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NúM 6
2. VARIA
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2.4 · IMAGEN DIALÉCTICA EN EL TEATRO HISTÓRICO DE JUAN MAYORGA


Por Ivana Krpan
 

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1. Breves apuntes para una teoría histórica

El cuestionamiento o la relativización del documento oficial respecto a la Historia no presentan ninguna novedad a partir de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, con las posibilidades de la difusión informática en la época digital han cobrado un vigor especial, afectando notablemente nuestra manera de entender el pasado y los procesos históricos que influyeron en la creación de una memoria colectiva respecto al pasado colonial, las dos Guerras Mundiales, el nazismo, la Guerra Fría, los enfrentamientos en Oriente Medio y otros sucesos que marcaron el pasado y el presente occidentales. Esta cuestión ya se ha vuelto un tema global y la literatura también ha intentado ofrecer una respuesta a estas nuevas preocupaciones. En cuanto al teatro y su vínculo particular con la realidad inmediata, su forma resulta ser un medio directo y dinámico en la desmitificación de las construcciones históricas en la escena. Entre los numerosos autores españoles que tratan estos temas en su obra dramática, en la última década ha destacado el nombre de Juan Mayorga, filósofo, matemático, dramaturgo y profesor internacionalmente reconocido, cuya obra ha sido especialmente valorada tanto entre los directores y los profesionales del teatro como entre los teóricos y los académicos. 
Mayorga es un alumno de la corriente filosófica de Walter Benjamin en cuyos preceptos se inspira su dramaturgia, aunque en sus planteamientos igualmente podemos trazar las líneas filosófico-históricas de Lukács (1962), Ricœur (1980), White (1987) o Augé (1998)2, como los conceptos postmodernistas acerca del teatro histórico surgidos en las letras hispanas a partir de la segunda mitad del siglo XX. Su obra dramática cuestiona las estrategias discursivas del texto histórico como documento y, asimismo, explora el poder teatral y dramático de las representaciones del pasado. A través de temas actuales como la violencia social, la rivalidad entre el Este y el Oeste políticos o los retos interculturales del mundo global, Mayorga profundiza en temas de índole filosófica, ética e histórica. Para entender su obra dramática hay que esbozar una breve fórmula que define sus conceptos claves acerca de la lectura, la interpretación y la reescritura históricas. Según Peral Vega, la obra de Mayorga se nutre de la filosofía benjaminiana en varios elementos que consolidan su proyecto dramático sobre la historia. Entre ellos destaca la primacía de la palabra y la reflexión sobre su fuerza en el juego dialéctico de ideas, la faceta intertextual, polifacética e innovadora del texto traducido, la concepción de la historia (Peral Vega, 2015, 17-85), y una tendencia incesante de reescribir sus textos dentro “de un sentido temporal una vez más benjaminiano, de acuerdo al cual los diversos momentos releen y reivindican para sí determinadas interpretaciones de un texto” (2015, 66). Su tesis doctoral Revolución conservadora y conservación revolucionaria. Política y memoria en Walter Benjamin ha sido la fuente de varios artículos suyos y temas presentados posteriormente en las conferencias acerca del teatro histórico y el deber del dramaturgo crítico respecto a la historia. Entre ellos destaca el ensayo Elipses de Benjamin, donde el autor formulala parte teórica para una nueva dramaturgia histórica:

La elipse es el lugar geométrico de los puntos tales que la suma de las distancias a dos puntos fijos llamados focos es una constante. En el (mal) esbozo de abajo, los puntos A y B pertenecerían a una misma elipse de focos F1 y F2 si a1 + a2 (suma de las distancias respectivas de A respecto de dichos focos) valiese lo mismo que b1 + b2 (suma de las distancias de B medidas respecto de los mismos focos).

(Mayorga, 2010, 372).

Dentro de esta definición geométrica, el autor sitúa la labor del dramaturgo/historiador responsable que no elige solamente uno de los focos para explicar los sucesos históricos, sino que crea el espacio tenso entre las interpretaciones distintas (F1 y F2) de los hechos pasados (A y B).

