Teatro.es
Logo Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. INAEM
Logo RDE 2010
PORTADAA DEBATECON ACENTOEL ALTAVOZCARTELERA
Foto
Otras Efemérides
Fondo
Luis Mariano

La Comedia, ciento cuarenta años

Se acaba de presentar, en el madrileño Teatro de la Comedia, la temporada 2015/2016 de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, ya que, tras trece años cerrado, el bellísimo teatro de la calle del Príncipe vuelve a abrir sus puertas y recupera su calidad de sede de esta compañía. La nota sobre esa presentación de temporada corresponde a nuestra sección de noticias, pero era inevitable mencionar esto cuando vamos a hablar de la flamante inauguración, hace ciento cuarenta años, del Teatro de la Comedia.

El edificio había sido construido sobre un solar de unos 600 metros que daba a la calle del Príncipe y a la calle de la Gorguera, hoy Núñez de Arce. Lamentablemente, la parte que daba a Núñez de Arce, del mismo propietario, se edificó, de modo que este teatro siempre ha tenido que hacer la carga y descarga por su puerta principal y a través de su elegante patio de butacas.

El arquitecto Ortiz de Villajos ideó una sala bellísima, al decir de quienes asistieron a la inauguración: los magníficos candelabros distribuidos en la parte delantera de los palcos, que iluminaban los antepechos de los mismos, eran de hierro calado con labores en blanco y dorado. La herradura del salón, flanqueada por un rico muro de madera dorada y plateada con decoración árabe, muy a la moda en aquellos años. Asombraba el techo, pintado por Don José Vallejo, con una serie de pechinas árabes y bovedillas de estalactitas que partían del plano de embocadura y terminaban en una balaustrada ochavada…

El Teatro de la Comedia se inauguró con el estreno de la comedia de Bretón de los Herreros A Madrid me vuelvo. Los integrantes de la compañía eran Emilia Ballesteros, Dolores Fernández, Carmen Genovés, Carmen Golmerino, Amparo Guillén, Soledad Moreno, Faustina Nieto, Emilia Sanz, Balbina Valverde, Rosa Zárate, Elías Aguirre, Mariano Ballesteros, Isidro Bardo, Vicente Belmonte, Eugenio Carrión, José Lara, Emilio Mario, Enrique Sánchez de León, Fermín Valle, Fernando Viñas y Ricardo Zamacois.

Emilio Mario (1838–1899) sería el alma del Teatro de la Comedia durante sus primeros veinticinco años. Como empresario, primer actor y director de escena avant la lettre, iba a imprimir un sello de calidad en los programas y de verosimilitud realista en decorados y modo de actuar, en la línea del gran André Antoine.

También en 2015 se cumplen cien años de la reinauguración del Teatro de la Comedia tras un devastador incendio.

+ Leer más

fondo
Fondo
Luis Mariano

La Comedia… y cien años de su incendio y su renacer

Afortunadamente, fue de madrugada. La madrugada del 18 de abril de 1915, un incendio destruyó totalmente, o casi, el Teatro de la Comedia. Por lo que sabemos hoy, tras la larga etapa de obras que ha dado lugar a un teatro de la Comedia totalmente renovado y con nuevas instalaciones que ha sido reinaugurado el pasado octubre, en aquel incendio de 1915 apenas quedaron utilizables algunos camerinos. La fotografía de la platea y los palcos da una idea aproximada de cómo aquí no era exagerado el uso del adjetivo “pavoroso”.

A veces suceden milagros, y es el caso que apenas unos meses después, el 22 de diciembre de aquel mismo año 1915, el Teatro de la Comedia abría sus puertas totalmente rehabilitado. Para dar el mayor esplendor a ese renacer de las cenizas, nada mejor que una obra del que era su príncipe en aquellos años, el Premio Nobel Jacinto Benavente, con el estreno de la que sería una de sus mejores obras, La propia estimación.

