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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1948

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Escena y política
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Memorabilia
El teatro y su doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Diego Santos Sánchez
Universidad Complutense de Madrid
Instituto del Teatro de Madrid (ITEM)

 

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MEMORABILIA

Hacer un balance de los espectáculos más relevantes del año 1948 en función de su permanencia en cartel arroja un amplio listado de revistas y montajes folklóricos ya que, como se ha visto, fueron estos los géneros que más atrajeron al público y que supusieron, precisamente por eso, éxitos económicos sin precedentes. El teatro más dramático cuenta con tímidas posiciones en esta prelación de espectáculos. No obstante, si hubiese que destacar uno de ellos, ese montaje sería Plaza de Oriente, de Joaquín Calvo Sotelo, puesto en escena en el Teatro de la Comedia y que superó las 500 representaciones, una cifra nada desdeñable para este tipo de teatro. La tradición de celebrar los centenarios con funciones especiales en honor de los autores generalmente se saldaba con homenajes, actuaciones de compañeros de la profesión y repetición de números en el caso de los géneros más espectaculares. En el caso de Plaza de Oriente, según el testimonio que nos deja la prensa, la función número 500 contó con la participación del autor, que explicó ante el público su creación, así como con la representación de escenas que habían sido suprimidas, si bien no se nos dan indicaciones de si esa supresión había sido consecuencia de la censura o de condicionantes logísticos de la puesta en escena.

Entrando ya en el terreno de la revista, el montaje que sin lugar a dudas hay que destacar en las carteleras de 1948 es el sainete arrevistado La blanca doble, de Paradas, Giménez y Guerrero, que superó el millar de representaciones, parece que combinando montajes en los teatros de La Latina y Calderón. La prensa deja constancia de todas las funciones de homenaje cada vez que se superaba una nueva centena, colgando siempre el cartel de “No hay entradas”. Se publicó, irónicamente, que la obra “debería titularse ‘Blanca de todos los años’, porque el camino que lleva es el de perpetuarse en los carteles”. Son, además, de gran interés las apreciaciones que sobre el montaje se publicaron en la prensa, ya que sirven, además de para darnos una idea de aquel montaje en particular, para definir todo el género de la revista:

En esta clase de espectáculos, se hace difícil reseñar el argumento, en primer lugar, porque muchos no le [sic] tienen, y otros, lo poseen tan delgaducho e intrascendente, que es preferible silenciarlo. Con viejos recursos, añeja construcción temática de las primeras revistas, se amañan unas escenas más o menos cómicas con unos toquecillos sobre asuntos de actualidad, la barrita de pan, el manido problema de la vivienda, el no menos eterno conflicto del tabaco, las colas, la cartilla y la falda larga, etc. Unas coplejas satíricas redondean el atractivo del embrollo escénico. Si a todo esto se añade unos números musicales pegadizos y chillones, en los que domina la trompetería y el ritmo de la época, se comprenderá muy bien que “La blanca doble” sea el plato fuerte de la temporada y llene las arcas blindadas de las contadurías teatrales.

En este sentido, La blanca doble contó con “todas las singularidades y también todos los defectos de las revistas”, si bien fue calificada de “demasiado subidita” y se llegaron incluso a recomendar en prensa algunas supresiones “por los fueros del buen gusto, cortes que en nada afectarían al interés de la fábula”. El éxito fue, sin embargo, arrollador: el público acogió extraordinariamente la obra, demandando al final de sus representaciones la repetición de sus cuadros más populares; la prensa nos deja constancia de cómo el número “Ay qué tío…” se repitió en ocasiones hasta 9 veces entre aplausos. La obra dio, además, la vuelta a toda España con un éxito sin precedentes, hasta el punto de que la prensa describía a los empresarios en términos bélicos, como si el teatro de La Latina fuese un cuartel general desde el que planeasen la conquista de España a través de “un mapa mural de España, con docenas de banderitas indicadoras de los territorios y públicos conquistados por la obrita de Jiménez, Paradas y Guerrero”.

Otros títulos centenarios fueron Cinco minutos nada menos, que alcanzó en 1948 su cuarto año en el cartel de Teatro Martín, o La estrella de Egipto, que superó bajo la dirección y la interpretación de Celia Gámez las 500 representaciones. Superaron el umbral de las 300 las revistas Yo soy casado, señorita, de Muñoz Román y Guerrero, y Un pitillo y mi mujer, de Llopis, Alonso y Montorio, mientras que Luces de Madrid, de Lerena y Llabrés, Alonso y Montorio, rebasó el umbral de las 200. Las sesiones centenarias eran siempre funciones de homenaje, en que participaban artistas ajenos al montaje, se incluían fragmentos de otras obras e incluso se llevaban a cabo desfiles de moda. A todo ello solía seguir una fiesta. Otro tipo de eventos, como la Fiesta del sainete que se celebró en el Calderón, se organizaban directamente con este espíritu festivo: inserta en los festejos de San Isidro de la ciudad de Madrid y bajo el patrocinio de la Asociación de la Prensa, esta fiesta contó con la representación del sainete Las estrellas de Arniches y con multitud de actuaciones, como las de Lola Flores y Manolo Caracol, además de con un cierre de fin de fiesta guiado por la gran figura de la revista: Celia Gámez.

