Ricard Salvat, una vida dedicada al teatro
Enric CiuransPágina 2
Cuando hablamos de Ricard Salvat i Ferré (Tortosa, 1934-Barcelona, 2009) debemos tener presente que nos enfrentamos a una personalidad compleja que impulsó diferentes aventuras artísticas y académicas que, con mayor o menor fortuna, configuran un paisaje frondoso e incluso abigarrado. Los que tuvimos el honor de conocerle y tratarle durante una parte de su vida sabemos que era un torrente de vitalidad y energía que no se amilanaba ante nada ni ante nadie en su búsqueda de la verdad, la belleza y la inteligencia. Fue director de escena, catedrático universitario, director de escuelas y festivales de teatro, escritor, pero, sobre todo, como a él le gustaba señalar, un apasionado e informado espectador con una curiosidad desbordante, una característica de su personalidad que consideramos determinante para introducirnos en su biografía1 Fig. 1.
Nacido en Tortosa, una ciudad del sur de Tarragona bañada por el tramo final del Ebro, sus primeros años coincidieron con el estallido de la Guerra Civil, en un lugar tristemente célebre por haber sido uno de los escenarios más cruentos del conflicto bélico. Su familia se refugió en un pueblo de las montañas próximas a la ciudad, donde asistieron a la victoria de las tropas nacionales, pasando su infancia en el contexto de la dura postguerra, tamizada por la relativa prosperidad de su familia dedicada a la elaboración y venta de pan. En Tortosa desarrolló sus estudios primarios beneficiándose del hecho de que algunos de los profesores que allí impartían docencia eran desplazados de sus lugares de origen por haber tenido alguna relación con los rojos. Así, el propio Salvat recordaba a un sacerdote castigado por sus veleidades catalanistas, Joan Baptista Manyà, por el amor que transmitía por la lengua catalana en aquellos difíciles años, y al poeta valenciano en lengua española Luis Guarner, que se mantuvieron vivos en su memoria, al escapar de las formas y el fondo de la educación de esos años oscuros. Sin embargo, el primer rayo que iluminó su vocación por el mundo del arte se lo debió al cine, a las sesiones dobles que se proyectaban en los distintos cines de Tortosa, donde asistió a la proyección de películas españolas e italianas, rememorando las vivencias que el gran Giuseppe Tornatore plasmó en su obra maestra Cinema Paradiso (1988). Cabe señalar que la pasión cinéfila acompañó toda su vida a Ricard Salvat, convirtiéndole en un erudito que hubiera podido impartir sin ningún problema asignaturas dedicadas al Séptimo Arte.
En Tortosa descubrió el teatro, como tantos otros, en las funciones escolares que le llevaron a hacer sus pinitos como actor y dramaturgo, sin más repercusión si acaso que los recuerdos en el viejo álbum familiar. Cuando empezó a cursar el bachillerato inició estudios de solfeo y violín, que abandonaría al iniciar las clases en la Universidad.
Salvat se trasladó a Barcelona a principios de la década de los cincuenta. En esta ciudad residió el resto de su vida, aunque por sus constantes viajes se le podría considerar un ciudadano del mundo. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central de Barcelona, donde habría de iniciar su carrera como director de escena.
Los inicios, entre la literatura y el teatro
En la Universidad, Salvat halló a sus compañeros de viaje, una generación de intelectuales y artistas que procedían de los dos bandos enfrentados en la Guerra, y que en pocos años se transformó en uno de los principales focos de resistencia al régimen del general Franco. En los años 50 el mundo académico era pobre, y para un joven de provincias como Salvat, la verdadera formación se produjo en los pasillos y en las tertulias de los estudiantes. Las clases con el crucifijo y el retrato del dictador no podían satisfacer la curiosidad y el anhelo de saber de Salvat y sus compañeros, entre los cuales podemos citar a Feliu Formosa, Salvador Giner, Miquel Porter Moix y Paco Rodón. En el cuarto curso llegó a la Universidad de Barcelona José María Valverde, en aquel momento el catedrático más joven de España, procedente de Roma, donde fue lector de español entre 1950 y 1955. Su cátedra de Estética ha sido para generaciones de estudiantes una verdadera bendición, a pesar de los muchos años que vivió alejado de España, al solidarizarse con Aranguren, Tierno y García Calvo cuando fueron expulsados de sus respectivas cátedras en 1965. Salvat, que había iniciado su carrera como escritor, y que culminó con la obtención del premio Joanot Martorell de novela con Animals destructors de lleis (Animales destructores de leyes, ed. Xaloc, México, 1971), en 1959, sintonizó de inmediato con el joven catedrático que le habría de influir en su aproximación al mundo germánico y la continuación de sus estudios universitarios.
Los primeros pasos como director teatral se produjeron en las aulas del edificio central de la Universidad de Barcelona, donde Salvat, Formosa y otros compañeros fundaron la Agrupación de Teatro Experimental (ATE), un grupo alternativo al TEU de la Facultad de Filosofía y Letras que debutó con una lectura dramatizada de los diálogos platónicos Critón y Eutifrón, en 1953. Al año siguiente, consiguieron dar una sesión única en un teatro con taquilla abierta al público, representando la adaptación de la novela de Víctor Català (pseudónimo de Caterina Albert) Solitud Fig. 2, que se dio en el Teatro Capsa, uno de los teatros donde se fraguó la escena alternativa en Barcelona.
