollar más por expectativa del público, un mundo de incógnitas que se develan el primer día de enfrentar a la platea. El equipo estaba tenso, nervioso y silencioso, pero unido, como es normal en una situación así; se comentaban muchos pequeños detalles de movimientos de material por detrás del escenario; cada uno deambulaba recordando o repasando la escena que sentía que era más complicada o importante.

Llegó el público, y yo, como siempre, que no puedo ver a nadie antes del estreno, estaba en camerinos intentando despejar las dudas de los artistas y esperando que pasara el tiempo, ese tiempo antes de que comience el espectáculo en el que ya no puedes hacer nada para impedir lo que está a punto de suceder, sabiendo que, para bien o para mal, pasará y hay que asumirlo; en ese fragmento del proceso donde uno se replantea por qué hice esto y no se puede relativizar la poca o mucha importancia que tiene este trabajo en la sociedad. En aquel momento en el que se está entregado a la corriente que uno mismo genera, uno es víctima de su sentencia; es una jugada personal importante, es una valoración del yo artista, es una situación comprometida y sensible llena de presión y de humanidad. Es medir algo subjetivo como si fuera objetivo, es valorar la emoción, que en realidad no se puede valorar, pues no hay nadie que sienta igual al otro, el sentir sale de la acumulación de sensaciones y experiencias y en cada uno se forja o se construye de una manera diferente. Es un tiempo errante y equivocado lo que genera ese mágico momento de cambiar de ciclo, de pasar de creación a obra artística.

Comienza la función y el vídeo que abre el espectáculo, lleno de conceptos y reivindicaciones personales y a la vez universales, estaba llegando al público. Empezó a haber pequeñas reacciones, sobre todo de risa en la parte final con el Tinga Tinga. Aquellas tomas que a mí me habían hecho llorar al público le hacía reír; increíble, todo toma una nueva dimensión.

El público disfrutó del espectáculo y, sobre todo, fue generoso con los pequeños errores que se dieron por ser un espectáculo todavía en proceso de maduración y necesitado de rodaje. Pero si hubo algo que me sorprendió y conmovió, es que en el hall de salida el público estaba con una cara iluminada; como me dijo el Tinga Tinga cuando terminó Trapezi, hablando del espectáculo con la emoción en boca. Un artista mayor muy reconocido, Claret Papiol, nos explicaba que Vetus Venustas era un Circo Humanista (fig. 12).

Fue una noche inolvidable y todavía teníamos una semana más de ensayos antes de llegar a la Feria Trapezi donde sería el estreno oficial, en el teatro Bartrina el 12 de mayo, y el primer lugar donde habían visto a los Vetus Venustas. Así que nos dimos unos pocos días para retomar fuerzas y seguir afinando la pieza escénica.

Estar a Reus siempre es maravilloso. La llegada a Trapezi fue bonita, por conocer a todo el equipo y, especialmente, por cómo nos acogieron después de la experiencia de 2022 en el cabaret. Aquí tendríamos un público bastante más exigente y con expectativas, a los primeros periodistas para hacer críticas en la prensa, a políticos y responsables de artes escénicas, programadores, directores de equipamientos y festivales; era el lugar de visibilidad máxima.

El día de la función las entradas se agotaron, y aquel hermoso teatro estaba como una olla a presión. Era una tarde de viernes con una tormenta poderosa, y a pocos minutos de empezar se había desatado una lluvia impresionante que dejaba ver a medio público mojado en el patio de butacas. Una vez que comenzó el espectáculo ya se escuchaban truenos muy fuertes y a los diez minutos hubo un apagón muy rápido, ya que se había cortado la luz y se había encendido el generador de electricidad del teatro. Esto fue un gran shock para los que estábamos allí, ya que hubo algún problema técnico con las proyecciones, salieron las imágenes pero no el sonido en el momento que Tinga Tinga prepara su desayuno, pero tiró adelante con valentía, y a partir de ahí todo salió bastante bien y con normalidad. El final fue brutal. La platea nos regaló un aplauso cerrado e intenso, pero otra vez lo más bonito estuvo en el hall de salida con muchas personas muy emocionadas. Allí seguimos comprobando que el público se enamora de los artistas, de lo que son y representan más que de lo que hacen, y que Vetus Venustas es una pieza universal donde se puede espejar la sociedad.

Después nos tocaban, entre otras, dos citas muy importantes en las capitales con más oferta cultural del estado español, el Festival Grec de Barcelona y el Teatro Circo Price de Madrid.

Actuamos el 5 y 6 de julio en el Teatro SAT en Barcelona, un lugar muy acogedor. Óscar Rodríguez, director y programador del SAT con una historia como actor y payaso importante, ya sabía del espectáculo por mano del director del Grec y nos acogió de maravilla, como todo su equipo, y nos dieron todas las facilidades del teatro sin ninguna pega. Las dos funciones tuvieron un lleno casi total, con algunos programadores y personas del sector curiosas por conocer el proyecto y los detalles de las vidas que se documentan en el espectáculo, pero, sobre todo, de público no especialista, que ahora era lo que buscábamos, ya que nos intrigaba cada vez más saber cómo recibía este espectáculo la sociedad.

Después de la representación confirmamos la emotividad del hall de salida, cuando los artistas salen a despedir al público. En aquel momento sí que son protagonistas los artistas, pero en una situación de igual a igual con el público que habla, se emociona, les cuenta anécdotas personales, se saca fotos, como si se quisiera llevar a sus casas al artista que más les ha emocionado o con quien se ha sentido identificado. Qué experiencia más bonita.

Ahora teníamos unos meses de descanso y desconexión hasta octubre, en que volveríamos a vernos para ir a Tenerife, al precioso teatro Guimera, dentro del festival Ficlown. Esta sería la primera actuación al uso, donde no había expectativas previas y teníamos que ganarnos al público desde el desconocimiento. Después de tiempo sin representaciones y con sólo un día de ensayo, el resultado fue muy bueno. El público se mostró muy cálido y generoso, y también funcionó muy bien el hall de salida en el encuentro del público y los artistas.

Y por fin, para terminar esta primera etapa de Vetus en este año 2023, llegamos al hito más importante, al imponente teatro circo Price de Madrid, el único circo estable de la capital, con pases el 27 y 28 de octubre. El Price es un espacio muy grande y en forma circular, cuando siempre hasta ahora lo habíamos presentado en teatros, con un público muy especializado, donde habría invitados de lujo, por ejemplo, familias de circo nombradas en el espectáculo por Graziella. Ella, que jugaba muy de local, sabía que habría muchas personas que vendrían a verla como artista y que se iban a encontrar a Vetus Venustas.

Con un trabajo intenso de adaptación al espacio, llegamos justos pero satisfechos al final del montaje. Había muchos nervios; por lo menos Graziella y yo nos jugábamos mucho, o eso creíamos, y estuvimos muy unidos en todo el proceso.

Fueron unas funciones maravillosas, donde el público terminó los dos días de pie, aplaudiendo de una manera espectacular. El hall del Price estuvo a reventar, y en una burbuja colectiva muy emotiva, los artistas no pararon de atender a su público, de hacerse fotos. Se sentía que este espectáculo no pertenecía ni al circo contemporáneo ni al clásico, era maravilloso que todos lo sentían suyo.

Este mismo año Vetus Venustas está entre los nominados a Mejor Espectáculo de Sala o Carpa de los Premios Zirkólika.