Siendo una noche luminosa, con la renovada belleza de la sala, el mayor brillo de aquella reinauguración fue el de la joven primera actriz del teatro de La Comedia, Mercedes Pérez de Vargas. Junto a ella, Gómez, Carboné, Bonafé y Romea. El reparto de lujo del Teatro de la Comedia. Y así, entre éxitos que se han recordado en otras partes de esta Revista, llegamos a nuestros días.

+ Leer más

fondo
Fondo
Luis Mariano

José Ricardo Morales. El último exilado

Dicen que habrá que acostumbrarse, que los tiempos que vienen darán muchas personas centenarias, pero todavía se hace extraño hablar de que se celebra el centenario de un autor al que se puede hablar por teléfono. La voz profunda de José Ricardo Morales  (Málaga; 3 de noviembre de 1915) sigue respondiendo con amabilidad desde su casa del barrio de Las Condes en Santiago de Chile.

Es fácil mirar alguna de sus fotos de joven y pensar en los muchachos del grupo El Retablo, imagen que Max Aub dibujó en sus novelas a partir de su grupo teatral verdadero, el Búho. En aquel grupo se encontraron estos dos valencianos que no habían nacido en Valencia y es muy posible que Aub definiera la vocación teatral de Morales para siempre.

Con veinticuatro años y una guerra civil perdida a las espaldas, Morales formó parte de los que llegaron al exilio chileno en el barco Winipeg, el que había conseguido Pablo Neruda obedeciendo órdenes del Presidente de la República de Chile. En ese país cercano y distante ha pasado su vida este escritor, produciendo una literatura otra, una dramaturgia que habría hecho diferente este país.

El eco de ese otro teatro español ha llegado a nuestro país lejano y poco, por iniciativa de grupos de teatro independiente en los setenta – Ercilla, Caterva… - o de grupos universitarios. El pasado año 2014, el Centro Dramático Nacional produjo Las horas contadas, La corrupción al alcance de todos, Sobre algunas especies en vías de extinción y Oficio de tinieblas.

El joven que llegó a Chile con veintitantos años, que montó allí su grupo de teatro, que pudo estudiar allí con Margarita Xirgu y que desarrolló una carrera de dramaturgo de escritura a la vez difícil y abierta al mundo, no vio sentido al regreso. Allí permanece, dejando que nos preguntemos cómo habría sido un teatro español de 1960 con escritores como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Max Aub, Agustín Gómez Arcos, Fernando Arrabal, Francisco Nieva o José Ricardo Morales.

+ Leer más

fondo
Fondo
Luis Mariano

Ocho y ocho: cuatrocientos años

El 3 de julio de 1615, el licenciado José de Valdivielso firmaba la aprobación del libro Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados. “no hallo en él cosa contra nuestra santa fe católica y buenas costumbres; antes, muchas entretenidas y de gusto”. De modo que, entre las muchas celebraciones que en poco más de una década recuerdan a Miguel de Cervantes – el aniversario de su muerte, la publicación de las novelas ejemplares, de la primera y segunda parte del Quijote y de Los trabajos de Persiles y Sigismunda – queda un hueco para que celebremos una de las actividades más amadas por este escritor sublime. Él mismo reivindicaba con orgullo su valor como dramaturgo, sus hallazgos, sus éxitos con obras hoy perdidas, de una primera etapa que apenas dejó rastro.

El gigantesco Don Quijote ensombreció todo, de modo que, desde siempre, han sido más las obras inspiradas en esa novela que las representaciones del teatro escrito por Cervantes, salvado del olvido durante mucho tiempo gracias a sus entremeses.

El Centro de Documentación Teatral dedicará el monográfico de su Revista Don Galán a una serie de estudios acerca de la presencia de Cervantes en los escenarios del siglo XX. Este monográfico estará coordinado por el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Javier Huerta Calvo.

