Colecciones digitales
Una vez digitalizados, ofrecemos documentos de audio, fotografías, dibujos... seleccionados, de gran utilidad para los profesionales y estudiosos y también de un gran atractivo para todos los amantes de las artes escénicas. Estas colecciones no están cerradas: aumentan sus fondos y periódicamente aparecerán nuevos contenidos. Estas colecciones son accesibles para nuestros usuarios mediante préstamo.
El largo centenar de estampas sonoras aquí recogidas quieren homenajear a las magníficas generaciones de actores que, desde los años sesenta y hasta entrados los ochenta, poblaron nuestros escenarios (María Guerrero, Comedia, Español, Zarzuela, Corral de Almagro…).
Y ello gracias a que en los fondos del CDT se ha conservado, entre otros muchísimos fragmentos de memoria escénica, el registro sonoro de cerca de doscientas representaciones del mejor teatro y más de mil voces de actores que son una parte sustantiva de la historia de nuestra escena y de la de sus profesionales. Quiere ser el comienzo de una gran Fonoteca del teatro español, convertida no solo en arca de emociones para los aficionados o en magnífica herramienta para la enseñanza de nuestra lengua, sino sobre todo en un gran patrimonio para incipientes actores, o para otros profesionales, que podrán aprovechar y disfrutar de una magnífica cátedra de interpretación.
Multitud de revistas y prensa diaria del siglo XX hicieron convivir en sus páginas la precisión de las fotografías con el trazo ágil del caricaturista. De todo ello es magnífica prueba la selección de caricaturas presentadas en esta colección que acoge un período de nuestra historia (1939-1965) marcado por la penuria, pero también por el ingenio y el humor salvadores. Los caricaturistas de entonces, con los críticos o los gacetilleros, integraron un universo compartido en el que se mezclaban las miserias de muchos y la brillantez profesional de no pocos. Algunos bien conocidos (los Fresno, Ugalde, Bon...) y otros no tanto, todos acudían a aquellos estrenos, tras los que ejercitaban su arte en cafés cercanos con sintética y envidiada celeridad.
Más tarde el lector, ávido como pocas veces de noticias escénicas, podía leer o no la crónica escénica, pero no dejaba de posar sus ojos sobre ese fogonazo de humor y de inteligencia que le ofrecían los Cronos, Dávila, del Arco, Ramón o Asirio. Era su mayor triunfo, sabedores de que, desrealizando a los famosos (a Jardiel, a Benavente, a Celia Gámez, a Rafael Rivelles, o a Lola Flores), los bajaban de su olimpo, a la altura real de los ojos del aficionado.
