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Efeméride

Cosecha de 1921

Antonio Castro Jiménez

Página 2

El año 1921 no fue de los especialmente complicados para la sociedad española. Se vio sacudida, eso sí, por el asesinato, el 8 de marzo, de Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros. Rastreando en las efemérides encontraremos, seguramente, varios años en los que coincidieron numerosos acontecimientos extraordinarios. O nacimientos de futuros genios y personalidades de diversos campos. El año 1921, en España, nació un puñado de niños que, llegados a su juventud, emprenderían carreras interpretativas plagadas de éxitos. Quizá Fernando Fernán-Gómez sea el más recordado y reconocido y por eso protagoniza gran parte de esta revista. Sería injusto que la arrolladora personalidad del hijo de doña Carola, nieto, según parece confirmado, de doña María Guerrero, eclipsara el ingente trabajo de los compañeros de su generación. A saber: Antonio Ferrandis, Ana Mariscal, Alberto Closas, Manuel Collado Álvarez, Luis Cuenca y Felipe Peña.

Todos ellos vinieron al mundo al comienzo de una década que fue brillante para las artes escénicas y, sobre todo, para las variedades. La neutralidad de España en la Gran Guerra (1914-1918) propició que a nuestro país llegaran gentes de toda Europa, convirtiendo a Madrid en la ciudad más alegre tras haber superado el trauma de la pérdida de las colonias en 1898. Ni la guerra del Rif contra Marruecos, que durante 16 años (1911-1927) desangró a toda una generación, apagó las luces de las candilejas. Claro que los protagonistas de nuestro estudio pudieron gozar de una infancia y una adolescencia relativamente cómodas. A todos les pilló el estallido de la Guerra Civil en el inicio de la juventud, en sus esplendorosos 15 años. Todos la sufrieron directamente y tuvieron que empezar a trabajar en uno de los periodos más terribles, económica y políticamente, de nuestra historia. Salvo Closas, que, como diremos, pudo iniciar su carrera al otro lado del Atlántico. Y todos lograron triunfar, con mayor o menor repercusión popular, en el teatro, en el cine y, más tarde, en el moderno invento de la televisión. Me atrevo a asegurar que los aquí reseñados murieron con las botas puestas, que habían estado delante de una cámara o encima del escenario hasta poco antes de morir. Ya sabemos que, por regla general, los intérpretes no se jubilan nunca.

En el mismo año nacieron otras personalidades artísticas nacionales e internacionales: Giulietta Masina, Dirk Bogarde, Luis García Berlanga, Simone Signoret, Antonio Ruiz Soler, Alicia Alonso, Peter Ustinov, Deborah Kerr… Una buena cosecha.

1. Antonio Ferrandis (28/2/1921-16/10/2000)

En la familia valenciana de Antonio Ferrandis Fig. 1 no había ningún precedente artístico. El padre era albañil y la madre pescadera. Tampoco parece que el vástago tuviera inicialmente vocación teatral porque comenzó a estudiar Magisterio, estudios que interrumpió el estallido de la Guerra Civil. No sé si llegó a graduarse, pero lo cierto es que acabó encontrando en el teatro su auténtica pasión. Tuvo la suerte de que Antonio Vico lo viera actuar en Valencia, porque le causó buena impresión y lo contrató para su compañía. El 7 de noviembre de 1950 se presentaron en el teatro Reina Victoria de Madrid con la comedia Militares y paisanos. Ferrandis interpretaba a un general. Realmente, su debut nacional se había producido tres años antes al hacer una sustitución en la reposición de Miss Ba, en el María Guerrero, a las órdenes de Luis Escobar.

Algo debía de tener aquel joven que aún no había cumplido treinta años, y que no tenía planta de galán, porque casi inmediatamente lo reclamó José Tamayo para La muerte de un viajante, en 1952. Con don José haría Edipo (1954), Las Brujas de Salem (1956) o Don Juan Tenorio (1956). Durante casi tres años trabajó junto a otro grande de los años cincuenta, Rafael Rivelles y, después, pasó al Teatro Nacional María Guerrero, donde José Luis Alonso lo convirtió en uno de sus actores favoritos. Intervino en más de veinte montajes bajo su dirección, entre ellos El jardín de los cerezos (1960); Eloísa está debajo de un almendro (1961); Los verdes campos del Edén (1963), y, sobre todo, El rinoceronte (1961) Fig. 2, que le hizo merecedor del elogio de Marqueríe en ABC: “lo mismo cabe decir de Antonio Ferrandis, en la mejor incorporación que le hemos visto hasta ahora en su magnífica carrera de actor”. Fueron años en los que el repertorio pasaba del Siglo de Oro al Arniches más disparatado, transitando por Valle-Inclán o Pirandello. Una magnífica escuela por la que pasaron casi todos los grandes actores de esa generación.

Como he apuntado, Antonio no tenía físico de galán. Además, perdió muy pronto el pelo y los actores calvos no solían hacer de protagonistas a menos que se pusieran peluquín, lo que hicieron unos cuantos. Ferrandis fue en su carrera teatral uno de tantos actores solventes en cualquier género pero que no alcanzaban la categoría de grandes figuras.

Comenzó en el cine en el año 1963 con la película Los derechos de la mujer. Llegó a rodar más de cuarenta títulos, la mayor parte comedias intrascendentes en los años previos al destape. Pero no ignoramos que también intervino en filmes de calidad, como Mi querida señorita (1972), Retrato de familia (1976), Parranda (1977) o La escopeta nacional (1977).

El 11 de octubre de 1981 la primera cadena de TVE inició la emisión de una serie que se ha convertido en legendaria: Verano azul. Dirigida por Antonio Mercero, supuso un giro total para las carreras de dos actores teatrales: María Garralón y Antonio Ferrandis. A este último su personaje de Chanquete le perseguiría el resto de su vida y aun después de muerto. Verano azul se repone continuamente y Antonio murió en Valencia el 16 de octubre de 2000. Después de ese trabajo televisivo, Ferrandis no volvió a hacer teatro. A partir de entonces se centró en la televisión y en el cine. Fue precisamente una película, Volver a empezar, la que consiguió distanciarlo de su personaje inolvidable. Y gracias a ella pudo llegar a Hollywood porque consiguió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa Fig. 3. La fotografía de Garci, Ferrandis y Encarna Paso en el Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles es uno de los iconos de nuestro cine. Los últimos años de su vida estuvo aquejado de una enfermedad pulmonar que acabaría por matarlo y que le obligó a distanciar sus trabajos. En el año 2000 rodó La tarara del chapao, que sería su última película.

El ciclo vital se cerró muy cerca del mar, en su Paterna natal. La localidad puso su nombre al Gran Teatro de la ciudad.