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“Un pícaro como yo”:
la picaresca y el arte de fingir en Fernando Fernán-Gómez

Simone Trecca

Página 4

3. Conclusiones: la picaresca como modelo para una estrategia autobiográfica

He venido soslayando hasta las últimas líneas de esta propuesta de interpretación de la presencia de la picaresca en el quehacer de Fernando Fernán-Gómez un aspecto que, lejos de ser accesorio, más bien complementa y resignifica lo expuesto en las páginas que anteceden. Me refiero, evidentemente, a una de las vertientes más caracterizadoras del recorrido de nuestro artista, esto es, la presencia y diseminación de los elementos autobiográficos. Son muchos los puntos de contacto entre la picaresca y la figura del pícaro, por un lado, y las experiencias vitales, las memorias del autor, actor y director, por el otro, empezando por la identificación de sí mismo como un eterno superviviente más, a la par que muchos de sus personajes. Esta percepción tiene que ver con la conciencia de pertenecer a un colectivo, el de los cómicos, cuya experiencia vital está marcada por “altibajos y peligros de una trayectoria profesional donde nada está previsto, donde casi todo es posible y que, en definitiva, solo se salva por la firme voluntad de sus protagonistas” (Ríos Carratalá, 2001b: 180)13: nada más parecido a las peripecias de un pícaro. A ello se suman la permanente preocupación por el dinero y por el éxito (Ríos Carratalá, 2001a: 140 y Amell, 2003: 127) y el constante aleteo de ese “fantasma de la pobreza” que acecha y que Fernán-Gómez describe, por ejemplo, en el capítulo 31 de El tiempo amarillo (Fernán-Gómez, 1998), con el telón de fondo del hambre (término que se repite al menos treinta veces a lo largo de su libro de memorias). Significativamente estos cuidados materiales se conjugan, en la figuración autobiográfica, con una vocación a la inestabilidad propia del oficio en el que mayormente se reconoce, nacido, como bien se sabe, de Carola Fernán Gómez en el seno de una compañía de actores de gira por América, hijo natural de Fernando Díaz de Mendoza y Guerrero y, por ende, nieto de María Guerrero, quien nunca aprobó la relación entre su hijo y la actriz. Por poner solo un ejemplo de cómo ese entorno debió de influir en la autopercepción y, lo que más nos interesa, en la manera de presentarse a sí mismo como personaje, es curioso destacar un aparente pormenor, que sin embargo se irradia con cierta insistencia desde lo autobiográfico hacia los territorios de la ficción picaresca y viceversa. En El pícaro. Aventuras y desventuras de Lucas Maraña, en un determinado momento el protagonista se dirige al público y afirma:

Dieron algunos escritores y otros estudiosos de los escritores en llamamos pícaros [...]. Yo estoy en ese saco por ser poco habituado al trabajo permanente; de ninguna manera hubiera querido ser lo que ustedes llaman “obrero cualificado”, aunque dichos habilidosos esclavos -pringados dicen ahora, ¿no?- cuenten con mi admiración y respeto. En la sociedad que ustedes con el paso del tiempo han establecido sí me hubiera gustado ser “hijo de obrero cualificado”. ¡Eso ya es otra cosa!

consideración que repercute en su tránsito a la novela Oro y hambre, donde podemos leer:

[...] de ninguna manera hubiera querido ser menestral, de uno o de otro oficio, o criado de casa más o menos grande, aunque dichos esclavos cuenten con mi admiración y respeto, y algunos con mi amistad. Si por los adelantos a que antes me he referido, al suprimirse o suavizarse las desigualdades sociales, menestrales y criados llegaran a alcanzar la holgada posición económica, sí me gustaría entonces ser hijo de menestral o de criado de casa grande, que me imagino yo que esos, los hijos, sí podrán llegar a gozar de la vida. Eso ya sería otra cosa. ¡Llevar a bailar y a retozar todas las noches a las mozas, y el día para descansar y dar cristianamente gracias a Dios! Eso sí va conmigo. (Fernán-Gómez, 1999: 16)