La imagen de la elipse es útil para entender el modo en que lee Benjamin y, me parece, debería ser tenida en cuenta para leer al propio Benjamin. Quien con frecuencia desencadena su pensar al descubrir la conexión –que nunca es identificación, sino vínculo atravesado de tensiones– de dos motivos distantes que al asociarse abren un campo de preguntas […]. Lo decisivo es que ninguno de los objetos sea luego pensado sin atender al otro y que el vínculo entre ambos haga aparecer un lugar que ninguno de ellos crearía por sí solo. Ese espacio será tanto más rico cuanto más distantes y heterogéneos los términos del par, cuanto menos afines parezcan en principio, cuanto más imprevisto su encuentro, cuanto menos obvia su cita, cuanto más independiente ésta de la intención de quien la descubra. Ese espacio puede ser llamado imagen dialéctica, que no es el vínculo de dos objetos distantes, sino el lugar tenso y denso creado por un emparejamiento improbable.

(Mayorga, 2010, 372-374).

De esta forma el autor conseguirá dar una imagen compleja, la imagen dialéctica, de la historia donde el drama y su puesta en escena permitirán asociar los elementos aparentemente aislados y revelar la duplicidad de la conciencia entre las fuerzas opuestas de la historia. Los lados supuestamente antagónicos recobran significados imprevistos en la unión que resalta los signos anteriormente desapercibidos en la interpretación monofónica del pasado.  

Esta fórmula dramática está estrechamente vinculada a los preceptos del materialismo histórico, que entiende el pasado como un proceso continuo de creación de significados en distintas épocas históricas como diferentes focos que enmarcan la imagen dialéctica propuesta por Mayorga. Mientras el historicista expone una imagen eterna e inmutable de los hechos, el materialista histórico busca un trasfondo que le permite resaltar la actualidad del pasado, afrontando “un objeto histórico, única y solamente, cuando éste se le presenta como mónada. En dicha estructura reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer o, dicho de otra forma, de una chance revolucionaria en la lucha por el pasado oprimido” (Benjamin, 2006, 76). Con este enfoque, la dramaturgia de Mayorga se inscribe en las nueves corrientes del teatro histórico que desea ser asimismo un teatro del presente, abriendo las grietas del pasado para poder iluminar el tiempo actual con una luz reveladora y crítica. Diago y Monleón reparan en esta “alianza entre teatro y memoria, frente a la naturaleza desmemoriada del teatro histórico tradicional [… donde] el teatro deja de ser histórico, para asumir la condición en interrogación de la memoria a los gestores de la historia” (2007, 10). Dentro de este marco dramático, Mayorga manipula sus premisas filosóficas, estableciendo un lazo persistente entre varias líneas del pasado y sus interpretaciones escénicas en el presente. La historia se construye desde los ejes tanto estéticos como éticos que generan un conocimiento “por y para la actualidad” de un teatro que mantiene vínculos entre “lo sucedido y lo que nos sucede” (Buero Vallejo, 1980, 19). Estos conceptos forman la base teórica en toda la producción dramática de Mayorga y son claramente visibles en las obras que se analizarán a continuación. Independientemente del eje temático, el dramaturgo aplica la imagen dialéctica a su creación literaria en conjunto, utilizando los recursos teatrales que facilitan la deconstrucción textual y la reconstrucción polifónica de los hechos en la escena. La dramatización de sus ideas filosóficas sobre el pasado exige una escritura particular, capaz de acercarse a las narraciones historicistas mediante una polifonía escénica; interpolando las referencias metatextuales, metateatrales e intertextuales que facilitan subvertir dramáticamente el discurso oficial. En las obras que tratan temas históricos explícitamente, el concepto de la imagen dialéctica es inherente a todo el opus mayorguiano y sus preocupaciones teóricas acerca del pasado son visibles en varios ciclos temáticos. En todos los tiempos tratados el autor tiende a “construir un conflicto y una tensión polifónica que [l]e permite dar cuenta de distintos aspectos del problema que finalmente siempre queda en suspenso” (Krpan, 2015, 130). Sus textos dramáticos ofrecen una polifonía que hace posible acercarse a los temas desde ángulos diversos e incluir al espectador como parte activa en el debate.



2 Nos referimos a los estudios que cuestionan la configuración de los hechos aleatorios del pasado dentro del marco narrativo (crono)lógico que le otorga sentido al discurso oficial y su parecido con los paradigmas literarios en cuanto a la selección del material tratado, el enfoque deseado y la estructuración interna del relato o del drama.

 

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