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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1946

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El teatro y su doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Blanca Baltés
Autora de ‘Estampas del teatro en los cuarenta’, (INAEM) 2015

 

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EL TEATRO Y SUS DOBLES

El Museo del Teatro abrió sus puertas en la parte del Museo Romántico que da a la madrileña calle Beneficencia, si bien la prensa se ocupó más de debatir el proyecto de portada barroca con el que pretendía realzar el acceso el arquitecto González Valcárcel.

El Sindicato Nacional del Espectáculo editó en este 1946 un completo Anuario del Espectáculo que, a lo largo de más de 1.200 páginas y cinco secciones (teatro, música, cine, toros y deportes) ofrecía una magnífica radiografía de artistas, compañías, empresas, productoras, proveedores, ganaderías, federaciones y toda suerte de establecimientos o servicios relacionados con el espectáculo, incluyendo información o registro sobre locales y las más de 3.200 salas de proyección de cine entonces existentes. Abría el volumen una relación de los organismos que tenían función rectora sobre los espectáculos públicos, con nomenclátor y diccionario de profesionales, que se completaba con las disposiciones ministeriales vigentes en relación a la materia. De carácter eminentemente práctico, pretendía ser de utilidad para empresas, artistas, técnicos o cualquier interesado en el particular, facilitando información elemental así como datos de contacto que podían favorecer el intercambio comercial o la ampliación de negocio.

El diario Marca publicó “Escenario”, número especial dedicado al teatro. Se componía de 58 páginas impresas en color e ilustradas, bajo la dirección de Manuel Casanova. A su vez la revista ilustrada y a color Radio Cinema, ya con un lustro entero de experiencia, abría una nueva etapa bajo la dirección de su fundador, el cineasta Joaquín Romero-Marchent.

A lo largo del año se pueden rastrear reflexiones adicionales sobre el teatro y sus dobles, como el suelto de El Alcázar que planteaba la influencia que mutuamente ejercían La codorniz y el arte de la comedia, que tenía su origen en Muñoz Seca, Jardiel o Arniches y retornaba a las tablas de la mano de Mihura, “Tono” y los jóvenes comediógrafos.

Los “cineastas de moda” reclamaban la atención de la prensa. El fantasma del cine como “enemigo del teatro” no se había alejado del todo, aunque se reconocían y celebraban los numerosos casos en que ambos medios se retroalimentaban. Así, por ejemplo, Juan Balsaín dedicaba una página completa de Arriba a rememorar todas las ocasiones en que las obras de Arniches se habían llevado a la gran pantalla (Es mi hombre, Ángela María, Don Quintín el amargo o La señorita de Trevélez¸ dirigida por Edgar Neville) y recordaba que en su día fue invitado como guionista a “Cinelandia”, aunque finalmente lo rechazó y fueron otros, como José López Rubio, quienes conocieron de cerca las técnicas y procesos de creación de la industria de Hollywood.

En muy otro tono reflexionaba Sánchez Camargo sobre “La actriz de cine en el teatro”, cuya sola presencia consideraba beneficiosa porque contribuía a eliminar o atenuar algunos vicios de la escena, como el gesto o el ademán exagerado. No entraba en profundidades técnicas relativas a la interpretación actoral, pero sin duda su ejercicio delata alguno de esos otros aspectos que tanto inciden en la atención de los espectadores y, por derivación, en la recepción de los espectáculos:

Acaso el único signo de la ventaja sea el de llevar a la escena un mejor concepto de la elegancia femenina [...] El vestido, el sombrero y hasta el bolso son llevados en la escena mejor por la actriz de cine que por el grupo de inocentes aspirantes a las que la buena afición obliga de punto a ser dama de gran mundo o de pequeño mundo, pero mundo al fin.

