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2. VARIA

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2.4 · Lo absurdo en El desvarío de Jorge Díaz


Por Eman Ahmed Khalifa
 

 

1. APROXIMACIÓN AL TEATRO DEL ABSURDO

Si absurdo significa, según el diccionario, “contrario y opuesto a la razón; que no tiene sentido. Extravagante. Irregular. Chocante, contradictorio. Dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado” (Real Academia de la Lengua Española, 2002, 15); Ionesco define el término como: “lo desprovisto de propósito […] separado de sus raíces religiosas, metafóricas y trascendentales, el hombre está perdido, todas sus acciones se transforman en algo falto de sentido, absurdo, inútil” (Ionesco, 1957. Citado por Esslin, 1966, 15). Efectivamente eso es, en líneas generales, lo que quieren expresar las obras del teatro del absurdo: la angustia metafísica, originada por el absurdo de la condición humana.


1.1. El teatro del absurdo europeo

a) Surgimiento

La creencia de que el mundo tiene sentido es reemplazada en los años cincuenta por la concepción de un mundo donde las palabras y las acciones pueden ser completamente contradictorias. La obra tradicional parte del supuesto de que la realidad es concreta y segura, de que todo es más o menos claro y de que todo tiene un final definido. Por el contrario, las obras del absurdo expresan un sentido de choque ante la ausencia y pérdida de tan claros sistemas de valores y creencias. De ahí, que podemos resumir las causas del surgimiento de este movimiento literario como sigue: la pérdida de la fe, que tuvo un momento de plenitud en Nietzsche a fines del siglo XIX; la quiebra de los valores liberales que creían en un progreso social, que se produce con la Primera Guerra Mundial; la desilusión en los cambios radicales en las sociedades que predecía Marx; y la miseria, el hambre, la destrucción, la barbaridad y los asesinatos masivos que traen consigo Hitler y la guerra. Esta visión, para un artista de mitad del siglo XX, significó que el mundo había perdido sentido y que ya nada tenía razón de ser. El universo entonces pareció ilógico y aterrador, incierto, sin esperanza, en una palabra, absurdo. (Véase Lawence, 1994, 52).

Cada uno de los escritores que pertenecen a este movimiento teatral comparte, básicamente, las mismas preocupaciones en cuanto a la existencia y el futuro del hombre en una civilización mecanizada. Todos ellos aspiran a presentar en su obra la búsqueda de una realidad fundamental. El origen del término “teatro del absurdo” fue acuñado por el crítico Martín Esslin, en 1961, que definió una forma de teatro en particular, la cual difería de las normas tradicionales del teatro occidental, denominándola “Theatre of The Absurd”, o sea, ‘Teatro del Absurdo’.

Nociones sobre la falta de sentido de la razón se pueden leer en autores como Albert Camus (1913-1960), con su Filosofía del absurdo y Jean-Paul Sartre (1905- 1980) y su Existencialismo literario. Sin embargo, en relación al teatro, Sartre y Camus, difieren de los dramaturgos del absurdo en cuanto

presentan la irracionalidad de la condición humana, con un razonamiento altamente lúdico y construido con toda lógica, mientras que el Teatro del Absurdo hace lo posible por presentarnos esta misma idea y lo inadecuado de los mecanismos racionales, mediante el abandono sistemático de las convenciones tradicionales y el razonamiento discursivo” (Esslin, 1966, 15).

Ambos autores expresaron lo absurdo en piezas sintácticamente ordenadas, personajes claramente definidos y estructuras escénicas convencionales, representando lo absurdo lógicamente. El teatro del absurdo va más allá del existencialismo de posguerra y sus dramaturgos presentaron el absurdo de la condición humana en imágenes escénicas, representando lo absurdo absurdamente. (Véase Llorente, 2009, 3). El centro del movimiento del absurdo se radicó en París, y a sus autores también se les conoce como la Escuela de París. Provenían de diferentes países, se radicaron en dicha ciudad y solían escribir en francés. Las figuras centrales y más relevantes de dicho movimiento son Samuel Beckett2, Eugène Ionesco3, Arthur Adamov4, Jean Genet5 y Harold Pinter6. A todos ellos les une el hecho de compartir un enfoque estructural similar, además de reflejar ciertos rasgos parecidos tales como la falta de comunicación, el sentido de enajenación y de soledad. Fueron ellos los que dejaron la noción del absurdo en las bases estructurales, formales e interpretativas de sus piezas teatrales.

