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Extracto de la noticia publicada en El País , el 2.12.2023.
Muere la actriz Concha Velasco, la artista total que atravesó la historia contemporánea de España

Concha Velasco (Foto: Fernando Suárez/CDAEM)

Muere la actriz Concha Velasco, la artista total que atravesó la historia contemporánea de España

La intérprete, que ha muerto a los 84 años, fue un ejemplo de trabajo y resistencia.

Concha Velasco ha muerto esta madrugada a los 84 años en el hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid), según han confirmado fuentes familiares. Velasco ha sido quizás la última actriz que estaba en el imaginario colectivo de todos los españoles con edad de votar. Entre otras cosas, porque su trayectoria profesional ha sido espectacular, teniendo en cuenta que se inició a sus 15 años y la ha desarrollado hasta hace poco. Su estado de salud se empezó a deteriorar el año pasado, hasta el punto de que sus hijos decidieron que sus cuidados solo se podían llevar a cabo en una residencia.

Concha Velasco, que nació en Valladolid el 29 de noviembre de 1939, no fue solo una trabajadora incansable. Representó un retrato en vivo que ha ido mostrando la evolución de un país, de una sociedad, en su propia carne. Evolucionó casi al mismo ritmo y del mismo modo que lo hacían los jóvenes de su época. Bebió en la cultura franquista (su relación con el cineasta José Luis Sáenz de Heredia la situaba en esas coordenadas), aunque cambió ideológicamente hasta convertirse en toda una roja, al relacionarse con un entorno formado mayoritariamente por antifranquistas, y en especial con un muy comprometido políticamente Juan Diego, por entonces militante del Partido Comunista. Y ahí se mantuvo hasta su muerte.

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Entre los 10 y los 20 años, estudió ballet clásico, danza española y solfeo en el Conservatorio Nacional de Música y Danza de Madrid y Arte Dramático. A los 15 años empezó a participar como figurante en películas. El mundo del cine la reclamó desde sus inicios, y pasó por las manos de los más prestigiosos directores de la época, además de participar en proyectos por los que empezó a colarse aire fresco que se alejaba de la moral franquista. Claro que eso fue todo un proceso de décadas que empezó con Javier Elorrieta, Antonio Román, Jerónimo Mihura, Rafael J. Salvia, Pedro Lazaga, Fernando Palacio, José Luis Sáez de Heredia y fue abriéndose a realizadores como Mariano Ozores, José María Forqué, Javier Aguirre, Francisco Rovira Beleta, José A. Nieves, José Luis García Sánchez, Antonio Drove, Francisco Regueiro…

(…) Al final de la dictadura, Concha Velasco se convirtió en una pieza importante de un nuevo cine que emergió con fuerza de manos de directores que la reclaman constantemente, como su gran amigo Pedro Olea, Antonio Artero, Jaime Camino, Roberto Bodegas, Angelino Fons, Fernando Fernán Gómez, Mario Camus, Jaime de Armiñán, Josefina Molina, Luis García Berlanga, Yolanda García Serrano y Juan Luis Iborra, Jesús Bonilla, David Trueba y una nómina de nuevos realizadores. De hecho, confesó que perseguía a los directores que le interesaban para salir de un cine encasillador, para dejar de ser la chica ye-yé, para no participar en comedias cutres. Son los años de ¡Pim, pam, pum… ¡fuego!, Las largas vacaciones del 36, La colmena, Esquilache (su primera candidatura al Goya) y Más allá del jardín (segunda candidatura al Goya). “Mi carrera terminó con París-Tombuctú, porque ya no tengo a quién perseguir”, señalaba hace pocos años para explicar cómo fue a por Berlanga hasta que trabajó bajo sus órdenes en su película testamento. “Yo antes iba detrás de los directores que me interesaban, siempre lo he hecho y si hace falta me pongo de rodillas, lo que sea… Lo cierto es que a una mujer no se la permite envejecer con dignidad, a un hombre sí”, concluía, dejando claro que al menos siempre tenía el teatro lleno siendo ya octogenaria.

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Llevaba los escenarios en el ADN. Desde los años cincuenta del pasado siglo los pateó, tanto para abordar revista (trabajó con la mítica Celia Gámez), como grandes textos, musicales o autores clásicos y contemporáneos, no solo españoles.

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Velasco nunca ignoró que el teatro era adictivo y cada vez que le llegaba un proyecto se involucraba hasta la médula y se vaciaba el bolsillo si era necesario. Se entregaba en cuerpo, alma y monedero al teatro y fueron numerosísimos sus trabajos. Todos le gustaban y a todos les entregaba mucho de ella. Solo cogió manía a Hécuba, un personaje grecolatino que interpretó entre 2013 y 2014: “Era malvada y algo me hizo porque fue cuando apareció el cáncer y seguro que Hécuba estaba detrás”.

La actriz tuvo autores fetiche, como Antonio Gala, que llegó a escribir obras especialmente para ella, como Carmen Carmen. O Adolfo Marsillach (que también la dirigía), cuyo éxito Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? llevó al cine su gran compañero y amigo José Sacristán. Y como director nadie la manejaba tan bien como José Carlos Plaza.

Atrás quedaron sus primeros autores, entre los que estaban Alfonso Paso, Alonso Millán, Buero Vallejo, José Martín Recuerda y éxitos sonoros como su interpretación en 1979 y en 2006 de Filomena Marturano, de Eduardo di Filippo, o los musicales arrevistados como Mamá quiero ser artista o Hello, Dolly!. Su final en los escenarios fue tras protagonizar una obra de Ernesto Caballero y dos de su hijo Manuel M. Velasco.

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Concha Velasco recibió tantos y tan importantes premios que es difícil saber si existe alguno en su modalidad que no se le haya concedido. Pocas personas han sido más queridas que esta mujer y aún muchas menos, quizás ninguna, se va dejando atrás 140 premios, 16 discos, 83 películas, dos cortometrajes, 36 obras de teatro, 18 series televisivas, 26 grandes acontecimientos para la pequeña pantalla, 11 Estudios 1, y todo envejeciendo dignamente: “Como no me he operado, se me permite enseñar las varices, la artrosis de una mano, o el cuello…”, señalaba a EL PAÍS el día que cumplió 80 años.

(Rosana Torres)