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Foto: Chicho (Archivo CDT)
Fallece la actriz Amparo Valle a los 79 años
Conviene recordar su participación en el movimiento del Teatro Independiente en España.
Como es habitual cuando fallece un actor que ha hecho célebres trabajos en cine y televisión, los obituarios de los medios de comunicación apenas mencionan sus trabajos teatrales. Creemos que vale la pena hoy recuperar el muy importante paso por el teatro de Amparo Valle.
Conviene recordar su participación en el movimiento del Teatro Independiente, con trabajos como La murga, dirigida por Gerardo Malla en 1974. Malla, que fue su pareja, la dirigió en varias ocasiones a lo largo de su carrera, como en De San Pascual a San Gil, de Domingo Miras, en el Español, en 1980; El día que me quieras, de Cabrujas, en 1981; Fuera de quicio,
de Alonso de Santos, en 1987; Juego de reinas, de Concha Romero, en 1991; o Una luna para el bastardo, de O’Neill, en 1994.
También María Ruiz contó con ella en más de una ocasión: Catón, de Savater, en 1989; o Edmond, de David Mamet, para el Centro Dramático Nacional en 1990.
De sus comienzos en los años sesenta, vale la pena destacar El cardenal de España, dirigida por José Tamayo en 1962; dos trabajos en la compañía de Nuria Espert, La persona buena de Sezuan, de Brecht, en 1966, A Electra le sienta bien el luto, de O’Neill, en 1967; además de su intervención en el célebre Marat-Sade dirigido por Marsillach en el Español, en 1968. También en el Español, dirigida por Claudio Guerin, había estrenado en 1969 Un delicado equilibrio, de Edward Albee. Grandes textos de grandes autores, como Buero Vallejo: intervino en Historia de una escalera, en la reposición dirigida por Osuna en 1968. O Valle-Inclán, de quien hizo La enamorada del rey y La rosa de papel, dirigida por Guirau en 1985; y El embrujado, dirigida por Paco Vidal en 1996.
También escribió e interpretó un monólogo, Aria, dirigida por Antonio LLopis, por el que recibió el Premio a mejor actriz de la Escena Alternativa en 1994. Autora, traductora y también directora de escena: pasó al otro lado en ocasiones, y por ejemplo dirigió Pedro y el capitán, de Benedetti, en 1994; o El obedecedor, una obra de Juan Cavestany, con la compañía Animalario, en 2000.
Cuarenta años habitando nuestros escenarios son una buena razón para que los escenarios la recuerden. (Centro de Documentación Teatral)