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Extracto de la noticia publicada en ABC , el 4.5.2020.
Muere a los 93 años Juan José Arteche, un infatigable adaptador teatral

Juan José Arteche (Foto: Antonio Castro)

Muere a los 93 años Juan José Arteche, un infatigable adaptador teatral

Realizó la versión de más de doscientas cincuenta funciones teatrales

En las últimas décadas, en los programas y carteles teatrales había una frase recurrente: Adaptación de Juan José Arteche. Variaba el autor, el director, los actores, el escenógrafo... Pero la ubicuidad de Arteche era asombrosa. En su catálogo, más de doscientas cincuenta funciones, la mayoría de ellas de autores del siglo XX: Neil Simon, Friedrich Dürrenmatt, A. R. Gurney, André Doussin, Anton Chéjov, Eduardo de Filipo, Woody Allen, Jean Poiret, Ray Cooney, Marc Camoletti, Francis Veber, Terence MacNally, Peter Shaffer, Éric-Emmanuel Schmitt, Anthony Shaffer, David Hare... La lista de autores a los que tradujo y adaptó da fe de su eclecticismo y de su hiperactividad, desde que en 1961 firmara su primera adaptación: «El rincón tranquilo», de Michel André. «Óscar o la felicidad de existir», de Eric-Emmanuel Smith, es el último estreno que ha llevado su firma.

(…) Aquel hombre culto, viajero empedernido, es ya historia del teatro español, aunque combatió siempre desde la segunda línea. Además de adaptador de textos, fue productor y empresario: regía el teatro Alcázar cuando se incendió la discoteca Alcalá 20 -situada en sus sótanos-, y echó al traste el extraordinario éxito del musical que figuraba entonces en los carteles: «Por la calle de Alcalá».

Juan José Arteche nació en San Sebastián el 1 de enero de 1927 (durante toda su vida mantuvo el idilio con su ciudad natal, a la que volvía siempre que podía). Recuerda Antonio Castro que cuando tenía 17 años empezó a sopesar la idea de tomar los hábitos; su padre, entonces, le envió a Madrid confiando en que los «placeres mundanos» de la gran urbe le hicieran desistir de estos pensamientos. Y lo logró. «Juanjo -dice Castro- se olvidó inmediatamente de las misiones, adentrándose en el mundo de las tiples y vicetiples. Hasta el punto de que, en 1946, escribió como “negro” un libreto de revista para Colsada, por el que cobró cinco mil pesetas. Pero los garbanzos aspiraba a ganarlos como abogado, economista y diplomático. Efectivamente, toda su vida laboral ejerció el derecho en unos grandes laboratorios. La del teatro fue su otra actividad paralela, su auténtica pasión».

 

 (Julio Bravo. Madrid)