[...] Una Barceló a la que la bañolense Clàudia Cedó –ganadora del pasado concurso frente a Ramon Madaula–presentó ayer en el ring en el que se celebra este torneo como una mujer venida de “ses Illes” que afirma “que la vida comienza a los cuarenta”, frente a un Jordi Vallejo que está arrasando en estos momentos en Madrid con la comedia El test–que pronto volverá a la cartelera barcelonesa– y cuya frase, según explicó Cedó es que “cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo y hay que comer sopas de ajo”. En todo momento el torneo busca la complicidad con el público y además la consigue.
Los dos salieron al ring con guantes rojos, tuvieron a dos espectadoras para hacerles breves masajes y colocarles la toalla e incluso escenificaron un asalto de boxeo a cámara lenta y sin sangre. La sangre en escena la tenían que poner momentos después los cuatro actores elegidos para dar vida a sus obras, de 40 minutos de duración, de forma que conquistaran al público.
Dos obras, la ganadora, Tocar mare, y la finalista, Súbita, que ya habían superado otras dos eliminatorias antes de llegar anoche al último asalto y que buena parte del público se sabía de memoria. Aunque sin duda la interpretación –cada día cambian los actores, a los que se les da el texto poco antes para que se lo preparen– iba a ser un buen porcentaje de la victoria final. Anoche para Súbita los elegidos fueron Sílvia Bel y David Bagès, mientras que para Tocar mare las elegidas fueron Isabel Rocatti y María Rodríguez.
Curiosamente, las dos obras son muy familiares. Súbita habla de un matrimonio que vive una ardua y por momentos delirante discusión sobre la enfermedad que le han detectado al marido. [...]
En cuanto a la ganadora, Tocar mare, de Marta Barceló, aborda las relaciones familiares desde un ángulo muy diferente: una madre que pone un anuncio ofreciendo sus servicios por el correspondiente estipendio a un hijo o una hija que necesiten sentirse queridos. El anuncio tiene éxito y aunque la canción dice que el cariño verdadero ni se compra ni se vende, firman un contrato para ejercer de madre e hija respectivamente, número de visitas, abrazos y comidas juntas incluidos. Es un negocio, dicen ambas: en el capitalismo de hoy todo se vende sin mayor problema, y sólo importa establecer un buen contrato que satisfaga las carencias emocionales de una hija con una infancia destructiva y de una madre que ofrece sus servicios porque no ha podido tener hijos. Pero no es un negocio con peras y manzanas y el tiempo cambiará las cosas en muchos sentidos, convirtiendo una mentira en una emocionante verdad entre unos seres necesitados que, fabricándoselo ellos, y no simplemente haciendo limonada con los limones que les da la vida, dicen, reconstruyen su vida mostrando que, familia, puede haber más de una, pero que al menos una que funcione es necesaria. (Justo Barranco)