Quizá merece mención aparte el espectáculo Sueños de Viena, que contó con más de 50000 espectadores y alcanzó un éxito mayor en su versión española que en la original alemana. Bajo la dirección de Artur Kaps y con el elenco encabezado por Franz Joham, la prensa destacó de esta revista su carácter deslumbrante: una “innegable belleza” y una “suntuosidad plástica” desconocidas hasta entonces en las tablas españolas. Se destacaron, también, a nivel técnico, un largo listado de recursos: “mecanismo escénico modernísimo; nuevas formas de montaje; maravillas escenográficas en decorados corpóreos; atuendos asombrosos”. El espectáculo incluía una pista de hielo en el escenario, sobre la que se bailaron una serie de valses vieneses, así como una cortina de humo que hacía invisible la escena mientras se operaban en ella modificaciones; ambos recursos contribuyeron sin lugar a dudas a la gran acogida del público. La prensa explicaba, en otros términos, la base material del éxito: la inversión superaba los tres millones de pesetas, lo que sin duda suponía “una suma tan fabulosa como desacostumbrada en cualquier negocio teatral, no sólo [sic] de España, sino también del extranjero”. No resulta, por tanto, extraño que la visita de esta revista se definiese, de manera bastante unánime, como un “acontecimiento artístico” que supuso, tanto en Madrid como en Barcelona, un “éxito rotundo, inenarrable”.

Por otro lado, tuvieron lugar en 1948 toda una serie de eventos de gran relevancia relacionados con el mundo de la escena. Los homenajes y centenarios trajeron consigo acontecimientos de gran impacto social. El cuarto centenario del entierro de Tirso de Molina conllevó, por ejemplo, representaciones de la obra del dramaturgo en el María Guerrero y el Español. También se celebró en 1948 el cuarto centenario de Cervantes, con una sesión de homenaje al autor en colaboración con el Instituto del Teatro y con el Teatro de Estudio, que incluyó la representación de dos entremeses: La cueva de Salamanca y El juez de los divorcios. Se añadieron a este homenaje, además, otras obras sobre Cervantes, como Cervantes o la casa encantada, de Azorín, o Sancho Panza, heredero, de José Franco Pumarega. La celebración del día de los Quintero fue, por su parte, también un hecho de gran relevancia: la asamblea general de la Asociación de Amigos de los Quintero había acordado que todas las compañías que estuviesen actuando en provincias debían representar el día de la conmemoración una obra de los Quintero. Se ofreció, además, un ciclo de conferencias que cerraba el propio Pemán y se sentaron las bases para constituir un cuadro artístico dedicado exclusivamente al teatro de los Quintero.

La vida teatral de 1948 incluyó también otro tipo de eventos con gran resonancia en la prensa: los festivales y fiestas escénicas. Uno de ellos fue, por ejemplo, la presentación de la compañía del Teatro María Guerrero, evento que contó, como tantos otros, con el patrocinio de la Asociación de la Prensa e incluyó la representación de Plaza de Oriente, de Calvo Sotelo, así como toda una serie de actuaciones musicales, bailes y fragmentos de la zarzuela La verbena de la paloma. Por su parte, las Galas de Prensa y los Festivales de la Asociación de la Prensa gozaban de estructuras parecidas: toda una combinación de actuaciones de artistas como Lola Flores seguida de lecturas poéticas, fragmentos de revistas, chotis, etc. Similares acababan siendo también los homenajes: en 1948 se le llevó a cabo uno al maestro Guerrero en el Teatro Tívoli de Barcelona, así como a los residentes del Instituto Cervantes, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. El Festival de los Pobres, por último, se componía con este mismo esquema de pastiche escénico.

Desde un punto de vista más relacionado con la propia praxis teatral, conviene destacar dos eventos realizados en 1948. Por un lado, tuvo lugar la cuarta sesión pública del concurso valores nuevos que, a través del voto popular, intentaba sacar a la luz nuevos artistas infantiles. Por otro lado, se celebró en Buenos Aires el ya citado Congreso Internacional de Autores. Su recepción en prensa lo presentó como un evento poco serio y abundaron las críticas ácidas en que se ironizaba, por ejemplo, sobre el bajo nivel de francés de sus participantes. En el evento, que reunía en la capital argentina a las Sociedades Generales de Autores de un gran número de países, se discutieron temas relevantes para la industria teatral, como los bajos porcentajes que los autores cobraban por sus textos a las compañías.

 

 

 

 

 

 

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