Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1940

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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PROTAGONISTAS

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Junto a los anteriores, la presencia de Carlos Arniches tuvo igualmente una notable recepción en prensa. Entre otras circunstancias, la crítica subrayaba que al llegar a 1941 este autor había estrenado ya nada menos que 270 obras, la última de las cuales era El tío Miseria, que había sido estrenada en Buenos Aires durante la guerra, y que ahora llegaba al teatro Alcázar de Madrid a través de la compañía de Aurora Redondo y Valeriano León. Como puede deducirse por las críticas, los comentarios elogiosos sobre su teatro no solían pasar de meros actos de cortesía, y no faltaron opiniones que expresaban la consideración de que, como sucedía con el de Jacinto Benavente o el de los hermanos Álvarez Quintero, también en el caso del teatro de Carlos Arniches se trataba de un teatro ya caduco.

Además de los ya citados, Eduardo Marquina ocuparía igualmente un lugar relevante todavía en la escena de la primera posguerra. Por ejemplo, su comedia El estudiante endiablado sería estrenada en el teatro María Guerrero, interpretada por actores y actrices tan importantes como Blanca de Silos, Ana Mariscal, Carmen Seco, José María Seoane o Luis Peña, entre otros. También serían suyas algunas traducciones de obras extranjeras, como ocurrió con La ofrenda de la mañana, de Giovacchino Forzano, estrenada en el teatro Victoria, de Madrid. Incluso Azorín tendría una modesta presencia en la cartelera, con la lectura de su comedia Farsa docente, a cargo de la compañía de Loreto Prado y Enrique Chicote, y con diferentes colaboraciones en la prensa referidas a asuntos teatrales, como veremos en otro lugar. En lo referente al teatro, y para cerrar el grupo de autores ilustres, habría que citar también, además de a Azorín, algún proyecto anunciado en prensa referido a la actividad dramática de otra de las figuras más destacadas de la Generación del 98, como eran Pío Baroja, además del anuncio de un proyecto para los escenarios de Concha Espina, una de las pocas escritoras que encontró algún espacio en la prensa teatral de la época. Unos meses antes de este anuncio, Azorín había intervenido en la prensa con el propósito de explicar su progresivo regreso a la vida pública española, después de tres años en Francia, y, fundamentalmente, de apoyar la comedia de Samuel Ros, Víspera, de la que nos hemos ocupado en otro lugar.

Junto a los autores de preguerra que mantuvieron alguna cuota de éxito o notoriedad después del 1939, habría que contar con un grupo que poco a poco trataría de incorporarse a la vida teatral de su tiempo. Uno de los nombres más repetidos a lo largo de esta temporada, especialmente en Barcelona, sería el de Valentín Moragas Roger, quien además de cosechar algunas buenas críticas mantuvo una interesante actividad como promotor de iniciativas teatrales y como conferenciante. También tuvo cierta repercusión favorable en la prensa el estreno de la comedia Maniquí, del ya entonces conocido Francisco de Cossío, en el teatro Calderón, interpretada por Guillermo Marín. Con motivo del estreno de su comedia, Cossío publicaría la consabida autocrítica en la que manifestaba sus intenciones “moralizantes” e insertas en el ambiente clasista y machista de la época: “Yo me he propuesto en Maniquí penetrar un poco en la obsesión universal por la moda. Los estímulos de la moda invaden ya todas las esferas sociales, y muchas mujeres de las clases humildes se ven arrolladas por una aspiración de vida suntuaria, que las empuja a la perdición. El cinematógrafo es el gran instrumento de propaganda de estos extravíos. Yo pienso que la moda, al uniformar a las mujeres, las arrebata su personalidad y, a tal punto, que la virtud más estricta puede quebrarse no más que por envolverse en un vestido”. Sin duda, el carácter novel como dramaturgo y su desconocimiento del nuevo medio expresivo aportaba cierta originalidad a su escritura, por lo que algunos críticos consideraron amablemente esta comedia un “experimento teatral”. Así lo justificaba el propio autor: “Me encuentro un poco a ciegas con relación a los efectos escénicos que la obra pueda tener [...] Está escrita con tanta libertad e independencia de los recursos y exigencias teatrales que no pensé que pudiera ser representada.” En cualquier caso, su presentación como dramaturgo no pasó inadvertida para la crítica, por cuanto se trataba de un escritor que había cultivado anteriormente otros géneros, con cierto prestigio, antes de escribir para la escena. Por ello, Francisco Casares, se veía en la necesidad de salir al paso de algunos comentarios que parecían flotar en el ambiente: “los que consagraron su vida y su tiempo a escribir en otros estilos, ¿están capacitados para el acceso a la escena, para hacer teatro? Yo pienso que sí”.