La historia de las tendencias vanguardistas en el teatro español de preguerra abarca más bien intentos individuales que surgen a partir de las ideas de renovación teatral. En la preguerra europea, el término “vanguardia” se aplica al teatro del absurdo creado por los autores citados arriba. Las vanguardias representaban la repulsa frente a la realidad y las ansias de salir de situaciones asfixiantes. “El absurdo recibe directas influencias de los dadaístas y surrealistas y de todas las vanguardias parisinas que vienen desde Jarry, pasando por Apollinaire, Brecht en sus primeras épocas, Aratud, Vitrac y directores influidos por el teatro de la crueldad como Barrault y Blin” (Lawrence, 1994, 55).
b) Características

Aunque los autores del teatro del absurdo tienen estilos de escritura diferentes, existen ciertas características en los contenidos de sus obras que los acercan teatralmente. El teatro del absurdo europeo es un teatro aparentemente insustancial, sin una argumentación lógica, ni personajes distinguibles; estos son simplemente marionetas que reflejan la condición absurda del ser. El lenguaje utilizado en el teatro del absurdo refleja la condición del hombre; es un lenguaje vacío, sin sentido, que no comunica nada. La mayoría de los temas que se desarrollan en el teatro del absurdo son de carácter existencial. La angustia del hombre frente al mundo es lo que lleva a estos escritores a manifestar su propio punto de vista con relación a esa situación. Este teatro manifiesta, con frecuencia, su escepticismo respecto a los credos y las ideas políticas, sean nazismo o comunismo, fascismo o democracia. El teatro del absurdo europeo desconfía de todo ello y plantea más el problema del hombre abandonado y angustiado que el del hombre político. En este sentido, no se trata de un arte comprometido, sino el más libre, el más independiente, el más crítico. (Véase Aguilú de Murphy, 1989, 43).

La mayoría de los trabajos del teatro del absurdo carecen de principio y final, y en algunas ocasiones la obra termina de la misma forma que comienza, creando una especie de espiral que nos lleva a planos totalmente diferentes de la tradicional obra de teatro en la que se concluye o se cierra la anécdota con un mensaje o una moraleja. En este teatro, se concede una mayor importancia al humor y a la gestualidad. También se presentan escenarios con muy pocos elementos, los cuales están cargados de mucho simbolismo, y que nos transmite una sensación de vacío, de sin sentido.


1.2. El teatro del absurdo hispanoamericano

a) Surgimiento

Los escritores absurdistas hispanoamericanos buscan nuevas formas de expresión que les permitan comunicar su honda preocupación por los problemas fundamentales a los que se enfrentan los hombres y mujeres de su época y de sus países. Pretenden mostrar el estado de enajenación al que ha sido sometido el hispanoamericano, víctima de la opresión política y cultural. De esta forma, el teatro del absurdo hispanoamericano, al igual que el europeo, intenta poner de manifiesto, en sus múltiples y posibles variantes, la angustia metafísica que atraviesa el hombre del siglo XX. Es importante señalar que si el teatro absurdista hispanoamericano se nutre directa o indirectamente de las teorías expuestas por el teatro del absurdo europeo, sin embargo, no sigue precisamente la misma filosofía de pesimismo y de derrota total del ser ante las condiciones y el momento que le toca vivir. De ahí que muchos críticos llamen teatro absurdista al teatro del absurdo hispanoamericano:

Los escritores hispanoamericanos simplemente se limitan a integrar técnicas típicas de este tipo de teatro con sus propias ideas y estética dramática. Por esta razón se ha tenido el cuidado de sustituir el término “absurdista” por “absurdo” al caracterizar las piezas hispanoamericanas (Zalacaín, 1985, IV-V).

El año 1948 es significativo por ser la fecha en la que se escribe la primera pieza absurdista hispanoamericana, Falsa Alarma7, del escritor cubano Virgilio Piñera (1912-1979)   . Esta obra es considerada “la primera pieza con rasgos absurdistas en el mundo” (Lawrence, 1994, 58). De esta forma, Piñera experimentaba con el absurdo ya en los años cuarenta, antes de que se representara La cantante calva de Ionesco, en 1950.

Daniel Zalacaín recoge, en su libro sobre el teatro del absurdo, a los quince dramaturgos hispanoamericanos que mejor representan este movimiento: Virgilio Piñera, Antón Arrufat, René Marqés, Jorge Díaz, Álvaro Menén Desleal, Eduardo Pavlovsky, José Triana, Griselda Gambaro, Maruxa Vilalta, Osvaldo Dragún, Manuel Trujillo, Alberto Yazca, José de Jesús Martínez, Rodolfo Santana Salas y Julio Ardiles Gray (Zalacaín, 1985, 13). Además, hay que citar a José Ricardo Morales, un escritor chileno de origen española, cuya obra ha sido catalogada como teatro del absurdo. Confronta al espectador con la deshumanización y la violencia social del mundo actual, poniendo al descubierto las tiranías de los poderosos y de la sociedad de consumo en un tono sarcástico que interpela al lector o espectador.


