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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.2 · Cervantes y Lorca: La Barraca.


Por Javier Huerta Calvo
 

 

Los entremeses en la primera salida de La Barraca

El primer itinerario de La Barraca comprendió las siguientes localidades: Burgo de Osma, San Leonardo, Soria, Ágreda, Vinuesa y Almazán. Salvo en alguno de estos lugares donde se daba un fragmento de La vida es sueño, las demás funciones consistieron en los entremeses, que se representaban normalmente por este orden: La cueva de Salamanca, La guarda cuidadosa y Los dos habladores. Las críticas fueron, en general, muy favorables. Manrique de Lara destacaba “las decoraciones ultramodernas” de las que eran responsables respectivamente Santiago Ontañón, Ramón Gaya y Alfonso Ponce de León, “tres artistas de la nueva generación de nuestro tiempo” (Lara, 1932, 4), y destacaba la brillante vistosidad de La guarda cuidadosa:

En La guarda cuidadosa  hay un verdadero alarde de arte y belleza en la representación de esta obra. El decorado, los trajes, los gestos y actuación de los artistas, todo está estudiado con un criterio nuevo de plasticidad y de ritmo, que en nada puede envidiar al teatro actual ruso, inglés o alemán (Lara, 1932, p. 4).

Corpus Barga se complacía en recrear el ambiente cervantino de la representación entremesil de La Barraca a su paso por Medinaceli:

Allí había un tablado delante del palacio, y en el escenario de luz fueron y vinieron el estudiante malicioso, el sacristán cuco, el soldado roto, Quijote esbozado, las pícaras mujeres, el marido bobo, los personajes de lo cómico eterno que magistralmente saca a relucir Cervantes en sus entremeses (1932).

En agosto la gira fue norteña, y los entremeses pudieron ser vistos en La Coruña, Santiago de Compostela, Pontevedra, Villagarcía de Arosa, Vigo, Bayona, Ribadeo, Cangas de Onís, Grado, Avilés y Oviedo. En septiembre de 1932 el grupo actuó en Granada, como contribución a los actos del centenario de la Universidad y, por fin, el 25 de octubre de 1932 La Barraca hizo su solemne presentación en el Paraninfo de la Universidad Central. El 25 se presenta La vida es sueño y, al día siguiente, los entremeses. Melchor Fernández Almagro apreciaba el esfuerzo por recuperar y reconciliar dos clásicos, pero sobre todo por acercarlos al tiempo presente:

La reconciliación de nuestro público y los autores del espléndido pasado español no es cosa de reconstrucciones académicas, ni mucho menos de refundiciones oficiosas. Es arte delicado, que busca en un punto recóndito el secreto de la supervivencia. Calderón o Cervantes son autores en plena vida, vistos y sentidos en La Barraca; no porque resuciten al conjuro de la erudición, sino porque continúan viviendo y aceptan modalidades enteramente de hoy en cuanto a escenografía e interpretación (Fernández Almagro, 1932).

“¡Ya era hora de respirar aire puro!”, escribía entusiasmado Juan Gutiérrez-Olmedilla (1932)6. Y Miguel Pérez Ferrero era aún más explícito en sus elogios:

Fue la jornada para el glorioso manco. Sencillamente, uno de los muchachos del elenco dijo al público desde el fondo de su traje azul:

–Veréis a nuestro Cervantes tan actual. En los pueblos de nuestra patria y a las sencillas gentes ha gustado mucho.

Yo vi y oí los tres entremeses de Cervantes exactamente como había soñado verlos y oírlos algún día, con la misma justeza, con el mismo movimiento y con esa delicia que ya se va marchando de las representaciones reales de cada día en nuestra vida para refugiarse en los países de ensueño que uno recorre en horas de abandono y reposo.

Obra grande la de La Barraca; obra llevada a cabo por un poeta y un escritor y por una protección oficial consciente de lo que protege. No vivero de Arte, sino monumento de Arte. No laboratorio, sino fin espléndido (Pérez Ferrero, 1932).

El éxito de La Barraca culminó ese su primer año de andadura con una función a base de los tres entremeses y el auto sacramental de La vida es sueño en el Teatro Español (19 de diciembre de 1932). Antonio Espina ponía algún reparo al trabajo escenográfico llevado a cabo por los pintores Santiago Ontañón (La cueva de Salamanca), Ramón Gaya (Los dos habladores), Alfonso Ponce de León (La guarda cuidadosa) y Benjamín Palencia (La vida es sueño):

El acierto ideológico y plástico no siempre corresponde a la intención insigne 1932 que con sus decorados persiguen los autores. Nuestra fecha en artes plásticas viene a ser una pescadilla que se muerde la cola: 1920 (Espina, 1932).

En opinión del mayor crítico teatral del momento, Enrique Díez Canedo, los entremeses de La Barraca, “nos dan ese teatro cómico de puro acento español –sean cuales fueren sus influencias y resonancias–, que llena de donaire y burla el claro timbre verbal” (1932).

El 15 de enero de 1933 volvía a rendir homenaje a la Universidad Central de Madrid, en esta ocasión para festejar la inauguración de la Facultad de Filosofía y Letras. Como para entonces su salón de actos o paraninfo no estaba terminado, la función tuvo lugar en el Teatro María Guerrero. Y de Madrid a Alcaraz7 y Murcia, donde ofrecieron La vida es sueño, acompañada de Los dos habladores, esta vez con cambio de título, El pícaro hablador. Y después Elche, Alicante… En la Semana Santa el grupo actuó en Valladolid, Tordesillas, Zamora, Salamanca…

En la primavera del mismo año Lorca añade al repertorio entremesil El retablo de las maravillas. La decisión debió tomarla al mismo tiempo que preparaba su versión de Fuente Ovejuna. Junto a la tragedia se ofreció luego en numerosas ocasiones, como espejo de la España rural del Siglo de Oro y de siempre: los villanos víctimas del abuso de poder, frente a los campesinos ridículamente orgullosos de su condición de cristianos viejos.



6 “Entre tanta inminencia de ‘estrenos’ este itinerario juvenil por caminos antiguos es una liberadora esperanza: para hoy en la Universidad, tres entremeses cervantinos: Los dos habladores, La cueva de Salamanca, La guarda cuidadosa. Para muy pronto, en el Español, una representación general, ante el estado llano del público, del auto de Calderón resurrecto ayer. Y en este mismo curso, Fuente Ovejuna, de Lope. ¡Ya era hora de respirar aire puro! Gracias, muchachos” (Gutiérrez Olmedilla, 1932).

7 “Sueñan entre las sombras las piedras doradas de siglos, estremecidas todavía por los aplausos con que un pueblo ejemplar acogió tres entremeses de Miguel de Cervantes. Un lugar de cuyo nombre, clavado en el pecho fuerte de la Mancha, Federico quiere acordarse siempre” (Serna, 1933).

 

 

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