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Arturo Fernández en 'Un hombre y una mujer', de 1961. (Foto Gyenes / Archivo CDAEM)
Adiós a Arturo Fernández
El actor asturiano, que ha muerto a los 90 años, actuó hasta hace seis meses en la comedia «Alta seducción»
(…) Superados los ochenta, el actor seguía anclado en su papel de eterno galán, que ha mantenido hasta el final de sus días: con la comedia «Alta seducción» ha permanecido en escena hasta hace unos seis meses; los problemas derivados de un tumor en el estómago le obligaron primero a bajarse de las tablas y han originado su muerte, a los noventa años. Tras el velatorio celebrado ayer en la localidad madrileña de Alcobendas, los restos mortales de Arturo Fernández serán trasladados al Teatro Jovellanos de su ciudad natal, Gijón, donde sus paisanos podrán despedirse de él.
Nunca se sabrá cuánto había en la desenvoltura de Arturo Fernández de ser humano o de personaje; cuándo terminaba uno y comenzaba el otro. «Mis personajes son mucho más simpáticos, más guapos y con más dinero que yo. El verdadero Arturo Fernández es un hombre mucho más tranquilo», decía hace unos meses. Y es que el actor asturiano fallecido ayer llevaba mucho tiempo convertido en un género teatral en sí mismo. Admirado abiertamente por el público y en la intimidad por muchos compañeros de profesión (sus ideas políticas y su manera de entender el teatro provocaban rechazo en el mundo de las tablas), Arturo Fernández fue un francotirador de nuestra escena fiel a sus convicciones, ya fueran políticas o teatrales. Nunca ocultó, hablando de las primeras, su simpatía por la derecha; y en cuanto a las segundas, tenían un solo credo: los espectadores. Por ellos levantaba el telón todos los días, pensando en ellos montaba sus funciones: «Sinceramente –decía– creo que el público percibe que él es mi prioridad, que intento no defraudarle nunca, que montaje tras montaje intento superarme en todo: texto, puesta en escena, dirección... Para sorprenderle, para hacerle pasar dos horas muy gratas llenas de humor elegante y también de emoción. Sabe el tesón, el esfuerzo y la coherencia que hay detrás de mi trabajo».
(…) Arturo Fernández Rodríguez nació el 21 de febrero de 1929. (…) Fue en el teatro donde encontró su hogar desde que debutara a mediados de los años cincuenta de la mano de figuras como Rafael Rivelles o Conchita Montes. Tras obras como «¿Quién soy yo?», de Juan Ignacio Luca de Tena, o «Dulce pájaro de juventud», de Tennessee Williams, creó su propia compañía de comedias e inauguró el «arturismo». El público, fundamentalmente femenino, iba al teatro, entre otras cosas, a ver cómo lucía los trajes el actor, epítome de elegancia. Por ello causó conmoción cuando en 1983, en la obra «La chica del asiento de atrás», el actor exhibía ante el público su trasero desnudo. «Lo mío es la comedia –aseguraba–, aunque no me puedo olvidar de “¿Quién soy yo?”, la obra que supuso el gran espaldarazo a mi carrera. Combinaba comedia con drama y situaciones realistas. Pero después comprendí que mi camino era la comedia. Y no me equivoqué. Me ha dado grandes satisfacciones». (…)
(Julio Bravo)