Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1946

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El teatro y su doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Blanca Baltés
Autora de ‘Estampas del teatro en los cuarenta’, (INAEM) 2015

 

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PROTAGONISTAS

Podemos afirmar que la productividad de los autores en aquellos momentos era elevadísima. El alto número de nuevas piezas y el ritmo con que las aprovisionaban inducen a pensar en una actividad febril de los dramaturgos, si bien es cierto que la actividad febril se debía en buena medida al escaso tiempo que permanecían en cartel la inmensa mayoría de las piezas, y que, salvo honrosas excepciones, dramas, farsas y comedias respondían a una suerte de patrón ya consolidado, en función de la estructura de las compañías, los arreglos entre empresarios de compañía y empresarios de local y las preferencias del respetable.

A lo largo del año se registraron más de un centenar de estrenos, en buena parte protagonizados por los dramaturgos más frecuentados del periodo. Así el caso de Eduardo Marquina, que brilló con luz propia en los dos teatros nacionales con el estreno de El galeón y el milagro, la reposición de El monje blanco y la versión de La conjuración de Fiesco, de Schiller. El estreno de Titania, de Jacinto Benavente, estuvo acompañado por numerosas reposiciones (Rosas de otoño, sin ir más lejos)y reconocimientos de todo tipo. José María Pemán estrenó La casa y Diario íntimo de la tía Angélica; Juan Ignacio Luca de Tena, Dos cigarrillos en la noche. Enrique Jardiel Poncela estrenó sin grandes alharacas Agua, aceite y gasolina y Claudio de la Torre impactó con Tren de madrugada. Se dejó notar el gusto por las obras de Enrique Suárez de Deza, con Miedo; Cándido de noche, cándido de día y Aquellas mujeres.

Reapareció tras varios años Felipe Ximénez de Sandoval con Vuelo nocturno y Francisco Serrano Anguita presentó La prueba del ángel. Leandro Navarro y Adolfo Torrado acudieron puntuales a sus respectivas citas con el público, el primero con La forastera y el segundo con Una gallega en Nueva York y Qué verde era mi padre. Por supuesto, el público también acudió fielmente a la cita.

Pilar Millán Astray estrenó La romancera. Otras mujeres concurrieron al cartel del año, como la novel Natividad Zaro (Hombre en tres espejos), Consuelo Abad (¿Por qué lo hizo?), Dora Sedano (La boda de papá) o Julia Maura (El hombre que volvió a su casa).

Los efectos de La Codorniz se dejaban sentir en la escena, como reflexionaba el crítico, a través de El caso de la mujer asesinadita, de Miguel Mihura y Álvaro de Laiglesia, y dos piezas de “Tono”, una en solitario (Romeo y Julieta Martínez) y otra con Enrique Llovet (Don Pío descubre la primavera). Los Paso (Antonio, Enrique, Manuel) reclamaban su cuota con Soy el rata primero, En mi vida he roto un plato y, sobre todo, El hombre que las enloquece, que obtuvo espectacular refrendo del público.

El comediógrafo Carlos Llopis, por su parte, terminó el año claramente consolidado en la cartelera, gracias a Nosotros, ellas y el duende, estrenada por la compañía de Guadalupe Muñoz Sampedro y Luchy Soto en el Reina Victoria, Dos puntos de vista por la compañía Davó-Alfayate y el éxito de las Vacaciones forzosas de Celia Gámez.

La lista de comedias intrascendentes o ligeras, farsas, sainetes, piezas costumbristas, juguetes cómicos y otras medianías dramáticas o humoradas al uso es extensa, por lo que simplemente anotamos algunos estrenos que por lo general, salvo excepciones, cumplieron su misión sin especial pena ni gloria: Una aventura en Milán,de Lerena y Llabrés; Tres piernas de mujer, de Gonzalo Azcárraga; Préstame a tu suegra, de Carlos Jaquetot; ¡Qué familia!,  de Alberto Rauchi; Las horas inolvidables, de Enrique Gutiérrez Roig; Pena de muerte al amor, de Manuel López Marín; Luis Tejedor y Luis Muñoz hicieron doblete, con Se vende por pisos y Solita ya no está sola; Don Genio y la sombra, de Vicente Soriano y Santos Macrino; De los tiempos de Apolo, de Ramón Pena; Sufre y calla, drama en tres actos de Vicente Valiña Alonso o Pimpampum, de Valentín Andrés.

