Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1940

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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PROTAGONISTAS

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Sin embargo, no podemos pasar por alto, en los perfiles dedicados a los principales autores del periodo, a uno de los autores que más páginas de prensa -y teatros- ocuparía durante estos años, a saber, Adolfo Torrado, a quien nos hemos referido en otro lugar dentro de estas páginas. La valoración que se hizo de su teatro podría resumirse con alguna cita de la reseña escrita por Miguel Ródenas sobre el estreno de La infeliz vampiresa, comedia estrenada en el teatro Lara: “en pocos años ha logrado captar, primero, el interés de las multitudes; más tarde, su simpatía, y, por último, una admiración que, exenta de pujos analíticos, de cara a la realidad de su entretenimiento, que es lo único que persiguen, le busca con ahínco y le aplaude fervorosamente. El teatro de Torrado, como el del inolvidable Muñoz Seca, a quien tanto discutieron en vida sus escasos detractores, tiene una rara capacidad de atracción”. Hay que señalar, no obstante, que también contó con la respuesta algo más tolerante de parte de la crítica. Así se expresaba Antonio de Obregón acerca de la infeliz vampiresa: “Si alguien recuerda nuestras crónicas tendrá presente nuestra reprobación ante sus fórmulas predilectas, que desencajan el género dramático y contribuyen a su corrupción. Sin embargo, cuando este autor intenta comedias de humor sin trascendencia, su fórmula hemos de juzgarla de modo proporcionado a sus propósitos, pues siempre hubo comedias intrascendentes, confeccionadas para distraer, y la de ayer es una de ellas”. Claro es que el comediógrafo contó con la inestimable ayuda de excelentes actores y actrices, que fueron también responsables directos de muchos de los éxitos de este autor. En el caso de la comedia comentada, baste citar la presencia de Isabelita Garcés, Irene Caba, Mercedes Muñoz Sampedro, Rafael Bardem, etc. Sin embargo, esto no pareció a menudo suficiente a uno de sus principales detractores, Alfredo Marqueríe, quien casi sistemáticamente criticó severamente los estrenos de este autor. Tanto es así, que el periódico Informaciones llegó a publicar una carta de Adolfo Torrado en la que se quejaba de la crítica dispensada a una de sus comedias, El beso de madrugada, por lo que consideraba un mero error de linotipia. Al margen de que se tratase o no de un posible error, lo más destacado de esta noticia tenía que ver con el hecho de poner tan de manifiesto la simpatía que ambos se profesaban. Mientras Torrado solicitaba al director del periódico, Víctor de la Serna, que diera publicidad a su escrito, “no para defensa alguna para mis pequeños recursos teatrales, ni para mis no merecidos éxitos, ni para mi suerte en el teatro” sino para “enviar un saludo a Alfredo Marqueríe, lamentando solamente que él, que tanto vale y tanto sabe leer entre líneas se haya olvidado ahora de que, a veces, hay líneas que sobran entre aquellas que se deben leer”; Marqueríe contestaba: “Posee usted ingenio, habilidad y gracia indudables; es usted uno de los autores de teatro más populares de este momento; pero ni su ingenio, ni su habilidad, ni su gracia, ni su popularidad, están en relación con su respeto por la Gramática”. De todas formas, parece lógico el enfado de Torrado, si tomamos en consideración la durísima crítica escrita por Marqueríe: “El beso de Madrugada, como todas las comedias salidas hasta ahora de su pluma, señor Torrado, carece de fineza y de altura, no incorpora ningún tipo original ni humano, ni desarrolla ningún problema interesante, ni encierra pensamiento profundo, ni luce por la brillantez de lenguaje. Exponer enredos económicos o chismes de familia durante ciento, doscientas o trescientas noches, le habrá proporcionado a usted un beneficio y una popularidad, pero no la satisfacción de hacer verdadero teatro”.

