logo MINISTERIO DE CULTURA Y DEPORTE logo INAEM logo CDAEM
logo

Homenaje

Ricard Salvat, una vida dedicada al teatro

Enric Ciurans

Página 3

L' escola y la companya Adrià Gual

El primer gran acierto de la Adrià Gual fue precisamente la elección del nombre de la nueva escuela de teatro situada en la cúpula del Teatro Coliseum en pleno centro de Barcelona. Adrià Gual i Queralt (1872-1943) Fig. 4 fue el gran pionero del teatro catalán al frente de su compañía El Teatre Íntim, fundando el Instituto del Teatro en 1914, primera escuela de teatro del Estado en la que se impartía una formación específica para los aspirantes a actores, incluyendo secciones de escenografía y publicaciones dedicadas al mundo de la escena, con la firme voluntad de otorgarle a las artes escénicas una dimensión académica y profesional al mismo tiempo.

Ricard Salvat, con poco más de veinticinco años, asumía el reto de convertir aquella escuela en un referente de la escena catalana. En aquellos años ya se relacionaba con figuras de primer nivel de la literatura catalana como Salvador Espriu, y con excelentes profesionales en los ámbitos de la dicción, la psicología o la pintura como Carme Serrallonga, Joan Obiols o Albert Ràfols Casamada, convertidos en docentes en la primera etapa del proyecto, junto con músicos como Josep Maria Mestres Quadreny, Manuel Valls o poetas como Joan Brossa. No cabe olvidar que el aula principal de la Escola se llamaba Aula Gropius, expresión de la voluntad de convertir el FAD y su Escuela de Teatro (a la que siguieron otras escuelas como Elisava, Eina, dedicadas al diseño) en una escuela de formación profesional basada en los criterios de la Bauhaus. Así, en el escenario circular de la Escuela se exponían piezas de Antoni Tàpies, Modest Cuixart, Joan Ponç y otros artistas, mientras se hacían las clases, los ensayos o las representaciones.

En la Adrià Gual se respiraba en los años 60 un aire de libertad que contrastaba con la situación política que se vivía en las calles. Cabe señalar que los estudios que allí se cursaban nunca tuvieron un reconocimiento oficial. Entre los primeros alumnos podemos citar a Montserrat Roig y a Josep Maria Benet i Jornet, que conjugaban las clases en la universidad con las lecciones que allí se impartían. Salvat incorporó a sus clases de interpretación las técnicas del Teatro Épico, fruto de su bagaje universitario en la Alemania Federal. Junto a Feliu Formosa cabe considerar a Ricard Salvat uno de los grandes introductores en nuestro país del brechtismo, una de sus grandes aportaciones al teatro de nuestro país, tanto a nivel académico como artístico. Supo, además, conjugar esa manera de hacer teatro, que resaltaba el elemento didáctico de la escena como reflexión y crítica de la realidad, con la literatura dramática catalana.

Así, de todos aquellos años, debemos poner el foco en dos espectáculos que marcaron época como son Ronda de mort a Sinera, de Salvador Espriu-Ricard Salvat (1965) Fig. 5, Fig. 6 y La bona persona de Sezuan, de Bertolt Brecht (1966) Fig. 7. Antes y después de estos grandes espectáculos podríamos citar unas decenas de espectáculos creados por Salvat en la EADAG, y con la Companyia Adrià Gual que el propio Salvat fundó en 1965 para dar salida profesional a sus espectáculos. Por aquel entonces, Salvat ya era una figura de la escena conocida en Madrid, donde había colaborado en publicaciones como Primer Acto, y donde dirigió dos espectáculos para Dido, pequeño Teatro, Hamlet, solista, de José Bergamín; y Medea, la encantadora, de José Bergamín, ambas con decorados de Benjamín Palencia, que se representaron en el Teatro Bellas Artes en 1962.

