El lituano Oskaras Korsunovas (Vilnius, 1969) es uno de los directores teatrales europeos con mayor proyección desde hace años. Habitual del festival Temporada Alta de Girona y de los grandes festivales de medio mundo, Korsunovas ha sido uno de los protagonistas de la Bienal de Teatro de Venecia que dirige Àlex Rigola y que acaba esta semana. Su versión de La gaviota de Chejov fue muy aplaudida por mostrar como pocas la infelicidad de todos sus protagonistas, que no tienen lo que quieren y no quieren lo que tienen, deseando siempre otra cosa. [...]
“No existe otra forma de arte que arraiga sobre sí misma tantas posibilidades de crear y absorber novedades. Ahora con las nuevas tecnologías es casi posible hacer milagros en él. Pero es único por sus cualidades. En el teatro es la persona misma el instrumento, es el hombre en toda su esencia y ser. Esa inmediatez entre actor y espectador, la influencia directa, es posible sólo en teatro. Eso lo salvará. En el futuro se podrán hacer cosas cada vez más avanzadas con la tecnología, pero si algo salvará el teatro será su esencia, la presencia en el aquí y el ahora del actor y su relación directa con el espectador. Con el movimiento del alma que nace justo delante del espectador". [...]
El verdadero teatro es el que se abre a su naturaleza profunda, que habla sin medias palabras de las cosas fundamentales que hablan del hombre. Cuando la acción del teatro pasa de la escena a la mente, la imaginación del espectador, a su archivo emotivo, se abren infinitas posibilidades. Ninguna tecnología, ningún montaje puede hacer aquello que se desarrolla en la fantasía, en la imaginación del espectador".
[...] “en la Europa contemporánea desaparece el rol del teatro y del arte en general. En esta tendencia a la globalización, la individualidad, lo personal, se ignora. El teatro es el arte más elocuente al hablar sobre el hombre la vida. Pero depende qué enfoque se le dé desde los poderes públicos. Si al teatro y los que lo hacen se los mira solo como a personas a sostener financieramente, cargados a espaldas de la sociedad, ese es el rol que haría el teatro. Se trata de con qué lengua quiere hablar el gobierno a la gente, una de cultura o de consumidores". [...]
Hoy no cree que haya que tener más miedo que en otros momentos, pero dice que ve "un gran peligro en la falta de comprensión del significado de la cultura. Cuando se piensa que el factor económico es el único índice de felicidad o que la economía puede ir separada de la cultura, no funciona así. No es que no vea lo que sucede, la tendencia hacia la derechización, la facilidad con la que los partidos populistas llegan al poder, la inestabilidad de la UE, los refugiados, pero, ¿cuándo no ha habido situaciones parecidas? Por eso se necesita continuar haciendo esfuerzos en la cultura y crear lazos con ella". (Justo Barranco)