b) Características

El escritor hispanoamericano también trata en su teatro la insatisfacción que siente ante la sociedad que le rodea. Pero, a diferencia del teatro del absurdo europeo, su teatro no se limita a criticar lo meramente social, sino que la rebasa y arremate directamente contra lo político. Por eso, el tema político-social es desarrollado ampliamente en este teatro. Los escritores ven Latinoamericano como un mundo que está regido por violentos contrastes entre la realidad absurda y la aparente lógica de las situaciones. Es por ello que, para muchos de estos dramaturgos, la violencia es la única forma de redimir al hombre hispanoamericano de la realidad absurda en la que vive. Otro de los rasgos que diferencia a los escritores absurdistas hispanoamericanos de los europeos es que aquellos revelan en sus obras la realidad de sus países. Mientras que los escritores europeos miran a la realidad circundante como un círculo cerrado, sin posibilidades de escape alguno, el escritor hispanoamericano, por el contrario, cree que esa realidad absurda que le aprisiona no representa un estado permanente para la sociedad, por lo tanto, el ser es capaz de escapar de ese mundo en que se encuentra. (Veáse Aguilú de Murphy, 1989, 52).

En el teatro absurdista hispanoamericano, el tratamiento del personaje no se encuentra exclusivamente ligado al problema existencialista del hombre, sino que adquiere una mayor dimensión ya que el escritor incorpora en él, además, el aspecto político-social que le inquieta. “[…] es por ello que, en muchas ocasiones, el personaje viene a representar al hombre que ha perdido sus raíces culturales y que no logra encontrarse a sí mismo” (Aguilú de Murphy, 1989, 52). También se nos presenta al personaje enfrentándose a la máquina y a la mecanización de la vida moderna.



2 Samuel Beckett (1906-1989), premio Nobel de Literatura en 1969, de nacionalidad irlandesa, es el autor de una de las obras más representativas del teatro del absurdo: En attendant Godot, o sea, Esperando a Godot. En esta obra, los personajes principales, Vladimir y Estragón, se pasan la obra matando el tiempo en diálogos sin sentido esperando la venida de un tal señor Godot del que ni siquiera se sabe si existe o no. En la obra, se nota un intento por parte del autor de expresar la dificultad de encontrar una acepción coherente en este mundo, en el que nada es definido y preciso. Es de suma importancia la relación de Beckett con Joyce. Desde 1982 hasta la muerte de Joyce, en 1941, Beckett y Joyce mantuvieron una íntima y en ocasiones difícil amistad. Son dos irlandeses exiliados en París antes del estallido de la II Guerra Mundial que producen una obra que ha revolucionado el concepto actual de la literatura. El propio Beckett comenta la influencia de Joyce sobre él diciendo: “Me hizo darme cuenta de lo que es la integridad artística” (El País, 4 de julio de 1982).

3 Es la otra gran figura del teatro del absurdo. Este autor francés de origen rumano combina un humor disparatado y cruel con situaciones de vida cotidiana. Su obra La cantante calva es considerada iniciadora del teatro del absurdo. “Ionesco escribió sobre esta cantante calva que no es calva, ni canta, ni aparece por el escenario. Así de absurdo le parece al autor el mundo, un mundo que suele esconderse detrás del lenguaje, palabras y palabras que tampoco se sabe muy bien lo que hay detrás de ellas” (Lanaspa, (en prensa), 137). Ionesco constituye, para Jorge Díaz, su primer contacto con este tipo de teatro, cuando en 1960 ICTUS, la compañía en donde trabajaba, estrena La cantante Calva, donde el dramaturgo ejercía el papel de bombero. Ionesco fue un gran admirador de los dadaístas, en especial su compatriota Tristan Tzara, que es la figura más representativa del Dadaísmo. Es heredero del estallido formal e ideológico que introdujeron las vanguardias históricas (Futurismo, Dadaísmo, Surrealismo) en las convenciones teatrales de la primera mitad del siglo XX. Su amistad con Eliade y con Cioran influyó de manera determinante en su personalidad. Su relación con Tristan Tzara le condujo a una aproximación al Dadaísmo y también al surrealismo, contactando con Breton, Crevel y Soupault.

4 En las obras del dramaturgo francés de origen ruso A. Adamov (1910-1986) se encuentran todos los temas del teatro del absurdo como pueden ser la soledad, la angustia y la incomunicación.

5 J. Genet (1910-1986) fue, como es sabido, un novelista, dramaturgo y poeta francés. Su primera obra teatral Las criadas marcó su entrada en el movimiento del teatro del absurdo.

6 Otro exponente esencial en el teatro del absurdo es H. Pinter (1930-2008): dramaturgo, guionista, poeta, actor y director inglés, ganador del premio Nobel de Literatura en 2005.

7 Aunque Daniel Zalacaín ve que el principio del teatro del absurdo con Falsa Alarma de Piñera, escrita en 1948 (Véase Zalacaín, 1985, 14); Martin Esslin opina que la primera muestra que abordó lo absurdo en pleno siglo del siglo XX es El Proceso de Kafka, adaptada al teatro en 1947 (Véase Esslin, 1966, 266-267).

 

 

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