Ya en aquellos años Salvat mantenía una actitud renovadora frente a la creación escénica del momento, basada en los grandes postulados procedentes de la tradición germánica de la Ilustración (Aufklärung). El teatro era el lugar del debate y el lugar de la lengua, del esplendor del idioma, a través de la precisa dicción de los actores. El director de escena debía ceñirse tanto como fuera posible al texto, y la creación debía tener un diseño basado en la aportación de creadores plásticos y musicales para dar el sentido último al espectáculo teatral.

En el camino hacia el estreno de Ronda de mort a Sinera, cabe señalar algunos primeros espectáculos fruto de la colaboración entre Salvat y Salvador Espriu, como la puesta en escena del poema épico La pell de brau (La piel de toro), que significó el primer intento exitoso para dar voz escénica a la literatura del gran poeta de Sinera. Inmediatamente después vino Primera història d’Esther Fig. 8, Fig. 9, memorable espectáculo que contó con la magia de los diseños de vestuario de Fabià Puigserver, en aquellos años colaborador de primera línea, y que tiempo después se acabó distanciando y enfrentando a Salvat, iniciando el mágico proyecto del Teatre Lliure.

La noche del estreno de Ronda de mort a Sinera, el público y los críticos que asistieron al Teatre Romea comprendieron la verdadera dimensión de lo que allí aconteció, la aparición de una nueva etapa de esplendor del teatro catalán en pleno franquismo. La Ronda se vio en versión catalana en Madrid en 1966, cosa que no sucedía desde 1902, en el contexto de lo que se llamó la apertura de Fraga, en aquel momento ministro de Información y Turismo. Poco tiempo después se representó en el Théâtre Gérard Philipe de París, en un emotivo reencuentro con exiliados catalanes y españoles. La Ronda tuvo diversas versiones: en 1970, en la Bienal de Venecia; en 1975, en 1980, y, por último, en 2002 Fig. 10, en la nueva sede del Teatre Lliure de Montjuïc, que sirvió para que las generaciones que no habían podido gozar de este maravilloso espectáculo pudieran comprobar su verdadera dimensión.

Ricard Salvat alcanza la madurez en estos años frenéticos que le llevan camino de la consagración como director teatral. Con La bona persona de Sezuan, de Bertolt Brecht, que tuvo una versión en lengua española, también protagonizada por Núria Espert, el llamado teatro independiente alcanzaba su clímax en la limitada España franquista. A partir de aquel momento los espectáculos de la Compañía Adrià Gual visitaron con una cierta asiduidad los escenarios de la capital española, iniciando un período en el que el foco principal del teatro español se hallaba en los escenarios en lengua catalana.

Salvat, al mismo tiempo, se fue convirtiendo en un personaje que empezaba a sufrir las presiones de las autoridades, como sucedió durante su estancia en Portugal, de donde fue expulsado tras intentar poner en escena el espectáculo-documento Castelao e a sua época, en 1968. El peligro de perder el pasaporte y no poder seguir viajando en el contexto político de finales de los 60 marcó aquellos años, aunque no impidió que un año más tarde, con la Universidad de Coïmbra, representara el espectáculo Brecht + Brecht. En 1969 el FAD decidió cambiar de sede, y la Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual abandonó, a pesar de la oposición de Salvat, la Cúpula del Coliseum, un espacio mágico con múltiples posibilidades, por un local en la calle Brusi en el barrio de la Bonanova. La Escola no tardaría mucho tiempo en desaparecer. Había cumplido su papel histórico.

Con la Companyia Adrià Gual, Salvat dirigió en 1970 tres espectáculos controvertidos que muestran su voluntad de crear un repertorio complejo y arriesgado: Kux, my lord! o Les metamorfosis reaccionàries, de Josep M. Muñoz Pujol, montaje que fue prohibido en el Festival Cero de Teatro Independiente de San Sebastián; Mort de dama, de Llorenç Villalonga; y Un home és un home, de Brecht, protagonizada por Ovidi Montllor, que habría de convertirse en uno de sus actores predilectos, junto con un joven Enric Majó, que acabaría por devenir su actor fetiche durante los últimos años.