En los fondos del Centro de Documentación Teatral se pueden consultar cerca de ochenta grabaciones de vídeo de Los baños de Argel, La gran sultana, Pedro de Urdemalas, El cerco de Numancia, La entretenida, Laberinto de amor, El celoso extremeño… También de adaptaciones de cuatro de sus novelas ejemplares: Rinconete y Cortadillo, Coloquio de los perros, El licenciado Vidriera, La gitanilla. Más todos sus entremeses y unas cuarenta versiones teatrales del Quijote para todos los gustos. Sin olvidar el bello montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico sobre su Viaje del Parnaso.

Si Cervantes pudiera pasear sus pobres huesos por nuestros fondos no saldría de su asombro.

+ Leer más

fondo
Fondo
Unamuno

Dos siglos del rey del vodevil

Eugène Labiche (París, 6 de mayo de 1815, 23 de enero de 1888) escribió más de ciento setenta piezas – no era una cifra demasiado alta para la época -, sumando comedias y operetas, entre 1837 y 1877, es decir, desde sus veintidós hasta sus sesenta y dos años. Tras su retirada le llegaron honores poco habituales para un autor de géneros considerados inferiores – un curioso prejuicio que persigue a la comedia desde su invención -, como la entrada en la Academia Francesa.

Su comedia más famosa fue Un sombrero de paja de Italia – escrita con su amigo Marc-Antoine Michel -, estrenada en 1851, de la que se hicieron en la época – lo que no era nada habitual – más de trescientas representaciones, y que fue objeto de una brillante versión cinematográfica – René Clair – en las primeras décadas del siglo XX. En los años treinta pasó a formar parte del repertorio de la Comédie Française. Además, en 1946, Giorgio Strehler la estrenó en forma de opereta con música de Nino Rota (esa versión con música de Rota se vio en el Teatro Albéniz de Madrid en 1978).

También sería esta obra, durante décadas, la más conocida en nuestro país, debido a las dos producciones que se estrenaron a poco de cumplirse un siglo de su creación. La primera – a la que pertenece la fotografía (Perteneciente al Legado Modesto Higueras) que ilustra esta nota -, estrenada en diciembre de 1953 en el Teatro Español de Madrid, fue una versión firmada por Luis Fernando de Igoa, con música de Jesús Guridi y puesta en escena de Modesto Higueras, que contó para el reparto con Adela Carboné, Ángel de la Fuente, Manuel Arbó, Manuel Káyser, Miguel Ángel, María Carmen Díaz de Mendoza, Pablo Álvarez Rubio, Rosa Yarza y Valeriano Andrés. Para entonces ya tenía preparada una versión bien diferente el impredecible Tono, que esperó a 1956 para estrenarla, también con éxito. La versión de Igoa tuvo otras dos importantes vías de difusión en nuestro país: su publicación en los célebres libritos de Escelicer, lo que produciría numerosas representaciones de aficionados; y el hecho de que hasta tres veces fue transmitida en diferentes producciones de televisión – el célebre Estudio 1 – en 1967, 1972 y 1983.

En nuestra biblioteca duermen docenas de comedias divertidas, chispeantes, de este rey del vodevil que nos sonríe estos días desde sus doscientos años.

+ Leer más

fondo
Fondo
Icono

Cien años de Kantor

“Única, solitaria, inasible, la obra de Tadeusz Kantor se yergue como una de las cumbres del arte del siglo XX. Única e irrepetible, como lo demuestran, precisamente, los múltiples intentos de quienes han buscado convertirse en sus émulos, o simplemente, plagiarlo. Solitaria porque su universo pertenecía a Kantor en exclusividad: la materia incandescente de su creación era el coto cerrado de su memoria.” Así escribía Moisés Pérez Coterillo en el número 82 de El Público, en las primeras semanas de 1991, poco después de la muerte del grandioso artista polaco.

