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Amábamos a Berta

15.9.2022 Ofrecemos un fragmento de 'La Orestíada', de 1990, como homenaje a la gran actriz Berta Riaza

Ofrecemos un fragmento de La Orestíada, de 1990, como homenaje a la gran actriz Berta Riaza, fallecida el pasado 24 de julio.

Era asombroso verla trabajar. La pasión contenida, la voz clara, la mirada como un cuchillo o como un baño de ternura. La verdad sobre el escenario. Berta Riaza (Madrid, 1927-2022) tenía vocación de actriz desde niña. Así nos lo contaba en una entrevista su amiga de la adolescencia, Antoñita, viuda de Ruiz. Berta estudió en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid y allí encontró a dos de sus cómplices para toda la vida: Ricardo Lucía y Miguel Narros. Con Ricardo y otra compañera coincide en los primeros pasos por el escenario, una comedia a beneficio de las víctimas de la tragedia de Cádiz de 1947 en el teatro Lara y el ejercicio de fin de curso de la Escuela, donde había sido alumna de Carmen Seco, haciendo una comedia de los Álvarez Quintero, en 1948. Encontramos una nota de ABC que destaca a “Berta Riaza, de exquisita sensibilidad, y Blanquita Sendino, muy graciosa”.

Y ya en 1949 la encontramos en la compañía del Teatro Nacional María Guerrero, en Historias de una casa, de Calvo Sotelo, dirigida por Luis Escobar. En aquel reparto, jóvenes recién salidos de la escuela como Berta, Miguel Narros o Ricardo Lucía, o el joven José Luis López Vázquez, compartían escenario con las figuras del Teatro María Guerrero, Elvira Noriega, Luis Prendes, José María Rodero, Cándida Losada o la propia Carmen Seco. En ese año, Berta y sus amigos actúan con la compañía titular al tiempo que representan, también en el María Guerrero, sus funciones de la Escuela, o participa en algún proyecto más experimental con Gordon y De Quinto, como La casa de Bernarda Alba de 1950. Berta formará parte también del elenco del célebre Don Juan Tenorio con decorados de Dalí de aquel 1949.

Luis Escobar contará con ella en los años siguientes para una decena de producciones del Teatro Nacional: El calendario que perdió siete días, La cruz del alba, Barriada, En la ardiente oscuridad, La heredera, La plaza de Berkeley, Buenas noches, Coktail Party, Un día de abril… Tras la salida de Escobar del Teatro María Guerrero, Berta se integra en la compañía de Carmen Carbonell y Antonio Vico y trabaja al tiempo en proyectos de Teatro de Cámara como Eurídice con Salvador Salazar o Fuenteovejuna con Antonio de Cabo; o en grandes montajes en el Teatro Español, dirigida por Tamayo, como Diálogo de Carmelitas, Las brujas de Salem, La novia del espacio y, sobre todo, El diario de Ana Frank, que en 1957 va a suponer uno de los hitos de su carrera. Tamayo no desaprovecha su talento: cuenta con ella en La Orestíada, Don Juan Tenorio, El baile de los ladrones y Los intereses creados. Así llega 1960 y otro de los momentos en que va a brillar especialmente sobre los escenarios: José Luis Alonso cuenta con ella para hacer el papel de Ania en una puesta en escena de El jardín de los cerezos protagonizada por Pepita Díaz de Artigas. Aún participará con Tamayo en Numancia y Bodas de sangre, y en 1963 se lanza a una aventura con su amigo Ricardo Lucía: forman compañía y en las temporadas estrenan El retablillo de don Cristóbal, Los melindres de Belisa, Todos eran mis hijos, Mirando hacia atrás con ira, La casa sobre el agua, Blanca por fuera y Rosa por dentro, Historia de Hirkutsk

En 1966 vuelve a trabajar con José Tamayo haciendo el papel de la hija muda de Madre Coraje, y se incorpora a las producciones del Teatro Español, cuyo nuevo director es su antiguo compañero de la Escuela, Miguel Narros. Numancia, El rey Lear, Las mujeres sabias, El rufián Castrucho, Las mocedades del Cid o Medida por medida.

La década de los 70 supone un regreso a los proyectos con Ricardo Lucía, con la compañía Actores Unidos, y llega en 1972 el estreno de La muerte de Danton, dirigida por González Vergel, y El jardín de los cerezos en 1973, dirigida por Alonso, quien contaría con ella también para Las cítaras colgadas de los árboles en 1974. Llega 1975 y Berta protagoniza con Tina Sainz y Germán Cobos Las hermanas de Buffalo Bill, de Martínez Mediero, durante los días de agonía del dictador. Vivirá la violencia de un atentado, una bomba lanzada por un grupo de extrema derecha días después del estreno. 1977 llega con un estreno histórico: El cementerio de automóviles, de Arrabal, dirigida por Víctor García. En los siguientes años vuelve a los grandes teatros públicos: Retrato de dama con perrito, Veraneantes y Motín de brujas para el recién creado Centro Dramático Nacional; una extraordinaria Lady Macbeth en el Español, de la mano de Narros, que contaría con ella también para un Tenorio y el estreno de Ederra. En 1984 llega otro hito en su carrera: Bernarda Alba. La obra de García Lorca, dirigida por Plaza, abrió una etapa de colaboraciones con este director: El jardín de los cerezos, Hamlet, La Orestíada, Comedias bárbaras… y El avaro, en una etapa posterior a la salida de Plaza del CDN. En estos años comienzan a llegar reconocimientos muy especiales: en 1989 lee las palabras de María Zambrano en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes; en 1992, recibe el Premio Nacional de Teatro; y en 1995 y 1997 recibe sendos premios de la Unión de Actores, el segundo de ellos como homenaje a toda una vida. En 1996, con su gran amigo Miguel Narros, sube por última vez al escenario del Teatro María Guerrero, con El yermo de las almas. En los últimos años, participó en alguna obra más – Las mujeres sabias, en 1999, por ejemplo – y en numerosos recitales y lecturas dramatizadas.

En 2004 notará algún problema de memoria cuando ensaya con Lluís Pasqual la obra Wit. Decide retirarse tras más de medio siglo sobre las tablas. Desde entonces, cuidada por su amiga de siempre, Julieta Serrano, no ha dejado de recibir el homenaje y el cariño de sus compañeros de profesión. En 2007, recibió la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes.

Ahora nos quedan una no pequeña cantidad de apariciones en dramáticos de televisión – los célebres Estudio 1 – y algunas grabaciones del CDAEM. Hemos escogido un monólogo de Clitemnestra en la versión que hizo Álvaro del Amo de La Orestíada de Esquilo para el Centro Dramático Nacional, con dirección de José Carlos Plaza, además de una docena de fotografías, para dejar en esta web un espacio permanente de recuerdo. Era asombroso verla trabajar. La pasión contenida, la voz clara, la mirada como un cuchillo o como un baño de ternura. La verdad sobre el escenario.