Los años setenta: entre lo oficial, la universidad y lo alternativo

Convertido en el director estrella de los escenarios catalanes y gozando de reconocimiento en Madrid, Ricard Salvat sucumbió a la tentación de encabezar un proyecto de Teatro Nacional en Barcelona, que le supuso un gran desgaste como artista e intelectual. El Teatro Nacional Ángel Guimerà, al frente del cual estuvo dos años (1970-1972), supuso un primer intento por descentralizar el teatro español en los estertores del franquismo, con unas gentes cada vez más conscientes de la anómala situación política que se vivía en España. Con grandes repartos y la colaboración de primeras espadas como Fabià Puigserver, Isaac Díaz Pardo o Iago Pericot, en la parte plástica, Salvat puso en escena La filla del mar, de Àngel Guimerà, El caballero de Olmedo, de Lope de Vega, Defensa índia de rei, de Jaume Melendres, El tuerto es rey, de Carlos Fuentes, Galatea, de Josep Maria de Sagarra y Ligazón y El embrujado, de Ramón María del Valle-Inclán. Lo que sobre el papel es un gran repertorio que debía suponer un paso adelante, tuvo como resultado la feroz crítica de los intelectuales y de la gente de teatro más joven que estaban radicalmente enfrentados con la oficialidad de aquellos años, identificando de manera errónea el posibilismo de Salvat con una supuesta concesión al régimen, que años más tarde habría de pagar.

Un hito en la trayectoria como director escénico lo supuso la presencia de la Companyia Adrià Gual en la XXIX Bienal de Venecia de 1970. El teatro catalán alcanzaba una visibilidad internacional gracias al indiscutible éxito de Ronda de mort a Sinera, el espectáculo que mejor explica la concepción de la puesta en escena de Ricard Salvat.

Agotado y también asqueado por la situación provocada por su pertenencia al Teatro Nacional, Salvat se refugió en Roma, donde trabó una estrecha relación con Rafael Alberti, una de las cabezas visibles del exilio político español. Allí puso en escena sus primeras versiones de Noche de guerra en el Museo del Prado, con el Teatro Incontro, con el cual asistió al II Festival Internacional Cervantino de Guanajuato (México) Fig. 11. También puso en escena La nueva colonia, de Luigi Pirandello, que presentó en dicho festival.

Esta amistad y colaboración con Rafael Alberti y la que fue su compañera de viaje durante más de cincuenta años, María Teresa León, culminó con la puesta en escena en 1978 de Noche de guerra en el Museo del Prado Fig. 12, Fig. 13, con el recientemente creado Centro Dramático Nacional, con sede en el María Guerrero, uno de los emblemas culturales de la nueva España Democrática Fig. 14. La escenografía del Equipo Crónica y los papeles interpretados por Juan Diego, Tina Sainz y Carmen Maura, entre otros, coincidieron con el regreso del exilio del poeta gaditano, acompañado por Dolores Ibárruri, en lo que supuso la definitiva legalización del PCE.

Al mismo tiempo, Salvat había consolidado desde finales de los años 70 su carrera académica iniciada como Profesor No Numerario en la sección de Literatura catalana, antes de su conversión en Departamento universitario, para pasar después como Profesor Titular a ser uno de los fundadores del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona, creado en 1972, junto a otros destacados artistas e intelectuales como Oriol Martorell y Miquel Porter i Moix, entre otros. Su apuesta por el mundo académico le permitió no quedar a la intemperie de los contratos o los éxitos de taquilla de los espectáculos de la Adrià Gual, que había iniciado en aquellos años un lento pero imparable declinar, ante las nuevas compañías o la reinvención del Instituto del Teatro comandado por Hermann Bonnín. Salvat era autor de ensayos de referencia sobre las artes escénicas con la edición de los dos volúmenes de El teatre contemporani (Edicions 62, 1966) Fig. 15, Els meus muntatges teatrals (Edicions 62, 1971) y la compilación de los artículos de prensa El teatro de los años setenta (ed. Península, 1974).

