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Efeméride

Tres caballeros y una dama… francesa.

Antonio Castro Jiménez

Página 5

José María Rodero (Fig. 21)

(26-12-1922/14-5-1991)

El deseo que algunos actores manifiestan de morirse sobre un escenario, casi, casi lo cumplió José María Rodero. Durante la segunda semana de abril de 1991 se ultimaban los ensayos de la comedia Hazme de la noche un cuento, de Jorge Márquez. El estreno ya se había demorado unos días, pero, a punto de producirse, José María Rodero tuvo que ser llevado a un hospital directamente desde su camerino en el teatro Bellas Artes. Aunque se anunció que padecía una bronconeumonía, no llegó a recuperarse, falleciendo un mes más tarde. Desaparecía una leyenda de la escena con solo sesenta y nueve años. Los más de treinta años transcurridos desde entonces no han borrado las imágenes de sus trabajos en las mentes de quienes tuvimos la fortuna de ver algunos de ellos.

Con solo dieciocho años José María Rodero se presentó como actor en el teatro Español mientras estudiaba la carrera de Ingeniero Agrónomo. No me consta que tuviera algún tipo de formación o experiencia teatral, pero debió interesarse por los profesionales más reconocidos porque su acceso a los primeros montajes lo hizo de la mano de dos hombres ligados a la renovación teatral iniciada en la II República: Felipe Lluch y José Franco.

España, una, grande y libre, fue un montaje que dirigió Felipe Lluch para una gala celebrando el primer aniversario de la victoria franquista. Se estrenó el 1 de abril de 1940 y se hicieron varias funciones, Ahí encontramos por primera vez a José María Rodero en un reparto. Ese mismo año también aparece en Garcilaso de la Vega, con dirección de José Franco.

Felipe Lluch está considerado como uno de los pioneros en la dirección escénica en España. Su temprana muerte en 1941, a los 35 años, truncó una trayectoria que pudo haber sido muy beneficiosa para el teatro en España. José Franco, que sería un reconocido actor y un maestro de actores, había pertenecido al círculo de Cipriano Rivas Cherif, con quien había trabajado en su Teatro Escuela Arte. Dos profesionales reconocidos, que avalaron la entrada de Rodero en la escena española.

Antes de establecerse casi exclusivamente en los teatros nacionales (María Guerrero y Español), Rodero pasó por el teatro comercial junto a algunas primeras figuras de los años cuarenta. En la compañía de Paco Melgares (padre) interpretó Ella, él… y un pobre hombre (1942), en el destartalado teatro Cómico. Allí estuvo también Fernando Rey. Al año siguiente Rodero hizo en La Comedia, Manjarí, una comedia gitana de Pemán y Domínguez Luna, que no llegó a cumplir un mes de representaciones. En 1957 participó en el montaje de La Celestina con el que Luis Escobar recuperó el teatro Eslava. López Vázquez, con el que compartió escenario en el María Guerrero, escribió en ABC,  tras su muerte, un entrañable recuerdo a partir del último montaje en el que coincidieron, Las maletas del más allá (1952) (Fig. 22). Hablaba de sus ideales comunes:

Afanándonos en intentar emoción e interés en nuestra compleja, esforzada profesión, e impasiblemente sometidos a juicio de propios y extraños, y del que por fortuna hemos salido con coeficiente a favor, sobre todo, por lo que a ti respecta, gloria-mito nacional como eres.

 

En 1959 montó compañía con María Asquerino, estrenando en el desaparecido teatro Goya La feria de cuernicabra. Rodero era ya un primer actor (Fig. 23). A final de ese año protagonizó ¿Dónde vas, triste de ti?, continuación del gran éxito ¿Dónde vas, Alfonso XII?, y con el mismo afortunado resultado (Fig. 24).

José María Rodero se convirtió en el primer actor por excelencia, aunque tuvo una competencia brutal con hombres como Manuel Dicenta, Fernando Delgado, Ismael Merlo, José Bódalo… Pero el apellido Rodero en la cabecera de un reparto parecía ser garantía de calidad. El actor, además, no se limitó a seguir el camino trillado de interpretaciones anteriores. Arriesgó y, casi siempre, ganó. El primer aldabonazo lo dio el año 1973, cuando accedió a protagonizar un mano a mano con la estrella cinematográfica Marisol, ya transformada en Pepa Flores. Ambos estrenaron ¡Quédate a desayunar!, una comedia que tuvo una excepcional cobertura mediática porque suponía el debut teatral (también fue despedida…) de Marisol (Fig. 25). Y porque se atrevía a medirse con una leyenda como Rodero. El resultado no ha pasado a la historia del teatro del siglo XX. Un tiempo después, mientras protagonizaba Los emigrados (1976) junto a Agustín González, sufrió un aneurisma que lo retiró temporalmente de la escena (Fig. 26). Tras recuperarse, volvió con la misma obra. Más tarde encabezó otro reto, estimulado por el productor y director Manuel Collado Sillero: Historia de un caballo (1979). Es un cuento ruso de Tolstoi dramatizado por Mark Rozovaky, con acompañamiento musical. No debe confundirse con un musical como los que actualmente están de moda. Rodero daba vida a un viejo caballo, lo que le permitió adentrarse en lo que entonces comenzaba a llamarse expresión corporal (Fig. 27). Los amantes del teatro corrimos a ver el resultado y creo que muy pocos salieron decepcionados. Yo, es una de las imágenes que tengo en mi retina.