Llaman la atención presencias como la de Julián Sánchez Prieto “El Pastor Poeta” (Un alto en el camino), Cipriano de Rivas Cherif (La costumbre) o Luis Fernández Ardavín con el drama sacro Jesús crucificado, inspirado en el original catalán de Fray Antonio de San Jerónimo, en el siglo XVII.

Merece especial atención el chileno Armando Mook por Del brazo y por la calle, comedia dramática de larga permanencia en cartel. Supuso el mayor éxito para Luis Prendes, con más de 2.000 representaciones y 5 compañeras de reparto distintas.

La nómina de autores extranjeros es relativamente extensa y está encabezada por el británico Somerset Maugham, de enorme popularidad en la década anterior, debido a Mi marido, La luna y seis peniques, adaptada por Soriano Torres y Alcaide, y su presencia también en el repertorio de la compañía italiana de Emma Gramatica.

El listado de obras foráneas incluye Me casé con un ángel, del húngaro Janos Vaszary, adaptada por Félix Ros; El secreto, del francés Henry Bernstein; Un espíritu burlón, del británico Noël Coward; Los endemoniados, reposición de la pieza de Dostoievski que en 1944 se había estrenado en versión de Luis Escobar y Arvid de Bodisco; El tiempo es un sueño, de Frédéric Lenormand; O’Flaherty V.C., de Bernard Shaw; Zona de peligro, de Eugene O’Neill; Interior, de Maurice Maetterlinck; Tengo diecisiete años, comedia belga de Paul Valdembergher, traducida por M. Morcillo y J. Guissot; Soñé con el paraíso, comedia del italiano Guido Contrini, traducida por Julio A. Escobar y Carlos Díaz de Mendoza y Dalila, comedia “galante” de Ferenc Molnar con traducción de Tomás Borrás.

Como reestrenos interesantes cabe destacar L’auca del señor Esteve, de Santiago Rusiñol, por la compañía de José Bruguera; la trilogía Lo invisible de Azorín, estrenada casi veinte años atrás y la legendaria Terra baixa de Ángel Guimerá, frente a las frecuentes y repetitivas reposiciones de Arniches, Muñoz Seca y Pérez Fernández, Echegaray o el propio Benavente.

La principal novedad del año en el terreno de la dramaturgia llegó de la mano del grupo Arte Nuevo, como se ha comentado en otro lugar. En las piezas presentadas por José Franco, Alfonso Paso, Medardo Fraile, Carlos José Costas, Joaquín Andrés, Julio Angulo, Alfonso Sastre y José Gordon –quien dirigía también- había tres denominadores comunes que rompían con la generalidad establecida: la temática, el tono y el formato, inequívocamente marcado por su brevedad.

La actividad de los directores y diseñadores escénicos distaba mucho de ser febril, como es sabido, debido a la escasa implantación que estas figuras tenían aún en el sector. Sólo en el ámbito del teatro oficial desarrollaron una labor relevante, ambiciosa y pionera dentro de sus posibilidades, los directores Luis Escobar, junto a Claudio de la Torre y Huberto Pérez de la Ossa, y Cayetano Luca de Tena, al frente de las compañías del María Guerrero y el Español, respectivamente. Sus colaboradores habituales en la composición plástica, sonora y lumínica de los montajes pudieron así desarrollar una trayectoria igualmente relevante en sus respectivos ámbitos, con Victor Mª Cortezo, Vicente Viudes, Sigfrido Burmann y el maestro Parada a la cabeza. Determinante fue también a menudo la labor de sus asesores, como Luis Fernando de Igoa, Nicolás González Ruiz o Manuel Comba.