Su vinculación con la Universidad se hizo cada vez más estrecha tras conseguir ganar la primera Cátedra de Historia de las Artes Escénicas, en 1986, que también ganó César Oliva de la Universidad de Murcia. Uno de los grandes proyectos de Salvat en la Universidad de Barcelona fue crear un instituto de investigación teatral que conjugara los trabajos académicos con la práctica teatral. A pesar de las muchas trabas que halló para convertir en realidad este proyecto, los sucesivos institutos y asociaciones que lideró hasta su muerte constituyen un logro al que la propia universidad no ha sabido dar continuidad tras su jubilación en 2006.

A finales de los años 70, Salvat tenía un prestigio muy consolidado y los encargos en materia de docencia y de gestión en el ámbito de las artes escénicas le llevaron a dos aventuras muy distintas. En primer lugar, se le confirió la dirección de una escuela de arte en L’Hospitalet de Llobregat, una ciudad dormitorio en aquellos años, que crecía a partir de la inmigración española; por otro lado, en Sitges, se quería prestigiar el festival de teatro creado unos años atrás, y Salvat acabó siendo el responsable de ese certamen, entre 1979 y 1980, que fue la puerta de entrada en nuestro país de espectáculos creados en Europa del Este o en América Latina.

En 1977, Ricard Salvat se embarcó en un nuevo proyecto que había de generar muchas expectativas y el mundo de la política municipal acabó por destruir. L’Escola d’Estudis Artístics de L’Hospitalet de Llobregat quería incidir en dos aspectos que la llegada de la democracia a España tenía pendientes: la revolución social y cultural desde las clases populares y la asunción de una verdadera cultura popular en los barrios más alejados del centro económico, político y social. Durante dos años, Salvat concentró muchas de sus energías en poner en marcha esta escuela entendida como una nueva Bauhaus. La llegada de los nuevos políticos, a través de las elecciones municipales, lastraron de tal manera el proyecto, que Salvat -sin vinculación con ninguno de los partidos políticos que tomaron el poder- pudo concretar la idea de crear una escuela de artes con secciones de cine, artes plásticas, teatro y música con docentes de primer nivel, que no pudieron luchar por consolidad ese magnífico proyecto que fue abandonado en 1979.

En ese mismo año Salvat pasó a ser el director del Festival Internacional de Teatre de Sitges, que hasta su desaparición en 2004 consiguió traer a los escenarios de la Blanca Subur creadores de primer nivel como Peter Brook, Krystian Lupa o compañías como el Teatro Estudio de La Habana. En las ediciones que dirigió Salvat se presentaron en el certamen compañías tan determinantes para el teatro catalán como La Cubana, La Fura dels Baus o algunas de las más conseguidas performances de Albert Vidal. Salvat puso especial interés en traer a los escenarios de Sitges espectáculos procedentes de Europa del Este y de Latinoamérica, configurando una programación de gran interés que suponía, no solo para los amantes del teatro, una cita atractiva y de gran interés Fig. 16. De nuevo las rencillas entre los partidos políticos municipales llevaron a Salvat a presentar su dimisión en 1986, habiendo conseguido llevar al Festival a una madurez que le permitió sobrevivir durante casi dos décadas.

Los años ochenta y noventa: entre la marginación y la presencia internacional

La nueva política cultural surgida de la recuperación del autogobierno catalán llevó a Salvat a una marginación prácticamente total. El pujolismo no le perdonó sus tomas de posición políticas y las nuevas generaciones de creadores tomaron las principales responsabilidades en la nueva etapa política.