A pesar de su calidad interpretativa y de su prestigio entre crítica y público, el cine lo ignoró casi por completo en su madurez. Entre 1945, cuando hizo un pequeño papel en Espronceda, y 1963 con La becerrada, intervino en una veintena de películas, siempre con papeles de reparto. Coincidió con Tony Leblanc en Los tramposos y en El pobre García. El director Javier Elorrieta le dio el único gran protagonista de su carrera en La larga noche de los bastones largos (1979). Después, hasta su muerte, solo aparecería en series de televisión. Y es este medio el que nos proporciona algunos extraordinarios documentos de su manera de interpretar. Grabó once entregas del programa dramático Estudio 1, de TVE. Entre ellas Calígula, La muerte de un viajante, El concierto de San Ovidio y Doce hombres sin piedad, seguramente el título más recordado por el extraordinario reparto que logró reunir Gustavo Pérez Puig. Este director, estando al frente del teatro Español, volvió a dirigir a Rodero en Las mocedades del Cid, el último de sus trabajos en las tablas que pudo ver el público el año 1990 (Fig. 28).

Se le atribuye la afirmación de que dormía con una pistola en la mesilla de noche porque “el día que José María Rodero no pueda salir al escenario con plenas facultades, me pego un tiro”. No tuvo que llegar a esa situación. Su última pirueta interpretativa iba ser encarnar a un travesti en Hazme de la noche un cuento, dirigido otra vez por Manuel Collado, con quien había hecho la historia del caballo. El solo anuncio de que lo iba a hacer despertó el interés de los aficionados. Incluso se publicaron algunas fotografías del actor vestido de mujer. Yo fui de los pocos afortunados que vio una parte de su trabajo, pues estaba en el teatro para realizarle una entrevista con destino a Televisión Española, la noche en que fue hospitalizado. Tengo muy presente la imagen de desvalimiento que ofrecía en su camerino, despojado de la peluca, con aspecto de muy cansado. No quise ver todo el ensayo porque tenía previsto acudir al estreno. Al día siguiente me enteré de su hospitalización. Fue sustituido por otro gran actor, Manuel Andrés, quien, en menos de un mes, aprendió el texto, lo ensayó y estrenó. Con un merecido gran éxito, pero con el espectro de Rodero flotando por la escena. José María moría el 14 de mayo de 1991, siete días después del estreno. Tal vez su fantasma es uno de los que pueblan el teatro Bellas Artes, donde obtuvo éxitos tan resonantes como Calígula, El tragaluz o Enrique IV. No hay teatro español que no presuma de tener fantasmas entre sus paredes. José María Rodero, en cualquier caso, sea o no fantasma, es una leyenda de la escena española.

Su manera de interpretar, calificada en muchas ocasiones de histriónica, fue destacada en la necrológica que Haro Tecglen publicó en El País y que tituló: “Muere José María Rodero, el último histrión de la escena española”. Leemos en el texto:

José María Rodero fue el último gran histrión, dando a esta palabra todo su magnífico valor original, porque otros no pudieron resistir ese peso, o no supieron imponerse a las formas cambiantes de la dirección, o buscaron formas más cómodas de expresarse, o porque se cansaron y se fueron. En todo caso, se podría decir que era el único histrión.

 

El actor, Premio Nacional de Teatro en 1971, compartió toda su vida con la actriz Elvira Quintillá, que murió en diciembre de 2013.

En 1990 la ciudad madrileña de Torrejón de Ardoz puso su nombre al nuevo teatro de la localidad. El profesor y director César Oliva lo acompañó a la inauguración y apuntó esta reacción del actor en la revista Artescénicas:

La alegría, contenida pero inmensa, de José María, procede, claro está, de lo que ha vivido esa noche; a él, que no me quedan más de dos cortes de pelo. Y añadía: al contrario de la canción suramericana, que quería que cuando muriese lo enterraran en una vasija de barro, yo preferiría perpetuarme en miteatro, para que lo último que quede de este pobre actor, se quede aquí”.

 

La ciudad de Madrid no le ha rendido ningún homenaje ni dedicado ningún espacio o recinto público. El único recuerdo suyo que perdura es un retrato en forja colgado en un pasillo del teatro Bellas Artes (Fig. 29).

Bibliografía

  • BERASATEGUI, Blanca (1981). “María Casares, residente en la tierra”. ABC, 23 de mayo.
  • CASARES, María (1981). Residente privilegiada. Barcelona, Argos Vergara.
  • HARO TECGLEN, Eduardo (1991), “Muere José María Rodero, el último histrión de la escena española”. El País, 15 de mayo.
  • LEBLANC, Tony (1999). Ésta es mi vida. Madrid, Temas de Hoy.
  • LÓPEZ, Ianko (2020). De una aldea gallega a la gloria en Francia: María Casares, la actriz legendaria que no supimos apreciar en España”. El País ICON, 22 de septiembre.
  • LÓPEZ VÁZQUEZ, José Luis (1991), “Gracias, José María”. ABC, 15 de mayo.
  • OLIVA, César (2022), “Una velada con José María Rodero”, Artescénicas, 25 (junio), p. 20.
  • PLANTAGENET, Anne (2021). La única. María Casares. Barcelona, Alba.