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Mariana Pineda volvió a bordar
Puesta en escena de la obra de García Lorca por Joaquín Vida (1998)

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El motivo que propició la puesta en escena que nos ocupa fue la conmemoración del centenario del nacimiento de Federico García Lorca (fig. 3). 1998 fue un año en el que proliferaron los montajes de obras de este autor, y como no podía ser de otra manera, Granada se sumó a ellos. La propuesta municipal recayó en el experimentado director de escena Joaquín Vida, también granadino, que como tantos otros inició su trayectoria teatral en la universidad, en este caso la de Granada, y que contaba con una amplia experiencia en montajes de obras clásicas y también con autores del siglo XX. Igualmente acertada fue la elección del texto, pues frente a otras obras del autor de ambiente rural y alejadas de la ciudad del Darro, las piezas claramente vinculadas a Granada son Doña Rosita la soltera y Mariana Pineda, y esta última tiene además como protagonista a uno de sus personajes más inmortales y admirados. La figura de Mariana Pineda y su recuerdo han permanecido vivos casi con veneración en la ciudad3.En 1836 se exhumaron sus restos, que fueron trasladados a sucesivas iglesias hasta que, en 1854, se depositaron en una urna ornamental en el propio Ayuntamiento de Granada, del que salía procesionalmente del 24 al 26 de mayo hasta la catedral para una función religiosa, para regresar nuevamente al consistorio. Esto sucedió hasta 1856, en que los restos fueron depositados definitivamente en la cripta de la catedral.

Otro factor que colaboró en la efeméride fue la reapertura del Teatro Isabel la Católica de Granada, de propiedad municipal, tras ocho largos años de rehabilitación. Mariana Pineda con dirección de Joaquín Vida se estrenó el 27 de mayo, un día después del aniversario de la ejecución de la heroína liberal, y permaneció en cartel doce días. Pero no fue ésta la única apuesta de la ciudad en el año Lorca. El Teatro Alhambra albergó distintas obras del autor y sobre el autor4, aunque fue el montaje de Joaquín Vida la apuesta institucional.

Numerosos espacios y festivales incluyeron montajes de obras de García Lorca, y esto facilitó la gira por todo el país que realizó este montaje de Mariana Pineda con dirección de Joaquín Vida y producido por E. G. Línea de Cultura, como su paso por el Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de Priego, en su LI edición, que, junto con El lago de los cisnes, interpretado por el Ballet de Moscú, fue el espectáculo más visto. Hay que destacar que, plaza tras plaza, esta Mariana Pineda obtenía un lleno absoluto, y en Madrid fue el espectáculo con más público del Festival de Otoño. En la capital se estrenó en el Teatro Bellas Artes de José Tamayo, el 18 de septiembre de 1998 (fig. 4). La ficha artística del espectáculo era la siguiente:

Autor: Federico García Lorca
Dirección: Joaquín Vida
Escenografía: Juan Vida
Figurines: Joaquín Vida
Música: Manuel Balboa
Diseño de luces: Carlos Moreno
Reparto: Carmen Conesa, Emilio Gutiérrez Caba/Joaquín Hinojosa, Manuel Bandera, José Mª Barbero, Mª Paz Ballesteros, Yolanda Diego, Miguel Ariza, Carmen Serrano, Ángel Cuevas, Jaime Tijeras, Mª José Extremera e Irene Escolar.

Joaquín Vida, nacido y criado en Granada, había compartido con el autor de la obra canciones e historias sobre Mariana Pineda, y la visión del poeta sobre la heroína no le resultaba ajena. Igualmente conocía el carácter primerizo del texto y sus limitaciones. A la hora de enfrentarse a su dirección optó por ponerse en segundo plano y montar el texto tal como quería el poeta. Concibió el espectáculo como una estampa romántica antigua, con un respeto escrupuloso y una “exquisita verosimilitud de la puesta en escena”, como reconoce Julio Huélamo en la entrevista realizada a Vida para el Centro de Documentación Teatral. La imagen del programa de mano, tomada del cuadro Mariana Pineda en capilla, del pintor Juan Antonio Vera Calvo5, ya ofrece una idea de las intenciones del director en relación con la imagen del espectáculo, e incluso de su puesta en escena. Joaquín Vida buceó en los sentimientos del autor, en ese amar primero al amor y después por extensión la libertad (Martos, 1998), como su musa, con la que compartía tantos vínculos. La protagonista de este montaje, Carmen Conesa, decía al respecto: “A veces dudo de si hablo por boca de Mariana Pineda o de Federico” (Bravo, 1998: 115). Del mismo modo se sumergió en el ritmo del verso para presentar la visión lírica que hubiera deseado Lorca. La luz y el sonido de Granada fueron su aportación personal.

Joaquín Vida afirmó que “Para ponerla en pie no he querido seguir modas, aunque al haber abordado el texto de manera clásica y ortodoxa, siguiendo las indicaciones del autor, he terminado siendo original” (Torres, 1998). El resultado fue una puesta en escena clásica, más cercana a su representación de 1927 que a una de finales de siglo, que algunos críticos tacharon de arqueológica, mientras que otros, como Alberto de la Hera (1998), consideraron que esta forma de presentarlo, de vestirlo y envolverlo en la puesta en escena era la única manera de salvar unos versos artificiosos y un lenguaje de cartón piedra que reducen la grandeza política de la heroína en un Lorca menor.