En 1980, Salvat dirigió Yerma, con la Compañía Theatron Kessarianis, iniciando un período de intensa colaboración con creadores helenos como Stavros Doufexis o Theodoros Terzopoulos, que habrían de participar en el Festival de Sitges y darse a conocer en la península. Al cabo de dos años, Salvat estrenó en Atenas el espectáculo Dones i Catalunya, a partir de textos de Lidia Falcón, Carme Riera, Isabel-Clara Simó, Marta Pessarrodona y María José Ragué-Arias. Un espectáculo que volvía a incidir en esa vocación de teatro-documento que podemos observar a lo largo de toda su trayectoria. A pesar de no conseguir el éxito esperado, Dones i Catalunya dio voz a grandes representantes del feminismo que habían luchado desde la semiclandestinidad por la igualdad de derechos en pleno franquismo. Al año siguiente, dirigió para la Compañía Estatal de Württemberg la obra de Dario Fo: Der Dieb, der nicht zu Schaden kam (El ladrón que no resultó herido), iniciando un período de encargos para teatros extranjeros, dada la situación de marginación que vivía en Barcelona, y el declinar de la Companyia Adrià Gual que acabó por desaparecer en 1985.

A partir de ese momento, Salvat alternó la dirección de algunos espectáculos con la Companyia Adrià Gual como Les bacants d’Eurípides (1980), protagonizada por Ovidi Montllor, o El príncep d’Homburg Fig. 17, de Heinrich von Kleist (1981), protagonizada por Juanjo Puigcorbé, con montajes que combinaban actores profesionales como Urfaust (Fausto primigenio), de Johann W. Goethe, que dio el saltó a los teatros comerciales, y tuvo una versión en lengua española que se vio en el Festival de Teatro Clásico de Almagro en 1985. Debutó como director de escena en dos óperas representadas en el Gran Teatro del Liceo, Edip i Jocasta, de Josep Soler y Tannhaüser, de Richard Wagner.

Sin embargo, Salvat buscaba nuevos horizontes y no pudo resistir la tentación de dirigir Camino negro, de Oscar Viale y Alberto Alejandro, que se representó en el Teatro Lorange de Buenos Aires, situado en plena Avenida Corrientes. Su condición de catedrático universitario le permitió asistir a congresos de ciencias teatrales a lo largo y ancho de Latinoamérica, conociendo de primera mano países como Argentina, Colombia, Puerto Rico o México, y volviendo a Europa para dirigir espectáculos en Alemania y Grecia, en 1988 y 1990. También se prodigó por distintos teatros españoles, poniendo en escena La gran Semíramis, de Cristóbal de Virués, en colaboración con la Universidad de Valencia Fig. 18; y O incierto señor Don Hamlet, príncipe de Dinamarca, de Álvaro Cunqueiro, con el Centro Dramático Galego, ambas estrenadas en 1991 Fig. 19.

En 1994 asumió uno de sus mayores retos aceptando en encargo del Teatro Nacional de Budapest de dirigir uno de los grandes clásicos del teatro húngaro, Az ember tragédiája (La tragedia del hombre), de Imre Madách, un texto de carácter épico que pretendía trazar un viaje a través de distintas épocas en la lucha entre el bien y el mal. La dificultad de montar el espectáculo en lengua húngara no amilanó a Salvat, que se rodeó de creadores españoles, como Isaac Díaz Pardo, para crear ese magnífico espectáculo que estuvo varias temporadas en el repertorio del Teatro Nacional.

A finales de los años 90, Salvat Fig. 20 estaba muy implicado en su carrera como docente y trataba de consolidar un teatro universitario, que siempre conlleva muchas dificultades de todo tipo, organizando jornadas, seminarios, publicando trabajos académicos y participando en festivales universitarios en el Estado y en Latinoamérica, con el montaje de dos textos que le fascinaban y le definen como creador, En la ardiente oscuridad, de Antonio Buero Vallejo; y La pell de brau (‘La piel de toro’), de Salvador Espriu, que con distintos repartos montó en la segunda mitad de la década.