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Foto: Chicho (Archivo CDT)
Antonio Díaz Zamora: teatro para imaginar una vida
Fue el primer director de Centro Dramático de la Generalitat Valenciana, hoy Teatres
[...] Se ha ido otro de los iconos de nuestro teatro contemporáneo. Formador de tres generaciones de directores, un auténtico amante de la escena en tiempos complicados y de regeneración o reconversión de política teatral. Melancólico, algo depresivo, lo que llevaba a esconderse largas temporadas en su casa sin querer ver a nadie, elegante, sencillo, dialogante y, sobre todo, dotado de una sensibilidad exquisita y extrema.
No se enfadó ni cuando recién creado el Centro Dramático de la Generalitat Valenciana, hoy Teatres, del que fue su primer director, sufrió una de las campañas más virulentas desde aquellos sectores que él mismo había educado. Quería llevar a la práctica su idea, un teatro público para el público pero no manejado desde otros escenarios, tanto políticos como actorales o profesionales más interesados en asuntos puntuales o inmediatos. Fue su error, como reconoció después. Hasta que dimitió cuando creativamente estaba en la cúspide intelectual. Esta sociedad es así de terrible e ingrata. Pero él se fue por la puerta de atrás, sin hacer ruido. Ya nunca lo hizo después. Pero renovó el teatro. Puso una semilla. Aquella caída de telón de La Marquesa Rosalinda muchos la guardamos en la imaginación, como su frivolidad en Taxi al Rialto. [...]
Díaz Zamora era culto, sensible, delicado, amante de los detalles teatrales, gran conversador. Por eso se le quería y respetaba. Dirigió clásicos y modernos, levantó actores, escenógrafos, movió el teatro universitario. Hasta que renunció a la vida de la escena. O al aplauso incómodo. A la lucha intestinal. Optó por la enseñanza desde el corazón. [...]
Díaz Zamora creía en el teatro como servicio público. Quizás fueron extremadamente crueles en algunos momentos con sus ideas para el Centro Dramático. Estaban equivocados o no creían que aquella realidad era posible. Tampoco se le dio una larga oportunidad. Él recordaba que pensó en el proyecto público como quienes lo hicieron con el IVAM, un ejercicio a largo plazo al que muchos no podían esperar por una cuestión de supervivencia. “La profesión es conformista y la subvención terrible”, comentaba frente a una necesidad de inmediatez.
Nos queda en la imaginación sus primeros proyectos, sus ideas, su concepto de teatro público. Él decía, “Valencia es una ciudad difícil”. Y tanto.
Díaz Zamora creía en el teatro público como ejercicio al servicio de la sociedad, pero nunca del poder; como acto de belleza y rebeldía, imaginación y sueños. Me quedo con eso. Con la idea de que el teatro permite vivir otras vidas cuando no te gusta lo que te rodea. [...] (J. R. Seguí)