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Extracto de la noticia publicada en El País , el 28.9.2018.
Adiós, sargento Canut

Carles Canut (Foto: David Ruano / Archivo CDT)

Adiós, sargento Canut

El actor ilerdense, director del Teatre Romea, falleció ayer en Barcelona.

Atardecía en rojo ya otoñal y sonaba Ventura Highway cuando llamaron para comunicar una baja en el fuerte: el sargento Carles Canut. Canut (Gerri de la Sal, Lleida, 1944) era uno de los rostros más populares de la escena catalana, donde ha hecho de todo y con todos.(…) Canut, que luchaba contra el cáncer, ya no estuvo presente en la presentación de temporada de los teatros del grupo Focus a inicios de este septiembre. El actor era también director de la Fundación Romea para las artes escénicas, asesor de contenidos de Focus y miembro de su comité de lectura de nuevos textos y proyectos.

(…) Canut contaba soberbias historias de sus diez años de bohemia teatral en Venezuela, una bohemia que había comenzado en el Instituto Americano de Barcelona, cuando Mario Gas, Santiago Sans, Emma Cohen, Carles Canut y una estupenda lista de enfebrecidos montaron Gogo Teatro Independiente. En Venezuela, sin embargo, fue cuando el sargento grabó en su escudo un lema de por vida: “P’atrás, ni pa’ tomar impulso”. (…) En el Romea (su casa, que dirigió durante años) y a las órdenes de Xavier Albertí, fue el Reger de Maestros antiguos, de Thomas Bernhard, donde parecía un gatazo con ojos de tigre, un gatazo que tenía algo del Welles de Question mark, algo del francés Roland Bertin o, a la inglesa, del no menos enorme Michael Bryant. Reger, crítico “filosófico-musical” del Times fue, a mi juicio, su gran creación de madurez, un largo monólogo, que sus sudores le costó, con una escena inolvidable: cuando le cuenta a Atzbacher/Roger Ruiz, cómo conoció a su mujer muerta y sus visitas al cementerio: no quedaba un ojo seco en la sala. Recuerdo también, por supuesto, sus grandes trabajos con Calixto Bieito, de los que destaco el sicario Hubert de Burgh en el shakesperiano Rey Juan; Robert, el jabalí lúbrico en Plataforma, la adaptación de Houellebecq, que le valió un Max al mejor actor de reparto. Y el Gloucester de El rey Lear, claro. (…) Canut hizo, por cierto, poco cine: se merecía y nos merecíamos mucho más.(…) Mejor: quiero que ahora suene como despedida la música de Garry Owen, quizás el más feliz de los himnos del Séptimo de Caballería, una antigua marcha militar irlandesa del siglo XVIII. Y que sus compañeros canten el cuarteto final de aquel poema de Manuel Machado: “Valiente soldado del arte / adiós, que luego nos veremos / también nosotros nos iremos / con nuestra música a otra parte”.

(MARCOS ORDÓÑEZ)