También recibiría amables críticas Enrique Suárez de Deza, en uno de sus estrenos de estos años, como Se alquila novio, comedia que pudo verse en el teatro Infanta Isabel de Madrid representada por la compañía de Isabelita Garcés, y que mereció elogiosos comentarios de Antonio de Obregón: “la comedia nos da cuenta en el autor de una soltura mucho mayor y recursos seguros para el dominio de todas las situaciones, aunque estas sean peligrosas a fuerza de ser superficiales, como ocurre en esta obra que tan gran éxito ha obtenido en Buenos Aires. En ningún momento decae la comedia, sostenida por el diálogo agradable, salvándose hasta aquellos momentos en que se hace difícil justificar lo que siempre hay que justificar en el teatro para dar pie al ingenio y a la paradoja”. Igualmente recibió una destacadísima atención el polifacético José Antonio Ochaíta, cuya comedia Doña Polisón, estrenada en el teatro Reina Victoria, mereció destacados elogios, pero que no salvaría, como era previsible, uno de los críticos de referencia, Alfredo Marqueríe, quien con sus habituales recitencias diría de ella que hubiera podido ser “la comedia del año”, pero que por sobrados motivos se había convertido en una buena ocasión perdida. Junto a estos, no faltaron autores noveles que fueron bien recibidos por la crítica, pero que apenas alcanzaron algo más de notoriedad, como Luis Maté, o Carlos Orellana, de quien se estrenaría en el teatro Lara la comedia Salam, a cargo de la compañía de Niní Montián. De su condición de autor novel daba buena cuenta la prensa: “Abandonó África y se presentó en Madrid sin más bagaje que una comedia debajo del brazo. Había leído que Niní Montián acogía a los noveles, y le ofreció su obra.” Y el propio autor hablaba de sí mismo en términos parecidos: “Como novel ha querido llevar un tema nuevo a la escena”. No obstante, algunos críticos fueron despiadados con el autor: “Es increíble que una compañía que ocupa un teatro como el de Lara, a comienzos de temporada, recurra a estrenar estas comedias llenas de candor teatral, escritas en un vocabulario de estudiante de bachillerato, y con pasiones y encuentros que brotan de la más pobre visión”. Otro de los autores que conformarían la nómina de los más jóvenes sería Horacio Ruiz de la Fuente, que estrenó en el teatro Lara la comedia El rescate, obra del gusto de algunos críticos, como Antonio de Obregón, quien valoraba el esfuerzo del autor y la compañía por no haber pretendido sumarse a la fórmula de éxito fácil y haber apostado por “algo que no está escrito expresamente para halagar y para hacer reír, sino que pretende otras preocupaciones más elevadas”.

Con el propósito de encontrar nuevos talentos, los premios y concursos resultaron una propuesta estimable que, en alguna ocasión, daría buen resultado. Los promotores de estas iniciativas eran muy variados y, en ocasiones, incluso las más modestas contaron con la complicidad de algunos teatros importantes, lo que les permitía conseguir alguna cobertura desde la prensa. Este sería el caso de la Sociedad de Arte Lírico Español, que aprovechó el entreacto de una función para dar lectura al fallo del jurado del Concurso de Zarzuelas que otorgó a lo autores noveles Francisco Losada y Eduardo Muñoz el primer premio por su obra Triniá. Conviene señalar que, a pesar de tratarse de una zarzuela, la obra premiada carecía de música, por lo que el maestro Luna se ofreció “a musicar Triniá, que será estrenada en cuanto la partitura esté concluida por la compañía que ha actuado en el Alcázar”. En cualquier caso, el nombre de referencia dentro de este grupo sería el de José María Pemán, quien desarrollaría su faceta de dramaturgo principalmente después de la guerra, y de quien se estrenarían algunas obras en teatros importantes, como el María Guerrero de Madrid, donde pudo verse este año su comedia El testamento de la Mariposa, que dirigió Luis Escobar y que, en líneas generales, fue bien acogida por la crítica.


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