El trasvase de argumentos e intérpretes entre el escenario y la pantalla era continuo. Mientras Antonio Casal reeditaba en los teatros de provincias el éxito cinematográfico que él mismo protagonizara en 1943 junto a Isabel de Pomés, Huella de luz (adaptación del cuento de Wenceslao Fernández Flórez producida por Cifesa) y llegaba a Madrid por el Sábado de Gloria, la admirada dama italiana Emma Gramatica cosechaba aplausos tanto en Madrid como en Barcelona. Amparito Rivelles firmaba contrato para protagonizar Fuenteovejuna con la condición de no abandonar las representaciones que tenía comprometidas en la compañía de su madre. Lola Flores y Manolo Caracol, por su parte, preparaban en todos los sentidos el rodaje de Embrujo, título finalmente muy celebrado.

A finales de año en el Fuencarral se estrenó La luna y seis peniques, adaptada por Serrano Torres y Alcaide. Este argumento parte en origen de la narración homónima del mundialmente aclamado Somerset Maugham, cuyo título se tradujo en un primer momento como Soberbia; pero la adaptación teatral se basó en el guion cinematográfico que había realizado George Sanders en 1942, a partir del cual se introdujeron diversos números de música y baile.

José Subirá dictaba conferencias sobre el teatro a finales de la centuria anterior y el Tenorio saltaba de un género a otro. Los recitales seguían presentes de la mano de voces bien conocidas, como la de González Marín, bien nuevas, como la de Sandro Carreras –a la sazón amigo de la bailaora Carmen Amaya- o Fermín Otín Traid. La Sala Mozart de Barcelona estaba especializada en recitales de poesía, aunque el veterano rapsoda Pedro Nogués continuaba haciendo las delicias del público en el Palacio de la Música de la misma ciudad. Otros recitales y lecturas poéticas tenían lugar en la madrileña sede de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Fue el caso la poetisa sevillana Eva Cervantes, presentada por José María Pemán en la sesión del 28 de junio. El dramaturgo ya había prologado la primera edición impresa de esta autora y volvería a hacerlo, años después, de la mano de Jacinto Benavente.

Con todo, sin ningún género de dudas el mayor y más frecuente trasvase e interrelación desde los escenarios hacia otros formatos o medios llegaba a través de las ondas.

No en vano a comienzos de año Claudio de la Torre, a través de las páginas de Arriba, cantaba las potencias que ofrecía la radio para el teatro, a la par que dejaba constancia de la magnitud de este medio como divulgador del arte escénico. El diario Marca incidía en este particular a finales del mes de agosto (“La labor teatral de Radio Madrid”). Merece la pena recuperar algunas afirmaciones del polifacético escritor y director canario, quien delataba sus preferencias sin abandonar su afición al cinematógrafo:

Cerrando los ojos ante la radio o colocados frente a la pantalla del cine mudo se han conseguido los mejores viajes del alma. Sobra lo demás, casi todo lo demás, por lo que limita al dar contornos al goce de nuestra fantasía. [...]

No hay más que apretar el botón mágico. Sin hacerse esperar surge en el acto un mundo vivo, el que se quiera. Vemos en seguida la palidez de Melibea, la mirada atónita de Segismundo, el paisaje de Venecia, los pueblos castellanos de Lope. Porque al conjuro de la palabra se ponen en pie los sueños, que, al fin y al cabo, no son más que sus hijos.

Proliferaban los espacios, las emisoras y los recursos destinados al teatro a través de las ondas, ya retransmitido desde las salas, ya creado por grupos artísticos propios y montado en estudios ad hoc. Radio S.E.U., Radio Madrid, Radio-Teatro, Radio España de Barcelona... también Radio Sevilla contaba con estudios y cuadro artístico específico.

Radio Nacional de España retomó desde tempranas fechas el horario normal de sus emisiones, que se había alterado por las habituales restricciones del fluido eléctrico. En su programa “Las veladas”, entre 22.30h y 00.20h, ofrecía teatro radiofónico y retransmisiones teatrales, música sinfónica o de cámara y recitales de solistas.