Precisamente, esta fidelidad al espíritu de la pieza impuesto por su creador fue uno de los aspectos más criticados del montaje. Parte de la crítica discrepó de la coincidencia del director con el autor en dar al montaje un tono lírico y no político. La visión de muchos críticos sobre Mariana Pineda coincidía más con la proyectada por el autor también granadino José Martín Recuerda en Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca, llevada a las tablas por Adolfo Marsillach en 1977, con una Mariana revolucionaria y una carga trágica más acentuada; o con la Pepa Flores de la serie televisiva Proceso a Mariana Pineda, dirigida por Rafael Moreno Alba de un entonces no tan lejano 1984. En este sentido, algunos comentarios fueron duros para la función y su director:

Horrendísimo crimen se cometió el pasado miércoles con Mariana Pineda. […] El carácter heroico que debería acompañar a este personaje fue omitido hasta tal punto que, en lugar de parecer un glorioso sacrificio el silencio de la mártir, parecía simplemente que ésta hiciese el canelo (Baldellou, 1998).

Frente a lo cual, Joaquín Vida afirmaba:

La Mariana que muestra el autor es la que canta Granada un siglo antes, no es una Agustina de Aragón, ni una mujer ideologizada, es una mujer enamorada y su apuesta política está marcada por razones sentimentales…, tan solo en el último momento pasa a ser una heroína (Torres, 1998).

Otro aspecto especialmente polémico de la puesta en escena fue el modo de decir el verso, cuestión ésta siempre controvertida. El director decidió que el verso se oyera, que el romance libre no pasara inadvertido, así como devolver a los versos alejandrinos su cesura tras la séptima sílaba, a pesar de ser consciente de que hacía el recitado excesivamente contundente y que iba en menoscabo de la naturalidad de la escena, hecho que no facilitaba su comprensión a un público desentrenado en este arte. Y de este modo se pronunciaron algunos críticos:

Decir el verso en el teatro sigue siendo empresa delicada. Renglonean más de la cuenta estos intérpretes. La sumisión en la mesura rítmica del verso deteriora la expresión de lo real. A esta Mariana Pineda le sobra rengloneo y le falta carácter. Joaquín Vida, en su minucioso montaje, debería romper esa forma de recitación para que la estrofa no sonara demasiado, para que la rima se sometiera al tenor realista y dramático del acontecimiento que pide más acción y menos mesura rítmica (López Sancho, 1998).

De lo dicho anteriormente se puede deducir que el respeto al texto es de una fidelidad absoluta. Vida varió únicamente el orden de alguna estrofa en las canciones de los niños, lo que concordaba con su labor de dirección para este espectáculo, caracterizada por la mesura, como expresó el crítico del Ideal de Granada, Andrés Molinari (1998):

… Joaquín ha dado de nuevo su experto toque de director, respetuoso con el texto, permisivo con los actores, levemente clásico, marcando la mesura que envuelve toda la obra y engarzándola entre las dos deliciosas escenas infantiles, apelando más a la sencillez que al espectáculo erudito.

También subraya este crítico “la huida de la espectacularidad forzada, la discreción frente a la encarnadura que vierte gestos y lágrimas sobre el proscenio, la voz queda, casi inaudible, frente al grito descarnado” (Molinari, 1998). Y es que Vida confiesa que “la visión de la naturalidad en escena se le ha quedado” (entrevista CDT) de su formación con William Layton en su época juvenil, y que siempre busca “que el motor por el que el actor habla o se mueve tenga un porqué interior” (entrevista CDT). La dirección de actores sigue la línea dramatúrgica. Vida trabajó para crear los tonos, los movimientos de cada uno de los personajes. Y así lo hizo con Carmen Conesa, su Mariana, que destaca en su hacer por su clasicismo en la interpretación, y que en este espectáculo huye del dramatismo y amaneramiento, aunque en ocasiones se pierda, especialmente en el difícil tercer acto, en el que incluso manotea. Pero una actriz como Carmen Conesa, tan rica en registros, es capaz de defender ese final paradójico en que se convierte en la libertad misma. El reto de encarnar a un mito no es fácil y ella era consciente, así como de la necesidad de que los espectadores lo reconozcan, y a decir de Lorenzo López Sancho (1998), lo consigue “con tanto valor como dignidad con el gran compromiso de dar nueva vida a Marianita Pineda, con los grandes recuerdos de la Xirgu y la Pradera a sus espaldas”. A pesar de lo cual, no se libró de algunas opiniones poco favorables sobre su falta de coraje revolucionario y su forma de decir el verso, al igual que el resto de sus compañeros.

3 En 1836 se exhumaron sus restos, que fueron trasladados a sucesivas iglesias hasta que, en 1854, se depositaron en una urna ornamental en el propio Ayuntamiento de Granada, del que salía procesionalmente del 24 al 26 de mayo hasta la catedral para una función religiosa, para regresar nuevamente al consistorio. Esto sucedió hasta 1856, en que los restos fueron depositados definitivamente en la cripta de la catedral.

4 También formaron parte de la programación del Teatro Alhambra este año la comedia musical Casting. A la caza de Bernarda Alba, de la compañía malagueña Te-Atroz, que ya llevaba varios años de gira exitosa por España e Iberoamérica; el espectáculo Aquellos ojos míos, protagonizado por la argentina Susana Oviedo; Canciones… a cerca de Lorca, de Richard Villalón, cantante y actor mejicano afincado en Sevilla y Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre, espectáculo realizado sobre una conferencia de Federico García Lorca con dirección de Lluís Pasqual e interpretado por Juan Echanove.

5 Esta pintura de 1862 preside el salón de la Junta de Portavoces del Palacio de las Cortes.