Solvente director también era Modesto Higueras, valedor primero del quehacer del T.E.U., con instinto para la selección del repertorio –sin descuidar sus obligaciones para con lo que disponía la superioridad- y el descubrimiento de actores en el futuro indiscutibles, como María Jesús Valdés o José Luis López Vázquez.

Junto a la momentánea reaparición de Cipriano de Rivas Cherif en el panorama teatral madrileño cabe mencionar el trabajo de Alejandro Ulloa con los clásicos, de Marta Grau y Arturo Carbonell con el repertorio contemporáneo desde el Teatro de Arte y, sobre todo, de Juan Germán Schroëder al frente del Teatro Estudio de Barcelona. Con los datos de que hoy disponemos no se puede pasar por alto su agudeza en la selección del repertorio y el cuidado de sus escenificaciones, dentro de sus posibilidades, así como las colaboraciones de Ulloa y Schroëder con Cayetano Luca de Tena y el conjunto de su trayectoria.

Dejamos para el final un nombre llamado a cambiar definitivamente el concepto de la dirección de escena, su repercusión y su actividad en el panorama teatral español: José Tamayo, joven director granadino que el año anterior había colaborado con Luca de Tena y que en 1946 convirtió su formación de teatro universitario en la Compañía Nacional Lope de Vega.

En Informaciones el crítico principal era Gabriel García Espina, a quien sucede Alberto Crespo tras su nombramiento como Director General de Cinematografía y Teatro. Agramonte suele hacer crónicas, reportajes y entrevistas. En ABC firmaba Alfredo Marqueríe, el crítico más sólido para el diario más riguroso y sistemático con la información teatral, pionero en secciones de elevado interés como “Autocrítica” (adoptada después por El Alcázar, La Vanguardia Española o Ya)o “Mundillo farandulero”, tan bien llevada por Aristo. Miguel Ródenas y Regino Sáinz de la Maza –este último en lo tocante a la ópera- colaboraban también con ABC.

El crítico titular de Arriba era Manuel Díez Crespo, como Manuel Sánchez Camargo en El Alcázar. Cristóbal de Castro y Leocadio Mejías asumieron la crítica y la información en Madrid, Jorge de la Cueva en Ya, Emiliano Aguado y Bayona en Pueblo. Acorde firma en La hoja del lunes, aunque también colabora con Informaciones.

En la prensa de Barcelona se recurre con mayor frecuencia a las informaciones de agencia (Cifra). José María Junyent escribe mucho en El Correo Catalán; en La Vanguardia Española, U. F. Zanni y en Las Noticias Luis Marsillach. En Diario de Barcelona nunca falta a su cita Enrique Rodríguez Mijares; en Solidaridad Nacional M. de Ribera y en El Noticiero Universal, Alfredo Romea.

Los principales empresarios de referencia en el sector, generalmente porque eran al tiempo de local y de compañía y poseían cierto olfato para el negocio, eran Arturo Serrano (Infanta Isabel), elegido jefe de la Sección Económica del Sindicato Provincial del Espectáculo y Conrado Blanco (Lara) en Madrid, Tirso García-Escudero (Comedia) y López-Llauder en Barcelona. Pocos más han trascendido en su quehacer.

Numerosas figuras de la escena se habían atrevido a convertirse, como era tradición, en empresarios de compañía. Entre los autores era muy poco frecuente, aunque ahí estaban Jardiel Poncela –también director– y Antonio Paso para romper cánones.

Entre los actores era mucho más habitual dar el paso, en gran medida necesario para depender de sí mismos y no siempre de terceros a lo largo de su por naturaleza efímera trayectoria profesional, altamente inestable y repleta de incertidumbres. No deja de llamar fuertemente la atención, además, el hecho de que en este territorio competían con iguales armas y destrezas los representantes del género masculino y los del femenino.

Entre ellos se contaban Enrique Borrás, José Bruguera, Luis Arroyo, Luis Prendes, Carlos Lemos, Rafael Rivelles, Enrique Rambal (con su familia al completo), Francisco Martínez Soria, Ismael Merlo, Paco Melgares, Manuel Dicenta, Alejandro Ulloa y Rafael López Somoza.