Radio España de Barcelona alcanzó la emisión nº 300 del programa “Radioteatro” en septiembre de 1946. Contaba con su propia compañía titular, bajo la dirección de Arturo Tintoré, con Pilar Soriano como primera actriz. Para la ocasión la emisora ofreció Señora Ama, de Jacinto Benavente, y el propio autor, junto a Lola Membrives, que en aquel año había estrenado su Titania, dirigió unas palabras a los oyentes. Este autor fue sin duda recurrente en las programaciones radiofónicas, al igual que lo fue en la cartelera, con sesiones de Los niños perdidos en la Selva, con Carlos Lemos, Adolfo Marsillach y Enriqueta García Illescas para Radio Barcelona. Esta misma emisora ofreció un drama en verso de Fernández Ardavín desde sus propios estudios, La dogaresa rubia, con la colaboración de Lina Santamaría. Para la versión de la obra de Dumas La dama de las camelias se contó con Armando Blanch al frente del montaje y los efectos sonoros, Silvia de Soto, primera dama joven del teatro Borrás, y Ricardo Palmerola, galán que había tenido buena acogida en el Romea.

Radio S.E.U. inauguró, bajo la dirección de Manuel de la Rosa, un ciclo de estrenos de autores noveles, principalmente universitarios o alumnos del Conservatorio. El estreno se acompañaba de una sesión específica, en la que intervenían destacados comentaristas especializados, críticos, escritores o artistas, como Camilo José Cela. Los intérpretes eran miembros del grupo artístico de la emisora, de la talla de Matilde Conesa, Maruja Ignacio, Rafael Romero-Marchent (hermano del director, actor y director a su vez) o Aníbal Vela –hijo del célebre bajo y actor-. El 17 de enero de 1946 se inauguraba el ciclo, con el estreno de la farsa en un acto Don Juan ha muerto hoy, de Luis Castillo; más adelante llegó el turno de Mientras suena el aplauso, comedia en un acto de Alberto Cambronero, o El misterio de la desierta biblioteca, de Antonio y Daniel Baylós.

El estreno de La muerte asiste al teatro en el teatro de la Comedia de Madrid, en 1954, confirma que Radio S.E.U. ejerció como cantera de autores y actores. No faltó una pieza firmada por los propio Romero-Merchant, familia ampliamente implicada en el cine y el arte dramático; en este caso se trata de Jornada intensiva, escrita por Joaquín Romero-Merchant (hijo del cineasta) y Antonio Barbero Gallardo. De igual modo la emisora sacó adelante un ciclo sobre teatro clásico o de autores consolidados, bajo el nombre de “Escenario radiofónico”. Siempre en versión del director, las ondas transmitieron piezas como Fuenteovejuna (con Manuel Luna, Fernando Rey, Pilar Ortega y Jesús Tordesillas), El amor del perro y el gato de Jardiel o El último minuto, del periodista y dramaturgo húngaro Ferenc Molnar.

La cita era los martes a las 19h, aunque más adelante pasó al viernes. A la altura del mes de agosto habían superado la veintena de piezas radiadas, por tanto, y habían contado con la colaboración de numerosos y reconocidos artistas: Maruchi Fresno, María Esperanza Navarro, Margarita Andrei, Rosita Yarza, Pilar Soler, Fernando Fernán Gómez, Carlos Muñoz, Ricardo Acero, etc.

Como alarde técnico y ejemplo del alcance del medio, cabe destacar la retransmisión para el continente americano de Del brazo y por la calle en directo desde el teatro Infanta Isabel. La aplaudida comedia del dramaturgo chileno Armando Mook fue interpretada por Luis Prendes y Elenita Caro; veinte años más tarde llegaría a las salas de proyección, de la mano de Ariel Cortezzo y Enrique Carreras, en forma de co-producción argentinoespañola. Presentó la velada Alfredo Marqueríe.

 

 

 

 

 

 

 

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