No obstante, tampoco hay que pasar por alto en 1941 el esfuerzo por mantener viva la memoria de Pedro Muñoz Seca, cuyo fallido homenaje constituyó uno de los acontecimientos más significativos de la temporada. Durante todos los meses previos a la celebración de dicho homenaje, se hizo frecuente encontrar publicados en los periódicos de Madrid y Barcelona artículos elogiosos de un autor a quienes los vencedores otorgaron el calificativo de “mártir”, y que sirvió como símbolo de reacción contra la República. Así, en medio de los muchos panegíricos publicados ese año, podemos leer comentarios como el siguiente, publicado por Luis de Galingosa en La Vanguardia: “Muñoz Seca fue un iluminado, acaso un obseso de semejante idea combativa. Su obra dramática no tuvo ya otro objetivo que lanzar la catapulta formidable que es la risa en una muchedumbre y en una nación contra aquel enemigo de España a quien urgía cortar el paso [...] Muñoz Seca murió confesor de su Religión, de su Patria, de todos sus ideales y sentires irrevocables, como había vivido en los años en que ser confesor era más heroico que ser mártir”. Uno de los artículos más elogiosos dedicado a la memoria de Muñoz Seca, sería el firmado por Tomás Borrás en el diario ABC, quien equiparaba a este dramaturgo con Jacinto Benavente y Carlos Arniches -”los tres ‘don’ de nuestro actual teatro”-. No deja de resultar curioso el elogio que hacía Borrás de la constancia y mecanización en el trabajo de Muñoz Seca: “escribía cotidianamente dos horas, de cinco a siete, el mismo número de cuartillas, método que adoptó después de un sencillo cálculo: un acto, sesenta cuartillas; a dos cuartillas diarias, un acto al mes; a un acto al mes, cuatro comedias al año. ¡Esta es la famosa fecundidad de Muñoz Seca!”. Otra cualidad del autor destacada por Borrás tenía que ver con su condición de escritor vital: “los escritores vitales ni se enrolan en escuelas, ni analizan, ni se introspeccionan. Son plumas directas, inoculan su sangre en la vida, en rápidos improntos; genios desbordantes que están debajo de la perfección y por encima de las rutinas. Cuando el escritor vital, además de su desprecio por las formalidades academicistas es, estilísticamente un cincelador, aunque haga ‘esperpentos’, se llama Valle Inclán.” Pese a todo el revuelo formado, la cosa del homenaje prácticamente se quedaría en alguna reposición ya comentada y en el descubrimiento de placas y lápidas, como la ofrecida por el Cuerpo de Caballeros Mutilados. El acto recibió una atención destacada en el diario Ya, en cuya crónica podemos encontrar una pormenorizada descripción del acto: “Minutos después de las once fue descubierta la lápida [...] Lleva la inscripción ‘A Pedro Muñoz Seca, mártir por Dios y por España, homenaje de amor de los españoles’. Seguidamente, Isabelita Garcés depositó una corona, y el general Millán Astray, alcalde y muchísimas personas fueron depositando ramos y flores, hasta formar una gran alfombra que cubría la acera y parte de la calzada. El general Millán Astray dio el grito de ‘¡Pedro Muñoz Seca, mártir por Dios y por España!, que fue contestado con un emocionado ¡Presente! por todos los concurrentes al acto y los de ¡Arriba España! ¡Viva Franco! ¡Viva España! ¡Viva Muñoz Seca!, que fueron contestados con absoluta unanimidad”.

Como ya hemos indicado en otro lugar, fueron muy pocas las autoras de las que pudo verse alguna obra en este año. Además de las ya citadas Pilar Millán Astray o Carmen de Icaza, entre otras, consiguió buenas críticas Luisa María Linares, quien estrenaría en el teatro Lara su comedia Doce lunas de miel, versión de su novela rosa homónima, escrita en colaboración con Daniel España. No nos resistimos a incluir una breve cita de la reseña firmada por Miguel Ródenas: “No tiene la comedia de la señora Linares y el señor España ínfulas de hondura dramática ni de altura poética, pero es graciosa, diáfana, delicada -no en balde es su autora una mujer-”. Otra de las pocas autoras que lograron estrenar esta temporada fue Matilde Ribot de Montenegro, que lograría un considerable resultado de público y una aceptable crítica con la comedia Música, mar y campo, estrenada en el teatro Español. Como era de prever, los comentarios aparecidos en la prensa no resultaron especialmente entusiastas: “pone de relieve sus dotes de escritora, con sentido claro del arte escénico, que puede ofrecer a teatro contemporáneo obras más logradas y de indudable calidad, en cuanto consiga una más ágil facilidad de la que pueden adolecer algunas escenas de su obra”.


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