Todos sus admiradores sabemos que Tadeusz Kantor (Wielopole, 6 de abril de 1915 – Cracovia, 8 de diciembre de 1990) nació en ese pueblo, cerca de Cracovia, en lo que luego fue Polonia y entonces era la región de Galitzia, perteneciente al Imperio Austro-Húngaro. Especialmente, lo recordamos sus admiradores españoles, pues Wielopole, Wielopole fue su presentación en nuestro país, en 1981. Su presentación en el mundo fue diez años antes, cuando su compañía Cricot 2 de Cracovia actuó por primera vez en el Festival de Nancy de 1971.

La llegada de Wielopole, Wielopole en 1981 abrió una década en la que la influencia en España de Kantor caló muy hondamente. Varias generaciones de dramaturgos, directores y escenógrafos conservan hoy a Kantor como un referente a la altura de los grandes clásicos.

Para quienes no conocieron sus trabajos – y para quienes los quieran recordar – el Centro de Documentación Teatral conserva grabaciones en vídeo de los cuatro espectáculos que trajo a España. En la sede del CDT se pueden consultar grabaciones de estos cuatro espectáculos: el célebre Wielopole, Wielopole de 1981, La clase muerta de 1983, Que revienten los artistas de 1986, No volveré jamás en 1989; incluso la película que sobre La clase muerta filmó Andrzej Wajda para la televisión polaca en 1976. Entre la mucha información escrita, no podemos dejar de destacar el Cuaderno número 11 de los recordados 'Cuadernos' de El Público, que en 1986 ofrecía textos del propio Kantor, una entrevista realizada por el maestro de la crítica Franco Quadri y un largo estudio firmado por Denis Bablet.

En nuestra biblioteca, por supuesto, podrán encontrarse libros más recientes, como su imprescindible El teatro de la muerte.

+ Leer más

fondo

 

 

 

AGRADECIMIENTOS CRÉDITOS

 


espacio en blancolínea

Icono Renace el Teatro de la Comedia
espacio en blanco
Tras una muy profunda rehabilitación, La Comedia abre sus puertas como un teatro moderno con un alma de ciento cuarenta años. Para empezar, un exitoso Alcalde de Zalamea.
 
Icono Otras Citas
espacio en blanco
Esta sección subraya algunos eventos de nuestro calendario escénico: la presencia española en la Cuatrienal de Praga, la celebración de Circada, un festival que se consolida, el homenaje que la Casa del Lector le hizo a Ignacio Amestoy y el estreno en el Teatro Real de El Público, la obra inacabada de Federico García Lorca.
 

Icono Aplausos y homenajes
espacio en blanco
Se completa esta sección con los Premios Nacionales, los Ceres, Emérita Augusta, Valle-Inclán, más los premios y homenajes del Festival de Almagro y la Muestra de Alicante.
 

Icono Andrea D'Odorico. El Arte como misión
La rdE rinde homenaje a Andrea D'Odorico, una de las figuras más importantes de nuestro teatro en el último medio siglo.
 
Icono Centenario de Arthur Miller
espacio en blanco
La excepcional recepción del teatro de Miller en la España de los cincuenta lleva la firma de José Tamayo.
 
Icono Otras Efemérides
espacio en blanco
Celebramos los ciento cuarenta años de la Inauguración del Teatro de la Comedia de Madrid, así como de su renacer tras un voraz incendio, hace un siglo. Celebramos especialmente los cien años de vida del dramaturgo José Ricardo Morales.
Icono Actores para siempre
espacio en blanco
La desaparición de célebres intérpretes de nuestra escena nos invita a recordar a algunos de ellos a través de un ejercicio de memoria que es al mismo tiempo homenaje permanente.
 

 

espacio en blancolínea

 

 

 

 

 




RDE | cdt@inaem.mecd.es | Centro de Documentación Teatral. INAEM. Ministerio de Cultura. Gobierno de España | Diseño web: Toma10

Portada   |   A debate   |   Con acento   |   El altavoz   |   Cartelera   |   Créditos