Con el ATE, Salvat comprendió la complejidad de la puesta en escena y el papel que jugaba el repertorio en el teatro contemporáneo. Así, en unos pocos años, entre 1953 y 1956, con el ATE y otros colectivos como el Aula Libre de Estética o el propio TEU de Filosofía y Letras, Salvat puso en escena piezas de Jean Cocteau, Henry de Montherlant o Richard Hughes, excesivamente influidas por la novedad y la necesidad de sintonizar con las propuestas procedentes del extranjero, en un momento en que España vivía en plena autarquía, aislada internacionalmente.
El primer gran salto en su trayectoria se produjo en 1956, cuando acompañado por Miquel Porter i Moix, una figura esencial para entender la resistencia cultural al franquismo en Cataluña como impulsor del Cineclubismo y el colectivo Setze Jutges de música popular entre otras, creó el Teatre Viu Fig. 3, un experimento escénico verdaderamente innovador para aquel momento histórico que serviría de base a la práctica teatral que Salvat desarrolló en la década siguiente.
El Teatre Viu (Teatro Vivo) nació en la librería que el padre de Miquel Porter tenía en el centro de Barcelona. Se basaba en la improvisación y en la pantomima. En un inicio consistió en un ejercicio de improvisación a partir de la lectura al azar de un fragmento de una novela también escogida al azar, a la que los jóvenes actores y actrices debían dar una continuidad, más o menos coherente. Con el tiempo, el Teatre Viu se convirtió en una sesión de teatro participativo en el cual la parte central se ejecutaba a partir de los temas que el público proponía. Sin embargo, Salvat comenzó a vestir un experimento mucho más profundo basado en el trabajo del actor, escribiendo breves piezas como Els espies (‘Los espías’), en la que dos espías desconfiaban el uno del otro, hasta un cruel y esperado desenlace. Junto a estas piezas con texto, el final de las sesiones lo protagonizaban pantomimas que acostumbraban a tener un cierto regusto brechtiano, ya que a partir de 1956, Salvat empezó a pasar períodos en las universidades de Heildelberg y Colonia, donde cursó Sociología y Ciencias Teatrales en diversos semestres, que le sirvieron para respirar el aire de la libertad que se vivía en Europa y conocer la cultura teatral alemana de esos años, con creadores escénicos de referencia como Erwin Piscator y, sobre todo, Bertolt Brecht (a pesar de que murió en 1956 en el Berlín Este, su estela no dejó de crecer en toda Alemania y en toda Europa). Entre los retos que Salvat asumió con el Teatre Viu, que fue además una escuela de formación de jóvenes actores, cabe significar la participación en las primeras sesiones de psicodrama que se tienen datadas en el Estado, y que se produjeron en el Hospital Clínic de Barcelona bajo la supervisión del psiquiatra Joan Obiols, que invitó a Salvat y a su grupo de jóvenes actores, entre los que se encontraba probablemente un jovencísimo Albert Boadella, que luego recreó en su Ubú president una versión imaginada y libre de esas sesiones.
El Teatre Viu rápidamente se convirtió en una sección de la Agrupació Dramàtica de Barcelona (ADB), entidad patrocinada por la burguesía catalana que pretendía mantener una cierta presencia del teatro en catalán durante los años más crudos del franquismo. Cabe señalar que Els Joglars empezó siendo otra de las secciones de la ADB, en este caso de mimo. Con la ADB, Salvat dirigió algunos montajes como un espectacular El burgès gentilhome (‘El burgués gentilhombre’) de Molière, en el que participaron gran parte de los mecenas que impulsaban la entidad, y que una vez al año para recaudar fondos daban una función en un gran teatro, en este caso, el Teatro Windsor Palace (1959).
En los inicios de los años sesenta, Ricard Salvat empezaba a tener prestigio, como una de las jóvenes promesas (o ya realidades) del teatro catalán, con formación en la Alemania Federal, y que como escritor había obtenido un premio literario y como director teatral había sobresalido en el teatro universitario y, sobre todo, en la creación y desarrollo del Teatre Viu. Era el momento de dar el salto hacía una nueva aventura que habría de marcarle profundamente, L’Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual (EADAG), que fundó junto a Maria Aurèlia Capmany en 1960, bajo el patrocinio del Foment de les Arts Decorativas (FAD), una entidad dirigida por Alexandre Cirici Pellicer, que supuso una primera normalización de las actividades museísticas y artísticas durante la postguerra, y que apostó por la creación de una escuela de formación de actores y dinamizador de la vida teatral en Barcelona. En aquellos años, el Instituto del Teatro no tenía ninguna capacidad de atracción entre los jóvenes que se querían dedicar al teatro, por mantener una estructura y docencia anticuadas.
1 Actualmente no existe una biografía de Ricard Salvat. Sin embargo, podemos remitirnos a la monografía de J.M. Garcia Ferrer y Martí Rom (1998). Asimismo, con motivo de su fallecimiento, la revista Assaig de Teatre (73-74, 2009) publicó un número monográfico en el que se recogen todas sus puestas en escena junto al testimonio de amigos, colaboradores y gente de teatro de diversas procedencias. A pesar de no tener una biografía, la Universidad de Barcelona y la Fundación Salvat están editando los dietarios de trabajo de Ricard Salvat que tienen un gran interés y muestran esa curiosidad que le llevó a ser un creador de referencia. Hasta el momento se han publicado tres volúmenes, y la colección se completará con unos diez. Volver al texto