En El tiempo amarillo, la posición del pícaro hacia este tema, pese a no ser asumida directamente por el autor/narrador, se deja entrever a través del proceso de la memoria de la infancia en Madrid, con la intermediación de las figuras de la madre y la abuela como modelos de referencia y la reduplicación especular del yo en un personaje de ficción:

Años después, cuando discutían sobre mi porvenir, durante la Guerra Civil, y no había en casa ni dinero para el día siguiente replicaba mi madre:

–¡Por favor, mamá, no le diga usted al chico que va a ser obrero!

Recordaba yo entonces Jack, la novela de Daudet que nos hacía llorar a mi abuela y a mí, cuando la madre soltera de Jack gritaba histérica: –¡Obrero no, obrero no! (Fernán-Gómez, 1998).

Las coincidencias biográficas con esa “madre soltera” novelesca y con un chico destinado a una vida de peripecias y luchas, parecen remitir a esa idea más o menos determinista de los condicionamientos sociales y familiares que tanto incide en la interpretación de la picaresca. Esto no llega nunca a aflorar explícitamente, ni a adquirir una profundidad psicológica que invite a hacer una lectura analítica de este rasgo del autobiografismo de Fernán-Gómez, pero, bien mirado, ¿no es esta también una de las características del tratamiento de la figura del pícaro? Ni que decir tiene que la ausencia del padre, ese “hombre del que se decía que era mi padre”, “mi supuesto padre”, del que se limita a afirmar “poco supe de él” (Fernán-Gómez, 1998) es otro punto de contacto con el modelo picaresco, especialmente con el Lazarillo. Pero creo que es interesante notar que también ese progenitor misterioso y alejado se convierte, en la memoria y la imaginación del autor, en un personaje, más bien en un papel, desde luego secundario: “No se correspondía aquella presencia con la que yo habría elegido para un padre, y para un padre misterioso. En el juego del reparto de papeles al que a veces me entregaba a aquel hombre no le habría correspondido un personaje protagonista, y mucho menos el de mi padre” (Fernán-Gómez, 1998).

Podrían multiplicarse ejemplos de nexos entre situaciones, experiencias, descripciones, etc. presentes en los elementos más autobiográficos de las creaciones de Fernán-Gómez (y no me refiero exclusivamente a sus libros de memorias), pero me interesa destacar un aspecto, para concluir este artículo y no exceder los límites de los objetivos que me he propuesto. Además de las confluencias temáticas y las afinidades con el tipo del pícaro, el modelo picaresco funciona, a mi manera de ver, especialmente como impresionante matriz discursiva, como estrategia ejemplar de autopresentación y, en resumidas cuentas, de hibridación de lo factual con el artificio de la narración en primera persona, a través de la cual el yo no es el hombre que escribe sino su proyección, su figuración, una re-creación que intenta recuperar una porción del pasado pero desde una perspectiva presente, actual. Lo autobiográfico, sobre todo en Fernán-Gómez, se convierte en una forma de seducción del destinatario, como bien ha puesto de relieve Ríos Carratalá (2001b: 184), lo cual entronca perfectamente con las estrategias discursivas de la ficción autobiográfica picaresca. El mismo autor declaró, además, que “recordar es divertirme, porque recordar es mentir” (en Fernández-Santos, 1999), y cómo no mencionar a este respecto Carlos Galván, el magnífico personaje/narrador de El viaje a ninguna parte, trasunto de nuestro autor en cierta medida, y en cierta medida picaresco por su modo de manipular inocentemente el recuerdo, el pasado, con el fin de proyectarse a sí mismo en su mente de una forma que, no por ser inauténtica tiene que resultar menos real.