Entre ellas, veteranas ilustres y jóvenes arrojadas: Irene López Heredia, Lola Membrives, Társila Criado, María Fernanda Ladrón de Guevara, Niní Montiam, Lina Yegros,  Ana Mariscal, Ana María Noé, Milagros Leal, Josita Hernán, Josefina Tapias (ocasionalmente en unión con Lina Santamaría), Guadalupe Muñoz Sampedro (a veces junto a Luchy Soto).

En una veintena larga de casos las compañías se sustentaban en dos cabezas de cartel. Con frecuencia se trataba de cónyuges, que así conciliaban mejor su complicada vida laboral con su deseada vida familiar: Aurora Redondo y Valeriano León; Luisa Puchol y Mariano Ozores; Carmen Carbonell y Antonio Vico (con Manuel González); Amparo Martí y Paco Pierrá; Tina Gascó y Fernando Granada o María Bassó y Nicolás Navarro, progenitores de la saga que continúa con Esperanza y Félix Navarro.

No es raro, por tanto, encontrar a miembros de sus familias al frente de otras compañías o a su lado en la cabecera; así el caso de Ana Mariscal, hermana de Luis Arroyo, o de la compañía formada por Mª Fernanda Ladrón de Guevara y su hija Amparito Rivelles

Un tercer modelo, no menos habitual, era el de la compañía bicéfala, integrada por parejas artísticas que habían constatado los buenos resultados de su trabajo conjunto, en cualquier género: José Marco Davó y José Alfayate Jaime Borrás y José Clapera, Olvido Rodríguez y Antonio Prieto, Micaela Pinaqui y Manuel Dicenta, Josefina Tapias y Lina Santamaría, Carmen Morell y Pepe Blanco. Estos últimos acababan de formar compañía; llegarían a grabar más de 30 canciones juntos y a convertirse en una de las parejas más queridas por el público.

En el entorno catalán destacan María Vila y Pío Daví, Teresa Pujol y Juan Fornaguera, Pepita Fornés (Pepeta) y Estivill.

La nómina de actores de prestigio que completaban los elencos de los Teatros Nacionales y de las ya citadas compañías es muy extensa y, como es lógico, similar a la de años anteriores. Julia Delgado Caro, Carmen Seco, Ana Sillero, Elvira Noriega, Blanca de Silos, Rafael Bardem, Guillermo Marín, Alfonso Muñoz, Antonio Armet, Joaquín Roa... Conchita Montes mantenía interesantes equilibrios y despuntaban ya jóvenes promesas  como Fernando Fernán Gómez, Adolfo Marsillach, Aurora Bautista o José Luis López Vázquez. Fue la primera generación de actores que convivió con la gran pantalla. A menudo sus nombres evocan voces de otro tiempo que, sin embargo, resultan muy familiares al connaisseur, asociadas a imágenes concretas, trabajos de doblaje o archivos sonoros que, por fortuna, todavía conservamos.

La inmensa figura que se apeó en este 1946 de esa larga lista fue Mercedes Prendes, quien se despidió del Español con todos los honores. Dejó paso a jóvenes actrices que pronto demostrarían su talento en el mismo escenario.

Entre los intérpretes líricos resulta imprescindible detenerse, acaso un instante, en los veteranos Matilde Vázquez y Casimiro Ortas. Este último hacía gala de inquebrantable energía al formar compañía con Angelines Labra, la joven tiple que trabajaba en la compañía de Josita Hernán, junto a Luis Peña, y había ya rechazado dar el salto.

En la danza hay que celebrar el regreso de Pilar López, ya recuperada de la muerte de su hermana, La Argentinita, y destacar nombres como la coreógrafa austriaca Gisa Geert o Isabela de España,

Celia Gámez no necesita mayor presentación, como es el caso de las grandes figuras del folclore cuya sola mención reconoce ya casi implícitamente su aceptación en el olimpo de los míticos o legendarios: Lola Flores y Manolo Caracol, Estrellita Castro, el bailaor Manolo Argiz, Gracia de Triana, Emilio Vendrell, Juanita Reina, Juanito Valderrama.

 

 

 

 

 

 

 

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