La estrategia del inocuo fingimiento es, a mi entender, la respuesta a la pregunta que plantea Fernán-Gómez al comienzo de El tiempo amarillo: “¿Soy un triunfador? ¿Soy un fracasado? ¿Puede interesar a alguien la vida de un hombre que nació hijo de cómicos y que al llegar a la edad de la jubilación sigue siendo eso, un cómico?” (Fernán-Gómez, 1998). ¿No se trata, acaso, del mismo problema que tiene que solucionar Lazarillo en el prólogo de la novelita que protagoniza y que tanto influyó en la formación de nuestro autor? Justificarse como narrador, como voz y como protagonista de un relato. Indica con acierto Cristina Ros Berenguer (1996: 508-509):

Es evidente que el pudor lo ha mantenido en una confusa y ambivalente posición entre la vida y la literatura, entre el hombre y el personaje […] su literatura se define como recreación de toda su vida […] en un difícil equilibrio entre la imaginación y el recuerdo […]. La verdad y mentira conforman su literatura y su existencia haciendo de sí mismo un personaje literario al que el público se afana en desvelar […]. Incluso en sus textos netamente autobiográficos, sus memorias, Fernán-Gómez se sirve del carácter selectivo de la memoria para sus fines.

La picaresca representa el perfecto modelo de ficción autobiográfica, de memorias no desinteresadas, de fingimiento. ¿Quién mejor que un cómico nato, para realizarlo?

13 Pero de Ríos Carratalá véase especialmente la sección consagrada a Fernán-Gómez de su libro Cómicos ante el espejo (Ríos Carratalá, 2001a). Ahondan en la presencia del universo teatral y de las referencias al oficio de actor en las memorias de Fernán-Gómez, Rafael González Gosálbez (2015) y Juan Carlos Romero Molina (2015), en las partes de sus tesis doctorales consagradas a la figura de nuestro artista. Volver al texto
BIBLIOGRAFÍA CITADA
  • Amell, Samuel (2003), “Historia y memoria en la autobiografía española actual: la obra memorialística de Fernando Fernán-Gómez”, en J. Romera Castillo (ed.), Teatro y memoria en la segunda mitad del siglo XX, Madrid, Visor, pp. 119-129.
  • Fernández-Santos, Elsa (1999), “Fernán-Gómez niega que la memoria sea un ejercicio de nostalgia”, El País, 20 de agosto.
  • Fernán-Gómez, Fernando (1974), El pícaro, serie de televisión, dirección y guion de F. Fernán-Gómez, RTVE.
  • ___ (1989) Historias de la picaresca, Barcelona, Planeta.
  • ___ (1998), El tiempo amarillo. Memorias 1921-1997. Consulto la edición e-book de la editorial Capitán Swing, 2021.
  • ___ (1999), Oro y hambre, Barcelona, Muchnik.
  • González Gosálbez, Rafael (2015), Actores españoles en primera persona: el oficio de cómico en sus testimonios, tesis doctoral dirigida por J. A. Ríos Carratalá, Universidad de Alicante.
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  • Maravall, José Antonio (1986), La literatura picaresca desde la historia social, Madrid, Taurus
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  • ___ (1982), La novela picaresca y el punto de vista, Barcelona, Seix Barral.
  • Ríos Carratalá, Juan Antonio (2001a), Cómicos ante el espejo, Alicante, Universidad.
  • ___ (2001b), “Los cómicos españoles y sus memorias: breve alcance”, Anales de literatura española, 14, pp. 177-186.
  • ___ (2008), “Introducción”, en F. Fernán-Gómez, El viaje a ninguna parte, Madrid, Cátedra, pp. 11-66.
  • Rodríguez de Lera, Juan Ramón (1999-2000), “Oro y hambre: una lectura moderna de la novela picaresca”, Contextos, 17-18 (33-36), pp. 409-418.
  • Romero Molina, Juan Carlos (205), Escritura autobiográfica de dramaturgos españoles actuales, tesis doctoral dirigida por J. Romera Castillo, Madrid, UNED.
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